Las reuniones que cada lunes celebraba el barón Davillier en su residencia parisina del 18 de la rue Pigalle eran gustosamente frecuentadas por un amplio abanico de artistas e intelectuales a los que quizá en alguna ocasión el anfitrión sorprendería con unas tazas de chocolate con la excusa de hablar “sobre esta bebida tan extendida en toda España”, según relata en su Viaje por España. Es precisamente su visita a Astorga —foco industrial del chocolate en España, con una vinculación con el derivado del cacao que la historia local remonta hasta el mismísimo Hernán Cortés— lo que da pie a nuestro hispanista a descubrir a sus contertulios algunas curiosidades sobre lo que para Linneo era bebida de dioses.
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