Aplazada debido al inicio del confinamiento, el lunes 25 de mayo, tendrá lugar la sesión virtual de nuestro club de lectura para conversar sobre la novela Piel de lobo, de la autora sevillana Lara Moreno (1978). Esta lectura fue seleccionada por sugerencia de uno de nuestros lectores, Olivier Doutheau, al que agradecemos su participación moderando la sesión y cuya reseña personal del libro os dejamos a modo de presentación.
Con Piel de Lobo, Lara Moreno nos propone un verano de la vida de una mujer recién separada, que se queda sola con su niño, y su hermana en la costa soleada del atlántico, que podría muy bien ser Huelva, donde la autora ha pasado una parte de su niñez.
Desde el primer capítulo brota su estilo personal: descripciones muy visuales (estilo «microscópico», como ella dice), que a veces parece a poesía, y con el que nos cuenta todo, incluso lo que comen los personajes. Las tres páginas del primer capítulo nos describen la noche inquieta de una niña que no se sosegará hasta dar con “la salvación del pasillo que lleva a la habitación de los padres”. Luego, cuatro líneas, nada menos, para describir la respiración del padre: un tema que vuelve a menudo en el libro. Le siguen descripciones destacables como el episodio de la muerte del padre, llenas de expresiones hiperrealistas como “cuando cuelga el teléfono es como si un gran pez, viscoso y frío, le hubiese salido por fin” o “Las risas que lo inundan todo y la bomba cayendo sobre Hiroshima”. ¿Poesía, quizás? El presente como tiempo de narración nos hace más contundentes las escenas.
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Ficticias o reales, las cartas o epístolas constituyen un género literario muy antiguo que se engloban en las denominadas escrituras del yo o escritura subjetiva, como las biografías, las memorias, los diarios… Se trata de una forma de comunicación que entronca con la conversación, con la particularidad de que la ausencia de uno de los interlocutores la convierte en una comunicación en diferido.
Escribir cartas es una práctica que nos resulta cada vez menos familiar, menos cotidiana. Incluso considerando su equivalente actual, el correo electrónico… ¿quién escribe hoy largos y meditados correos? ¿En qué medida la posibilidad de recibir y poder responder de manera inmediata a un correo nos distancia de esa otra forma de comunicación que contaba con el tiempo como elemento intrínseco? ¿Por qué estos textos personales, cuando no íntimos, despiertan nuestro interés? ¿Pueden las cartas modificar nuestra imagen de un autor?
De todo esto y mucho más podremos conversar durante la próxima sesión del club de lectura del 4 de mayo, a partir de un mosaico de cartas formado por las sugerencias de los lectores.
Entre las ficcionales nos encontramos con dos de las cartas incluidas en la segunda novela del escritor argentino Manual Puig (1932-1990), Boquitas pintadas (1969). Esta novela reduce la narración convencional al mínimo y reconstruye la relación amorosa entre Nené y Juan Carlos, muchos años después de que este haya fallecido, a partir de diálogos, cartas, diarios íntimos, expedientes y noticias de prensa.
A medio camino entre la ficción y la realidad podríamos considerar las que componen la novela Querido Diego, te abraza Quiela, en la que Elena Poniatowska (1932, Premio Cervantes 2013) recrea la relación de diez años entre Diego Rivera (1886-1957) y la pintora rusa Angelina Beloff (1879-1969) exiliada en París, a través de las cartas que esta escribe cuando el muralista mexicano se marcha a México sin ella. Son cartas desgarradas, sin respuesta, inspiradas en el libro La fabulosa vida de Diego Rivera, de Bertram Wolfe, que sirven a la autora mexicana para dar otra visión de Diego Rivera.
Entre las reales tenemos dos cartas breves de soldados de la Primera Guerra Mundial incluidas en Paroles de poilus, lettres et carnets du front, recopiladas por Jean-Pierre Guéno a partir de la respuesta de los oyentes de Radio France a la llamada que hizo en 1998 en búsqueda de este tipo de testimonios.
También forman parte de este collage epistolar algunos fragmentos que Van Gogh (1853-1890) envió a su hermano Théo (1857-1891) a partir de 1872 y que han sido consideradas no solo una fuente imprescindible para conocer la vida, la personalidad y el alma del gran pintor holandés, sino un documento humano único.
Varias de las cartas propuestas son cartas de amor entre escritores. La más antigua es la enviada en septiembre de 1889 por Emilia Pardo Bazán (1851-1921) a Benito Pérez Galdós (1843-1920) después de su viaje por Europa y de haber visitado juntos la Exposición Universal. Se trata de una de las 92 cartas recopiladas por la editorial Turner en 2013 bajo el nombre de Miquiño mío que Doña Emilia le envió a Don Benito entre 1883 y 1915, y en el que se puede ver la evolución desde la admiración hasta la pasión fogosa que compartieron. Curiosamente, de las que escribió el escritor canario solo se ha conservado una (2).
Otro ejemplo es la carta que Antonio Machado (1875-1939) envía a su amor de madurez, la también poeta y escritora Pilar de Valderrama (1889-1979) -Guiomar -, testimonio del apasionado amor que compartieron desde que se conocieron a finales de 1926 o principios de 1927 hasta que les separó la guerra civil (1).
También comentaremos una de las más de ochocientas cartas intercambiadas por Albert Camus (1913-1960) y la actriz de origen español, exiliada en París con su familia desde 1936, María Casares (1922-1986). Esta correspondencia, publicada por Gallimard en 2017 y aún no traducida al español, es testimonio de su relación “caótica, a menudo clandestina, pero ardiente, con altos y bajos, rupturas y reencuentros, una carrera incesante hacia el otro” (3) a lo largo de los doce años que duró (1948-1960).
Más o menos por las mismas fechas, entre 1947 y 1964, Simone de Beauvoir (1908-1986) vive una apasionado romance con Nelson Algren (1909-1981). Las más de trescientas cartas que le escribe en inglés, ya que el escritor norteamericano no conoce la lengua francesa, fueron reunidas y publicadas en 1997 por Sylvie Le Bon, hija adoptiva y alumna de la filósofa, que no obtuvo el permiso para poder publicar las que Algren escribió. Ante el intento de integrar a su amante en un universo completamente desconocido, este epistolario se convierte de alguna manera en un reportaje de la vida intelectual y política de esos años.
Entre las cartas de amistad que han propuesto nuestros lectores, se encuentra un ejemplo de la correspondencia entre Benito Pérez Galdós (1843-1920) y Clarín (1852-1901). El autor de La Regenta (1884), también afamado crítico, dedicó numerosas páginas a analizar la obra y la personalidad del autor canario. Su relación epistolar, que se extendió entre 1879 y 1901, son muestra de la admiración y profunda estima que se profesaban.
Helen Hanff (1916-1997) escribe por primera vez en 1949 una carta a una librería de Londres, Marks & Co, para solicitar unos libros de segunda mano que no puede encontrar en su país. A lo largo de veinte años se va forjando una sólida amistad entre la escritora estadounidense y su librero inglés, Frank Doel (1908-1968), a través de las cartas que también comentaremos en la sesión y que se recogen en el libro 84, Charing Cross Road, dirección de la librería que hoy ya no existe.
Otra de las cartas propuesta ha sido la que Julio Cortázar (1914-1984) a Edith Aron (1927), traductora alemana de origen judío que emigra a Buenos Aires con su madre de niña poco antes de la II Guerra Mundial. De regreso a París en 1950 para visitar a su padre, coincide con Cortázar en el barco, aunque no llegan a entablar relación durante el viaje. En los meses siguientes se encuentran en París de manera azarosa, encuentros que supuestamente inspirarían el personaje de La Maga, de Rayuela (1963). En agosto de 1951 le escribe a Edith Aron la carta seleccionada en la que Cortázar anuncia su regreso a París y el deseo de reencontrarla (4).
La última de las propuestas es la que podríamos describir como “comunión poética” expresada en las románticas y apasionadas cartas que intercambian en el verano de 1926 el poeta alemán Rainer María Rilke (1875-1926), ya enfermo, retirado en Suiza y que moriría al final de ese año, y los jóvenes poetas rusos Marina Tsvietáieva (1892-1941) y Boris Pasternak (1890-1960) (5).
Notas
(1) Ramírez Ponferrada, María Dolores: «Pilar Valderrama, la Guiomar de Antonio Machado. Escritora ignorada y musa ultrajada». Signa, nº 10, 2001
(2) Pousa, Luis: «Emilia Pardo Bazán a Benito Pérez Galdós: «Te como un pedazo de mejilla y una guía del bigote»». La Voz de Galicia, 13 abril 2013
(3) Castellani, Jean-Pierre: «María Casares, una mujer libre más allá de Camus». Cine y teatro, n.º 51 (mayo-junio 2019)
(4) Libedinsky, Juana: “Edith Aron, la maga de Julio Cortázar”, La Nación, 7 de marzo de 2004.
(5) Pérez Alonso, Paula: «Tres a escribirse». Página 12, 18 de mayo de 2014.