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Lengua y cultura de España e Hispanoamérica

Cristino de Vera, eremita della pittura

El 13 de febrero de 2024 en Cultura por | Sin comentarios
Dal 15 febbraio fino al 4 maggio 2024. Instituto Cervantes de Roma
Sala Dalí- Piazza Navona, 91

Juan Manuel Bonet è il curatore della prima personale italiana di Cristino de Vera (Santa Cruz de Tenerife, 1931), un solitario dell’arte e grande ammiratore di una penisola che visitò per la prima volta nel 1962, dopo aver ottenuto una borsa di studio della Fundación Juan March che gli diede la possibilità di visitare svariati paesi europei. Juan Manuel Bonet ha scelto le opere più emblematiche custodite nella Fundación CajaCanarias, presso il Governo delle Isole Canarie e nella Fundación Cristino de Vera di San Cristóbal de La Laguna; quest’ultima aprì le porte nel 2009.

Cristino de Vera ricevette una formazione presso la Real Academia de Bellas Artes della sua città natale, dove venne notevolmente influenzato da Mariano de Cossío, membro di un’illustre saga cantabrica ed esponente, durante il periodo anteguerra, del realismo magico. Cristino de Vera abbandonò la sua prima vocazione per il settore marittimo per dedicarsi alla pittura.

Mujer con libro, 1957. Dos tazas, flor y tres espacios , 2003. Dos figuras, 1997. Ventana al sur de Tenerife, 1987. Muros y dos objetos blancos, 1997. Paisaje con horizonte, 1963

Nel 1951 il pittore si trasferisce a Madrid, dove prosegue la sua formazione nella bottega di Daniel Vázquez Díaz, e continua a frequentare le lezioni a San Fernando. Grazie al suo maestro conosce Adriano del Valle, autore della prefazione alla sua personale del 1956 presso la Galleria Alfil. Con il passare del tempo, altri poeti scriveranno di lui (tra cui Gerardo Diego, José Hierro, Carlos Edmundo de Ory, Ángel Crespo, Manuel Padorno, Carlos Oroza, José-Miguel Ullán, Lázaro Santana, Andrés Sánchez Robayna ed Enrique Andrés Ruiz).

I due quadri più antichi che sono compresi nella presente selezione sono datati 1957. In Monje, si percepisce l’impatto di Zurbarán sul pittore allora ventenne, a cui Vázquez Díaz rese omaggio numerose volte, e che era sempre una tappa obbligatoria durante le visite del beniamino al Museo del Prado.

Pittore della luce e del silenzio, dei “piangenti”, del paesaggio di Castiglia (le sue città, i suoi umili cimiteri circondati da cipressi), della sua isola natale, il cuore pulsante dell’opera di Cristino de Vera,egli è anche un ritrattista affermato come si può notare dall’effigie che rappresenta il suo collega e amico Antonio Quirós, lo testimoniano le sue nature morte, molte delle quali sono vanitas e in cui, oltre ai crani, è possibile trovare specchi, rose, candele e bicchieri, o tazze d’ispirazione certamente morandiana, sebbene questo aspetto si inserisca nella tradizione spagnola tipica in Zurbarán e Luis Fernández, ma anche in Sánchez Cotán o Juan Gris.

Oltre alle tele, la mostra presenta una serie di disegni realizzati con spirito di geometria e con l’inconfondibile linea sottile cristiniana.

Cristino de Vera, che pratica l’arte della ripetizione, dell’isolamento, del cambiamento su pochi motivi e la cui opera cristallina possiede una profonda essenza spirituale, ebbe la tentazione all’astrazione agli inizi degli anni Sessanta. Ciononostante, ben presto la abbandonò, cancellandola del tutto. Tuttavia, ha coltivato sempre la sua devozione per l’arte non figurativa come in Tàpies, Rothko, Clyfford Still o Gonzalo Chillida.

Tra le mostre che hanno lasciato un segno importante nella carriera di Cristino de Vera, che nel 1998 ottenne il Premio Nazionale per le Arti Plastiche, nel 2002 la Medaglia d’Oro al Merito delle Belle Arti e nel 2005 il Premio Canarias, sono degne di nota le mostre organizzate presso l’Ateneo di Madrid (1959), le Sale della Direzione Generale di Belle Arti (1964), il Museo Spagnolo di Arte Contemporanea (MEAC) (1995), il Museo Reina Sofía (1996), il CAAM di Las Palmas (1996), il MIAC di Lanzarote (2001), il Museo Archeologico Nazionale (2001), Il Monastero di Santo Domingo de Silos (2002, in un programma guidato dal Reina Sofía), il IVAM de Valencia (2005), e la sede madrilena di CaixaForum.(2018). Mostre alle quali bisogna aggiungere naturalmente anche quelle che sono state dedicate a lui nella sua isola natale.

Pittore solitario e amico del silenzio, Cristino de Vera è un viaggiatore incallito proprio come sua moglie Aurora Ciriza, e una persona socievole con un grande senso dell’umorismo, come si può notare durante la visione di Al silencio, documentario che Miguel García Morales gli dedicò nel 2005.

Pittore ma anche scrittore, che raccoglie la maggior parte della sua produzione artistica nel libro La palabra en el lienzo (2006), edito da CajaCanarias.

Cristino de Vera, eremita de la pintura

Comisariada por Juan Manuel Bonet, que ha elegido las piezas entre las que atesoran CajaCanarias, el Gobierno de Canarias, y la Fundación Cristino de Vera de La Laguna, que abrió sus puertas en 2009, la exposición es la primera individual italiana de Cristino de Vera (Santa Cruz de Tenerife, 1931), un solitario del arte y un gran admirador de una península que recorrió por vez primera en 1962, gracias a una beca de la Fundación Juan March que le permitió visitar varios países europeos.


Formado en la Escuela de Artes y Oficios de su ciudad natal, donde le influyó poderosamente Mariano de Cossío, miembro de una ilustre saga cántabra, y adepto, en la preguerra, al realismo mágico, Cristino de Vera dejó atrás, al decidirse por la pintura, una primera vocación de marino.

Trasplantado en 1951 a Madrid, el pintor prosiguió su formación en el taller de Daniel Vázquez Díaz, y en San Fernando. Por su maestro conocería a Adriano del Valle, prologuista de su individual de 1956 en la Galería Alfil. Con el tiempo, otros poetas (entre ellos Gerardo Diego, José Hierro, Carlos Edmundo de Ory, Ángel Crespo, Manuel Padorno, Carlos Oroza, José-Miguel Ullán, Lázaro Santana, Andrés Sánchez Robayna o Enrique Andrés Ruiz) escribirían sobre él.

Mujer con libro, 1957. Dos tazas, flor y tres espacios , 2003. Dos figuras, 1997. Ventana al sur de Tenerife, 1987. Muros y dos objetos blancos, 1997. Paisaje con horizonte, 1963

Los dos cuadros más antiguos incluidos en la presente selección datan de 1957. En uno de ellos, Monje, se advierte el impacto sobre el pintor veinteañero del ejemplo de Zurbarán, al que tantas veces había rendido homenaje Vázquez Díaz, y que siempre iba a constituir una escala obligada en las visitas del benjamín al Prado.

Pintor de la luz y del silencio, de las plañideras, del paisaje de Castilla (sus ciudades, sus humildes camposantos rodeados de cipreses) o del de su isla natal, el corazón de la obra de Cristino de Vera, también agudo retratista como puede comprobarse aquí ante su efigie de su colega y amigo Antonio Quirós, lo constituyen sus bodegones, varios de los cuales son vanitas, y en los que además de cráneos encontramos espejos, rosas, velas, y copas o tazas de estirpe, sí, morandiana, aunque también en este campo se inscribe en una tradición española, que es la de Zurbarán y Luis Fernández, pero también la de Sánchez Cotán o Juan Gris.

Junto a los lienzos, la muestra presenta un conjunto de dibujos realizados con espíritu de geometría, y con el inconfundible trazo fino cristiniano.

Cristino de Vera, que practica el arte de la repetición, del asedio, de la variación sobre unos pocos motivos, y cuya obra cristalina posee un intenso sustrato espiritual, tuvo, a comienzos de los sesenta, la tentación de la abstracción. Pronto la abandonaría, destruyendo esas tentativas, pero siempre ha conservado devociones por no-figurativos como pueden ser Tàpies, Rothko, Clyfford Still o Gonzalo Chillida.

Pintor solitario y amigo del silencio, Cristino de Vera es, sin embargo, como su mujer, Aurora Ciriza, un viajero empedernido, y un ser sociable y con un gran sentido del humor, como se puede comprobar visionando Al silencio, el documental que le dedicó en 2005 Miguel García Morales.

Entre las exposiciones que jalonan la carrera de Cristino de Vera, que en 1998 obtuvo el Premio Nacional de Artes Plásticas, en 2002 la Medalla de Oro a las Bellas Artes, y en 2005 el Premio Canarias, hay que mencionar las celebradas en el Ateneo de Madrid (1959), las Salas de la Dirección General de Bellas Artes (1964), el MEAC (1995), el Reina Sofía (1996), el CAAM de Las Palmas (1996), el MIAC de Lanzarote (2001), el Museo Arqueológico Nacional (2001), la Abadía de Silos (2002, dentro de un programa pilotado por el Reina Sofía), el IVAM de Valencia (2005), y la sede madrileña de CaixaForum.(2018). Exposiciones a las que naturalmente hay que sumar las varias que le han sido dedicadas en su isla natal.

Pintor que escribe, lo principal de su producción en ese campo queda recogido en su libro La palabra en el lienzo (2006), editado por CajaCanarias.

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