El barón Davillier y Gustavo Doré se reconocieron el pasado lunes muy impresionados por el dramático espectáculo de la ejecución pública, mediante garrote vil, a la que asistieron en Barcelona. “No se dice nunca poner el garrote, sino ajustar la golilla o la corbata de hierro”, escribe nuestro hispanista en otro pasaje del libro Viaje por España, que recoge, en teoría, el periplo de ambos de 1862, pero que sin ninguna duda refleja el saber acumulado por Davillier en sus no menos de nueve anteriores visitas a España.
“La sentencia de muerte es la tristeza y también se la designa por el término aún más expresivo de la noche; el verdugo, al que nadie quiere ver junto a sí, ha recibido el pintoresco apodo de mal vecino” apunta Davillier en unos párrafos dedicados a la gente de mal vivir, que como en todas latitudes tiene una jerga propia. El barón hace notar cómo la germanía española de mediados del XIX ya no es lo que antiguamente. “La lengua de los ladrones, llena de imágenes y pintoresca, ha sufrido frecuentes modificaciones, pues la mayor parte de las expresiones se deben al capricho y la imaginación de los individuos”, palabras cuyos correlato nos permite decir que la escuchadas entonces por los viajeros no son hoy de curso habitual, aunque alguna que otra se haya salvado como reliquia.
(Siga leyendo esta entrada…)