Sentada la primacía indiscutible del puchero o cocido como plato nacional, con el protagonismo triunfal de ese “guisante con ansias de ser judía” que el garbanzo le parecía a Teófilo Gautier, el barón Davillier ilustra a los franceses en Viaje por España sobre otras valiosas singularidades de la cocina peninsular. Aquí sí que empieza por donde cabría esperar, sin sorpresas como la de anteponer el cocido a la paella.
“Hablamos del útil cuadrúpedo”, ante el que se descubriera Grimod de la Reynière, que lo elogió como cabía esperar de uno de los grandes de la literatura inspirada por los fogones y toda su mística, al referirse a él como “el animal enciclopédico”.
“Se aprovecha de tal modo en España que tal vez no haya otro país donde merezca el epíteto que le ha dado el célebre gastrónomo”, escribe Davillier. “Abundan las palabras para nombrarle y dudamos que haya otra lengua más rica a este respecto que la española; así recibe los nombre de cerdo (*), cochino, cochinillo, puerco, marrano, marrancho, lechón, gorrín, gorrino y otros más que sin duda olvidamos”.
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