El retablo del centenario
del estreno de «El retablo de maese Pedro» de Manuel de Falla (1923-2023)

El argumento de la obra

Ilustración de Gustavo Doré para el capítulo de El retablo de maese Pedro, en uno de las ediciones del Quijote conservadas en la biblioteca de Manuel de Falla.

El 9 de diciembre de 1918, Manuel de Falla respondió por carta a la Princesa de Polignac proponiéndole como tema para la obra que le había encargado el capítulo XXVI de la segunda parte de El ingenioso caballero don Quijote de La Mancha de Miguel de Cervantes. Así nace El retablo de maese Pedro, cuyo argumento se muestra en las siguientes líneas.

En la caballeriza de una venta, don Quijote asiste a una función de títeres a cargo de maese Pedro. Un muchacho, el Trujamán, va a ir explicando la historia según se representa. Cuenta una hazaña entresacada del Cantar de Roldán en la que don Gayferos acude a rescatar a su esposa Melisendra, hija del emperador Carlo Magno, que permanecía desde hace años cautiva del rey Marsilio en Sansueña, hoy Zaragoza. Durante la representación, don Quijote va a confundir (una vez más) ficción y realidad, se olvida de que está viendo títeres e irrumpe violentamente en la trama para ayudar a don Gayferos y Melisendra, que huían en ese momento, destroza el retablillo ambulante y, orgulloso, concluye exaltando las glorias de la caballería.

La obra comienza con una tocata que anuncia la representación. Maese Pedro agita una campanilla y canta su pregón invitando a cuantos se hallan en la venta a ver el espectáculo. Van acercándose todos mientras se oye la sinfonía de maese Pedro. Este anuncia el comienzo e inicia el Trujamán la narración.

CUADRO I
Don Gayferos y don Roldán juegan a las tablas en un salón del palacio de Carlo Magno. Este entra, precedido por heraldos, y regaña a don Gayferos por su pasividad mientras Melisendra se encuentra prisionera en poder de moros.

CUADRO II
Melisendra está en la torre del alcázar de Sansueña, mirando a la lejanía. Un moro enamorado de ella consigue pasar inadvertido y darle un beso. Ella se lamenta a gritos de este atrevimiento. Acude el rey Marsilio y hace prender al insensato.
El Trujamán se entretiene ahora en reflexiones sobre la justicia de aquí y allá, y don Quijote, pasivo hasta entonces, se encara con él y le amonesta. Maese Pedro ordena al muchacho («no te metas en contrapuntos») que reanude la narración.

CUADRO III
El moro enamorado es llevado a la plaza y, allí, dos verdugos lo azotan con golpes que coinciden con los acentos de la música. Cae desfallecido y los soldados se lo llevan a rastras.

CUADRO IV
Don Gayferos atraviesa los Pirineos. Cabalga para llegar a Sansueña. Lleva un cuerno de caza, que tañe de vez en cuando; la música lo refleja.

CUADRO V
Melisendra, desde su torre, lo reconoce. Describe ahora la música la emoción del reencuentro. Desciende de su balcón a la grupa del caballo y emprenden la fuga. Continúa la narración sobre el ritmo del trote del caballo.

CUADRO VI
El rey Marsilio manda tocar alarma y envía a sus soldados a perseguir a los fugitivos. El Trujamán habla «del son de las campanas» y don Quijote vuelve a interrumpirlo, porque «¡entre moros no se usan campanas, sino atabales y dulzainas!». Maese Pedro calma a don Quijote y la representación continúa.
«Miren cuánta y cuán lúcida caballería sale de la ciudad», señala el Trujamán. «¡Témome que los han de alcanzar…!», y don Quijote, confundido, da un brinco y desenvaina la espada en defensa de Melisendra y don Gayferos.

FINAL
Comienzan a llover «estocadas, reveses y mandobles», destroza los muñecos y el retablo, y mientras maese Pedro, desolado, contempla el desastre, don Quijote invoca a Dulcinea y canta las glorias de la andante caballería, ante el asombro de todos.

Ilustración de Gustavo Doré para el capítulo XXVI del Quijote, en una de las ediciones conservadas en la biblioteca de Manuel de Falla (Barcelona, B. Bauzá, 1930). Archivo Manuel de Falla (Granada).