El retablo del centenario
del estreno de «El retablo de maese Pedro» de Manuel de Falla (1923-2023)

De Cervantes a Pasamonte

El 18 de diciembre de 2023 fue presentado el libro Cuántas trompetas que suenan… Estos últimos Apuntes del año están dedicados a cada uno de los capítulos de esta monografía. Seleccionamos aquí estos párrafos del capítulo de Andrés Soria titulado «De Cervantes a Pasamonte».

Manuel de Falla leyendo en su cuarto de trabajo en el carmen de la Antequeruela. Granada, julio de 1928. Fotógrafo no identificado. Archivo Manuel de Falla, Granada.

En los capítulos previos al XXVI, don Quijote, «un entreverado loco, lleno de lúcidos intervalos», está pasando por una «crisis de cordura» y, para alivio de Sancho, cuando llegan a la venta no la toma «por castillo, como solía». Pero allí aparece un «titerero, con las memorables adivinanzas del mono adivino». Lleva la cara medio oculta por un parche de tafetán y el ventero lo conoce como maese Pedro; se gana muy bien la vida con un teatrillo donde se representa la historia del rescate de Melisendra por don Gaiferos y con un mono «grande y sin cola, con las posaderas de fieltro», que suele acertar lo que se le pregunta. Nada más verlo, don Quijote, entre curioso y escéptico, le pregunta por su futuro, y Sancho por su mujer, ofreciendo cada uno los dos reales que cuesta cada pregunta. Maese Pedro dice que no tomará el dinero hasta que no se vean los resultados y al oír lo que le susurra el mono, «con grandísima priesa», se arrodilla y le abraza las piernas: «oh no jamás como se debe alabado caballero don Quijote de la Mancha».

En el capítulo sucesivo al adaptado por Falla (XXVII) Cide Hamete revela que maese Pedro era Ginés de Pasamonte, el ingenioso galeote pícaro y escritor que don Quijote había liberado en la primera parte del libro. Al reconocerlos «le fue fácil poner en admiración a don Quijote y a Sancho Panza y a todos los que en ella estaban». Aunque al seguir leyendo se sepa que don Quijote enmendó su arrebato y le pagó a maese Pedro por los destrozos, es decisivo que ese estado de «admiración» implicara neutralizar el intervalo lúcido de don Quijote.

Es el propio Ginés de Pasamonte quien le pone en suerte a Falla un don Quijote que en tanto ingenioso caballero –«yo sé quién soy»– no puede no tener una mirada dual o alegórica sobre el mundo, y por tanto no puede dejar de identificarse con don Gaiferos ni dejar de igualar a Melisendra con Dulcinea ni dejar de exaltar la caballería andante sin añadir nada de su cosecha. En cuanto al episodio propiamente dicho, haberlo elegido es el primer acierto, porque constituye «una analogía de la novela vista en su totalidad […] reproduce en miniatura las relaciones fundamentales que se dan entre narrador, historia y público».

Extracto del capítulo de Andrés Soria titulado «De Cervantes a Pasamonte» para el libro Cuántas trompetas que suenan…, conmemorativo del centenario del estreno de El retablo de maese Pedro. Disponible en la tienda de la web del Archivo Manuel de Falla.