Títeres, titiriteros y otros artistas en los primeros pasos de El retablo de maese Pedro.
El 18 de diciembre de 2023 fue presentado el libro Cuántas trompetas que suenan… Estos últimos Apuntes del año están dedicados a cada uno de los capítulos de esta monografía. Seleccionamos aquí estos párrafos del capítulo firmado por Enrique Lanz y Yanisbel Victoria Martínez.
[…] En otra casa de ópera de prestigio, subía a escena una nueva versión de El retablo; el 12 de marzo de 1928 se presentó al público parisino en el Théâtre National de l’Opéra-Comique. Detrás de esta producción latía la amistad de Manuel de Falla y el pintor Ignacio Zuloaga. Ambos se admiraban, anhelaban hacer proyectos juntos y habían colaborado en el Concurso de Cante Jondo, en 1922. En 1924 comenzaron a hablar, a través de la correspondencia, sobre la posibilidad de hacer El retablo, y a partir de 1926 este asunto se tornó el tema principal de sus cartas.
Este Retablo también fue posible por la amistad entre Zuloaga y su cuñado, Maxime Dethomas, pintor querido y respetado en los círculos artísticos, con una reputación forjada además como escenógrafo, con más de cincuenta obras escénicas en las que colaboró con artistas como Ravel o Stravinsky. Desde los inicios, Zuloaga tuvo claro hacerlo con figuras de gran tamaño: «me hablaron ayer (de parte de la Ópera Cómica) para que mi cuñado y yo empezáramos a pensar en El retablo. La idea de hacerlo con gigantes ha entusiasmado».
Falla estaba muy ilusionado con este proyecto, y se lo manifestó a los directores de la Opéra-Comique en 1926: «Acabo de tener la suerte de encontrarme en Madrid con Ignacio Zuloaga. Él me ha hablado de la puesta en escena, decorados, etc., para El retablo, tras su conversación con Maxime Dethomas, exponiéndome su punto de vista concerniente a las gigantescas marionetas-actores y la realización escénica del segundo teatro (el “retablo” real) igualmente con los actores. Todo eso me parece magnífico. Es una solución genial –digna de él– al problema que tanto les preocupaba».
De esta carta llama la atención que el plano del retablo real se pensara también resolver con actores y no con títeres. El proyecto se fue adaptando, Zuloaga siempre tuvo en mente dos versiones: «Acabo de llegar de un viaje por tierras quijotescas. Traigo bastantes documentos útiles y pronto espero poner manos a la obra. Con miedo veo que la realización de mi primera idea ha de ser muy difícil, pues habrá grandes dificultades para hacer mover las figuras de tres metros. En fin, de todas maneras pienso hacer dos proyectos. El fantástico y el razonable».
Extracto del capítulo de Enrique Lanz y Yanisbel Victoria Martínez titulado «Un siglo de gloria. Títeres, titiriteros y otros artistas en los primeros pasos de El retablo de maese Pedro» para el libro Cuántas trompetas que suenan…, conmemorativo del centenario del estreno de El retablo de maese Pedro. Disponible en la tienda de la web del Archivo Manuel de Falla.