Francia es tierra feraz en hispanistas desde larga data. Entre ellos no se ha hecho debida justicia al barón Charles Davillier, Caballerizo Mayor de Napoleón III, erudito, anticuario e hispanófilo hasta el extremo de que en la hora de su muerte, en 1883, se le despidió como “el francés más entusiasta admirador de España”. Davillier arrojó luz en la Europa de la segunda mitad del XIX sobre las artes decorativas españolas y en sus obras se empeñó en romper estereotipos y prejuicios sobre España, muy en particular con su sensacional para aquellos tiempos L’Espagne (Hachette, 1874) , traducido rápidamente al italiano, al inglés, al danés, al alemán… y no dado a la imprenta española hasta 1949, de donde Ediciones Castilla lo sacó con el título Viaje por España. Cuenta Arturo del Hoyo en su magnífico estudio previo para aquella primera edición española cómo el barón Davillier convertía cada lunes su palacete parisino en el 18 de la rue Pigalle en un salón artístico donde se citaban pintores, poetas, eruditos, críticos, directores de museos, coleccionistas… Davillier recuerda, además, cómo se improvisaban también en su residencia algunas tardes españolas: “A menudo Fortuny venía a comer a mi casa en compañía de su mujer, de su cuñado Madrazo y de algunos amigos españoles. Toda etiqueta era desterrada de nuestras reuniones y la tarde la pasábamos charlando o cantando seguidillas, jotas y malagueñas (…) Gustavo Doré se contaba a veces entre nosotros (…) Entre dos rondeñas se discutía sobre la forma de una espada o de una armadura del siglo XV. Fortuny y Béaumont se quitaban el uno al otro el lápiz y las hojas de papel se cubrían de esbozos”.
El libro es fruto de un viaje realizado en 1862 en compañía de su viejo amigo Gustavo Doré, que ansiaba ambientarse sobre el terreno para ilustrar El Quijote. El artista enriquece este volumen con 309 grabados, entre láminas y dibujos aislados, en las que tipos, escenas callejeras, paisajes, monumentos, vida cotidiana o festiva nos hacen partícipes de pleno derecho en aquel viaje. “Le había dicho más de cien veces que él era el pintor que debía darnos a conocer España. No esa España de opereta y de los keepsakes [álbumes muy populares que se ofrecían como recuerdo en la primera mitad del siglo], sino la verdadera España”, escribe nuestro amigo el barón al comienzo de su obra. “Nos regalarás a tu regreso un espléndido Don Quijote, muy español, con paisajes verdaderamente españoles, impregnados del sol y de ese color local de que te habrás imbuido (…) trazarás mil recuerdos en el lienzo y en la madera, y tu nombre, unido al de Cervantes, irá una vez más en buena compañía”. En nuestra biblioteca contamos con un ejemplar de la primera edición de L´Espagne que nos servirá de guía cada lunes (salvo imponderables y siguiendo la traducción de la edición anotada por Del Hoyo) para revivir aquella atmósfera de hispanofilia del palacete de la rue Pigalle. Davillier “poseía ese raro privilegio del verdadero intelectual: una ciencia discreta, benévola, sin ínfulas ni algarabía. Unid a esto que era un conversador lleno de ingenio, de animación y memoria, que contaba maravillosamente anécdotas y más anécdotas. Ah, les beaux lundis de la rue Pigalle que nous ne reverrons plus!”, se lamentaban sus amigos en aquella hora aciaga de 1883. El Instituto Cervantes de París reabre ahora con gusto aquel placentero salón en este blog.
Otras entradas de esta serie:
Los lunes del barón Davillier (2). De franceses hispanoblantes y de loros francófonos.
Los lunes del barón Davillier (3). De lenguas vernáculas.
Los lunes del barón Davillier (4). De una Barcelona sin Gaudí.
Los lunes del barón Davillier (5). De ladrones y otras gentes de mal vivir.
Los lunes del barón Davillier (6). Del verdadero plato nacional… y no es la paella.
Los lunes del barón Davillier (7). Del animal enciclopédico y calumnias vengadas.
Los lunes de Davillier (8). De cómo buscar emociones imaginando bandoleros de leyenda.
Los lunes de Davillier (9). De Los Siete Niños de Écija a José María el Tempranillo.
Los lunes de Davillier (10). De los toros como “cosa española por encima de todas las otras”.
Los lunes del barón Davillier (11). Del chocolate como excusa para descubrir la España desconocida
Los lunes del barón Davillier (12). De ruidos, violines, guitarras y bellezas antaño ignotas
Los lunes del barón Davillier (13). De Doré y su visión de España como perfectos compañeros de viaje
Los lunes del barón Davillier (y 14). De Doré en la buena compañía de Cervantes y el ‘Quijote’
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