Ya nos vamos acercando al final del curso, cada vez más cerca del merecido descanso. Aunque este jueves que cierra el año de lecturas, una vez más vamos a dedicar el tiempo a comentar varias novelas, todos conocéis mi pasión por la poesía. Por eso, en lugar de la crítica-comentario de alguno de los libros elegidos, quiero dejaros este poema de Fray Luís de León, del que fuera uno de los mejores profesores que ha tenido la Universidad de Salamanca y, sin duda alguna, el poeta más sabio.
Oda a la vida retirada, Fray Luis de León
¡Qué descansada vida
la del que huye del mundanal ruido,
y sigue la escondida
senda, por donde han ido
los pocos sabios que en el mundo han sido;
Que no le enturbia el pecho
de los soberbios grandes el estado,
ni del dorado techo
se admira, fabricado
del sabio Moro, en jaspe sustentado!
No cura si la fama
canta con voz su nombre pregonera,
ni cura si encarama
la lengua lisonjera
lo que condena la verdad sincera.
¿Qué presta a mi contento
si soy del vano dedo señalado;
si, en busca deste viento,
ando desalentado
con ansias vivas, con mortal cuidado?
¡Oh monte, oh fuente, oh río,!
¡Oh secreto seguro, deleitoso!
Roto casi el navío,
a vuestro almo reposo
huyo de aqueste mar tempestuoso.
Un no rompido sueño,
un día puro, alegre, libre quiero;
no quiero ver el ceño
vanamente severo
de a quien la sangre ensalza o el dinero.
Despiértenme las aves
con su cantar sabroso no aprendido;
no los cuidados graves
de que es siempre seguido
el que al ajeno arbitrio está atenido.
Vivir quiero conmigo,
gozar quiero del bien que debo al cielo,
a solas, sin testigo,
libre de amor, de celo,
de odio, de esperanzas, de recelo.
Del monte en la ladera,
por mi mano plantado tengo un huerto,
que con la primavera
de bella flor cubierto
ya muestra en esperanza el fruto cierto.
Y como codiciosa
por ver y acrecentar su hermosura,
desde la cumbre airosa
una fontana pura
hasta llegar corriendo se apresura.
Y luego, sosegada,
el paso entre los árboles torciendo,
el suelo de pasada
de verdura vistiendo
y con diversas flores va esparciendo.
El aire del huerto orea
y ofrece mil olores al sentido;
los árboles menea
con un manso ruido
que del oro y del cetro pone olvido.
Téngase su tesoro
los que de un falso leño se confían;
no es mío ver el lloro
de los que desconfían
cuando el cierzo y el ábrego porfían.
La combatida antena
cruje, y en ciega noche el claro día
se torna, al cielo suena
confusa vocería,
y la mar enriquecen a porfía.
A mí una pobrecilla
mesa de amable paz bien abastada
me basta, y la vajilla,
de fino oro labrada
sea de quien la mar no teme airada.
Y mientras miserable-
mente se están los otros abrazando
con sed insaciable
del peligroso mando,
tendido yo a la sombra esté cantando.
A la sombra tendido,
de hiedra y lauro eterno coronado,
puesto el atento oído
al son dulce, acordado,
del plectro sabiamente meneado.
Canberra noviembre 2013
El club de lectura del día 17 de octubre va a tener muchas lecturas diferentes. En principio, según lo planificado a comienzos de año, estaría dedicado a Javier Marías. Pero la vida, como los libros, a veces cambia los protagonistas.
Hace mucho que no dedicamos un día a un poeta y creo que el jueves deberíamos comentar algún poema del gran poeta colombiano y ganador del Premio Cervantes de 2001 que nos acaba de dejar:
Que te acoja la muerte
Con todos tus sueños intactos
Al retorno de una furiosa adolescencia,
Al comienzo de las vacaciones que nunca te dieron
Te distinguirá la muerte con su primer aviso.
Te abrirá los ojos a sus grandes aguas,
Te iniciará en su constante brisa de otro mundo
La muerte se confundirá con tus sueños
Y en ellos reconocerá los signos
Que antaño fuera dejando,
Como un cazador que a su regreso
Reconoce las marcas en la brecha
(Los trabajos perdidos, México,1964)
También hablaremos de Los enamoramientos de Javier Marías. El argumento de la novela es aparentemente simple: una mujer averigua que el asesinato de un hombre con el que coincidía en una cafetería antes de ir a su trabajo no tiene una solución tan fácil como la que creía la policía, el culpable tal vez no sea tan culpable…Podría ser una novela de suspense, pero tratándose de Javier Marías el suspense se detiene en reflexiones que nos hacen ir mucho más allá de un relato lineal de los hechos y nos empuja a profundizar en las apariencias. Si el tema nos podría indicar que como lectores íbamos a volar por sus páginas, intentando resolver un misterio, el desarrollo nos hace detenernos en cada página, en cada frase hasta hacernos olvidar que queremos resolver un crimen: no es esencial.
Natalie no ha podido asistir a la cita del club de ayer, pero nos deja una pequeña contribución al debate…
Dora y Cora
Hace muchísimos años, yo era adolescente. Seguramente he olvidado como era. Y claro, lo que sigo recordando, lo he visto con ojos de chica, no de chico, por lo que de verdad ignoro totalmente lo que pasa por la cabeza de un muchacho. Quizás las ideas carezcan de color allá dentro y se corten en pedazos, como las oraciones de Alex en ‘La señorita Dora’; en este caso, no me arrepiento de mi falta de interés. ¿Por qué Cueto me cuenta todo eso? ¿Para que sienta empatía hacía Alex? ¿Para que sienta curiosidad por saber el final de sus aventuras? ¿Para aclararme la vida interior de los chicos y su dolor frente al sexo opuesto, al tiempo que las hormonas inundan sus cuerpos y sus cerebros? Si es así, ha fracasado en todos sus objetivos. No llegué a conocer bien a Alex, tampoco quiero saber más de sus aventuras. Si me lo encontrara por la calle, no lo reconocería.
Lo de Pablo y la señorita Cora, por otro lado, me pareció mucho más interesante. Hay que admitir que el epígrafe me llamó la atención: conozco muy bien la canción. La he cantado mucho, entonces fue para mí un destripe: yo sé muy bien el triste final de la canción, por eso no me cupo duda de que el cuento iba a acabar mal… A diferencia del cuento de Cueto, el de Cortázar me invitó a entrar en la mente de sus personajes, los pensamientos saliendo de los cerebros como un fluir de consciencia, o sea, unos rápidos de ideas que van siempre separándose y recombinándose. A decir verdad, los cambios frecuentes de narrador, casi al azar, acabaron por irritarme, aunque al principio me fascinaron mientras buscaba (sin éxito) la clave. Sin embargo, el artilugio logra exprimir y enfatizar la intimidad incómodo de la situación.
En cuanto a Rosa Montero y La hija del caníbal: he empezado, he leído un capítulo; todavía no me encanta pero voy a perseverar.
Natalie Shea
Por: Dr. Benigna Margarita García Rodríguez, asesora de Educación de la Consejería de Educación en Australia.
El club de lectura del día 12 de septiembre estará dedicado a los relatos cortos y a Rosa Montero. Como quedamos en la última reunión de agosto, comentaremos dos historias cortas una de Alonso Cueto, La señorita Dora y una de Julio Cortázar, La señorita Cora. También vamos a comentar libros de Rosa Montero porque tenía previsto venir a Sídney en septiembre aunque al final no ha podido.
Rosa Montero (Madrid, 3 de enero de 1951) es periodista y escritora. Como periodista ha trabajado para distintos medios, especialmente para el diario El País. Ha escrito relatos cortos, novelas, crónicas y ensayos. Su primera novela, Crónica del Desamor, fue publicada en 1979. Desde entonces ha publicado más de 30 libros de distintos géneros. Una de sus novelas, La hija del caníbal, fue llevada al cine.
Su último libro, La ridícula idea de no volver a verte, es difícil de encasillar en un género. Es un ensayo, una crónica, una biografía, una autobiografía y se lee como una novela. Te atrapa desde la primera frase: “Como no he tenido hijos, lo más importante que me ha sucedido en la vida son mis muertos”. La frase parece indicar que se trata de un Kaddish, un panegírico a Pablo Lizcano, su marido, muerto en 2009 y a Pierre Curie, el marido de Marie Curie. Pero en realidad es sólo el estímulo para reflexionar sobre la vida mucho más allá de la pérdida. A pesar del trasfondo de muerte es un relato que celebra la vida.
Partiendo del diario de Marie Curie y de su propia experiencia vital, se transforma en un collage sobre las mujeres y su entorno, su relación con la realidad de la que han formado o forman parte. En ningún momento es una queja o un lamento por lo que no se puede hacer. Sí retratan las dificultades a las que se enfrentan para poder seguir un camino, pero las dificultades no impiden que se siga caminando. Es un camino como un fluir de la conciencia que no discurre recto, que se detiene en pequeños momentos, incluso fotografías y hashtags que hacen que el lector se sorprenda en cada página y quiera seguir avanzando y reflexionando con las dos protagonistas celebrando la luminosidad de la vida, a pesar de las sombras. O como dice la autora: incluso en esos momentos de dolor, algo puede hacerte feliz a ratos.
Por: Dr. Benigna Margarita García Rodríguez, asesora de Educación de la Consejería de Educación en Australia.
El club de lectura del día 8 de agosto estará dedicado a los relatos cortos y en especial al libro de Alonso Cueto que se ha puesto como lectura para los alumnos de español extensión de Nueva Gales del Sur.
En la literatura, como en el arte en general, los temas se repiten a lo largo de la historia: el amor, la vida, la muerte… cambia la forma de presentarlos pero la esencia permanece. Incluso cuando las formas parecen ocultarlos.
Desde la perspectiva de los estudiantes australianos de año 12 de este siglo XXI donde las pizarras digitales sustituyen a las de tiza y las diapositivas de power point a las “filminas”, donde las plataformas como moodle devuelven a los cajones a los viejos cuadernos, la lectura de estos cuentos puede parecer un paseo por la historia. Las decisiones que toman o que la sociedad permite tomar a los jóvenes de los relatos les pueden parecer totalmente extrañas o como mínimo sorprendentes. Sin embargo los problemas a los que todos ellos se enfrentan son muy semejantes.
Dejando a un lado las diferencias entre la sociedad peruana de la época que tan bien retrata Alonso Cueto y la australiana de 2013, vemos que el autor penetra en las mentes adolescentes y refleja su incertidumbre ante acontecimientos que les superan: exámenes que determinarán su futuro, enfermedades o muerte de los padres a los que siempre habían creído inmortales, acoso de los compañeros, violencia, drogas, soledad, dificultades de comunicación…En todos ellos los adolescentes o jóvenes se sienten desvalidos y solos. Una soledad que a veces rompe un diálogo brusco y torpe con los que son capaces de ayudarles sean padres, profesores o amigos. Alonso Cueto parece decirles: hablad, podéis romper esa soledad y encontrar una salida al túnel en el que creéis estar.
Además de su calidad literaria, estos relatos permiten a los profesores establecer un diálogo fructífero con los alumnos y no sólo para poder practicar español.
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