En Irán también tenemos un Don Quijote, su verdadero nombre es Hossein Shafinejad, pero prefiere ser llamado “Don Shafinejad “. Él es un señor alto, delgado, tiene unos cincuenta años tardíos y se deja crecer una barba negra ceniza haciendo su figura esbelta y elegante. Tiene ojos marrones brillantes y profundos de un hombre sabio y con experiencia.
Todo el tiempo está pensando, maquinando y hablando. Tiene un fiel asistente llamado Sancho Majmudi, que siempre toma nota de cada palabra que dice su patrón, como si fueran mensajes divinos llenos de sabiduría que deben ser preservados en la historia de la humanidad.
Este moderno Don Quijote iraní viaja alrededor de Shiraz, al sudoeste de Irán, peleando contra la ciega ignorancia reinante por doquier y vive profundamente obsesionado con educar a los jóvenes sin recursos” porque ellos son el futuro de esta nación “, no se cansa de repetir. También se ocupa de ayudar a los pobres de la zona.
Don Shafinejad es un hombre muy temeroso de Dios y lo invoca con frecuencia. En este país no se permite decir lo que se piensa, por eso nuestro héroe local, busca artilugios para hacerse oír sin caer en problemas con la ley del hombre. Y muchas personas ignorantes piensan que Don Shafinejad está loco.
Sancho Majmudi, su mano derecha, lo mira con mucha admiración y a la misma vez con un dejo de compasión. Cuando yo lo observo tan pulcramente vestido con su tradicional traje de color gris plomo de la más alta costura y confección, me doy cuenta que está listo para pelear en sus batallas cotidianas en contra de la injusticia y de la prepotencia imperante en Irán.
Como así también está en guardia para meterse en posibles problemas. A menudo quiere ayudar pero termina creando peores situaciones que llenan de lástima y tristeza el corazón de Sancho Majmudi.
A veces es demasiado directo y, sin querer, exasperara a otras personas y se crea nuevos enemigos. En una calurosa tarde de verano Don Shafinejad prestó demasiada atención a lo que acontecía en un bazar en el centro de la ciudad. El dueño de la tienda estaba golpeando fuertemente a su empleado joven y torpe. Nuestro héroe irrumpió predicando la paz y amonestó al dueño del negocio por castigar a quien le ayudaba diariamente a ganar dinero.
Una vez que Don Shafinejad creyó haber logrado una paz duradera se retiró de la escena. Pero otra vez solos, el dueño del bazar se volvió a llenar de una gran ira aun más profunda por la humillación proporcionada por Don Shafinejad. Y se volvió contra su sirviente con furia matándolo a bastonazos. Ahora se espera que la corte lo condene a muerte con su ejecución en la plaza pública.
Nuestro Quijote shirasí no surgió de la imaginación de Don Miguel de Cervantes Saavedra pero sí de la inestable realidad iraní. Hay setenta millones de personas que cada día, se convierten en pequeños Quijotes para sobrevivir.
Omid B.
Colegio: Oxford Tutorial College