El mundo editorial español anda tumbado en el diván del psicoanalista. No sabe muy bien quién es – ¿un objeto de papel? ¿unas letras en una pantalla?-, se siente en declive – la facturación ha bajado el 2,4% en el 2009 – e intenta dibujarse una nueva identidad que le permita crecer – «reconversión» es la palabra clave que repiten, con sonrisa ambigua, los editores-.