¡Ojalá no se hubiera inventado!
En Dublín, hace casi 30 años, se usaba algo cada día que casi todo el mundo odiaba. Pensaban, de algún modo raro, que era necesario para la vida diaria. Algunos pensaban que no había ninguna otra alternativa. ¿Cómo se equivocaron tanto?
Es difícil de imaginar hoy en día que en el año 2010 todavía se usara un modo de trasporte tan ineficiente, tan sucio, tan ruidoso y tan incómodo: se llamaba Dublin Bus.
Algunos tenían que sufrir el Dublin Bus cada día. Aguantaban un horario imprevisible, conductores abruptos y sillas rotas, a veces empapadas con líquidos no identificables. ¡Pero aún peor, la gente paga por este castigo! Además, no eran solo los que montaban en el Dublin Bus que sufrían sino también los peatones y ciclistas que tenían que soportar el humo y los gases que emitían esos vehículos.
Por alguna razón, nunca descubierta, los conductores del Dublin Bus pensaban que los caminos de las bicis servían para los buses también, y aterrorizaban diariamente a los ciclistas de la ciudad. El medio ambiente sufrió también como los buses gastaban lo poco que quedaba de los combustibles no renovables.
Sí, es difícil de imaginar hoy en el año 2040, cuando casi no dejan a los buses, ni a los coches entrar en el centro de la ciudad, que había un tiempo que solo se veían buses gigantes, amarillos y azules, echando su humo negro por todos los sitios. Ahora como el 70% de los ciudadanos viajan por el centro en bici, el resto en coches electrónicos, tranvías electrónicos y metro, es casi imposible recordar los viejos tiempos de trasporte ineficiente. ¡Menos mal que nos quedamos sin petróleo!
Siobhan McNamara