El Dinosaurio y la Bruja
Estaba muy deprimido. Pensaba en su dinosauria día y noche obsesivamente. Había dejado la cueva hacía diez años y desde entontes la estaba esperando. La cueva estaba en las montañas, rodeada de árboles, cerca de un volcán.
Apareció una bruja que lo conocía bien. Estaba enfadada al ver a su amigo tan deprimido. “¡Es insoportable!”, dijo la bruja, “Necesitas ayuda porque yo ya no te aguanto”. El dinosaurio replicó: “Vale, pues concédeme un deseo”. “Estoy cansada, estoy demasiado vieja para estas cosas. Tendrás que resolver tu problema por ti mismo”.
Entonces se acostó y soñó que volvía a su época.
Miró a su alrededor. Reconoció el desierto de su infancia. Recordó el paisaje donde jugaba con sus hermanos. Ya podía oír la voz de su mamá: “Salimos a jugar” y fueron en familia al desierto entre el río y el mar. Los alrededores le eran familiares; las rocas, la arena, el espacio, la gran extensión del terreno. Sonreía de oreja a oreja. Los recuerdos se agolparon en su memoria, su padre llevándolo a cuestas, la búsqueda de alimentos en el río y en el mar. De repente unos ruidos fuertes le hicieron volver a la realidad de un golpe.
¡Mira! No podía aguantar su asombro al ver la llegada de una muchedumbre que alborotó la tranquilidad. Rápidamente, de un paso, se escondió detrás de una montaña. De lejos podía ver un gran desorden y confusión. La gente llegó con carpas solitarias, banderas, fotografías, y algo que le desconcertó, velas de duelo.
Se quedaron allí, rezando, llorando, blasfemando. Estaba perplejo, no sabía qué pasaba. Esperó a que su amiga, la bruja, viniera. Puede ser que ella supiera algo. Normalmente se las sabía todas.
Hacía tiempo que los venía observando. Se sintió triste al oírlos llorando y rezando. Pero no estaba triste por él. Estaba triste porque no podía ayudar a los desdichados.
Se le llenaron los ojos de lágrimas. ¡Vamos! ¡Cálmate! La bruja apareció. Le contó la tragedia de los mineros. Estaban atrapados casi tres meses en la profundidad de la mina. “Pero aun están vivos. La gente en la superficie intenta izarlos con seguridad. Los riesgos que implica son enormes”.
– ¡Puedes ayudarles!
– ¿Cómo?
– Eres un dinosaurio jorobado, puedes entretener a los niños. Están muy tristes sin sus padres. Puedes llevarlos a cuestas.
El dinosaurio lo pensó. La idea le animó.
En los días siguientes estaba alegre. Los niños estaban encantados con el dinosaurio hasta que…
De repente pudo oír un gran grito de alegría. El primero de los atrapados había sido izado a la superficie. Los niños abandonaron el dinosaurio para esperar a sus padres. Se sintió muy solo pero no por mucho tiempo.
Después del rescate, el gobierno anunció que la mina se iba a convertir en parque nacional para dinosaurios.
Mary Crowley