Almudena Grandes (Madrid, 1960) estudió Geografía e Historia en la Universidad Complutense. Se dio a conocer como novelista con Las edades de Lulú(1989). Sus novelas Te llamaré Viernes (1991), Malena es un nombre de tango (1994), Atlas de geografía humana (1998), Los aires difíciles (2002), Castillos de cartón (2004) y El corazón helado (2007), junto con sus volúmenes de cuentos, la han convertido en uno de los nombres más importantes de la literatura española contemporánea. Con Inés y la alegría (2010) inauguró la serie Episodios de una guerra interminable, cuya segunda entrega es El lector de Julio Verne (2012). Varias de sus obras han sido llevadas al cine, y han merecido multitud de premios.
Carmen Sanjulián: —Almudena, ¿cómo eras de niña?
Almudena Grandes: —Era muy gorda. Tanto que yo creo que mediatizaba bastante mi forma de ser. Era una niña gorda que leía mucho. Yo creo que los grandes lectores infantiles, los niños que son muy lectores, a menudo son gordos, cojos, o llevan gafas o hierros en los dientes, porque la literatura es «vida de más», y lo que te permite es vivir vidas mejores que la que tienes. A mí me gustaba mucho leer. Me gustaba mucho el chocolate, y me sigue gustando mucho, aunque ya no lo como, y era bastante estudiosa. Era una niña normal.
Carmen Sanjulián: —De todos los lugares que has visitado, ¿existe «un lugar en el mundo» como decía la película?
Almudena Grandes: —A mí, la parte del mundo que más me gusta es Latinoamérica. Mira que está muy lejos, y que cuando estoy escribiendo no me gusta viajar, porque me separa mucho de mis libros… Pero hay lugares para mí irresistibles: Buenos Aires es una ciudad irresistible, México o Colombia son países irresistibles, Nicaragua… Sin embargo, un lugar en el mundo… Quizás para mí son los más cercanos, porque yo vivo en Madrid y no me gustaría vivir en otro lugar. En verano me voy a un pueblo pequeñito de Cádiz, que se llama Rota, que es una especie de «paraíso anual» y tampoco lo cambiaría por ningún otro. Tengo muchas raíces, y no me gustaría vivir en otros sitios distintos de donde vivo.
Carmen Sanjulián: —Lulú, Malena o Inés, ¿con quién nos quedamos?
Almudena Grandes: —Ahora mismo, desde luego con Inés, porque es la última. Siempre nos quedamos con el último libro.Las edades de Lulú para mí siempre será un libro muy importante, porque fue el libro que me permitió vivir como yo quería vivir, el libro que me permitió convertirme en escritora. Malena también es muy importante, porque fue mi tercera novela. Yo creo que un escritor deja de ser un principiante dubitativo en la tercera. De alguna manera, la tercera es la que consagra, y yo le debo a Malena la tranquilidad. Tengo una relación muy buena con las tres.
Carmen Sanjulián: —Un corazón helado, ¿tiene remedio?
Almudena Grandes: —En eso estamos: El corazón helado. Yo le puse ese título porque los españoles siempre repetimos los versos de Machado: «una de las dos Españas ha de helarte el corazón», y la idea era escribir un libro para explicar qué era lo que había pasado. Yo creo que sí, yo creo que tiene que tener solución. Yo creo que España tiene que normalizar antes o después su relación con su pasado.
Carmen Sanjulián: —¿Todo tiene perdón o hay cosas imperdonables?
Almudena Grandes: —Creo que hay cosas imperdonables. No todo tiene perdón, pero creo que todo puede ser comprendido. Hay cosas imperdonables, pero creo que cuando miramos hacia los sucesos terribles de la guerra y de la posguerra, afortunadamente estamos demasiado lejos como para tener una avidez justiciera. Se trata más bien de entender lo que pasó, de poner a cada uno en su sitio y de sentar, digamos, las bases de un futuro diferente, en la medida en la que reconocemos el pasado del que venimos. En ese sentido, no soy partidaria de las revanchas histéricas, ni de las posiciones radicales.
En España, hay mucha gente que critica ahora la transición. Yo no la critico, porque creo que aquel proceso fue lo mejor que una generación, que creía honradamente que tenía que hacer eso, pudo hacer. La cuestión es que ahora deberían dejarnos hacer lo que nosotros honradamente creemos que tenemos que hacer, pero no se trata de atacar frontalmente al pasado.
Carmen Sanjulián: —¿Un sueño?
Almudena Grandes: —Por supuesto ser feliz, que la gente que me rodea sea feliz y, aunque parezca mentira, dentro de unos años, ser abuela. Me encantaría ser abuela. Mis hijos mayores no lo entienden, pero yo me veo muy bien de abuela.