Ángel Guinda (Zaragoza, 1948) es conocido sobre todo por su obra poética. A principios de los ochenta, recogió su poesía asumida hasta ese momento enVida ávida, donde destaca la crudeza de sus textos y lo autodestructivo de su propuesta. En 1987 comienza su etapa madrileña, que dio paso a una poesía más existencialista con títulos como Conocimiento del medio, La llegada del mal tiempo y Biografía de la muerte. Con el nuevo siglo, su afán de comunicar y transmitir le ha llevado a una poesía muy abierta y solidaria, llegando con Claro interior a un público más amplio que se identifica con sus Poemas para los demás. En 2010 recibió el Premio de las Letras Aragonesas. Desde entonces ha publicado los poemarios Espectral (2011) Caja de lava (2012) y Rigor vitae(2013).
Carmen Sanjulián: —Ángel, llevas muchísimos años escribiendo. ¿Recuerdas tu primer poema?
Ángel Guinda: —Creo que mi primer poema fue un romance, cuando yo tenía doce años, con motivo, casi me da pudor decirlo, de la primera comunión de mi hermanastra.
Carmen Sanjulián: —¿Pudor? ¿Por qué hablas de pudor?
Ángel Guinda: —Bueno, porque la vida evoluciona tanto… Dicen que «el que vive, a todo llega». Yo de niño era monaguillo, había estudiado griego, latín, iba a misa, y era cristiano, católico, apostólico y romano, hasta que a los treinta y tantos perdí la fe.
Carmen Sanjulián: —Han cambiado mucho las cosas. No solamente escribes poemas, sino que además teorizas sobre la poesía y sobre el papel del poeta en el mundo. Y de ahí manifiestos poéticos como Poesía y subversión,Poesía útil, Poesía violenta, o El mundo del poeta. El poeta en el mundo. ¿Por qué tienes esa necesidad de escribir, de reflexionar?
Ángel Guinda: —Es muy interesante la pregunta. Porque yo empecé a teorizar acerca de la poesía cuando ya tenía muy asentado, digamos, el estilo poético propio. Es decir, cuando ya sabía por dónde quería ir y qué voz, aproximadamente, quería tener. Entonces comencé a hacerme las grandes preguntas: ¿Qué es la palabra? Y me respondía: La palabra es un ser vivo. Y me lo autodemostraba. Y se lo explicaba a mis alumnos en el Instituto. Y ¿qué es ser poeta? Y decía: pues ser poeta no es una profesión. Ser poeta es una posesión. ¿Y qué es el poema? ¿Y qué es la poesía? Es decir, empecé a hacerme yo grandes, entre comillas, preguntas fundamentales para reafirmarme en mi estilo y reafirmarme en mi propia voz.
Carmen Sanjulián: —Uno de esos manifiestos lo escribiste en la Casa del Poeta en Trasmoz. Tú fuiste el primer invitado a esa casa, que inauguraste además con una huelga de hambre. ¿Ha cambiado algo desde entonces?
Ángel Guinda: —La verdad es que muy poco, por no decir nada, lamentablemente. Recuerdo que, entre las reivindicaciones literarias había una que defendía revalorizar en Euskadi la poesía y a los grandes poetas vascos que no escribieron mayoritariamente en euskera sino en español, como Blas de Otero o Gabriel Celaya. Poetas que tanto hicieron por la llegada de las libertades a España.
Cuando he asistido, en el pueblo de Gabriel Celaya, estando allí su viuda, Amparo Gastón, a un homenaje a Celaya y he contemplado que les tiraban tomates, o a la viuda de Blas de Otero, Sabina de la Cruz… Yo me desmoronaba. Me parecía de una injusticia atroz. Parece ser que ahora hay más respeto, sobre todo con la llegada de la tregua, por la poesía de Gabriel Celaya y de Blas de Otero.
Reivindicaba también, por ejemplo, la inauguración de una Casa del Poeta en cada una de las comunidades del territorio español, pero la única sigue siendo la de Trasmoz, del mismo modo que la única casa del traductor está en Tarazona. También reivindicaba el IVA 0 para los libros de literatura. En realidad, no se ha conseguido apenas nada, pero sí que en su momento tuvo cierta repercusión y me sentí bastante apoyado por compañeros de la literatura y por los lectores en general.
Carmen Sanjulián: —La paradoja es un elemento singularizador en tu poesía, pero también es un elemento que te singulariza en la vida.
Ángel Guinda: —Sí, porque cuando pienso, como decía Cernuda que «no es el amor quien muere, somos nosotros mismos»… Yo soy un eterno y constante enamorado de la vida, y creo en la inmortalidad del amor, pero luego me doy cuenta de que me he casado cuatro veces. Aquí hay un ejemplo de paradoja en mi existencia personal, pero se dan muchísimos más.
Carmen Sanjulián: —Se habla de poetas malditos. ¿Hay poetas benditos?
Ángel Guinda: —Yo. Yo soy un poeta bendito. Pese a que Ángel Crespo en los años ochenta acuñase el término «Ángel Guinda, poeta maldito», en un estudio sobre mi poesía. Yo soy un poeta bendito.
Carmen Sanjulián: —¿Por qué?
Ángel Guinda: —Porque creo que soy buena persona. Creo y quiero ser buena gente. Ahora, si entendemos como malditismo el estar voluntariamente situado en el margen y al margen del poder o de lo hegemónico, pues en ese sentido sí lo soy.
Carmen Sanjulián: —Tú defiendes la idea de la poesía como algo útil. ¿En qué te ha ayudado a ti la poesía?
Ángel Guinda: —Me ha ayudado en todo. Me ha ayudado como medio de expresión. Para mí, expresarse es vivir, y cuanto más y mejor consigues expresarte, te sientes más vivo en ti y entre y para los demás.
A mí la poesía me ha servido como medio de expresión, como medio de comunicación, como medio de conocimiento y como actitud ante el mundo, no solo en lo estético, sino también en el sentido de hacer frente a la existencia con una actitud resistente. La vida es maravillosa, ¿verdad? Pero la vida es muy dura para todos, es muy difícil, y paradójicamente, como decíamos antes, el poeta es contradictorio y la vida, siendo todo lo maravillosa que puede ser, tiene la contradicción de la muerte.
Carmen Sanjulián: —Es uno de los temas que tú utilizas asiduamente.
Ángel Guinda: —Claro, la vida, la muerte, el paso del tiempo que todo lo erosiona…
Carmen Sanjulián: —Dices que la poesía es útil. Hace unos días leía que estaban pensando poner la asignatura de economía en las escuelas como obligatoria. ¿Será algún día obligatoria la asignatura de poesía?
Ángel Guinda: No, lamentablemente. Y tampoco se trata de arrimar el ascua a nuestra sardina. Pero lamentablemente, no. Yo he dado clases de lengua y literatura en educación secundaria, y he intentado hacerme mis propios programas procurando llegar por lo menos hasta la Generación del 36, y procurando ayudarme de una didáctica de la mayor eficacia posible para captar la atención y para conseguir motivar a los alumnos. Utilizando textos de canciones, incluso de rap, que a los alumnos les gusta mucho, utilizando el aula como taller de traducción, utilizando los audiovisuales…
La poesía es muy interesante porque es un medio de cultura. Es cultura como lo es la pintura, como lo es la música, pero requiere de una atención, una dedicación y una didáctica muy especiales para que el alumnado, sobre todo los adolescentes, se interese por ella.
Carmen Sanjulián: —Y sin embargo, sí que tuviste éxito con tus alumnos. David Francisco, un alumno tuyo, rodóLa diferencia, una película de trazos de tu vida. Él comentaba en una entrevista que siempre había un grupo de alumnos que te buscaban para que tú les abrieses de alguna manera los ojos al mundo.
Ángel Guinda: —Sí, además es curioso porque hasta que faltaron tres años para mi jubilación, yo procuraba que nadie supiese que era poeta. Pero empezaron a llegar libros a la biblioteca y se fueron enterando por los medios.
Carmen Sanjulián: —En Entrevista a mí mismo, que es un documental que también realizó David Francisco, vemos a Ángel Guinda al desnudo. ¿Fue difícil hacer esa entrevista?
Ángel Guinda: —No, fue muy fácil, porque el poema existía, un poema que se llama «Entrevista a mí mismo». Y bueno, tuve la feliz idea de elaborar diferentes personajes, me vestía para hacer de periodista y luego para hacer de mí mismo, de poeta. Y entonces, aprendiendo de memoria las preguntas y respuestas, se pudo hacer bien. Fue muy interesante.
Carmen Sanjulián: —¿Estás desmarcado de las marcas, o tienes por ahí alguna debilidad inconfesable?
Ángel Guinda: —Bueno, poéticamente he estado siempre bastante desmarcado. Es decir, si fuera un joven y utilizase un lenguaje juvenil, diría que siempre he ido a mi bola. La crítica lo dice. Manuel Rico también lo dijo cuando reseñó Caja de lava.
He sido un poeta que he ido a mi bola, o sea, que no me he alineado con las tendencias dominantes. Pensemos en la poesía de la experiencia de mis muy queridos y admirados compañeros, o la poesía de la diferencia, o el esteticismo decadente…
Sí que es cierto que yo admiro desde hace muchos años a dos grandes poetas de mi generación que son Pere Gimferrer y Leopoldo María Panero hasta hace diez años.
Carmen Sanjulián: —Premio de las Letras Aragonesas 2010. ¿Ha cambiado algo desde entonces?
Ángel Guinda: —Sí, ha cambiado. Es una sorpresa, porque llevando en ese momento, en 2010, veintitrés años fuera de Aragón, recibí la sorpresa de sentirme querido por mis paisanos. Primero me sorprendió y luego me recompensó infinitamente. Y en tercer lugar, me compromete a no defraudarles intentando seguir siendo honesto, exigiéndome al máximo para mejorar cada vez más dentro de este aprendizaje constante que es la poesía. Aprendizaje que me enseñó en su propia casa uno de mis primeros maestros, que fue el gran poeta catalán Salvador Espriu.
Carmen Sanjulián: —Has hecho un poema a Lavapiés, el barrio donde vives, y a muchas otras cosas. Pero cuando buscas una imagen de Ángel Guinda, es casi imposible encontrar una imagen sin un cigarrillo en la mano. ¿Has hecho algún poema a tu inseparable compañero?
Ángel Guinda: —Hace veinte años escribí un poema que me sé de memoria, lamentablemente, y que comienza así:”
Me he fumado la vida
como el tiempo se me ha fumado a mí.
Mirad esta laringe, esta tráquea,
estos bronquios y pulmones
ametrallados por la nicotina.
He fumado los gases subterráneos
del Metro, en sus andenes;
el aire de Madrid, sucio,
como una traición a la luz más hermosa;
…
Y el humo… En mi último proyecto, Rigor vitae, en el que llevo trabajando compulsivamente en los últimos seis meses, aparecen muchas cruces, aparece mucho humo y aparecen muchas sombras. Claro, el humo es símbolo de muchas cosas. El humo no nos permite ver la realidad que nos rodea.
Carmen Sanjulián: —¿Ese último proyecto estaría más cerca de Espectral o de Caja de lava?
Ángel Guinda: —De Espectral. Espectral fue un libro con el que la gente me sorprendió, diciendo que era lo mejor que había escrito. La verdad es que fue escrito en una situación de rapto, de trance durante nueve meses, que recoge todas las obsesiones del poeta, con toda autenticidad y todos los fantasmas de una vida interior. El fantasma de la madre muerta en el parto, desangrándose, el fantasma de la esterilidad por no poder tener hijos, etc. Pero luego yo me he dado cuenta de que para mí es más fantasmal la realidad que me rodea que lo espectral de una obra poética. Hasta tal punto de afirmar que escribo contra la realidad, no sobre ella.
Rigor vitae está más cerca de Espectral que de la poesía figurativa de Caja de lava.
Carmen Sanjulián: —Vi la presentación de Caja de Lava. ¡Cuántas cosas se dijeron a propósito del título!
Ángel Guinda: —Tiene una anécdota muy interesante, por lo menos para mí, a nivel personal. Cuando estaba en proyecto, el libro se titulaba Caja débil. Pero soy un poco hipocondríaco. Tengo el instinto autodestructivo de fumar y fumar, pero también tengo miedo a la muerte. Entonces me pregunté si Caja débil no seria una metáfora de la caja torácica, porque la cosa estaba muy mal. Así que intenté vitalizarme más, meter más fuego, más energía, y el título se transformó en Caja de lava.
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