Luis Alberto de Cuenca (Madrid, 1950) es filólogo, poeta, traductor y ensayista. Doctor en Filología Clásica, ha sido director del Instituto de Filología del CSIC y de la Biblioteca Nacional de España, así como secretario de Estado de Cultura. Obtuvo el Premio de la Crítica con La caja de plata en 1985 y el Premio Nacional de Traducción con el Cantar de Valtario en 1987. Ha traducido, entre otros, a Homero, Eurípides, Calímaco, Charles Nodier y Gérard de Nerval. En 2010 fue elegido académico de número de la Real Academia de la Historia, e ingresó en la misma el 6 de febrero de 2011. Su discurso de ingreso se tituló «Historia y poesía». Parte de su obra ha sido traducida al francés, alemán, italiano, inglés y búlgaro.
Carmen Sanjulián: —Luis Alberto, vamos a empezar por algo fácil: un recuerdo de tu infancia.
Luis Alberto de Cuenca: —Un niño con un delantalito sentado en un sillón de orejas y con un cucurucho, un gorro de papel que presumía evocar el de Napoleón.
Carmen Sanjulián: —Si fueras un animal, ¿qué animal serías?
Luis Alberto de Cuenca: —Bueno, ya soy un animal, porque en el fondo los hombres somos animales, más o menos desarrollados, pero animales al fin y al cabo. Pero si lo fuera, y si creyera en la reencarnación, me gustaría reencarnar en uno de estos tres animales que me parecen maravillosos, porque los ha tratado siempre muy bien la épica: el perro, el águila o el caballo.
Carmen Sanjulián: —¿Qué te enfada?
Luis Alberto de Cuenca: —Por ejemplo, no llegar a tiempo a los sitios. Soy muy puntual.
Carmen Sanjulián: —¿Y qué te hace reír?
Luis Alberto de Cuenca: —El cine cómico, por ejemplo el norteamericano de la época muda, me fascina.
Carmen Sanjulián: —¿Qué es lo que nunca prestarías?
Luis Alberto de Cuenca: —Acabo prestando las cosas que nunca debería haber prestado que son los libros, que es lo que más me gusta del mundo.
Carmen Sanjulián: —Madrid, ¿qué te evoca la palabra?
Luis Alberto de Cuenca: —Algo maravilloso y además mis raíces, porque yo soy madrileño de siete, de ocho bisabuelos, abuelos y padres, o sea que… para mí es un lugar extraordinario y estoy encantado de vivir allí. Es hermoso a pesar de todo.
Carmen Sanjulián: —Historia y poesía, ¿qué relación las une?
Luis Alberto de Cuenca: —Entre otras cosas, que en las representaciones de las musas siempre están al lado, Clío y la musa Calíope, que es la musa de la poesía, de modo que ya desde la Antigüedad, algo las une muy estrechamente. Por otra parte, la gran poesía épica primitiva era la fuente histórica más importante antes de que naciera la historia. Los griegos primitivos se educaban con Homero y se creían que lo que contaba Homero era lo que había ocurrido de verdad. Luego la poesía fue historia en algún momento de su desarrollo conceptual.
Carmen Sanjulián: —¿Es el amor una pesadilla?
Luis Alberto de Cuenca: —Y un sueño maravilloso, las dos cosas y por lo general mezcladas.
Carmen Sanjulián: —¿De qué sientes nostalgia?
Luis Alberto de Cuenca: —De prácticamente todo. Nostalgia etimológicamente significa en griego dolor del regreso, el dolor que nos provoca siempre regresar, como a Ulises volver a Ítaca. Siempre estamos volviendo a las cosas y siempre nos estamos dejando jirones de nosotros mismos en cada viaje.
Carmen Sanjulián: —¿Por qué mentimos?
Luis Alberto de Cuenca: —Porque es necesario mentir. Dice Borges en «Fragmentos de un evangelio apócrifo», un poema maravilloso en prosa que incluye el Elogio de la sombra, que nadie es capaz de pasar veinticuatro horas sin haber mentido, con absoluta necesidad de hacerlo, por lo menos diez veces.
Carmen Sanjulián: —Tu escritor favorito.
Luis Alberto de Cuenca: —Ya que estamos con Borges, Borges.
Carmen Sanjulián: —¿El día o la noche?
Luis Alberto de Cuenca: —El día siempre. La noche me horroriza, me da miedo. La noche es mensajera de la muerte.
Carmen Sanjulián: —¿A qué temes?
Luis Alberto de Cuenca: —Temo al paso del tiempo que nos va consumiendo cada vez más aceleradamente, y me da miedo la oscuridad, por ejemplo. Me da miedo la noche, ese tipo de cosas. Las películas de terror no, me gustan.
Carmen Sanjulián: ¿Existe el olvido?
Luis Alberto de Cuenca: —Decía Cernuda, precisamente hablando de esa palabra, «olvido de ti sí, mas no ignorancia tuya». Existe el olvido pero hay cosas que no se pueden ignorar a pesar de que puedan olvidarse.
Carmen Sanjulián: —¿Se goza estando triste?
Luis Alberto de Cuenca: —Sí, la tristeza puede ser un elemento importante de nuestra psicología para afrontar la vida porque el hombre es el único animal capaz de estar unas veces alegre y otras triste. La alegría y la tristeza son categorías que solo corresponden al animal hombre.
Carmen Sanjulián: —Una biblioteca.
Luis Alberto de Cuenca: —Cualquiera. Por ejemplo, esta mañana he visto una tan maravillosa, la del Trinity College, que me quedo con ella. Pero he visto bibliotecas soñadas: la de Juan V en Coimbra, por ejemplo, la Vaticana, qué se yo… la de Michelozzo de San Marco en Florencia. Hay tantas bibliotecas hermosas… la de Higgins, el protagonista de Pigmalión de George Bernard Shaw, precisamente un irlandés. Hay tantas bibliotecas sublimes…
Carmen Sanjulián: —¿Cuáles son los mitos de nuestros días?
Luis Alberto de Cuenca: —Los de siempre. Yo creo que no hemos variado demasiado en cuanto al concepto mito. Los mitos que explican el mundo, que nos hacen soñar con que existe una explicación para las cosas. Y luego existe otro concepto, otra acepción de la palabra mito que es la de «modelo ejemplar». Se dice «Kennedy es un mito», «Eddy Merckx es un mito del ciclismo», pero esa es una acepción que no interesa en este momento para la pregunta que me haces. Interesa sobre todo la acepción de mito como relato sagrado, verdadero, primigenio, y en eso los hombres de ahora somos iguales que los de las cavernas, exactamente. Un poco más brutos, pero muy parecidos.
Carmen Sanjulián: —¿Piensas mucho en los viejos amigos?
Luis Alberto de Cuenca: —Sí, pienso en los viejos amigos, claro. Muchos se fueron porque yo viví también una etapa muy convulsa de la historia de España, que son los años ochenta, en que algunos irresponsables políticos aconsejaban a la gente que se drogara y que no importaban nada las cosas. Se han quedado muchos en el camino, y claro que pienso en ellos. Se fueron mucho antes de que la parca los llamara de una manera natural.
Carmen Sanjulián: —¿Cine o teatro?
Luis Alberto de Cuenca: —Cine.
Carmen Sanjulián: —Un color.
Luis Alberto de Cuenca: —Amarillo.
Carmen Sanjulián: —¿Por qué?
Luis Alberto de Cuenca: —Fíjate que después de decirte cine en vez de teatro, sabes que el amarillo es un color que odian los actores de teatro porque Molière precisamente murió en escena vestido de amarillo.
Carmen Sanjulián: —Un deseo.
Luis Alberto de Cuenca: —Ya que estamos en Irlanda, que Irlanda vuelva a ser una, que el Ulster pertenezca a la República de Irlanda.
Carmen Sanjulián: —¿Qué te sugiere Irlanda? ¿Qué te gusta de Irlanda?
Luis Alberto de Cuenca: —Muchísimas cosas. Me gusta muchísimo que nos una, por ejemplo, nuestra fe católica. Me fascina la naturalidad y la amabilidad de la gente. Hablo porque he conocido a muchos irlandeses antes de venir a Irlanda, porque acabo de conocer Irlanda. Y me fascina también su historia portentosa. Y hay algo que creo que es lo que más me fascina de Irlanda: que durante los siglos oscuros, entre el siglo VI y VIII, los monjes, en los scriptoria de los monasterios, se echaran sobre sus espaldas el legado de la tradición clásica y lo salvaran, que nos salvaran todo el patrimonio grecorromano desde este lugar fuera del mundo, esta isla recóndita.
Carmen Sanjulián: —Vamos a acabar con un poema. El poema se llama «Irlanda»
Luis Alberto de Cuenca: —Pertenece al libro Sin miedo ni esperanza de 2002.
Carmen Sanjulián: —¿Cómo surgió?
Luis Alberto de Cuenca: —Surgió porque en una reunión de directores de bibliotecas nacionales conocí a la que entonces era, en el año 98, directora de la Biblioteca Nacional de Irlanda, que he visitado hoy. Me cayó fenomenal la señora. Me pareció tan fascinante y tan arcaica, tan de toda la vida, tan simpática, que entonces decidí hacer un himno a Irlanda. Me aburría en las reuniones y escribí este poema.
Por Edward, lord Dunsany, que cantara
las gestas de un caballo de madera
en un cuento muy bello; por el libro
de Kells, iluminado por los ángeles;
por nuestra fe católica, basada
en la benevolencia de María
y no en la crueldad del dios hebreo;
por San Patricio, que te dio las cruces
de piedra que jalonan tus caminos;
por el héroe Cuchulainn y por Molly
Bloom, que lo atrajo hacia sus senos
y le dijo que sí, que lo quería,
en la última frase del Ulysses,
yo te saludo, Irlanda, esta mañana
de septiembre en que todo está borroso
menos la geografía de tu isla,
desde donde me envías a la cárcel
un mensaje cargado de futuro.
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excelente entrevista