Miguel Aguilar (Madrid, 1976) es, desde el año 2006, director literario de la editorial Debate. Con anterioridad, ha sido editor de no ficción en Tusquets y editor en Random House Mondadori. Como traductor, ha publicado una antología del escritor británico Cyril Connolly, Obra selecta (Lumen, Barcelona, 2005), y otra de George Orwell, Orwell periodista (Global Rhythm Press, Barcelona 2006).
Sergio Angulo: —Miguel, me gustaría que nos explicases en qué consiste el trabajo de un editor.
Miguel Aguilar: —El trabajo de un editor tiene dos partes, creo yo. En una haces de filtro de todas las propuestas de libros, de todas las novelas, los ensayos, de todos los autores que hay en circulación y que se aproximan a ti o que te llegan a través de agentes. Tienes que seleccionar aquellos que te parecen más interesantes. Esa es solo la primera mitad. En la segunda mitad, haces de altavoz de aquello que has seleccionado, que has filtrado. Intentas difundirlo a la mayor cantidad de gente posible, intentas darle la mejor portada, la mejor edición, la mejor promoción en prensa, presentarlo de la mejor manera posible a los libreros. En definitiva, intentas proyectar a los lectores, que al final son quienes van a decidir si el libro les gusta o no, aquello que tú has seleccionado.
Sergio Angulo: —En una editorial, ¿qué tipo de trabajos hay? Traductores, correctores, editores…
Miguel Aguilar: —Bueno, hay muchas partes del engranaje que están externalizadas. Por ejemplo, traductores y correctores suelen estar fuera de la estructura. Los departamentos más importantes son el de Edición, que se encarga de la selección de los títulos y de supervisar todo el proceso. Está el Departamento de Derechos, que es muy importante porque se encarga de todo lo que es la contratación de los libros que vas a publicar, y en muchos casos también de la venta de derechos de traducción a otras editoriales de otros países de esas novelas, y también de cesiones a colecciones de quiosco, o colecciones de venta a plazos, o de clubs del libro…
Tienes el Departamento de Redacción, que es el que supervisa la maquetación de los libros, la corrección de los textos etc., para que no haya erratas, para que todo esté bien compuesto y bien maquetado. Está el Departamento de Diseño, que se encarga de la parte gráfica, de las portadas, las ilustraciones si las hubiera, etc. Y luego tienes el Departamento de Producción, que es la parte, digamos, más industrial, la que tiene que ver con el papel y la tinta, con las imprentas, con que los libros entren, sean fabricados. Y luego tienes la parte comercial y de marketing, que se encarga más directamente de la comercialización. El Departamento de Marketing tiene la función de estimular al librero, sobre todo, a que pida ejemplares de los libros y esté un poco encima de ellos. Comercial son los señores que van a las librerías y consiguen que el librero pida cinco ejemplares de este libro, o veinte del siguiente. Por último, está Prensa, que como su propio nombre indica, son los que hablan con los periodistas, intentan lograr el mayor eco posible de la publicación.
Sergio Angulo: —¿En cuánto valorarías el impacto que pueda tener un buen editor sobre la obra final de un autor?
Miguel Aguilar: —La calidad de la obra final es responsabilidad básicamente del autor. Hay relaciones muy famosas. Quizá Maxwell Perkins sea el ejemplo más claro, un editor mítico estadounidense que era el editor de Scott Fitzgerald. De hecho, el Premio de la Asociación de Editores Americanos se llama Premio Maxwell Perkins. Son editores que realmente entran mucho en el texto y son capaces de convencer al autor de cambiar cosas. Pero yo creo que lo que más puede aportar un editor, más que a la calidad en sí de la obra, es al eco que puede tener, a la difusión. Ahí yo creo que sí, que un editor puede ser capaz de hacer que un buen escritor llegue a un público muchísimo más amplio.
Hay un símil un poco cruel pero que sí que encierra algo de verdad, que es que las editoriales pequeñas, muchas veces, ejercen de cantera de las editoriales más grandes. Y eso es así porque una editorial más grande, por los recursos que tiene a su disposición, porque puede invertir más en marketing, porque tiene una red comercial más desarrollada, puede ser capaz de que un escritor con una obra interesante llegue a un público muchísimo más amplio. Porcentajes, no me atrevería a decirte, pero sí que puede ser bastante importante.
Sergio Angulo: —Ahora que has hablado de editoriales grandes, ¿qué te parecen estos premios literarios que ofrecen a veces las editoriales más grandes? Mueven un montón de dinero y tienen una difusión enorme, pero últimamente tienen mala reputación porque se entregan los premios antes de que falle el jurado…
Miguel Aguilar: —Pues mira, me hace gracia lo de «últimamente» porque hace poco, Malcolm Otero, que estaba en esta silla hace un rato, recordaba que se celebraban los 49 años (no sé por qué no esperaron a los 50) de las conversaciones de Formentor, que eran unas conversaciones poéticas y literarias que se celebraban en el Hotel Formentor, en Mallorca, y que tuvieron cierta continuidad y dieron pie al Premio Formentor y al Premio Internacional de la Edición, que fueron premios muy importantes a nivel internacional a finales de los 50 y principios de los 60. Y entre varias otras cosas, había una entrevista a Carlos Barral, abuelo de Malcolm. Yo creo que debía ser el año 63 o 64, y en ella ya arremetía contra los premios literarios como una vergonzosa plataforma de marketing y de ventas. Con lo cual, la mala reputación de estos premios no es reciente, es de hace mucho tiempo.
Creo que hay que distinguir entre los premios que son a obra publicada: el Premio Nacional de Ensayo, Premio Nacional de Literatura, el Premio Salambó, por ejemplo, que se concede en Barcelona… y los premios a obra sin publicar, que es un poco una peculiaridad de España. Otros países no tienen este tipo de premios. Los premios que se dan a obras sin publicar, hay que considerarlos más bien como una plataforma de lanzamiento, más que como un reconocimiento de una calidad intrínseca. Y como tal, yo creo que sirven para llamar la atención de los lectores sobre una obra determinada. ¿Es criticable? Pues hombre, yo personalmente creo que no. Siendo parte de la industria, me cuesta entender que sea problemático eso. Tampoco me parece que sea un engaño a los lectores. Los lectores saben lo que hay detrás del Premio Planeta, o detrás del Premio Torrevieja, etc. No creo que nadie pueda sorprenderse de que, año tras año, los ganadores sean gente muy conocida y con muchas perspectivas de venta. En ese sentido, me parece que lo que hay que saber es que, en cuanto a reconocimiento de la calidad literaria, no son las mejores guías y, sin embargo, sí que hay otros premios que aportan eso.
Sergio Angulo: —En tu faceta como traductor, has traducido ensayos de un autor que a mí me gusta mucho, George Orwell. En George Orwell, a veces es difícil ver esa línea entre lo que es ficción y lo que es periodismo. ¿Está ese tipo de periodismo volviendo a ponerse de moda?
Miguel Aguilar: —Es curioso porque en Orwell, en principio, (Kapuscinski es otro caso semejante) parece que todo es de una fidelidad absoluta a los hechos y a lo que ha ocurrido. Y luego, si empiezas a escarbar, siempre, inevitablemente, encuentras que hay algún detalle que ha limado. Tanto en Homenaje a Cataluña como en Sin blanca en París y Londres.Son dos libros que, si bien parecen testimonios totalmente reales de lo que ocurrió, los biógrafos de Orwell han ido encontrando pequeñas inexactitudes y pequeños detalles que no terminan de encajar del todo.
Pienso que es un periodismo que no necesariamente es que esté volviendo, es que nunca desapareció del todo, y quizá lo que sí que está volviendo es una necesidad de la gente de tener relatos de la realidad más verídicos. Yo creo que el ensayo ha pasado por una temporada bastante dura, poco atractiva para los lectores, y ese tipo de ensayo sí está volviendo ahora. Sospecho que tiene que ver con la crisis económica, con la situación de preocupación generalizada por el mundo en el que estamos y hacia el que nos dirigimos. Necesitamos voces que nos cuenten qué es lo que está pasando, y eso es algo que Orwell hizo muy bien en los años 30, que Kapuscinski, en sus maravillosas crónicas de América Latina de los 70, por ejemplo, o sus crónicas sobre África y la Unión Soviética, hizo muy bien también… Me parece que está volviendo a haber un público más amplio. No sé si es tanto porque antes no se hacía, o porque ahora sí que tiene más audiencia ese tipo de periodismo.
Sergio Angulo: —Con Internet, que hace que las noticias se actualicen cada minuto, a lo mejor ese tipo de periodismo tiene ahora más lugar en la prensa escrita y las noticias pasan a un lugar digital.
Miguel Aguilar: —Sí, yo creo que sin duda eso es una consecuencia lógica de lo que dices. Es imposible que un periódico dé una noticia, porque todo el mundo la conoce ya. Incluso, en muchas ocasiones, si consultas Internet por la noche, te despiertas a la mañana siguiente, lees el periódico y te da la sensación de que ya lo has leído todo. Y efectivamente, son esas crónicas, o esos artículos de opinión, los que deberían aparecer en los periódicos en papel, para aportar ese valor y ese carácter diferencial. Porque si no, no pueden competir. Es imposible competir contra un medio que tiene la inmediatez de la radio, más el carácter visual de la televisión. En fin, lo tiene absolutamente todo, y lo único que puedes hacer es aportar ese tipo de voces y de experiencias que en Internet se pierden por el maremágnum.
Sergio Angulo: —¿Y crees que llegará el momento en que habrá una diferencia total entre la prensa escrita, tirando hacia la literatura o hacia ese tipo de periodismo, y la digital, dedicada solo a las noticias?
Miguel Aguilar: —Creo que es posible que se especialicen, que aparezcan fenómenos en papel más cuidados, más seleccionados quizá. Pero lo que me cuesta ver es que nada que haya en papel no exista también en Internet. Por ejemplo, hay una revista que no sé si circula también por el Cervantes de Dublín que se llama Jot Down, que es una revista cultural española que tiene articulistas muy buenos. Ahí firma gente como Azúa, como Savater, como Enric González, como Manuel Jabois… Hasta ahora era solo digital, pero va a sacar un número en papel con lo mejor que ha aparecido en digital. Va a ser un número bastante amplio, como cuatrocientas páginas, y se va a vender como un libro. Yo sí veo ese tipo de edición para coleccionistas en papel de aquello que ha salido en digital. Pero por la propia facilidad de la tecnología, me cuesta ver que haya cosas en papel que no aparezcan también en digital.
Sergio Angulo: —Sobre tu faceta de traductor otra vez. ¿Cómo lidia un traductor con los aspectos culturales implícitos en el texto? ¿Tiene a veces que hacer una investigación?
Miguel Aguilar: —Sí, es conveniente. También estás traduciendo para el lector de tu propia época, con lo cual, muchas veces, es mejor tirar de notas al pie, intentar dar un poco el contexto más que reflejarlo en la propia traducción. En el caso de Connolly, que es probablemente el libro que más me ha gustado traducir, es una antología de casi 900 páginas con artículos sobre todo tipo de temas culturales y un marco referencial amplísimo porque era un licenciado en Clásicas en Oxford, con lo cual, las referencias clásicas, por ejemplo, eran frecuentísimas. Y probablemente, para el público al que él escribía esas crónicas, que era un público culto de los años 30 y 40, eran más familiares, pero para un lector español del 2005, que es cuando salió el libro, eran totalmente remotas e incomprensibles. Entonces yo creo que hay que intentar acompañar un poco al lector, darle un poco de apoyo, pero tampoco atosigarle con ese contexto cultural. Hay que dejar también que se defienda un poco, que si hay cosas que le interesan, pueda investigar. Además, antiguamente la Espasa solo la tenía cierta gente, pero ahora, entrar en Google es bastante sencillo y relativamente fiable.
Sergio Angulo: —Para un joven escritor que está empezando a escribir y quiere empezar a publicar, ¿qué le aconsejarías como editor? ¿Dirigirse a una pequeña editorial? ¿Empezar con premios?
Miguel Aguilar: —Bueno, hay muchos premios regionales y de ayuntamientos que están muy bien y que no suponen la plataforma de promoción de las que hablábamos antes, pero que siempre son un camino, y desde luego, todo lo que sea aproximarse a editoriales grandes o pequeñas está bien. Trabar contacto con ellas, poder colaborar como lectores o como correctores, o lo que sea, y ver un poco cómo es ese mundo, que no es particularmente hostil. Al revés, yo creo que es bastante acogedor. No sé si todo el mundo opina igual, pero es mi opinión. Eso siempre da un poco de confianza y de facilidad a la hora de presentar un manuscrito.