Esa mañana me levanté y por primera vez me sentí libre. Vestido de marrón, con un traje muy de moda, cogí el metro. Estaba casi solo en el andén; eran las 6 de la mañana. Pero tenía que estar ahí a las 7. Y eso, para mí, era la libertad.
Recuerdo cada detalle; cada momento de aquel alba. Al caminar por la ciudad, miré el cielo azul, azul profundo, por encima, sentí el calor del sol en la espalda y la emoción y esperanza. He revivido esa viaje muchas veces desde entonces: cada camino, cada escalera por la que caminé, incluso el ruido de mis pies pisando en las escaleras, al llegar a la oficina.
Y llegué. Un hombre rubio y muy alto, vestía también un traje de moda que le daba aspecto de importante, me estrechó la mano. Crucé la oficina hasta donde iba a sentarme y una, dos, tres, tal vez cinco, personas me dieron la mano, me dijeron palabras de apoyo. Miré por la ventana los edificios cercanos, muy altos, muy modernos, y al aire fresco, las nubes y los pájaros volando arriba. Y pensaba en la libertad.
Todavía estaba pensando en la libertad cuando llegó el director para darme la bienvenida. Pensaba en ese día desde hacía 6 años. Por aquel entonces estaba en Argelia, el país en el que nací. Aunque fuera licenciado en derecho y economía, nadie me daría trabajo, nadie se atrevería. Como había apoyado, o sea mi familia había apoyado, al partido que perdió la Guerra civil, no encontré trabajo. Aunque había ganado las elecciones, ese partido había perdido la guerra civil que había seguido a las elecciones.
La ausencia de libertad es la pérdida de la esperanza de vivir, de trabajar para ganar dinero, la pérdida de la forma de mejorar la vida. Sí, después de la guerra podía andar por las calles y por el campo y sentir el aire fresco. Pero la libertad significa algo más; significa la habilidad de cambiar e influir en lo que pase en tu vida. Eso no se puede hacer si andas con miedo.
Estuve 6 años buscando la libertad. Llegué a España, tras un peligroso viaje. Llevaba tres años huyendo de los traficantes a quienes debía dinero y cinco años discutiendo con el sistema de justicia para que me reconociera como refugiado.
Un juez lo hizo cinco años y medio después del día en que dejé mi país. Hoy empiezo la vida de nuevo.
Para algunos la libertad empieza cuando pasan por la salida del trabajo y comienzan la vida personal. No puedo imaginar el día en que la libertad sea eso para mí.
Catherine Lynch