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Entrevista con Luis Alegre y David Trueba

El 29 de May de 2012 en Sin categoría por | Sin comentarios

Luis Alegre y David Trueba: Irlanda nos demuestra que el gran legado de un país es su cultura

Luis Alegre David Trueba

 

Entrevista con Luis Alegre y David Trueba realizada el 29 de mayo de 2012 en la Biblioteca Dámaso Alonso del Instituto Cervantes de Dublín con motivo de su participación en el “Homenaje a Félix Romeo”, junto a Miguel Aguilar, Malcolm Otero Barral e Ignacio Martínez de Pisón, y la proyección de la película La silla de Fernando.

Luis Alegre (Lechago, Teruel, 1962) es profesor de la Universidad de Zaragoza, escritor, cineasta y periodista. Desde los años 80 colabora en numerosos medios de comunicación. Como ensayista, ha publicado Besos robados. Pasiones de cine (1994), El apartamento; Belle Époque (1997), Vicente Aranda: la vida con encuadre (2002), Maribel Verdú: la novia soñada (2003), y como editor, entre otros, Diálogos de Salamina: un paseo por el cine y la literatura (2003). En 2006, dirigió junto a David Trueba la película La silla de Fernando, película-conversación con Fernando Fernán Gómez, candidata en 2007 a la mejor película documental en los Premios Goya.

David Trueba (Madrid, 1969) es escritor, periodista, guionista y director de cine. Tras sus comienzos como guionista con Amo tu cama rica (1991) y Los peores años de nuestra vida (1994), dirigió en 1996 su primera película, La buena vida, a la que siguieron Obra maestra (2000), Soldados de Salamina(2002), adaptación cinematográfica de la novela homónima de Javier Cercas, Bienvenido a casa (2005), La silla de Fernando (2006) junto a Luis Alegre, Madrid 1987 (2011) y Vivir es fácil con los ojos cerrados (2013). Como novelista, ha publicado Abierto toda la noche (1995), Cuatro amigos (1999) ySaber perder (2008), Premio Nacional de la Crítica de ese año. Sus novelas han sido traducidas a más de quince idiomas.

Carmen Sanjulián: —Empecemos con el homenaje a Félix Romeo. Cuando un amigo se va, deja huecos imposibles de llenar. ¿Qué huecos ha dejado Félix en vuestras vidas?

Luis Alegre: —Félix ha dejado un hueco enorme, inmenso. Además, como ha sido una pérdida traumática, absolutamente inesperada, yo creo que no nos acabamos de hacer a la idea de que se haya ido. Cuando se va alguien que tiene ochenta y tantos años, al que quieres mucho, y percibes que eso forma parte de la normalidad de la vida, lo recibes de una manera. Pero en el caso de Félix Romeo ha sido una especie de pesadilla para todos los que le quisimos. Y luego, me parece que es una pérdida importantísima para la cultura española, porque era una de las personalidades más originales, más libres, más abrumadoras que existían.

Carmen Sanjulián: —Ayer comentabais que una de las reivindicaciones de Félix era el amor y que tenía un grito de «¡viva el amor!». ¿Vosotros continuáis con esa reivindicación del amor?

David Trueba: —Sobre todo Luis.

Luis Alegre: —Es muy fácil compartir esa reivindicación, pero lo que pasa es que Félix lo hacía con una vehemencia, una pasión, una constancia y una alegría que eran verdaderamente impresionantes. Él amaba muchísimo el amor, amaba la alegría, amaba la vida, amaba la libertad, amaba la belleza, la cultura, amaba las mejores cosas de este mundo, las mejores cosas de las personas, como todos las amamos, pero él lo hacía con su propia personalidad y con su estilo, que era muy peculiar, muy atractivo y muy divertido, por otro lado.

David Trueba: —Sí, es que yo creo que existe un malentendido en una cierta parte de la sociedad sobre la cultura, el arte, en el sentido de que tiene que ser algo aburrido, pesado, que provoque una cierta seriedad, una cierta gravedad en las personas, tanto en las que se acercan desde fuera como en las que lo hacen. Pero nosotros siempre compartíamos con Félix una misma visión de eso, que es que nosotros nos dedicábamos a estas cosas porque nos daba un enorme placer, nos daba una enorme alegría. Nos parecía que lo mejor que podíamos hacer y dedicar a la sociedad era ofrecer nuestras obras, nuestros inventos, nuestras películas, nuestros libros, nuestra pasión por algo que leíamos o escuchábamos o descubríamos en una exposición. Nunca entendíamos esa especie de relación de la cultura con lo pesado, lo plasta, con la queja.

Él representaba exactamente eso, una vocación de alegría, de placer, de transmitir ese placer a los demás y no tener ningún complejo frente a cualquier otra profesión o cualquier otra dedicación, que a lo mejor tiene una mayor estabilidad emocional, una mayor estabilidad laboral, pero que sin embargo, seguramente, no puede aportar estas dosis de felicidad que nos daba a nosotros. La verdad que en eso él era un militante absoluto y un apóstol de la alegría, de la felicidad, de que había que quererse, tocarse, y que a la vez teníamos que ejecutar nuestro trabajo como una forma de esa alegría. Yo sí creo que seguimos siendo fieles a eso, no va a ser fácil que nos lo quiten.

Carmen Sanjulián: —Y vamos a otro amigo, a Fernando Fernán Gómez. Dirigisteis los dos La silla de Fernando, una película que, contabais, se rodó durante varios meses.

Luis Alegre: —Los que conocen un poco la cultura española, saben que Fernando Fernán Gómez es una de las personalidades clave de la historia de la cultura española del siglo XX desde muy diferentes puntos de vista. Como actor, que es su faceta más popular, pero también como director de cine, como escritor, como director de teatro, como actor de teatro, como memorialista, como realizador y guionista y actor de televisión. En fin, es una de las personalidades más polifacéticas que han investigado y que han cultivado todas las artes, o buena parte de las artes del siglo XX. Es una especie de síntesis de todo eso.

En cada una de esas facetas tiene obras clave: en cine, en teatro, en televisión y en literatura. Nosotros éramos dos más de los muchos admiradores que tiene y dos de los muchos que reconocen esa importancia de Fernando Fernán Gómez en la cultura española. Pero había algo que a David y a mí nos seducía especialmente, como a otros muchos que eran amigos suyos, y es su maravillosa manera de ver la vida y su increíble manera de contarla. Creíamos que había un arte en la manera de contar, la manera que él tenía de entender la vida y las cosas que le pasaban. Creíamos que ese arte solo lo disfrutábamos quienes lo conocíamos y quienes disfrutábamos de su amistad. Y se nos ocurrió hacer una película, para tratar de transmitir esa fascinación que nosotros teníamos a todos los que vieran esa película. O sea, retratar ese arte tan peculiar que es el hablar, el contar las cosas de la vida y revelar una manera, para nosotros casi revolucionaria, de entender el mundo y la vida.

David Trueba: —Sí, es una película que nos ha dado enormes satisfacciones. Seguramente, un gran éxito de taquilla no nos habría dado tanta felicidad como nos ha dado esta película Por varias razones. Una, porque vemos el placer que provoca en la gente que la ve, que es lo que al final nosotros buscábamos, que se reprodujeran las sensaciones de charlar con Fernando, de tener una larga sobremesa con él acerca de lo divino y de lo humano. Y luego también porque para nosotros, durante muchos años, fue un proyecto, una idea con la que fantaseábamos, pero que siempre decíamos: «bueno, una película de un señor hablando, esto no lo vamos a hacer», y al mismo tiempo: «tenemos que hacerlo, porque nos vamos a arrepentir toda la vida cuando Fernando desaparezca, de no haberlo hecho». Y la satisfacción de poder ahora, el día de hoy, decir «lo hicimos». No se quedó en un proyecto, no se quedó en una idea, no se quedó en algo que comentábamos pero no se hizo, sino que se hizo y que además llegó él mismo a verlo y significó, yo creo, para él una enorme alegría verlo, y para nosotros que él lo viera Por eso, te digo que uno junta todas las satisfacciones y seguramente encontrará pocas cosas de las que ha podido hacer en su vida que le haya reportado tantas alegrías.

Carmen Sanjulián: —Y además gustó mucho. Un crítico os daba un nueve sobre diez y decía «nueve porque es corta» ¿Tuvisteis que cortar mucho material?

Luis Alegre: —Grabamos veinte horas, más o menos, de conversaciones con él. Y claro, para una película convencional, y teniendo en cuenta las características de esta película, que al fin y al cabo, por muy deslumbrante que fuera, era un ser humano hablando, pues… Nos limitamos a una duración de ochenta y cinco minutos, que es una duración de una película convencional. Claro, dejamos mucho material fuera. Parte de ese material, lo recuperamos en los extras que aparecen en el DVD. Pero sí, estuvimos obligados a dejar mucho material fuera.

David Trueba: —Fue una película muy laboriosa de montaje, porque fuimos también muy exigentes. Es una película que exigía no caer en que fuera aburrida o pesada para el espectador. Nosotros queríamos que fuera una película que la gente se quedara, como decía el crítico, con ganas de más. Queríamos que salieran diciendo «bueno, habría estado una hora más».

La persona que nos regala una hora y media de su tiempo para ver algo que hacemos merece el mejor trato posible. Entonces, el montaje fue muy laborioso. Estuvimos bastante tiempo preguntándonos: «¿Este trozo debe ir, o no?», «vamos a pensarlo porque aquí esto esta bien, pero esto se hace largo», etc. Depuramos mucho y dejamos sobre todo muchas cosas fuera de la profesión de Fernando, que no queríamos que capitalizara la película, y gracias a que se hizo una edición muy cuidada del DVD, pudimos añadir dos horas más de material para esas personas, que las hay por suerte, y muchas, que después de ver la hora y media de La silla de Fernando dicen «me gustaría oír más cosas de Fernando sobre esto o aquello», y tienen esa posibilidad de verlo ahí.

Pero para nosotros, la película es así y tiene que ser así. Decíamos siempre al presentarla que era una película muy espectacular para nosotros, porque Fernando era en espectáculo muy difícil de reproducir. Fernando era un malabarista de la palabra, de la conversación, y también una persona que en esa película recorre el siglo XX español de una manera absolutamente oblicua, pero seguramente tan esclarecedora o más que muchos libros de historia.

Carmen Sanjulián: —¿Tenéis algún personaje más para ponerlo en una silla?

David Trueba: —Bueno, es muy difícil, porque esa silla es única. Lo que sí tenemos, y como nos lo pasamos tan bien trabajando, es algún proyecto, Luis y yo, de volver a colaborar juntos y volver a colaborar en un formato en el que se puede explotar muy bien las características de Luis como colaborador y su capacidad de ser un gran entrevistador, una persona con una enorme curiosidad, con una enorme capacidad de transmitir confianza.

De vez en cuando, nos planteamos la idea de volver a reunirnos y hacerlo con alguno de esos raros personajes que en España pueden no solo contar algo de sí mismos interesante, sino que también aporten una luz sobre nuestro espacio, nuestro país, nuestra cultura, nuestra forma de ser o nuestra evolución en los últimos años. Lo que pasa es que los proyectos, al final, hasta que no los haces, lo mejor es no tontear con ellos. Lo de Fernando Fernán Gómez, por ejemplo, era algo que nunca comentábamos. Era algo que teníamos nosotros dentro, pero hasta que no lo haces, lo mejor es no comentarlo.

Carmen Sanjulián: —Ya que estamos en Irlanda, un país en el que se han rodado muchísimas películas, como sabéis, a lo mejor hasta venís aquí a rodar.

David Trueba: —Claro, Irlanda es para nosotros un territorio mítico, aunque sólo sea por la gran literatura, la gran música y el gran cine que ha dado en primera persona, o que ha transmitido a algunos directores norteamericanos. Pero no solo eso, sino que demuestra una cosa que nosotros venimos mucho tiempo insistiendo en España, que es que el gran legado de un país es su cultura, no es otra cosa. No es su economía que, como se demuestra, sube y baja. No es, por supuesto, su capacidad militar. No es tampoco su capacidad industrial, sino que el gran legado de un país, o su gran personalidad, su gran bandera, es lo que va dejando atrás de cultura.

Finalmente, uno visita Irlanda, que ha sido para nosotros un placer, y visita Dublín, y descubre que, probablemente, la cosa de la que más orgullosos se puedan sentir los irlandeses es de sus poetas, de sus escritores y de la sensación de identidad que ellos le aportan como país. Mucho más que muchísimas otras cosas que el mundo de la política o de los medios tratan de vendernos como relevante.

Carmen Sanjulián: —Hablando de Irlanda: Hace unos días, escuchando la radio, la pregunta era si alguien se había quedado encerrado en un baño. Y curiosamente, no podéis imaginar la gente que llamaba diciendo que sí. Había anécdotas de todo tipo.

Luis Alegre: —Yo me quedé encerrado en un baño de pequeño, ahora que lo dices. Sí, sí, yo creo que todos tenemos en nuestra biografía un momento en que nos hemos quedado encerrados en un baño.

Carmen Sanjulián: —A mí, evidentemente, me recordaba a tu película Madrid 1987. La película, que está teniendo un éxito tremendo, ¿está basada en un hecho real, alguien te ha contado algo?

David Trueba: —Está basada en una anécdota real de dos personas similares a las que cuenta la película, que se quedaron encerradas en un baño. A partir de ahí, todo está recreado, inventado, y los personajes son completamente ficticios. Pero sí, es curioso, porque también en España, mucha gente, a raíz de la película, me ha contado sus experiencias, no solo en lo de quedarse encerrado, sino en las relaciones entre personas de muy distinta edad. Y es muy curioso, porque las películas generan que la gente te cuente sus experiencias personales, y una de las cosas que más me ha gustado es sentir que la película acompaña a muchas experiencias de la gente, y que hay veces que la gente te dice «eso es imposible», «eso no puede pasar», «eso no puede ocurrir», y tú mismo dices «si yo te contara la cantidad de historias que me han contado solo en estos meses».

Carmen Sanjulián: —Y ya para acabar, a mí me encanta el comienzo del libro de Cuatro amigos, esas cosas que sobrevaloramos. ¿Añadimos algo más a esa lista fantástica? ¿Quitamos? ¿Qué pensáis?

David Trueba: —Bueno, creo que por desgracia hay muchas cosas sobrevaloradas en la vida. A mí, las que más me preocupan son las que amargan la vida de la gente. Porque al final, que alguien sobrevalore algo forma parte de su forma de vivir. Es decir, uno le da importancia a unas cosas y así debe ser. Pero lo que me preocupa es cuando sobrevalorar algo nos hace infelices, nos amarga la vida. En ese sentido, creo que los últimos años nos han enseñado que el dinero, por más que nos insistían, desde los cuentos y sobre todos los padres, etcétera. Obviamente, se ha demostrado que el dinero no es lo más importante en una sociedad ni en una vida, sino que, seguramente, lo más importante es llenarla de cosas que te hagan sentir pleno.

Es verdad que encuentro cada día más cosas sobrevaloradas y también minusvaloradas al mismo tiempo. La gente no se da cuenta de lo importante que es la amistad, de lo importante que es transmitir placer a los demás, de lo importante que es tener una cultura, una vida interior que le permita a uno sobrellevar la soledad, sobrellevar la trayectoria vital, normalmente tendente a la decadencia, etc. A todas esas cosas se les presta muy poca atención o muy poco valor en la vida de las personas y acaban por ser definitivas.

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