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Luis García Montero: Escribir es tener conciencia del otro lado de la realidad

El 24 de March de 2011 en Library, Spanish writers por | Sin comentarios

Luis Garcia Montero

Entrevista con Luis García Montero realizada el 24 de marzo de 2011 en la Biblioteca Dámaso Alonso del Instituto Cervantes de Dublín con motivo de su participación en la mesa redonda “Más que poesía” junto a Almudena Grandes.

Luis García Montero (Granada, 1958) es catedrático de Literatura Española. Entre sus libros de poemas pueden destacarse Y ahora ya eres dueño del Puente de Brooklyn (1980), Tristia (en colaboración con Álvaro Salvador, 1982), El jardín extranjero (1983), Diario cómplice (1987), Las flores del frío (1991),Habitaciones separadas (1994), Completamente viernes (1998), La intimidad de la serpiente (2003), Vista cansada (2008) y Un invierno propio (2011). Su poesía juvenil fue reunida en el volumen Además (1994). Ha publicado también varias antologías de sus poemas y ha recibido multitud de premios. También es autor de ensayos, prosa narrativa y artículos de prensa.

Carmen Sanjulián: —Luis, ¿es la primera vez que vienes a Dublín?

Luis García Montero: —Es la primera vez. Tenía mucha ilusión, porque aparte de una importante capital europea, es una ciudad muy literaria y no la conocía.

Carmen Sanjulián: —Granada también es muy literaria, y si hay alguien que conoce bien Granada, eres tú. ¿Qué nos recomendarías? ¿Qué no podemos perdernos cuando vamos a Granada?

Luis García Montero: —Granada es una ciudad muy viva, es una ciudad pequeñita, de 350 000 habitantes. Tiene una universidad de 70 000 estudiantes. Yo invitaría, por supuesto, a hacer las visitas turísticas obligadas. La Alhambra es una maravilla, y no nos cansamos de repetirlo. La Capilla Real, donde están enterrados los Reyes Católicos, es la otra Granada, la no islámica, la Granada cristiana, con una colección importantísima de pintura. Pero lo que aconsejaría es vivir la ciudad, sobre todo vivir las noches de la ciudad. Hay muchos actos culturales, hay muchas librerías y muchos bares. Y por las noches, en los bares, se juntan la cultura y la vida, porque los estudiantes salen, toman copas, se comen unas tapas estupendas y muy baratas y después, en cada mesa, hay una discusión sobre cultura, sobre arte, sobre literatura, sobre política, sobre todo. Lo tengo muy relacionado con mi formación y mi juventud.

Granada era la ciudad de García Lorca, por supuesto. Cuando yo empecé a escribir, Lorca era ese poeta que había sido ejecutado en la Guerra Civil y con su muerte se había borrado la ciudad moderna de los años veinte y treinta. Para mí, crecer, educarme, estudiar en la universidad, fue ir a buscar esa ciudad que había desaparecido con la muerte de García Lorca. Esa ciudad yo me la encontré mucho en los bares y en las discusiones de las barras, y en las mesas donde la gente vivía y bebía, y discutía de política y literatura al mismo tiempo.

Carmen Sanjulián: —¿A quién recuerdas con un cariño especial?

Luis García Montero: —A mucha gente. He tenido una buena relación con mis padres y he tenido una vida familiar paradójica, porque mis ideas personales, políticas, han sido muy distintas a las ideas tradicionales de mi familia pero, sin embargo, el trato ha sido muy humano y muy bueno.

Desde el punto de vista de la literatura, he tenido la suerte de que algunos maestros se hayan bajado del pedestal donde yo los tenía, de figuras míticas, y se hayan convertido en amigos míos por su generosidad. El primero Rafael Alberti. Era el amigo de Lorca, el poeta del exilio, el poeta republicano. Y con él, mientras yo hacía mi tesis doctoral, tuve una amistad muy estrecha. Después, importantes para mí han sido escritores como Francisco Ayala, como Ángel González, como Jaime Gil de Biedma. A todos ellos los recuerdo de un modo muy especial.

Carmen Sanjulián: —Cincuentena, un libro en el que recogiste cincuenta poemas que además coincidían con tu aniversario. ¿Es difícil? ¿Cómo los elegiste?

Luis García Montero: —Muy difícil. A mí me gusta pensar en la literatura, pero como lector. Como lector yo sigo cuidando mucho al adolescente que fui, que se deslumbró con un libro en las manos y que se dedicó a escribir porque admiraba enormemente lo que leía de García Lorca, de Neruda, de Machado, de Cernuda, de tantos poetas. Pero como escritor es muy complicado, porque yo, cuando me leo a mí mismo, no tengo esos ojos de admiración que me hacen disfrutar de la literatura. Tengo ojos de corrección, de corrector: aquí me he equivocado, aquí podía haberlo hecho de otra manera…

Si uno conserva la conciencia crítica, eso es tan importante como conservar al adolescente deslumbrado que uno fue. Cuando se lee, uno no lo pasa muy bien porque descubre, más que placeres, errores, posibilidades distintas. Y yo, en esta antología, en Cincuentena, escogí no los cincuenta poemas que más me gustan, sino aquellos a los que les tengo menos miedo, que me dejan más tranquilo, que cuando los leo, los ojos de corrector que tengo, me regañan menos. Eso es lo que hice al cumplir cincuenta años, hacer una colección de cincuenta poemas.

Carmen Sanjulián: —¿Nos da miedo el paso del tiempo?

Luis García Montero: —Creo que sí. El paso del tiempo es algo que es inevitable en la condición humana, porque no solo pasa el tiempo para nosotros, sino que tenemos conciencia del paso del tiempo. Los que solo viven bajo sus instintos, no tienen conciencia de eso. Recuerdo lo de los instintos porque creo que vivimos en una época que está apostando demasiado a tener una relación instintiva con el tiempo. Nos rodeamos de muchos eufemismos, queremos ocultar que somos seres llamados a envejecer, que somos seres llamados a morir. Parece que la vida contemporánea invita al eufemismo, a olvidarnos de la ancianidad, de la enfermedad, de la muerte. Y yo creo que una de las tareas importantes de la literatura es tener presente la memoria, y tener presente que la vida no es solo la felicidad bobalicona de una exaltación superficial de la juventud.

Escribir es escuchar a los mayores, cosa que se está olvidando con frecuencia. Escribir es tener conciencia del otro lado de la realidad, la que no se envuelve con un papel de regalo, la que tiene que ver también con el dolor, con la pérdida, y en ese sentido, uno de los temas fundamentales es el paso del tiempo.

Carmen Sanjulián: —«Aunque tú no lo sepas», un poema que te ha dado mucho de sí.

Luis García Montero: —Ya sabes la relación que tienen los padres y los hijos. En cuanto cumplen unos años, los hijos tienen la tarea de quitarse de en medio a los padres. Es así y eso lo hemos hecho todos. Yo publiqué en el libroHabitaciones separadas «Aunque tú no lo sepas». Enrique Urquijo, el cantante, se interesó por el poema y le pidió a Quique González, un cantautor al que yo admiro mucho, que hiciera una versión del poema. La hizo, el poema se convirtió en canción, después se convirtió en título de película y apareció en una película, después ha aparecido como cita en algunos otros libros.

Ha tenido mucha suerte, pero lo que yo más le agradezco es que un día, mi hija, amante de Quique González, entró en su página web con unas amigas y de pronto vio la historia de «Aunque tú no lo sepas» y cómo Enrique Urquijo le había encargado a Quique la canción. Vino muy seria y me dijo: «Oye, papá, la canción de Quique González, ¿sale de un poema tuyo?» Y le dije: «Pues sí hija mía, es verdad lo que cuenta esa página web». Desde entonces me miró con otros ojos. Decidió que me iba a respetar un poquito más de lo que me respetaba normalmente.

Carmen Sanjulián: —Luis, ¿qué te hace feliz?

Luis García Montero: —Creo que en medio del invierno y de la crisis en la que vivimos, y en un mundo lleno de precariedades, la palabra felicidad es demasiado solemne. Pero yo no renuncio a la alegría, porque la capacidad de disfrutar de la vida, de no abandonarse a la renuncia y al dolor, y de buscar las cosas buenas de la vida, creo que es la única consigna que se puede aceptar con un poco de decencia.

Hay ámbitos de calor en la vida. Me gusta la amistad, me gusta la literatura, y a veces están muy unidas porque algunos de mis mejores amigos son escritores y admiro lo que escriben. Pero bueno, hay otros amigos con los que me gusta ver un partido de fútbol, salir a tomar copas, a tomar cerveza. En un pub irlandés que hay en Madrid, el O´Connor, tenemos dos citas semanales. Tiene que pasar algo muy grave para que yo no cumpla, porque me gusta ser feliz y estar alegre con mis amigos… Y el amor, por supuesto, creo que la literatura, la amistad y el amor son los ámbitos de mi alegría.

Carmen Sanjulián: —Las palabras forman parte de nuestra vida. ¿Tenemos palabras preferidas?

Luis García Montero: —Pues sí, tenemos palabras preferidas y hay que cuidarlas mucho, porque a veces nuestras palabras preferidas las manipulan y las convierten en algo raro.

Mira, podría hablarte de palabras que a mí me fascinan por como suenan, la palabra «damajuana» a mí me parece maravillosa, la palabra «ojalá» me parece maravillosa. Pero cuando me preguntan últimamente, yo siempre digo que la palabra que más me gusta es «despertador» y lo explico: porque la palabra «amanecer» está muy manipulada, es una de esas palabras que, en cuanto te descuidas, se escapa y acaba en un himno. Son palabras demasiado solemnes, como que «el mundo está empezando», que «la vida va a cambiar», que «el futuro llega». Y, sin embargo, la palabra despertador me parece menos solemne y más humana.

Me gusta mucho trasnochar, pero me gusta también ver la luz del día. Luchar por el futuro es trabajoso. Después de las largas noches, hay que levantarse y hay que madrugar, y hay que ir al trabajo, y eso es luchar por el futuro. Para mí, eso está más encerrado en la palabra «despertador» que en la palabra «amanecer». Es llegar a casa y poner la hora para que al día siguiente puedas levantarte, puedas abrir los ojos y puedas seguir por el mundo.

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