La Bella durmió casi cien años. El Príncipe apareció y encontró la cama fría, sin vida, con la mujer más bella del mundo. Sabía qué debía hacer. La besó.
Era el primer beso para ella. Se despertó, abrió los ojos y la vio. No era como se lo imaginaba en sueños. Era bajito, con el pelo rojo, los ojos pequeños y cansados. Después de muchas horas de viaje, su olor era mezcla de sudor y caballo sucio. No le gustó nada.
Ella vio su vida futura con el hombre que no quería. El dolor de esta visión era insoportable. Toda la corte y el pueblo esperaba su “sí”. Pero ella se quedó callada.
– ¿Quiere la Princesa ser mi esposa? – el Príncipe repitió la pregunta arrodillando.
– No – respondió ella.
Toda la gente se quedó sin aliento. El Rey estaba muy enfadado. Se levantó de repente y la abofeteó. Ella intentó protegerse pero , después de tantos años en letargo, era muy débil. Su padre la empujó furiosamente frente a todo el pueblo. Con ojos llenos de lágrimas, la Princesa no se fijó en la piedra grande y se tropezó y chocó la cabeza con otra piedra. El golpe fue fatal. En el charco de sangre la Bella empezó a dormir de nuevo, para siempre…
Julia Janiszewska