A partir de mediados del siglo XVIII , la necesidad de redefinir las relaciones entre lo universal y lo particular- condición previa indispensable para la construcción de la naciones- da lugar a una mutación de la legitimidad cultural. Su centro de gravedad da lugar a un triple desplazamiento: histórico, geográfico y social. La antigüedad grecorromana es sustituida por las edades bárbaras, el mundo mediterráneo por la Europa del Norte, y los salones de las elites refinadas por las aldeas rústicas. Una nueva teoría de la cultura es formulada, lo cual permite proponer lo nacional como principio creador de la modernidad.
Se pasa de considerar la Antigüedad grecorromana como única fuente de cultura a considerar que la tradición intelectual culta ha desconocido las fuentes bárbaras de la cultura europea –que sólo el Pueblo ha sabido preservar- en beneficio de las fuentes clásicas.
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