Con la definitiva toma del país por los británicos tras la batalla de Kinsale en el año 1601, los jefes gaélicos se vieron forzados a huir de Irlanda para buscar asilo bajo la protección de las monarquías católicas europeas. La llegada de los jefes gaélicos a Bélgica, Italia y España ayudaron a fortalecer las relaciones entre Irlanda y los poderes europeos tras la culminación de la Guerra de los Nueve Años (1594-1603). Debido a la alianza forjada entre Irlanda y España durante esta guerra, los exiliados irlandeses en España pudieron disfrutar de la libertad religiosa a la vez que conservaban las tradiciones del catolicismo irlandés.
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