“Decime en qué consiste un día verdadero…”
Flavia Company tuiteó este verso suyo la noche del viernes 13 de junio, tras la velada poética en el salón de actos del Instituto Cervantes de Atenas durante el Festival LEA.
Fue uno de los muchos que resonaron esa noche llena de luna y poesía.
@FlaviaCompany «Decime en qué consiste un día verdadero/si el azar no lo asiste o lo amenaza». 2 versos de Volver Antes Que Ir. pic.twitter.com/LW117N3g9D
Qué bien poder compartir emociones y entender lo que esos 140 caracteres significaban. Cuando me encontré, medio al azar, con ellos, no dudé en compartir la complicidad del momento, y contestar al verso y a Flavia.
@majohenar 14 de jun. un día verdadero: velada poética con Flavia, Ospina y Chantal en Atenas bajo la luna llena. Un mágico azar. Gracias.
Pues sí, siempre, una velada poética se intuye mágica dado que la palabra del poema emerge en la voz del poeta. Y si son tres poetas, tres voces, las palabras confluyen y resuenan entremezcladas: tres voces, tres mundos, un mundo, el mundo…
Alguien comentó, al finalizar, el tono silente que envolvió las lecturas y la ausencia de júbilo, que había caracterizado veladas anteriores. Claro, cuando uno dialoga consigo mismo, o con otro- a veces no se sabe muy bien- frente al mundo, este mundo de ahora y aquí, a través de un torbellino o torrente de imágenes, emanadas de nuestra “memoria de elefante”, como hizo Flavia Campany; o cuando uno interpreta el mundo, es decir, este mundo, desde sus orígenes remotos, desde sus entrañas, desde sus raíces, desde los que lo habitan, pero desde la orilla en la que lo habitan, o desde un abajo, porque “Ellos son poderosos”, es decir, los otros, como lo hizo Willian Ospina en una búsqueda de una identidad específica, y universal al mismo tiempo, en una búsqueda de un retorno a lo más “salvaje” de uno en su fusión con la naturaleza; o cuando uno hace que el pensamiento o el intelecto del alma, en su ardua tarea, se meta a dar una explicación sensible y profunda del existir, del existir ahora y siempre, pero dolorido, a través de la fragilidad de un hilo, como de-va-na o va ti-ran-do de él Chantal Maillard, lo que se crea es un ambiente callado, pausado, silente.
Desde el primer verso de “Volver antes que ir” de Flavia Company, con el que comenzó la velada, los “escuchantes”, término que recuperó Víctor Andresco para refererise a los asiententes durante la presentación, nos zambullimos en la torrentera, ¡zas!:
A mi torre de marfil le quedó la memoria del elefante/ y sus colmillos afilados que muerden hacia dentro/y abren brechas/: no se pueden ver desde afuera/y nadie sabe que por aquí/está esta jungla impracticable…
Y esas imágenes se mezclan con las de uno, porque las metáforas visuales pertenecen al que las siente como suyas. Y se van encadenando en una narración cronológica desordenada, como la memoria o la vida:
Preguntate por qué no te asusta el tiempo que pasa/y sí el que ya ocurrió. Resumí/en cinco palabras/la definición de vivir./Una/dos/tres/cuatro/cinco./¿Por qué no éstas? Vivir./Es una sucesión cronológica desordenada,/cosas que ocurren después tendrían que ser antes,/hay hechos que deberían pasar y no les da tiempo,/como al anciano de cruzar la calle,/y entretanto el Gran Colisionador de Hadrones,/el acelerador más potente del mundo,/detecta el quark top,/la más masiva de las partículas elementales/a partir de cuyas propiedades se explican/los fenómenos físicos de la materia,/la que nos amedrenta y nos expulsa del sosiego animal.
Y tras este “continuo volver” toca introducirse en las imágenes conceptuales de Willian Ospina, y la transición no es inmediata, no puede serlo. Tras haber caído de golpe del tobogan poético, en espiral, de Flavia, cuesta entender quién es ese mongol nómada del primer poema de Ospina, fugitivo para sobrevir ante lo implacable del sol, del viento, del hielo, de la estepa, de los lobos…a ritmo lento y repetitivo del comienzo de algunos de sus versos:
muerte…/muerte… /muerte… oh…/oh…/oh… allí…/allí…/allí… estuvo…/estuvo…
Y cuando el poeta consigue trasladarnos a lo más remoto del tiempo, ya estamos preparados para un rito iniciático, pues en “El amor de los hijos del águila”, o “En la meseta de los Vaupes” Ospina no es un poeta sino un chamán, un sacerdote, invisible, quizás:
Qué son…/Qué son../Qué son… Follaje de…/Follaje de…/Follaje de…
Con…/Con…/Con…
Y de sacerdote, el poeta se convierte en estudioso de la tierra en: “ El geólogo” y nos recuerda que:
Aquí hubo un mar hace un millón de años./El hombre no lo sabe, mas la piedra se acuerda.
Y al siguiente instante evoca a Gabriela Mistral, pero en su versión más humana y por tanto mortal, porque su nombre en verdad es Lucila Godoy, en versión reducida, y en los versos hace un llamamiento a la poetisa:
Ven y dale otra vez tu calor a mis labios
antes que sean ceniza,…
Ven y acaricia mi cabeza
donde se habrán de destejer los abismos,…
Y termina el poema en destierro, en exilio, y es fácil entender entonces los versos de “Lo que piensa el viajero en un cuarto de hotel” :
“El mundo está callado esta noche,…
Estoy solo en mi lecho
y un ser hecho de arroyos y de selvas
asciende como un turbio oleaje, como una música,
del fondo de los valles y los años.”
Pero a continuación W. Ospina se nos descubre como ensayista en: “Canción de los dos mundos”:
«En Europa es de día, pero es de noche en África
Al norte del mar está el tiempo, pero está al sur la eternidad».
Y desde Europa y desde África nos vamos a La India, y a sus dioses o a los dioses:
Hay tres millones de dioses, que también son trescientos mil, que también son trescientos, que también son treinta, que también son tres…. Y son muy pocos los que piensan que el mejor de todos es el creador. Porque en estos reinos nadie está muy seguro de que haber inventado el mundo haya sido una buena idea. Ya estamos aquí, es cierto, ya tenemos que amar y adorar, que luchar y buscar, que respetar y sufrir.
Sí, ante esto, necesitamos un guía. En “El hombre que me guía”, de la casta de los brahamanes, nos quedamos ante la imagen del corazón resistente al fuego y solo el agua, el del Ganges, termina de destruirlo. El Ganges es un río, como el del poema: “Un río”, un río por debajo de las cosas. Porque por encima están los poderosos. Eso nos dice en el poema: “Ellos son poderosos”.
No digas que tienes sed, porque te darán un vaso con tu sangre./No digas que tienes hambre, porque te servirán tus dedos cortados./No digas que….
¿Quién hablaba de júbilo? Ya Company y Ospina nos han dejado la mente, el corazón, las entrañas encogidas, a la espera de los versos de Chantal Maillard como refugio. Y en el fondo sí que son un refugio de uno mismo, dentro de uno, ¿de uno? Y nos deja la duda, la incertidumbre hecha retórica en sus poemas: UNO, AQUí, SER PÁJARO. Menos mal que estamos en Grecia, y menos mal que nos aconseja“Matar a Platón” y así recuperar la poesía para expresar lo que es imposible hacer mediante la filosofía:
Escribir/para no mentir/para dejar de mentir/con palabras abstractas/para poder decir tan sólo lo que cuenta
¿Entonces? Entonces, nada, llega el último poema “Sin embargo”:
Sin embargo,
sin embargo,
sin embargo… No me
fío de mí. Nada es
permanente. Menos
lo es la palabra. Esto
tampoco,
esto tampoco,
esto tampoco. No me fío,…
Y termina, y ya no somos iguales a lo que éramos antes de haberlos escuchado. Y nos quedamos muy dentro, callados, silentes y pensativos.
[Texto: María José Martínez]
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