Por Neri Arjona De Santiago, profesora
Este mes de abril es muy importante para mí; mi único hijo cumplirá 15 años. En muchas culturas esto no representa más que un cumpleaños más, pero en la mexicana sólo puede significar algo: ¡fiesta a lo grande! Si bien es cierto que este festejo es tanto para los chicos como para las chicas, los de estas últimas son más llamativos y populares que los de los primeros. Por ello, en esta columna me referiré solamente a las quinceañeras.
En las culturas precolombinas se consideraba que a los 15 años de edad tanto los hombres como las mujeres entraban en la adultez y podían incorporarse a las actividades propias de su género. Las primeras debían prepararse para ser madres y cuidar el hogar; los segundos para ser cazadores o guerreros. Ambos momentos estaban marcados por un rito de iniciación. Dicho rito comprendía un cambio de personalidad a nivel individual, pero también conformaba un aspecto social al hacer partícipe al grupo del que se formaba parte.
La fiesta de XV años puede considerarse como un rito de iniciación social inspirado en los bailes para debutantes de las sociedades de la nobleza inglesa y de la alta burguesía francesa del siglo XIX. En ellos, las jóvenes de 14 a 16 años asistían a su primera presentación oficial en sociedad. Su actuación y desenvolvimiento en estas ocasiones, así como la posición social de los padres, eran decisivos para lograr un matrimonio provechoso para las familias, en los aspectos económico y social.
En México, en los últimos años del siglo XIX y en los primeros del XX, las clases altas del Porfiriato (1876-1910) quienes sentían predilección por todo lo francés, adoptaron la celebración de “temporadas de baile”. El objetivo de éstas era dar a conocer a los jóvenes, hombres y mujeres, casaderos para lograr acuerdos matrimoniales. Dichos eventos fueron reproducidos por las clases menos favorecidas pero sólo para el género femenino.
Hoy en día la forma puede ser similar a ese ritual, pero las intenciones del mismo han variado, aunque no sustancialmente. Así, la celebración de los XV años es una tradición, un momento de estar reunidos con los seres queridos, pero también una oportunidad de lucir el estatus social de la familia en cuestión.
Recuerdo muy bien que una mamá me comentó que desde el momento en que su hija nació comenzó a ahorrar para hacerle una fiesta por todo lo alto. Hay padres que se endeudan para poder pagar esta celebración. Los padrinos, elegidos entre la familia, o el círculo de amigos y de conocidos, juegan un papel importante, pues además de convertirse en los consejeros de la joven en su nueva etapa, también asumen una parte de los gastos del festejo.
En esta celebración están presentes los siguientes elementos. La fastuosidad y forma de los mismos dependen de los recursos económicos de la familia y, por supuesto, de los gustos e intereses de la quinceañera.
La misa.
Para las familias católicas es fundamental empezar los festejos con una misa de acción de gracias, en la que la quinceañera y sus papás agradecen a Dios que ésta haya llegado a esa edad. En su sermón, el sacerdote hace una serie de exhortaciones a ambas partes para que la chica asuma una actitud responsable acorde con su nueva edad.
Se acostumbra a que la quinceañera llegue a la iglesia en un hermoso coche.
Al finalizar el acto religioso, los invitados hacen fotos a las quinceañeras
El vestido.
Puede comprarse ya hecho en una de las numerosas tiendas que se dedican a ello, o puede mandarse a hacer a alguna costurera. Antes, las chicas optaban por los vestidos largos en colores pastel, rosa, azul, amarillo o beige. Actualmente algunas los prefieren en colores y diseños más llamativos. También hay quienes los eligen cortos o no diseñados sólo para esa ocasión, sino que puedan lucirlo en algún otro acontecimiento. La mayoría se sigue decantando por el vestido que las haga verse y sentirse como princesas en ese día tan especial. Cada vez es más popular que las quinceañeras a parte de sus hermosos zapatos de tacón, durante la fiesta, cuando ya se han cansado, se los cambien por unos zapatos deportivos adornados con los colores del vestido. ¡Con estos podrán bailar por horas!
La fotografía.
Después de la misa y antes de ir al salón de fiestas, lo normal es hacerle a la quinceañera una sesión de fotos. Hace algunos años se recurría a los decorados de algún estudio de fotografía. Hoy día las fotos se toman en los lugares más representativos o hermosos de la ciudad o pueblo donde reside la chica, por ejemplo, algún parque, alguna escultura o monumento, o alguna playa.
El vals
Durante el periodo en que el emperador Maximiliano de Austria y su esposa, la emperatriz Carlota instauraron su imperio en México (1864-1867), se adquirieron costumbres europeas, como los bailes al son de los valses de Johann Strauss, padre e hijo. En los años 80´s las quinceañeras bailaban su vals con las melodías del pianista francés Richard Clayderman; las más populares eran “Balada para Adelina” y “Para Elisa”. En los 90’s se acostumbraban como valses dos canciones asociadas a los quince años, “Quinceañera”, que fue el tema musical de la telenovela del mismo nombre, interpretada por la mexicana Thalía y compuesta por los mexicanos Guillermo Méndez Guiú y Álvaro Dávila; y “Tiempo de vals”, cantada por el puertorriqueño Chayannne y compuesta por el español José María Cano. Ahora, cualquier canción que le guste a la quinceañera, en español o en inglés puede servir para tal fin.
Las quinceañeras pueden elegir bailar el vals con uno o más chambelanes, quienes pueden ser familiares, amigos o conocidos de ésta. Actualmente también pueden ser bailarines que se dedican a ello semi o profesionalmente. Otras escogen bailar solamente con sus papás. Algunas más bailan su primer vals con todos los hombres invitados a la fiesta, empezando por el papá y terminando por el más pequeñito ahí presente.
En la actualidad, muchas quinceañeras además de bailar el vals, ejecutan una más coreografías con uno o más cambios de vestuario. Entre los ritmos que eligen están las canciones de moda, la salsa o la cumbia. Las coreografías se ensayan con meses de antelación, con la ayuda de un coreógrafo profesional y suponen muchísimas horas de esfuerzo y disciplina.
El brindis y el banquete
De acuerdo a las posibilidades de los papás, la fiesta tendrá lugar en la propia casa, en un jardín o en un salón de fiestas.
Se acostumbra a que el papá, la mamá, el padrino o la madrina den un discurso de presentación en sociedad, seguido por un brindis en honor de la quinceañera.
Al terminar la cena, viene la parte más divertida, el baile. La festejada y los invitados se mueven al compás de la música de un conjunto musical, luz y sonido o bien un DJ (Disc Jockey) que además de ocuparse de las tornamesas y de la música grabada, hace las veces de maestro de ceremonias.
En la actualidad se acostumbra ambientar la fiesta con personas en zancos que van distribuyendo a los participantes de la fiesta accesorios como bigotes postizos, pelucas, globos, corbatas de papel, anteojos, sombreros, todo con el fin de hacer más divertida una celebración que de por sí ya lo es. Al concluir la fiesta, la quinceañera entrega a los invitados algún recuerdo de ese día, una foto de ella, una pulsera, una toallita con su nombre y la fecha de la celebración, o algún otro detalle.
En algunas fiestas se estila que al final de la misma llega un mariachi a cantar “Las mañanitas”, la canción mexicana de cumpleaños, a la festejada y otras canciones mexicanas tradicionales.
Algunas jovencitas que tienen la oportunidad de elegir entre una fiesta de XV años o un viaje a Estados Unidos, Canadá o Europa, o un crucero por el Caribe, prefieren esta última opción. Sin embargo, la gran mayoría no quiere cambiar por nada el sentirse princesa por un día.
Un agradecimiento muy especial a las bellas quinceañeras: Melissa Torrecilla Aguirre, Miranda del Razo López, Samaria López Delgado, Karina Aguirre Meza e Irlanda Almendra Torrecilla.
Mi más profunda gratitud a los fotógrafos que amablemente han cedido sus fotos para este artículo: Melissa Torrecilla Aguirre, Manuel Morán Hernández y Carlos Eduardo Báez López.
Y yo, como sólo tengo un hijo varón, igual aprovecharé para celebrarle esta señalada fecha, aunque algunos meses después, en México. Ahí están parte de sus raíces y tradiciones y ésta es una de ellas. Además, también es un buen pretexto para reunir dos elementos fundamentales en la vida de un mexicano: seres queridos y fiesta.