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Blog del Instituto Cervantes en Utrecht

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Sofía Segovia: sesión de noviembre del Club de lectura de la biblioteca / Bijeenkomst van november van de leesclub

Ya tenemos con nosotros el resumen de la última sesión del Club de lectura de la Biblioteca del Instituto Cervantes de Utrecht. Este encuentro de noviembre lo hemos dedicado a la escritora mexicana Sofía Segovia. Silvia es la encargada en esta ocasión de presentarnos el resumen de la sesión (texto literario, sólo en español, lengua de creación elegida por el autor).

Hierbij bieden we u de samenvatting aan van de laatste bijeenkomst van dit seizoen van de Leesclub van de bibliotheek van Instituto Cervantes te Utrecht. De bijeenkomst van november ging over de Mexicaanse schrijfster Sofía Segovia. Silvia is deze keer aan de beurt om een samenvatting te presenteren van de bijeenkomst (literaire tekst, alleen in het Spaans, taal van de samenvatting wordt gekozen door de schrijver).

El murmullo de las abejas, de Sofía Segovia

portada del libro el murmullo de las abejas de Sofía SegoviaEn su segunda novela la escritora y periodista regiomontana Sofía Segovia nos acompaña a través de las historias olvidadas de su país, México, al tiempo de la Revolución. En un relato en el que elementos de lo épico como de la novela social se entrelazan con lo sobrenatural, la narración de Segovia, tal como han matizado algunos críticos, familiariza al lector con la historia mexicana por medio de los sentidos.

De hecho, en una entrevista para la revista literaria «Todo Literatura,» Segovia afirmó: La vida es muy sensorial y hoy en día no nos damos cuenta de lo que estamos sintiendo.» En cambio, las descripciones del entorno familiar del protagonista de la novela, Simonopio, y del paisaje campesino de Linares, el lugar en el norte de México donde se desarrolla gran parte de la novela, están repletos de largas descripciones que se refieren a olores, colores, ruidos y sensaciones táctiles. Y ya el primer párrafo de la novela es un ejemplo de esta manera típica de narrar de la escritora: «En esa madrugada de octubre el llanto del bebé se mezclaba con el ruido del viento fresco circulando entre los árboles, el canto del los pájaros y la despedida de los insectos de la noche. Salía flotando de la espesura del monte, pero se apagaba a unos cuantos metros de su origen, como impedido por una brujería a salir en busca de cualquier oído humano.

Además, el exordio de la novela plantea uno de los temas principales del relato: la relación entre el protagonista Simonopio – un niño con la cara desfigurada que abandonaron nada más nacer y que será adoptado por una familia de terratenientes mexicanos – y la tierra de México. En la novela las raíces familiares y los vínculos con el territorio son algo imprescindible, que hasta las ideologías (y sus desafueros políticos) no logran borrar. No casualmente, el título de la novela se refiere al murmullo de la abejas, y el protagonista de esta epopeya, Simonopio, hace su ingreso en la narración precisamente llevando un manto de abejas a su alrededor. La abeja, este animal tan precioso para el equilibrio del medio ambiente, representa especialmente para México un recurso económico fundamental, ya que sin su trabajo de polinización, este país no podría llegar a ser el quinto productor mundial de naranjas y el tercero de limones en el mundo.

Por un lado, la referencia a los insectos es también un homenaje, quizás indeliberado, al escritor Gabriel García Márquez y a su personaje Mauricio Babilonia, que en Cien años de soledad siempre trae consigo una nube de mariposas amarillas. Más sencillamente, Segovia utiliza elementos de realismo mágico para destacar su obra de una banal descripción histórica de México a principios del siglo XX, y darle al mismo tiempo a su relato algo de enigmático. Por otro lado, este «barniz» de realismo mágico nunca predomina sobre motivos más terrenales como lo de la devoción a la familia, y de los valores más intimos de cada protagonista.

La misma figura tan evocadora de Simonopio, que en hebreo significa el que escucha, por ciertos aspectos nos recuerda a El ángel de Galilea de Laura Restrepo. Simonopio viene del misterio, no habla, y el único que lo entiende es Francisco Chico, el hijo de Francisco y Beatriz, dueños de la hacienda donde se desarrolla gran parte de la novela, como describe la escritora. Pero Simonopio tiene algo más concreto del personaje de Dulce Compañía. Aunque se trate aquí también de un mediador entre el mundo real y el mundo celestial, Simonopio no nos propulsa de inmediato fuera de la realidad. Al contrario, el hecho de que vea las cosas más claramente que los otros personajes, hace que no sea sometido a las voluntades de otros seres humanos.

La narración fluctúa entre el relato de Francisco Chico, y la voz de un narrator omnisciente, que al final se reunirán en una sola voz. Pero incluso en las partes narradas en tercera persona, Segovia nos abre al mundo interior de los personajes individuales y de su modo de vivir los acontecimientos históricos de aquel tiempo, vivido por cada uno de manera distinta. Hasta de aquellos personajes que desde un punto de vista histórico-político podrían parecer más controvertidos, como Anselmo Espiricueta, un agricultor expulsado de su tierra a consecuencia de la reforma agraria, la autora nos muestra lados que estimulan nuestra empatía con ellos. De hecho, el relato de Segovia nos muestra que la historia es más complicada de lo que parece. Desde este punto de vista, especialmente la literatura parece ser capaz de mostrarnos lo que la historia oficial a veces olvida: las perspectivas de la gente común, y cómo estos vivieron lo que pasó.

Dicho de otra forma, la novela parece plantear la existencia de dos dimensiones temporales – y de dos memoria colectivas – que tienen la misma importancia: la de la historia nacional oficial, y la del ser humano. Las perspectivas y razones del individuo que en un lapso de tiempo variable, pero siempre solamente de pocas generaciones, ha vivido en su propia carne los aspectos buenos y malos de los cambios históricos, merecen igualmente atención y comprensión del análisis macrohistórico.

Al final, Segovia defiende la convicción de que la literatura, haciendo sobresaltar las historias murmulladas en lugar del ruido agresivo de la rutina diaria, nos ayuda a mejorar el mundo: «Es en la oscuridad más profunda cuando se ven las cosas con mayor claridad,» como dice la novela. Es decir, como eficazmente parafrasó esta frase nuestra compañera Jannie: «la oscuridad deshace de toda frivolidades, y te fuerza llegar al fondo del asunto.» Animada por la idea de que la literatura nos ayude a desarrollar una actitud empática hacia lo que todavía no conocemos, o que no comprendimos lo suficiente, como el destino de nuestros antepasados, o de los ciudadanos de países lejanos, de otras culturas y religiones, la autora de El murmullo de las abejas nos ha revelado de esta manera una perspicaz y al mismo tiempo apasionada visión de México en la época de su salto hacia la modernidad.

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