Yes! We have finally published all the 80 short stories received for our “Don Quixote competition”
To find yours, just type your forename in the searching box of the blog.
Thank you very much again for participating and thank you very much to all the teachers that encouraged their pupils to write about Don Quijote. You all made a very good job.
We really enjoyed reading the texts received and we are very sorry we just could give four prizes for two winners in the two different categories.
category 7-11 y. o.
1st prize Alex Vicar “The Quijote in my life”
2nd prize category 7-11 y. o. Nikki Moxhag-Baker “Lampposts in the city”
category 12-19 y. o.
1st prize: Anthony James “Don Quijote”
2nd prize: Sara Aveni “Giulio, mi quijote”
We hope you enjoyed as much as we did practising your Spanish and maybe discovering something new about our culture and about Don Quijote. In fact, this was the main purpose of our competition.
We hope you will celebrate with us the International Book Day next year again.
Tengo este amigo. Al menos así, pensé que lo tenía. Debería han dado cuenta antes haberme de cómo era, yo podría haber le detenido. Yo podría haber detenido todo. Siempre tenía una imaginación fantástica, incluso cuando éramos jóvenes. Nos reunamos cuando teníamos siete. Se mudó a mi escuela en el año, ella era tímida y hermosa; ella se sentaba en la esquina y sólo dibujaba imágenes y escribía en su libro poco. Su diario poco.
Todos los demás pensaban que ella era extraña, pero yo estaba intrigada por ella, por lo que un día fue y se sentó con ella, supongo que fue el día que regaló mi vida. Deseo que no lo hubiera hecho. Nos convertimos en amigas: mejores amigas. Vivió en mi calle, jugábamos cada día. Ella tenía esta imaginación que fue simplemente fuera de este mundo, algunos días me preguntaba si era normal, pero ella era mi amiga. Sí, ella era mi amiga. Hemos jugado partidos, actuamos personajes y pretendimos ser princesas – todas sus ideas.
Es extraño que pensara esto como normal. No era normal. Pero teníamos a siete años. Estábamos libres. Bueno, estaba, a continuación.
A medida que creció continuamos siendo amigos, le gustaba el teatro, me han gustado matemáticas, me ha gustado la coherencia y la evidencia: me gusta la prueba, mi amiga fue por otro lado, nada como yo. Ella nunca fue. Supongo que permanecí amigas con ella a través de los años porque no tenía a nadie, he perdida mis amigos principales, le gustaba.
Pero yo no soy el tipo a mi espalda sobre un amigo. Lo debería haber hecho. Mis amigos me dijeron que no estaba bien, que mintió. Creo que esto todo junto, yo sabía que supongo que me ha gustado mucho la emoción. La emoción de las historias que se dijo, era claro como el agua eran todas falsas.
Solía tener muchas problemas cuando estaba con ella, por cosas que no había hecho. Nunca era yo. Nadie cree en mí, ni en mi madre. Ella aplastada por el efecto de invernadero con un ladrillo de una vez, por alguna razón, ella estaba sólo enojada. Dijo que era yo. ¿Por qué ella dijo era yo? Le dijo a mi madre que «de repente enloquecí» y que actué como «un dragón enojado». Aún no sabía lo que actuaría como un dragón enfadado. Permanecido en silencio. Parecía haber perdido mi voz cuando estaba con ella, ella robó, ella robó las palabras de verdad de mí. Siempre hizo. ¡Yo estaba en tierra por un mes! – Yo no podía verla – nunca me he sentido tan libre.
Era como un ‘ el quijote’. A veces, no lo entiendo le en absoluto. A veces, deseo que hice, a veces, me alegró que no. Encontré mi voz de nuevo. Ya no estoy bajo su control. Tenía este amiga. Y ella era una mentirosa. Lamento todo lo que me hizo hacer, pero yo estoy libre de ella ahora. Por siempre.
Nunca confiesa en El Quijote.
Samantha M.
Barton Court Grammar School
Donna salió deprisa de la mansión y registró la zona con preocupación. “Tiene que estar aquí,” pensó, y aun así, lo que tenía delante demostraba lo contrario; a su marido, Kevin, no se le veía por ningún lado. Perpleja, Donna se acercó a un banco de piedra y se sentó. No había estado allí ni siquiera dos segundos cuando, de repente, el seto la envolvió. Sacudiendo los brazos como un gato salvaje, Donna soltó un alarido y empezó a aporrear a su captor. “Donna, para de pegarme con tanta violencia, por favor, o me vas a magullar terriblemente.” Reconociendo la voz, dejó de moverse y se dio la vuelta.
“Kevin, ¿Por qué estamos en el seto?” Donna lo miró con desaprobación, y arqueó una ceja a su extraño atuendo. Llevaba pantalones cortos color beige, un sombrero de caza descomunal y un cinturón grande que se había atado torpemente alrededor de su considerable cintura. Después de liberar a Donna, volvió con rapidez a su ocupación previa; mirando fijamente por el espacio pequeño entre la base y el respaldo del banco. Giró la esfera para enfocar los prismáticos y de pronto soltó un grito de satisfacción. Se volvió a su mujer con una sonrisa traviesa de oreja a oreja y, con un susurro ronco, exclamó “¡Lo he encontrado!”
“¿Qué es, precisamente, lo que has encontrado?” Donna sabía que era mejor no confiar en los arrebatos de Kevin: como era un hombre superdotado, siempre se le había dado todo bien, pero ahora, a punto de cumplir cincuenta y cinco años, su agudeza intelectual se había convertido en una excentricidad profunda, que rozaba la locura.
“El ejército…” contestó, lleno de entusiasmo, “…y ¡no voy a dejar que esta vez!” Con una ráfaga de energía, saltó del seto a toda velocidad hacia el cobertizo donde guardaban las herramientas. La reacción de su marido dejó atónita a Donna. “¿Qué ‘ejército’?” Pensó para sí misma, “y ¿Qué va a hacer en el cobertizo?”…
Al otro lado de la finca, la Señora Álvarez montaba su caballo por el camino de herradura. Le parecía un día estupendo. Todavía ninguno de los chicos se había caído de los caballos, y el buen tiempo le daba la oportunidad de gozar de las vistas preciosas. Estaba a punto de silbar una melodía alegre cuando, de repente, un cortacésped pasó por delante como una bala. No lo podía creer, pero la figura que veía era totalmente real: un hombre montaba el cortacésped, y aceleraba hacia el grupo de alumnos gritando “¡Os destierro de ésta tierra!” mientras asestaba un golpe al aire con un rastrillo.
Una niña de seis años, Silvia, se acercó al hombre raro. Miró los pantalones cortos, el sombrero descomunal y su considerable cintura, y con entusiasmo exclamó “¡Duendecillo!”. En ese momento, Kevin cayó en la cuenta de la realidad de la situación; éste grupo no era ningún ejército. Con un suspiro, simplemente se levantó y se marchó, y los jinetes continuaron como si ni siquiera hubiera estado allí.
Robyn B.
Tunbridge Wells Girls’ Grammar School
Indudable, es el quijote en mi vida. Este hombre es extraño. Este hombre tiene las calidades extraordinarios. Este hombre no es fácil a explicar. ¿Pero quién es este hombre?
Son las seis y media. Llueve mucho y el cielo es oscuro. Oigo un golpe a la puerta – ha vuelto a mi casa. Llevando una capa oscura y larga, este hombre cruce la habitación a grandes zancadas. Sus pasos hacen ruido retumbante en el sueno de madera. ¿Pero quién es este hombre?
En el pasado me envió unas cartas postales cuando él estaba al extranjero. Las aventuras que tenían en los países exóticos eran extraordinarias y me dijo las historias de las chicas, el vino y el sol.
Quiere un café sin leche o crema. En su mano derecha tiene una petaca con el güisqui, y tiene un pañuelo impreso con las bocas rojas.
A veces he tenido unas llamadas misteriosas cuando he preguntado para el adres de mi abuela para darla un poco de dinero. Una historia larga y complicada que empezó en los años cincuenta. Hoy en día tiene este dinero en su bolsa oscura, y la colocó sobre la mesa que está delante de él.
Mi familia y yo, no sabeos mucho de él. Un hombre con un pasado accidentado, era parte del servicio secreto durante la Segunda Guerra Mundial. Luchó contra los alemanes en Italia. Cuando mi madre era más joven, él era un amigo del padre de mi madre, pero pienso que él es muy diferente ahorra. Sus ojos son más viejos y un bigote es más rizado.
Temblando de miedo, le di el café. Habla conmigo en una voz áspera. Súbitamente, rompe la copa en la mesa y blande un cuchillo.
‘¿Porque tiene este cuchillo? grito con miedo.
‘Sabes porque…’ murmura este hombre. ‘Tienes algo que quiero.’
‘¿Qué?’
‘¡No puedes mentir! ¿Dónde está el arcón?’
¿Qué arcón? Señor, ¿Hace cuánto tiempo que comió?
¿Hace dos semanas. Estoy demasiado ocupado para comer o dormirme. ¡Debo leer mis libros! ¡No te importa!’
‘Da guerra señor, ¡no puedo ayudarle!’
‘¡Silencio! ¡Siéntate!’ Nerviosamente me siento en el sofá. Estoy temblando como un flan. Sin embargo, él esta temblando como yo pero da más miedo que nunca con los ojos rojos. ¿Qué voy a hacer? ¿Quién es este hombre?
‘¡Es suficiente Señor! No puedo seguir así,’ digo con calma. ‘¿Dónde vive?’ No da ninguna respuesta. Es un enigma.
Caído del cielo, empieza a reírse. Sabe que no hay un arcón. Sabe que no puedo ayudarlo. Pero todavía no sé quién es este hombre. Hace muchos años que vuelva a esta casa de mi familia donde mi abuela y madre vivía y donde vivo y donde mis hijos vivirán.
‘¿Por qué está aquí señor?’
‘No sé. Espero que sea más claro con esta carta.’ Abro la carta y veo un árbol genealógico de mi familia. ‘Estás aquí, y estoy aquí,’ señala y explica el hombre. Este hombre es mi tío abuelo, Alberto.
‘Lo siento, mi amigo. Adiós.’ Empieza su siguiente misión.
Robert W.
Barton Court Grammar School
Para escribir este ensayo, tuve que investigar ‘Don Quijote’ y sus característicos. Encontré que es ferozmente inteligente, sabe más que confiesa, es un poco loco pero a veces puede ser cuerdo, y protege los pobres. Estos característicos recordarme de un persona, mi abuelo. ¿Por qué podría preguntar?
Primero es un poco loco (de la mejor manera posible). Dice muchas historias que son inventados y son muy extraños. Un ejemplo es cuando dijo que visitó Australia y vio muchas koalas y canguros, pero no lo ha visitado y no ha visto koalas y canguros. De dicho, parece como tiene demencia o es demente, pero no, solo es gracioso e imaginativo.
Un característico que admiro es que puede charlar con cualquier persona porque soy bastante tímida.
Lo que no admiro es que charla con cualquier persona vaya donde vaya. Por ejemplo cuando fuimos a Londres, charló con una mujer todo el viaje y encontró que tuvieron mucho en común. Me dio mucho vergüenza y a mi familia también. Si cree que el nombre de alguien no le queda, lo cambia. Mi hermano tiene un amigo que se llama Max ‘Marchador’ y lo dio un nuevo nombre: Max ‘Corredor’ porque ‘Marchador’ era demasiado lento, aparentemente.
A mi abuelo la gusta mucho caminar, para pensar y reflexionar (es muy inteligente como Don Quijote) y a veces mi abuelo no le puede encontrar porque no tiene un móvil y ¡una vez mi abuelo no le pude encontrar para dos horas! Me pregunto en que piensa por un tiempo tan largo, y una vez le pregunté pero no respondió.
Por último, a mi abuelo le gusta mucho ayudar otros y mi padre me habló de cogía autoestopistas en su camino a trabajo y de cuando mi abuelo dio una lavadora a unas monjas y (mi padre dice que) ¡las monjas todavía rezan por el! Nunca había oído esta historia, pero parece justo el tipo de cosa que haría mi abuelo, porque es amable y cariñoso (y a veces un poco loco)
Rachel W.
Surbiton High School
El abuelito Franz nació en 1920 que dio la casualidad que en el apogeo de su juventud coincidió con el amanecer de la segunda Guerra mundial. Como todos los varones fornidos en Alemania en este tiempo, Franz tuvo que alistarse en el ejército y le mandaron- a la compañía de un puñal de chavales de acero- a alguna esquina dejada de la mano de Dios en Rusia.
Fue el lugar que quedaba reservado para los que solo aprobaron su ingreso en el ejército porque eran compinches o primos de los oficiales examinadores. Mientras su futura esposa bailaba con los soldados franceses, a despecho inocente de que era técnicamente la súbdita de Francia, Franz tiritó, solitario, bajo una manta fina, inepta en la lucha contra el invierno violento.
Tras 65 años, una vida llenita, noches bajo un edredón ahuecado por las manos cariñosos de la abuelita Erika, el nacimiento de dos niños y una nieta (yo), Franz cuenta con orgullo como él, como único de su partido, sobrevivió el invierno y recibió una medalla helada por su éxito. La medalla queda escurridiza, y como me susurra la abuelita, Franz fue despachado a casa al cabo de tres meses por un accidente chiripa, en el cual una astilla de granada lo hizo medio sordo.
Franz vigila al mundo desde su silla de ruedas delante de la ventana, pero no mira la escena idílica que le presenta la aldea pintoresca afuera, sino que observa lo que ocurra desde un espejo, expectante de que un espía ruso podría entrar por la puerta y atacarle por la espalda. Así pasa su tiempo, apretando a su espejo, convencido de un agredido, y a veces me grita “¡Comandante!” cuando Erika entra el cuarto, cierto de que ha llegado por fin el espía ruso con su escuadrón siguiendo cerca detrás. La abuelita Erika lo reprende, pero Franz le mira con desconfianza todo el día y rechaza todo tipo de alimentación, sospecha de que sea envenenado.
Cuando yo era chiquita, Franz crió a conejos magníficos con pelo de nieve, y ojos rojos que me parecían como dos círculos aterradores de fuego. Mi abuelo tenía la costumbre de caminar sigilosamente hasta la jaula y abrir, en secreto, las puertas que encarcelaron a los conejos. Como cría, yo me arrastré detrás de él con la certidumbre de que éramos parte de una misión de suma importancia. Dentro poco tiempo, se oían los gritos enfadados de la abuelita Erika, y Franz me jalaba: teníamos que irnos de prisa, sino los rusos también nos tomaran prisioneros, como lo hacían a sus compañeros. Mirábamos, apretados al suelo, como el comandante de las tropas rusas, enojado de que los conejos habían pisoteado sus flores, los atrapó de nuevo en la jaula.
Con edad, Franz se escapa más y más en el mundo aventuroso de su imaginación, y, aunque físicamente está encadenado a su silla de ruedas, estoy segura de que, en su mente, corre muchos kilómetros, y que este es el secreto de su supervivencia.
Priska K.
Barton Court Grammar School
Hace mucho tiempo, en el verano de 2002, cuando el viento fue lento y los días fueron largos y calurosos. El sol empezó a poner delante de los campos. Pensé: “Quizá leeré un libro”, y escogí un libro del estante, se llamó “La Guerra Grande de los Gnomos”. Me gustan mucho los gnomos, y no vi un libro sobre ellos. Me quedé leyenda.
La próxima mañana, tuve mucho sueño, pero en el viaje á instituto, todo que vi fueron los gnomos. En todos partes. A los semáforos, vi el gnomo rojo con una barba roja y un sombrero rojo, el gnomo amarillo con una barba amarilla y un sombrero armarillo y el gnomo verde con una barba verde y un sombrero verde. En las calles, vi los peatones, llevaron unos sombreros y tuvieron unas barbas. Me confundí.
Llegué al instituto y me senté en mi asiento, temblé, tuve miedo y estuve confuso. Mi mejor amigo Gonzalo vio, y dijo, “¿Josué? ¿Josué? ¿Cuál es el problema?”
Me volví lentamente y cuchicheé, “¿No ves los gnomos?”
Preguntó, “¿Qué gnomos?”
Respondí, “Están por todas partes, en las calles, en los edificios, por todas partes. Somos los únicos. Todos los demás son los gnomos. Veo los gnomos. ¿Por qué no?”
“No. No veo. Que no existen.”
Grité, “¡Veo! ¡Veo los gnomos! ¡Están por todas partes! Tu eres mi amigo mejor, tú debes creerme.”
Pues moví de Gonzalo.
Después de clases de la mañana, durante la comida, Fui a los campos de instituto. En realidad, el mejor instituto jugaron el partido de rugby contra el instituto se llama Colet Court pero pensé que fue la Guerra Grande de los Gnomos. Corrí al centro de campos y grité, “¡No! ¡No! ¡Parad la Guerra! ¡Porque ustedes ven! ¡Detener la guerra!”
Me empujó de la campos y enviado la oficina del director de colegio. Y ahora tengo una detención.
Joshua I.
Dulwich College, London
El fue viejo y delgado, seguido por su barba canosa, larga y suelta. Ella fue pequeña y llena de energía. Cuando Don Quijote, armado, estaba blandiendo su lanza y su palangana de latón, ella se quedó con una sencilla cámara, más primitiva que los juguetes de los niños.
Pero sus fotos, de la misma manera que este texto sincero de Cervantes, fueron dispersados por todos lados, llegando al alma de gente en cada rincón del mundo. Estos imágenes sacan a la luz la injusticia del mundo que la rodeaba. Imágenes de mujeres chechenas, cuyos lágrimas se desborden tal como había derramado el sangre de sus hijos; imágenes inolvidables de campesinos chechenos, de un padre que se puso fuera de sí, aplastado por un dolor abrumador ante su familia y su casa, ambas destruidas por la crueldad de la guerra.
Nos sentamos con tazas de té. Dije, “Natasha, no tienes miedo?”. Respondió que sí, claro que sí. Describió que había enviado su hija vivir en seguridad, con su hermana. “Natasha, podría ser que es hora de parar esa quijotada? Ya no son molinos de viento – son gobiernos poderosos a quién estás agitando tu puño pequeñito”. Con la noble y ciega resolución de Don Quijote, respondió que no puede nunca dejar su pueblo. Sin ella no tendrían nadie a luchar por ellos.
Continuaba de preparar los pleitos de campesinos chechenos y llevarlos al tribunal de derechos humanos de Estrasburgo, así dando a ellos la voz, la palabra y una oportunidad sin precedente. Fue la única que arrastró estos problemas de la oscuridad de esta región perdida del mundo para mostrarlos al público global. Se enfrentó a la fuerza corrupta y peligrosa de dos gobiernos juntos, cuya política caótica no conoce controles ni de consciencia ni de la humanidad.
Fue asesinada este año, su cuerpo dejado al borde de la carretera. Ahora me siento con su hija, con tazas de té. Ella es más joven que yo, y hablamos de todo: de música, de escuelas, de chicos, de política. En ciertos, inesperados momentos, veo un brillo en sus ojos y me recuerde a su madre. Es el destello quijotesco y lo reconzco immediatamente porque brilla con la luz de pasión por una causa idealista, con la luz de un sueño.
En ese momento me doy cuento de que este idealismo de Don Quijote o de Natalia, esta lucha por un sueño a pesar de las consecuencias o de los sacrificios, no es una locura. Lo que hacemos nosotros mismos es la locura real: el hecho que no luchamos contra la injusticia que vemos cada día; el hecho que no tenemos esta chispa en los ojos que puede inspirarnos a querer, siempre querer, cambiar el mundo para mejor.
Paulina I.
Escuela Europea de Culham
Érase un vez en el pueblo de oscuridad, un sicario que se llamó SN. Odió el pueblo y intentó destruir la casa de presidente y luego mató al presidente. Tuve que matar sicario. Me llamo Don.
Anduve a casa de sicario con “mi braza derecho”, se llama André. Llegamos a la puerta enorme. Tuve un arma en mi derecha bolsillo y un cuchillo en mi bolsillo izquierda. El sicario vivió en la negra mansión. Hizo frío y estuvo muy oscuro. Salté por encima de la valla rápidamente. André me dijo que en realidad la casa fue un colegio y no fue una mansión. Pero es muy loco. Bajó el jardín corriendo y eludí el rayo láser.
Entré en la casa por la puerta trasera, pero fue muy que huele mal. André me dijo que en realidad fue no verdad y que de hecho la puerta trasera fue la cafetería. Pero es muy loco. Vi la guarida de SN y preparé entrar. André no pudo ver la guarida y me dijo que no fue una guarida pero fue en un laboratorio de ciencias. Pero es muy loco. Fui al puerto de guarida y olí veneno.
Entré la guarida con André y vi SN. Fue musculoso y tuve una cicatriz en la frente. Llevó una capa negro y tuvo espelúznate ojos, fue sanguinario. Salté y lancé la granada. André me dijo que fue no una granada sino una goma. Pero es muy loco. Una granada explotó pero SN sobrevivió. Luego luchamos para una hora, en una batalla colosal, por fin lancé un cuchillo y entróen el ojo de SN. ¡Diana! André me dijo que no maté SN pero lancé un lápiz a Señor Nash. Dijo de hecho fui loco. El día siguiente volví mi casa porque expulsé para me pegué al Señor Nash. Este cuento se ha acabado.
Aadit S.
Dulwich College, London
En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme vivía un buen hombre con orgullo y valentía. Aquel hombre llamado Arturo tenía un ideal, quería educar a su manera a sus hijas quinceañeras. Arturo sabía que conseguir lo que quería le causaría problemas ya que se encontraría con personas en contra de su ideal, pero no le importaba. Estaba dispuesto a luchar por su objetivo aún teniendo en cuenta sus desventajas.
Después de un tiempo, Arturo empezó a ser conocido como ¨el Quijote moderno¨. No usaba espadas ni escudos, ni tenía un caballo, sino que utilizaba el argumento para conseguir su propósito. Aún junto con su Dulcinea, Teresa, que en algunas ocasiones le ayudaba a lograr lo que Arturo se había propuesto, resultaba difícil conseguir que sus hijas le obedeciesen.
Los vecinos y algunos amigos del pueblo se reían de Arturo al oír que estaba dispuesto a hacer cumplir sus normas. Todos pensaban que estaba loco, que era muy estricto con sus hijas y que no iba a poder salirse con la suya, pero Arturo tenía su ideal y no iba a darse por vencido. Pensaba que los adolescentes tenían que tener normas claras y no podía ceder a sus maniobras. Con sus hijas era más estricto que ningún otro padre y muchas veces no las dejaba hacer todo lo que ellas querían. La televisión no se podía ver entre semana y los móviles había que dejarlos al llegar a casa, pues decía que allí ya no eran de utilidad.
Sus hijas se negaban a escucharle u obedecerle, llegaban tarde a casa, no cumplían las normas, buscaban mil excusas para tener los móviles en sus cuartos y muchas tardes con el pretexto de hacer deberes se conectaban a Internet. Eran muchas las maneras de engañarle y eran hábiles porque se manejaban con mucha soltura en este mundo de máquinas y redes.
Él no se desesperaba. Se matriculó en cursos sobre Internet, leyó todo lo que pudo sobre el mundo de las nuevas tecnologías, se informó, preguntó y con mucha paciencia se llegó a sentar con sus hijas mientras éstas hacían los deberes para ver qué páginas visitaban. Así, Arturo, con mucho aguante, fue consiguiendo que sus hijas algunas veces le obedeciesen y respetaran su forma de pensar. Las hijas en el fondo sabían que, de alguna manera, obedecerle era lo correcto, pero seguían pensando que eran muchas normas las que debían cumplir.
Fue Teresa la que en esta historia ayudó a Arturo y a sus hijas a cambiar. Poco a poco fue convenciendo a las hijas de que Arturo no era mala persona ni estaba loco, les explicó que él sólo quería educar a sus hijas e intentaba hacer lo adecuado. Arturo siguió con todas sus normas y sus hijas quinceañeras siguieron intentando eliminarlas.
Nuria C.
Instituto Español Vicente Cañada Blanch