Por María Nieto
En mi memoria están esas sobremesas de verano en la meseta castellana, tras comer y con el café aún en la mesita de la sala de estar, frente al sofá. Las ventanas cerradas o entornadas con las persianas a medio subir o a medio bajar, para matizar el calor y dejar la sala en una fresca sombra. El ventilador daba vueltas y se enredaba en un murmullo somnoliento. Era un momento perfecto de relajación.
Nos amodorrábamos en el sofá y veíamos, sí o sí, la televisión. Las imágenes más placenteras y llenas de aventura que recuerdo son las de las bicicletas. Miles de ruedas dando vueltas de forma casi hipnótica. Caras con expresiones imposibles de un esfuerzo que me parecía sobrehumano. Rodaban, rodaban y rodaban arriba y abajo de una montaña, a un lado y a otro de las curvas, junto a edificios altos o casitas de pueblo. Se veían pasar bicicletas dejando atrás ríos e iglesias, playas y catedrales, gestos, palabras, gente.
Con la voz del locutor me dormía, no profundamente sino que me sumía en un estado casi meditativo. Creo haber viajado por mil ciudades durante aquellas tardes de bicicleta. Creo que tras los radios de una bici por la tele, fue la primera vez que vi la Catedral de Santiago, la Playa de la Concha o incluso la Torre Eiffel.
Veíamos el Giro de Italia, el Tour de Francia y por supuesto La Vuelta Ciclista a España.
Con suerte, cuando La Vuelta pasaba por Madrid, salíamos al Paseo de la Castellana a coger sitio y poder animar a los ciclistas patrios. Yo no sabía muy bien cómo distinguirlos. Me ayudaba mi padre y los monos que llevaban los ciclistas con los nombres de los patrocinadores.
Mi padre por entonces había visto, o escuchado en la radio en tiempos sin televisión, media vida de la historia del ciclismo profesional. Había sido testigo de clase baja y luego cercana a la media que dice él, de cuatro o cinco décadas de la historia de España, del costumbrismo, del antes de la guerra, de los años del hambre de posguerra, de la dictadura, de la democracia y del estado del bienestar.
Tal vez por eso me llamó la atención la noticia de la que hace poco se hacían eco los periódicos españoles, sobre la reivindicación de la vuelta ciclista a España, La Vuelta, como patrimonio del deporte español en su 80 aniversario. El director de la empresa organizadora decía «Hoy cumplimos 80 años y quiero hacer una reivindicación: La Vuelta es un patrimonio del deporte español. Cada año pasamos por más de 400 ciudades, llegamos a 180 países y hemos salido desde el agua de un circuito de motos en Assen, hecho un crono nocturno en Sevilla y llegado a la Bola del Mundo».
Y es que es así. Es un deporte que une, que explora y que acerca personas y culturas y que contagia el entusiasmo. Quien habla de La Vuelta, habla del Tour de France. ¿Quién no ha visto imágenes históricas de las carreteras pedregosas del Aubiscque y del Tourmalet? A los pocos años de comienzo del Tour, ya estaban los
primeros ciclistas trotando por los Pirineos. Eso fue sólo el comienzo de una verdadera pasión que hacía y hace acudir a miles de personas a los puertos y valles esperando encontrar el mejor sitio para animar a los ciclistas.
Ahora estoy en Holanda, con tradición ciclista pero sin grandes carreras. Por cuestión de espacio, de montañas… Sin embargo el arraigo de este país y su devoción por las bicicletas y por el ciclismo, le ha llevado a acoger etapas importantes de los eventos ciclistas nombrados. No hace mucho salió del circuito de motos de Assen la misma Vuelta y este año tenemos el Tour a las puertas del Instituto Cervantes en la ciudad de Utrecht.
Toda la ciudad está a los pies del Tour, con un entusiasmo casi contagioso. Cada rincón de Utrecht, cada tienda, cada bar, cada colegio, cada centro cultural … hará un hueco para homenajear este evento. El Instituto Cervantes de Utrecht también ha querido poner su granito de arena, por respeto, por interés y por la unión que conlleva este deporte entre países y entre culturas. La forma que tenemos de celebrarlo es haciendo una pequeña exposición de fotografías del fotoperiodista español Francis Tsang.
La muestra gira en torno a la visión del ciclismo profesional, desde el margen de la carretera.
Recoge retratos de los ciclistas al igual que del público, en poses y actitudes curiosas que denotan el esfuerzo, y la pasión que levanta este deporte. La exposición explora la cuestión de cómo el público del Tour, el Giro y La Vuelta, interactúa con el ciclista y con el acontecimiento en sí, llegando incluso a modificar la perspectiva del momento cuando se observa cada imagen.
Francis Tsang es un reputado fotoperiodista español, que cuenta con una amplia trayectoria profesional y varios premios nacionales e internacionales. En este trabajo, Tsang consiguió fotos excelentes tomadas en unas condiciones durísimas. Con ellas ganó un certamen Photo Press. Con estas fotos se transmite la dureza del ciclismo y a la vez que son un homenaje al público que busca el mejor lugar y esperan con paciencia a que lleguen sus ídolos.
La muestra reúne 25 fotografías seleccionadas de otras tantas para poder adaptarse al espacio expositivo destinado. La exposición patrocinada por Santander Consumer Finance Benelux B.V., Grupo Cerveza Española, JagerJanssen architecten, Het Andere Spanje, IndeShop y Tortillaes, se podrá ver desde el 3 julio de 2015 en el Instituto Cervantes Utrecht, Domplein 3.
La exposición está coproducida por el Instituto Cervantes Utrecht, en cuya programación cultural ha querido hacer un hueco a este acontecimiento deportivo-cultural en el que está volcada toda la ciudad de Utrecht.
Fechas: desde el 3 de julio 2015
Inauguración: viernes 3 de julio
Hora: 15:00 horas
Lugar: Instituto Cervantes, Domplein 3
Comisariado: María Nieto en colaboración con Itziar Muñoz, Sandra van Leeuwen, Guillermo Múgica y el Instituto Cervantes Utrecht.
Otra información: web, Spain Made for You, Utrecht2015
Exposición patrocinada por:
Por María Nieto
El viernes 16 de enero de 2015 arrancó la Bienal de Flamenco en los Países Bajos. El Instituto Cervantes de Utrecht participa con actuaciones y también con una exposición homenaje, con fotos de Chema Conesa.
Un poco de historia:
El flamenco fue reconocido en el año 2010 como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
Esta expresión artística constituye la seña de identidad de nuestra cultura mas universalmente reconocida. Su imagen, su sonido, su espíritu apasionado y desgarrado, define a los ojos del mundo exterior el universo de la idiosincrasia hispana.
Como expresión artística, el flamenco fusiona el cante, el baile y el acompañamiento musical o toque. La guitarra como instrumento rey, pone el sonido base sobre el que la voz y el ritmo dibujan los diferentes modos de interpretación. –los palos,- y en estos se recoge todo el recorrido expresivo de un arte que nace para la alegría y la tristeza, la pasión y el dolor, el recogimiento y el sobresalto, la tradición y la renovación.
El flamenco tiene en su adn la diversidad cultural de su procedencia, el arraigo identitario en la sociedad que lo vive, la tradición oral y una vocación abierta a la fusión con otras expresiones artísticas.
Su peso en la cultura española es cada día más y mejor reconocido, su estudio nos descubre la fusión cultural integradora que ejerce en la diversidad de este país. Su duende, evoca todo lo mágico de una expresión artística que consigue universalizar su mensaje pasional.
Origen de la exposición:
Como reivindicación y homenaje a los artistas y trabajadores de este género, la Comunidad de Madrid con motivo del festival Suma Flamenca, propuso una exposición de fotografías de gran formato instaladas en la calle Fuencarral, ubicadas en el boulevard entre la glorieta de Quevedo y la de Bilbao.
Se trata de retratos en los que aparecen en parejas, identificadas con sus nombres y oficios, las grandes figuras de este arte junto a trabajadores, técnicos, artesanos, cuadros del toque y del baile, hosteleros y empleados de esta industria cultural que han mantenido la llama viva de esta identidad en perpetua evolución, y han conseguido convertirse en aspiración y meta de prometedores aspirantes de este género.
Los retratos buscan una igualdad en el plano fotográfico al ser todos de cuerpo entero y sobre fondo negro. En cuanto a su contenido, los protagonistas aparecen en sus trajes habituales de trabajo. En cuanto a su expresión, aparecen en actitud serena, buscando la sobriedad en el gesto y evitando lo interpretativo.
Las fotografías estuvieron colocadas en ambas caras de monolitos alquilados para la ocasión, de 170 cms de ancho por 236 cms de alto, que pesan por unidad 375 kilos, asegurados en estabilidad y eficacia ante cualquier fenómeno atmosférico y ya utilizados en otros eventos similares. Su instalación requirió de una grúa pluma situada sobre el camión que los transporta.
Su colocación en la zona peatonal de la calle Fuencarral tuvo la función de crear un pasillo jalonado por los enfrentamientos de los monolitos en las zonas libres de terrazas o parques infantiles existentes en esa calle. Su colocación fue perpendicular a las fachadas de los edificios, permitiendo crear un diálogo entre el discurso de los monolitos. Una hilera se colocó aproximadamente en la línea de farolas y la otra en la línea de bancos, lo que permitió dejar una avenida libre de más de cinco metros de ancho por donde pasear y contemplar a ambos lados las imágenes al caminar, fuera cual fuese la dirección de la marcha.
El número de fotografías estuvo entre 30 y 40, dependiendo finalmente del número de monolitos adecuado, que se fijó entre 15 y 20.
Las imágenes se imprimieron con tintas av que consiguieron una luminosidad alta bajo luz residual de farolas públicas. Estuvieron adhesivadas sobre dibón rígido y con un tratamiento anti graffiti, que permitió una fácil limpieza inmediata. Su instalación sobre los monolitos se hizo por la parte superior de los mismos, lo que evitó cualquier manipulación no deseada.
Una vez finalizada la exposición, la Comunidad de Madrid ha conservado los paneles de las fotografías para su eventual exhibición en otros eventos.
Bajo la supervisión de la Dirección General de Artes Escénicas, el comisariado y la dirección y realización artística de este proyecto corrió a cargo de Chema Conesa, que ha contado con la colaboración de los responsables del festival Suma Flamenca, la coordinación de Lidia Lechado, el estilismo y maquillaje de Germán Cabrera, y la ayuda técnica de Marcos García.
Las fotografías han sido realizadas en las instalaciones de los Teatros del Canal.
La exposición en Utrecht:
Las fotografías expuestas ahora en Utrecht, son una muestra de las imágenes tomadas por Chema Conesa con un formato adaptado al espacio del edificio del Instituto Cervantes. Si bien la presentación se aleja de la forma y el objetivo del proyecto original, si que comparte su esencia en cuanto a hacer un homenaje al flamenco con fotografías de una calidad técnica y estética excepcional. Ya no sólo la luz o los personajes conocidos y desconocidos, sino la composición, las líneas, los colores… todo se aúna para hacer de esta exposición un visita que merece la pena.
Por Marina Díaz López, técnico de cine y audiovisuales del Instituto Cervantes de Madrid
La carrera de Jaime Rosales se puede pensar como un tablero del juego de la oca, donde en cada casilla en la que un espectador cae, le espera una sorpresa que elucidar. Parece que Rosales trata de reinventar el cine en cada nueva película proponiéndose distintos dispositivos formales que le obliguen a modificar sus propuestas narrativas. De este modo, pone al servicio de la historia, el estilo en el que la película busca expresarse. Por ejemplo, en La soledad (2007) trabajó con la polivisión y en Tiro en la cabeza (2008) con la visión con teleobjetivo, como dos propuestas visuales que eran respetadas escrupulosamente, a fin de dar un marco para que los personajes encontraran su lugar en el relato. En el fondo, hay aquí algo de «cine de los orígenes», una apuesta por entender cómo la materialidad estrictamente fílmica del cine permite un acercamiento a lo más esencial de los posibles relatos humanos; sin la argucia del montaje, sin la premura del ritmo fílmico habitual.
Por otro lado, se puede decir que su pulsión por encontrar el significado viene acompañada por su tesón en hacerse entender. Sin duda, él es uno de los directores que mayor énfasis pone en la interpretación y contextualización de sus propias películas antojándose su discurso como una enunciación, también nueva, de la revisión que siempre ha de suponer la crítica como el discurso sempiterno para hablar del cine, para ver cómo nos es significativo. La pregunta que alerta cada nueva película de Rosales es: ¿Por qué una película es como es?
En Sueño y silencio parte de una posición férrea de acudir a lo esencial comenzando por la fotografía en blanco y negro, por el trabajo intuitivo y directo con los actores (que no eran profesionales y a los que solo se les concedió un plano para cada secuencia) y por la puesta en cuadro absolutamente ajena a la comodidad. La historia se acerca, como también es habitual en sus narrativas, a la pérdida demoledora y a la irrupción de la muerte. Más allá de ese punto de inflexión, denuncia, para negarlos, todos los elementos que podría atribuir al drama (o al melodrama) para verter sobre la vida doméstica, el día a día de la tragedia y del vacío que trae consigo. Las conversaciones entre los personajes y las visiones encuadradas de manera fija ahuyentan la mirada directa al sufrimiento. Por ello, la forma de enunciar el encuentro o el desencuentro entre los personajes parece animar a una comunicación mucho más esencial que el de la combinación de planos o el de la evidencia del primer plano. Así, la puesta en cuadro pasa a ser un subterfugio más del relato fílmico contra el que luchar, con el fin de comprender verdaderamente qué les está pasando a los personajes.
Así, solo los breves momentos en los que la cámara se mueve para eludir la mirada directa sobre la familia que protagoniza la trama, u otros en los que el color se cuela, quejumbroso y marrón, sobre los rostros o las ropas de los personajes, se antojan como una pequeña rebeldía del propio dispositivo fílmico, como una forma de eludir la parsimonia del dolor que inunda las vidas de los personajes, cambiar la forma de encararlo.
Para terminar, hay que apuntar una pequeña nota que se vive así en la propia película. Al inicio y al final, un pintor trabaja sobre un lienzo de madera dibujando motivos animales que luego va emborronando. Son imágenes que parecen ribetes a una historia que se va a contar plásticamente, como los frisos de los claustros o las decoraciones de los viejos muebles con sus motivos vegetales. Este pintor frenético, compulsivo, es Miquel Barceló.
Sueño y silencio es la película seleccionada dentro del Festival de cine europeo
Europees Film Festival.
Fecha: 19/09/2014
Hora: 16:00 h
Lugar: Instituto Cervantes Utrecht (Domplein 3, Utrecht)
Información práctica sobre la película Sueño y silencio
Por Neri Arjona De Santiago, profesora
Este mes de abril es muy importante para mí; mi único hijo cumplirá 15 años. En muchas culturas esto no representa más que un cumpleaños más, pero en la mexicana sólo puede significar algo: ¡fiesta a lo grande! Si bien es cierto que este festejo es tanto para los chicos como para las chicas, los de estas últimas son más llamativos y populares que los de los primeros. Por ello, en esta columna me referiré solamente a las quinceañeras.
En las culturas precolombinas se consideraba que a los 15 años de edad tanto los hombres como las mujeres entraban en la adultez y podían incorporarse a las actividades propias de su género. Las primeras debían prepararse para ser madres y cuidar el hogar; los segundos para ser cazadores o guerreros. Ambos momentos estaban marcados por un rito de iniciación. Dicho rito comprendía un cambio de personalidad a nivel individual, pero también conformaba un aspecto social al hacer partícipe al grupo del que se formaba parte.
La fiesta de XV años puede considerarse como un rito de iniciación social inspirado en los bailes para debutantes de las sociedades de la nobleza inglesa y de la alta burguesía francesa del siglo XIX. En ellos, las jóvenes de 14 a 16 años asistían a su primera presentación oficial en sociedad. Su actuación y desenvolvimiento en estas ocasiones, así como la posición social de los padres, eran decisivos para lograr un matrimonio provechoso para las familias, en los aspectos económico y social.
En México, en los últimos años del siglo XIX y en los primeros del XX, las clases altas del Porfiriato (1876-1910) quienes sentían predilección por todo lo francés, adoptaron la celebración de “temporadas de baile”. El objetivo de éstas era dar a conocer a los jóvenes, hombres y mujeres, casaderos para lograr acuerdos matrimoniales. Dichos eventos fueron reproducidos por las clases menos favorecidas pero sólo para el género femenino.
Hoy en día la forma puede ser similar a ese ritual, pero las intenciones del mismo han variado, aunque no sustancialmente. Así, la celebración de los XV años es una tradición, un momento de estar reunidos con los seres queridos, pero también una oportunidad de lucir el estatus social de la familia en cuestión.
Recuerdo muy bien que una mamá me comentó que desde el momento en que su hija nació comenzó a ahorrar para hacerle una fiesta por todo lo alto. Hay padres que se endeudan para poder pagar esta celebración. Los padrinos, elegidos entre la familia, o el círculo de amigos y de conocidos, juegan un papel importante, pues además de convertirse en los consejeros de la joven en su nueva etapa, también asumen una parte de los gastos del festejo.
En esta celebración están presentes los siguientes elementos. La fastuosidad y forma de los mismos dependen de los recursos económicos de la familia y, por supuesto, de los gustos e intereses de la quinceañera.
La misa.
Para las familias católicas es fundamental empezar los festejos con una misa de acción de gracias, en la que la quinceañera y sus papás agradecen a Dios que ésta haya llegado a esa edad. En su sermón, el sacerdote hace una serie de exhortaciones a ambas partes para que la chica asuma una actitud responsable acorde con su nueva edad.
Se acostumbra a que la quinceañera llegue a la iglesia en un hermoso coche.
Al finalizar el acto religioso, los invitados hacen fotos a las quinceañeras
El vestido.
Puede comprarse ya hecho en una de las numerosas tiendas que se dedican a ello, o puede mandarse a hacer a alguna costurera. Antes, las chicas optaban por los vestidos largos en colores pastel, rosa, azul, amarillo o beige. Actualmente algunas los prefieren en colores y diseños más llamativos. También hay quienes los eligen cortos o no diseñados sólo para esa ocasión, sino que puedan lucirlo en algún otro acontecimiento. La mayoría se sigue decantando por el vestido que las haga verse y sentirse como princesas en ese día tan especial. Cada vez es más popular que las quinceañeras a parte de sus hermosos zapatos de tacón, durante la fiesta, cuando ya se han cansado, se los cambien por unos zapatos deportivos adornados con los colores del vestido. ¡Con estos podrán bailar por horas!
La fotografía.
Después de la misa y antes de ir al salón de fiestas, lo normal es hacerle a la quinceañera una sesión de fotos. Hace algunos años se recurría a los decorados de algún estudio de fotografía. Hoy día las fotos se toman en los lugares más representativos o hermosos de la ciudad o pueblo donde reside la chica, por ejemplo, algún parque, alguna escultura o monumento, o alguna playa.
El vals
Durante el periodo en que el emperador Maximiliano de Austria y su esposa, la emperatriz Carlota instauraron su imperio en México (1864-1867), se adquirieron costumbres europeas, como los bailes al son de los valses de Johann Strauss, padre e hijo. En los años 80´s las quinceañeras bailaban su vals con las melodías del pianista francés Richard Clayderman; las más populares eran “Balada para Adelina” y “Para Elisa”. En los 90’s se acostumbraban como valses dos canciones asociadas a los quince años, “Quinceañera”, que fue el tema musical de la telenovela del mismo nombre, interpretada por la mexicana Thalía y compuesta por los mexicanos Guillermo Méndez Guiú y Álvaro Dávila; y “Tiempo de vals”, cantada por el puertorriqueño Chayannne y compuesta por el español José María Cano. Ahora, cualquier canción que le guste a la quinceañera, en español o en inglés puede servir para tal fin.
Las quinceañeras pueden elegir bailar el vals con uno o más chambelanes, quienes pueden ser familiares, amigos o conocidos de ésta. Actualmente también pueden ser bailarines que se dedican a ello semi o profesionalmente. Otras escogen bailar solamente con sus papás. Algunas más bailan su primer vals con todos los hombres invitados a la fiesta, empezando por el papá y terminando por el más pequeñito ahí presente.
En la actualidad, muchas quinceañeras además de bailar el vals, ejecutan una más coreografías con uno o más cambios de vestuario. Entre los ritmos que eligen están las canciones de moda, la salsa o la cumbia. Las coreografías se ensayan con meses de antelación, con la ayuda de un coreógrafo profesional y suponen muchísimas horas de esfuerzo y disciplina.
El brindis y el banquete
De acuerdo a las posibilidades de los papás, la fiesta tendrá lugar en la propia casa, en un jardín o en un salón de fiestas.
Se acostumbra a que el papá, la mamá, el padrino o la madrina den un discurso de presentación en sociedad, seguido por un brindis en honor de la quinceañera.
Al terminar la cena, viene la parte más divertida, el baile. La festejada y los invitados se mueven al compás de la música de un conjunto musical, luz y sonido o bien un DJ (Disc Jockey) que además de ocuparse de las tornamesas y de la música grabada, hace las veces de maestro de ceremonias.
En la actualidad se acostumbra ambientar la fiesta con personas en zancos que van distribuyendo a los participantes de la fiesta accesorios como bigotes postizos, pelucas, globos, corbatas de papel, anteojos, sombreros, todo con el fin de hacer más divertida una celebración que de por sí ya lo es. Al concluir la fiesta, la quinceañera entrega a los invitados algún recuerdo de ese día, una foto de ella, una pulsera, una toallita con su nombre y la fecha de la celebración, o algún otro detalle.
En algunas fiestas se estila que al final de la misma llega un mariachi a cantar “Las mañanitas”, la canción mexicana de cumpleaños, a la festejada y otras canciones mexicanas tradicionales.
Algunas jovencitas que tienen la oportunidad de elegir entre una fiesta de XV años o un viaje a Estados Unidos, Canadá o Europa, o un crucero por el Caribe, prefieren esta última opción. Sin embargo, la gran mayoría no quiere cambiar por nada el sentirse princesa por un día.
Un agradecimiento muy especial a las bellas quinceañeras: Melissa Torrecilla Aguirre, Miranda del Razo López, Samaria López Delgado, Karina Aguirre Meza e Irlanda Almendra Torrecilla.
Mi más profunda gratitud a los fotógrafos que amablemente han cedido sus fotos para este artículo: Melissa Torrecilla Aguirre, Manuel Morán Hernández y Carlos Eduardo Báez López.
Y yo, como sólo tengo un hijo varón, igual aprovecharé para celebrarle esta señalada fecha, aunque algunos meses después, en México. Ahí están parte de sus raíces y tradiciones y ésta es una de ellas. Además, también es un buen pretexto para reunir dos elementos fundamentales en la vida de un mexicano: seres queridos y fiesta.