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Blog del Instituto Cervantes de Estambul

Biblioteca Álvaro Mutis

Una verdad sospechosa

Cuando entramos a cualquier lugar siempre debemos estar atentos a las advertencias.

Los lectores que ya han comenzado Una novela criminal seguro que se han visto provocados, interpelados, por esa Advertencia con la que se inicia el relato: “Lector, estás por adentrarte en una novela documental o novela sin ficción.”.

Y los más avezados ya estaréis con las antenas disparadas ante ese oxímoron –“novela sin ficción”, y todavía más cuando sois directamente llamados por el autor a tomar distancia con ese consejo paterno-materno filial del “ya te lo dije, tú ya sabes dónde te metes, no digas que no te lo advertí antes”: «Si bien me esforcé por contrastar y confirmar los testimonios contradictorios» -así es la realidad-, sin embargo -afirma Volpi en ese preámbulo- «muchas veces no me quedó otra salida que decantarme por la versión que juzgué más verosímil. Para llenar los incontables vacíos o lagunas, en ocasiones me arriesgué a conjeturar -a imaginar escenas o situaciones que carecen de sustento en documentos, pruebas o testimonios oficiales […]».

Fuente: Volpi: «El lenguaje se ha vuelto un instrumento para ocultar las cosas» (elnacional.com)

Porque uno no se llama Jorge Volpi, gana el premio Alfaguara de Literatura 2018, es uno de los mejores escritores mexicanos de los últimos tiempos, y se dispone simplemente a transcribir el proceso de la causa criminal contra Israel Vallarta y Florence Cassez. No, el propio autor nos da una pista del significado de estas palabras preventivas, en un artículo publicado recientemente en el periódico El País a propósito de la concesión del premio Princesa de Asturias de las Letras al escritor francés Emmanuel Carrère (Emmanuel Carrère o la verdad sospechosa | Cultura | EL PAÍS (elpais.com)): “ si Carrère nos intriga, nos conmueve y nos irrita, no es tanto por la sinceridad con que expone sus múltiples torturas […], sino por la permanente tensión entre su promesa de decir siempre la verdad y su irremediable tendencia a mentir, tan propia de cualquier novelista.

Muchos de vosotros habréis caído en la cuenta de que la Advertencia viene inmediatamente después de una cita de Paul Valéry: “Le mélange du vrai et du faux est énormément plus toxique que le faux pur”.

Sin duda, estos dos elementos que adornan el pórtico de esta novela (la advertencia y la cita) contienen la esencia del relato en el que estamos a punto de adentrarnos. Como en aquel frontispicio de la Academia de Platón que nos apercibía de que todo aquel que no supiera geometría no tendría acceso, Volpi nos lanza una imprecación parecida: no leas esta novela sin recordar que no hay realidad sin ficción.

Y Volpi no nos decepciona: “La mejor manera de empezar una historia es con otra” (inicio del capítulo 1.La aguja y el pajar, de Una novela criminal), con un relato, con la historia de Valeria Cheja, una mujer de 18 años que es secuestrada en pleno corazón de Ciudad de México. Esas primeras páginas ya os habrán servido para olvidaros del manto de precauciones con el que intentábamos abrirnos paso hacia la lectura. Sin embargo, en nuestra mente resuenan varias preguntas:

  • ¿Qué papel jugamos como lectores de Una novela criminal?
  • ¿Cuál es el punto de vista del autor?
  • ¿Quién miente?
  • ¿Qué importancia tiene la mentira en esta historia?

Esperamos vuestros comentarios y experiencias a pesar de que ya estéis inmersos en la catarata de acontecimientos en torno a Las Chinitas.

Un libro, cuatro manos y muchas lenguas

Una de las tareas más apasionantes en los cursos de ELE es crear cadáveres exquisitos, emular esa técnica surrealista en la que construimos una obra compartida para que los estudiantes colaboren entre sí en un ejercicio de expresión escrita. La idea está basada en un juego de mesa en el que se escribía por turno en una hoja de papel, la cual doblaban ocultando parte de la escritura y después pasaban al siguiente jugador para que continuara el texto. El pintor surrealista Max Ernst pensaba que era un barómetro de los contagios que se producían en un círculo de creadores. Pablo Neruda y Federico García Lorca los llamaron poemas al alimón y Nicanor Parra y Vicente Huidobro quebrantahuesos. Sin embargo, muchos de los profesores de español dudan de que esta técnica sea algo más allá que un divertimento en el aprendizaje de una lengua, aunque para los teóricos de la estética resulte una anticipación del proceso de cuestionamiento de la autoría en la obra de arte, concepto que adquirirá su época dorada con la posmodernidad.

Dos ideas, la del cadáver exquisito y la del cuestionamiento del autor, que apuntan a uno los aspectos más llamativos del proceso creativo de Trilogía de los años oscuros: nos referimos a la escritura a cuatro manos. “Escribir a cuatro manos es un ejercicio de colaboración íntima que obliga también al desapego constante, algo que rompe con lo que se suele entender como autoría. Y es también un ejercicio de debate constante porque dos voces nombrando el mundo implica trabajar con la armonía para buscar un pensamiento polifónico.”, afirma en su web Martha Zein.

Fuente: El difícil arte de escribir a cuatro manos por Librotea | Librotea (elpais.com)

El próximo sábado podremos preguntar a Rosa Ribas cómo fue su método de trabajo a cuatro manos con Sabine Hofmann. Mientras, os dejamos este extracto de una de las numerosas entrevistas concedidas por las autoras con motivo de la publicación de Don de lenguas:

“Sabine y yo nos conocemos desde que trabajábamos juntas en la Universidad de Frankfurt. Allí ya habíamos escrito un relato largo en común y nos quedamos con ganas de repetir la experiencia, pero ya con un proyecto de mayor envergadura.

El proceso creativo ha sido, por supuesto, muy distinto al trabajo en solitario. Desde el principio, en la fase de planificación de la novela, hasta el final, ha sido necesario discutir ideas, ponerse de acuerdo o no, decidir, compartir informaciones, … Trabajoso pero enriquecedor. Después nos hemos repartido los capítulos a partir de los diferentes personajes (cada una tenía una constelación de personajes) y, una vez teníamos el texto completo, nos tradujimos. Porque cada una escribió en su propio idioma. Al traducirnos mutuamente, al adoptar la mirada crítica y atenta del traductor, pasamos el texto por un tamiz muy fino. El resultado han sido dos manuscritos completos, uno en español y el otro en alemán.”

Aprovechamos la singularidad de la coautoría para incluir una breve semblanza de Sabine Hofmann:

Nació en Bochum, Alemania, en 1964. Estudió Filología Románica y Germánica y ha trabajado numerosos años como docente en la Universidad de Frankfurt, donde conoció a Rosa Ribas, y donde surgió un proceso de colaboración y amistad que cristalizó en la trilogía de la que Don de lenguas es su obra inaugural.

Fuente: «Don de lenguas» Rosa Ribas & Sabine Hofmann (elblogdelafabula.blogspot.com)

Este arte de la tolerancia, la generosidad y el riesgo que constituye la creación de obras conjuntas, si bien es un género poco explotado, tiene múltiples referentes a lo largo de la historia de la literatura: no por ser los primeros, pero sí por ser representantes del surrealismo, escuela que fue laboratorio de la experimentación artística, tenemos los ejemplos de André Breton y Philippe Soupault, en Los campos magnéticos (1920) (“Esta noche somos dos frente a este río que desborda nuestra desesperación”), o del propio Breton y Paul Éluard en La inmaculada concepción (1930).

Entre los clásicos contamos con los poetas románticos Wordsworth y Coleridge en Baladas líricas (1798); con Wilkie Collins y Chales Dickens, en el XIX, con Calle sin salida (1867); sin olvidarnos de la fructífera colaboración entre Joseph Conrad y Ford Madox Ford en las novelas Los herederos  (1901), Romance (1903) y La naturaleza de un crimen  (1923), y que según Ezra Pound lograron la misma transformación para la prosa inglesa que la que había logrado Flaubert para la francesa.

Además, no podemos obviar la contribución a la causa de la poliescritura de la generación beat: Y los hipopótamos se cocieron en sus tanques  (2005), el libro autobiográfico de Kerouac y Burroughs; o desde otro horizonte literario la desmesura de Diario de Sintra (2012), obra escrita no a cuatro sino a seis manos por Christopher Isherwood, W. H. Auden y Stephen Spender; ni ignorar el trabajo de Gilles Deleuze y Felix Guattari en el campo de la filosofía (¿Qué es filosofía?, 1991, o El Antiedipo, 1972, entre otros). Recientemente Stephen King, el maestro del terror, ha publicado un libro escrito con su hijo Owen, Las bellas durmientes (2017).

Si ponemos el foco en la literatura en castellano, hay que evocar una obra que descansaría seguramente en alguno de los estantes de la biblioteca imaginaria de Borges y que, por el contrario, duerme en el catálogo de ausencias de dos premios Nobel: la novela que debían haber escrito Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa sobre la guerra que enfrentó a Colombia y Perú en 1932 y 1933 y que, desgraciadamente, nunca vio la luz. Sin embargo, la obra que sí reposa en los anaqueles de Borges es la de Horacio Bustos Domecq o la de Suárez Lynch, heterónimos de la pareja Borges y Bioy Casares. Bustos Domecq escribió Seis problemas para don Isidro Parodi (1942) y Suárez Lynch Un modelo para la muerte (1946); los dos son el mismo suplantador del que Borges confiesa que “acabó adueñándose de la situación. Era el tercer hombre que a la larga terminó dirigiéndonos con mano de hierro”.

A finales del siglo XX tenemos los ejemplos de Roberto Bolaño y A.G. Porta, quienes trabajaron juntos en guiones o cuentos antes de escribir la novela Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce (1984); de los Pérez Reverte, Arturo y su hija Carlota, en la primera entrega de Alatriste (1996); o de Felipe Benítez Reyes y Luis García Montero con una obra aparecida también en 1996, Impares, fila 13. Benítez Reyes afirmó en su momento que la experiencia fue fascinante, pero que no repetiría porque “con la edad, uno se vuelve más maniático, más solitario, más temeroso de salirse de sí mismo”.

A.G. Porta evoca su amistad con Roberto Bolaño con motivo de la exposición «Archivo Bolaño. 1997-2003, celebrada en el CCCB en 2013

Y de fecha más cercana son las de Vicente Molina Foix y Luis Cremades, El invitado amargo (2014); la de Graciela Montes y Ema Wolf , El turno del escriba, premio Alfaguara 2005 ; o el premio Anagrama de Ensayo 2007, La ceremonia del porno, de Andrés Barba y Javier Montes. Aunque, como afirma Barba, el resultado no se correspondió con lo acordado, siempre llegaban a “un lugar nuevo que era algo más que la suma de los dos”.

Un lugar nuevo como el que han abierto en nuestra alma lectora Ana Martí y Beatriz Noguer, de la pluma de Rosa y Sabine. ¿Quién es quién?:

“Joaquín Grau no lo reconocería nunca abiertamente, pero le gustaba su imagen en el espejo. […]”

¿Será la de Hofmann o será la de Ribas? El sábado, NO OS LO PERDÁIS, lo descubriremos.

Un original thriller filológico

Aprovechemos este sugerente gancho con el que el escritor Lorenzo Silva animaba a leer la novela para mostrar una de las características más originales del relato construido por Ribas, Hofmann: la paradójica influencia de lengua y literatura en la construcción de la trama.

El proceso creativo fue plenamente consciente, querían subrayar que la filología era su campo formativo: habían expresado en alguna entrevista el deseo de hacer “una novela en la que la lengua tuviera importancia”, (sin caer, eso sí, en una especie de CSI lingüístico). Y vaya si la tiene: la novela está repleta de citas literarias, de referencias a Quevedo, al Quijote, al Libro de buen amor, al Lazarillo o a las Metamorfosis de Ovidio, por dar sólo algunos ejemplos; sin olvidarnos del contexto literario de la época con la aparición de Nada, de Carmen Laforet o La noria, de Luis Romero. El género negro tiene también su lugar: Raymond Chandler aparece ya desde los primeros capítulos como el “maestro criminólogo” de Ana. También hay subtextos que se vislumbran y de los que seguro que Rosa Ribas nos hablará.

Sin embargo, la novela no es una casa de citas sino que lo literario y lo lingüístico se articulan para desvelar la investigación, para resolver el crimen, al modo que otra maestra del género, la francesa Fred Vargas, lo teje con su profundo conocimiento de la Historia (os dejamos aquí una entrevista para que la conozcáis un poco más).

Recordemos que los primeros pasos de la investigación se encauzan gracias al descubrimiento filológico de la pareja Ana Martí-Beatriz Noguer en unas cartas de Mariona Sobrerroca, la fallecida (el género epistolar y la profesión del amanuense escritor de cartas, en su mezcla de alta y baja cultura). Habrá otras cartas: la de denuncia que recibe Pablo, la carta de la Universidad de Oxford que espera Beatriz, las cartas de Ana cerca de la Boquería, …, Valmont y Mujer actual jugando en el mismo terreno.

Así, Ana y Beatriz honran con su discurrir a Hermes, el mensajero de los dioses, aquel que funda de manera mítica el arte de la hermenéutica: “arte de la interpretación como transformación”, estrategia desde lo filológico y lo filosófico para resolver lo mundano, rasgos que Ribas y Hofmann utilizan huyendo completamente de la pedantería y del cultismo. Todo está construido con naturalidad, sin que chirríe, ciñéndose al canon.

Alexis Ravelo en su blog Ceremonias lo expresa con precisión: “El amor por la palabra, el respeto por el lenguaje, […]en esta novela negra se habla mucho de literatura, de lenguaje, de variantes léxicas y de idiolecto, hasta el punto de que algún personaje llega a justificar uno de sus descubrimientos diciendo que ha sido filológicamente demostrado”.

¿Os parece atractivo este vínculo entre literatura y trama policial? Seguro que ya habéis descubierto muchos de ellos. Si os apetece, podéis compartirlos y enriquecer la lectura del grupo.

¿Qué pensáis de la relación entre Ana Martí y Beatriz Noguer? ¿Creéis que están bien definidas, bien diferenciadas? ¿Tienen voces propias?

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