El nacimiento de un bebe era uno de los elementos más complejos de la comunidad, requiriendo varias ceremonias específicas. La primera de estas, programada para el quinto o séptimo mes del embarazo, era la «fashadura», en la que un grupo de mujeres cercanas a la familia quedaban un lunes o jueves para elaborar la «kamiza larga», una ropa para él bebe por nacer.
Tras la «paridura», nombre que se daba al tradicional parto en casa, madre e hijo debían permanecer confinados cuarenta días en el hogar. Para el día 31 de ese encierro, si se trataba de un primogénito, el padre debía ponerse en contacto con un responsable del Templo (o si no lo hubiera, de la prestigiosa familia Cohen) y darle el «pidyon aben», un pago para liberar al niño de sus obligaciones con la religión y a que día de hoy es simbólico, pudiendo limitarse a cinco cucharas de plata.
También se creía en el poder de la leche materna, ofreciéndose mujeres de la comunidad a amamantar a otros bebes y crear «lazos de leche» entre los pequeños sefardíes. Por otro lado, si estos se resfriaban, se creía que la leche de burra curaba sus males.
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