El 13 de abril de 1873 el barrio de Balat amaneció en un clima de inusitada violencia, los griegos del vecino barrio de Fener acudieron a la céntrica calle de Vodina y la tomaron contra los sefardíes locales, acusándolos de haber cometido un crimen ritual en la sagrada festividad cristiana de Pascua. Cierto o no, aquella zona que había sido conocida por el multicultural nombre de Poli Hadash («ciudad de Esther» en greco-hebreo) padecería los estragos del motín hasta que la intervención de las autoridades otomanas le pusieron fin.
Cuando los refugiados sefardíes fueron asentados en la sexta colina de Estambul, a un lado y otro de las murallas de la ciudad, lo que hoy es Balat había sido recientemente expropiado a los autóctonos griegos. Los sefardíes, siguiendo la estructura social de los judíos locales, formalizaron congregaciones a partir de su origen geográfico o familiar, desarrollando asimismo una extensa red de servicios públicos: desde baños públicos, a carnicerías y cementerios, e incluso una cárcel. En 1623 se calculaba que había unos 1,547 hogares judíos en Balat.
El 24 de julio de 1660 se produjo un incendio tan destructivo en el centro de Estambul que produjo la evacuación de los judíos locales y convirtió Balat en el barrio judío más densamente poblado. No sería la última vez que se produciría un desastre similar: el 6 de julio de 1756 otro fuego destruyó 8,000 casas; siendo esto posible porque prácticamente todas estaban hechas de madera.
Aunque en 1728 los vecinos musulmanes desplazaron a cientos de judíos que habitaban cerca de la mezquita, durante siglos Balat se convirtió en el principal centro de acogida de refugiados judíos de Europa (tanto de askenazíes del centro de Europa como de Rusia). Aquellos sefardíes más opulentos, disgustados por la degradación de las calles, emigrarían al otro lado del Cuerno de Oro. La fundación del Estado de Israel y una agresiva política fiscal turca motivaron a muchos locales menos pudientes a dejar el barrio (el rumor que las autoridades habían convertido antiguos hornos de pan en crematorios es muestra del temor que sentían) conllevó un cierto abandono del mismo hasta que, con el auge del turismo en el siglo XXI, Balat se convirtió en un referente hípster.
A mediados del siglo XIX Sisli era un área prácticamente deshabitada, de ahí que el sultán Abdulmejid I autorizara a 400 familias judías a establecer un cementerio en 1854. Los primeros ocupantes pertenecían a una oleada de refugiados askenazis de Crimea, huidos de la represión rusa; más adelante, y ante el empuje de una relevante comunidad sefardí de origen italiano, el sultán Abdulaziz les cediera su uso en exclusiva.
Esta decisión decimonónica no ha estado exenta de polémicas y todavía en 2011 se produjo una disputa entre miembros de la comunidad sefardí y de la askenazí, cuando el Gran Rabino habría criticado que muchos sefardíes eligieran enterrarse en el vecino cementerio askenazí y viceversa.
Una entrada de estilo barroco esconde un extenso campo santo en el que podemos hallar tumbas con epitafios en gran variedad de lenguas: italiano, inglés, francés, alemán, ruso y sobre todo en ladino.
Dirección: Abide-i Hürriyet, No.3, Şişli
Horario: Consultar con la oficina del Gran Rabino.
La muerte de un miembro de la comunidad también estuvo estrictamente codificada; por ello sabemos que, en el siglo XVIII, tras el fallecimiento se lavaba cuidadosamente su cuerpo y se le amortajaba, enterrándolo sin poner en una caja ataúd. Si era posible se le alojaba en un cementerio sefardí aunque, recientemente, muchos miembros de dicha comunidad eligieron el mayor cementerio askenazí de Estambul.
Era costumbre que los siguientes siete días a la muerte sus familiares no salieran de casa y en los treinta días posteriores los hombres de la familia no se rasuraban los cabellos; por su parte las viudas tenían la costumbre de vestir de negro el resto de sus vidas. Pasado un tiempo, los parientes disponían una lápida junto a la tumba donde grababan la edad del difunto, el día de su muerte y que empleo público tuvo. Era costumbre anual llevar a cabo el «Yahrzeit», la visita a la tumba de los padres.
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