“La Barcelona de 1969, por mucho que hubiera crecido en los últimos años, seguía teniendo algo de esas ciudades de provincias en las que todo el mundo se conoce”, y como tal nos la presenta Ángel, un niño que a los 7 años viaja solo en tranvía sin que nadie se escandalice.
Ignacio Martínez de Pisón logra en Derecho natural hacer una cartografía sentimental de la Barcelona de los 70 a través de la cotidianidad de la familia de Ángel. Para todos aquellos que vivieron en la ciudad, la novela constituye una fuente de recuerdos que van diseñando un paisaje en el que se manifiestan las preocupaciones, ideas y vivencias de un pueblo que vive los últimos años del dictador.
La familia de Ángel recorre las calles, casas y pensiones de la ciudad a la vez que él mismo es matriculado en las diferentes escuelas de cada barrio en función de la presencia o ausencia del “cabeza de familia”: “Mi padre era un vacío. Mi padre era el vacío que había dejado en nuestras vidas. Un vacío que, en algunos aspectos, alguien tenía que llenar, y ese alguien era yo.”.
Si bien la novela nos permite conocer esa Barcelona y constatar que los personajes tienen que adecuar su vida a los múltiples cambios sociales y políticos que se están produciendo en España, en ningún modo el autor quiere hacer una crónica documental ni caer en una imagen estereotipada y turística, más bien lo contrario:
“Ahora Barcelona, para bien y para mal, está tomada por el turismo, es una invasión que cambia la fisonomía urbana. Particularmente lo que más me gusta de la ciudad es su parte menos monumental. No me interesa lo que un coreano contempla durante una visita rápida, me gusta la Barcelona sin monumentos, la de Marsé, esa que, de vez en cuando, invado en mis novelas, alejada de clichés y estereotipos. Es difícil no caer en ellos.” (Herme CEREZO, Diario Siglo XXI, 17 de junio de 2017, en el blog: El eco de las voces)
Uno de esos lugares referenciales de las palabras del escritor quizá sea el Nuria, ese restaurante de Las Ramblas, junto a la fuente de Canaletas, “un sitio distinguido, con los camareros en chaquetilla blanca y todos esos señorones vestidos de etiqueta que iban o venían del Liceo.”, y en el que padre, madre e hijo celebran ese papel virtual del padre comiendo langostinos:
La topografía de la ciudad también corre a cargo de Luisa, la madre, y sus habituales cambios de trabajo, reflejo del nivel de supervivencia al que la pazguata y machista sociedad española sometía a una mujer de clase obrera, soltera y con un hijo. Pasará por diferentes establecimientos y profesiones: una elegante tienda de modas del paseo de Gracia, una ortopedia de Roger de Flor, una panadería cerca de la calle Arte, ensobra propaganda para una aseguradora … hasta llegar a la sección de zapatería de El Corte Inglés: “Como de auténtico acontecimiento social puede calificarse la inauguración de El Corte Inglés en nuestra ciudad, efectuada en la tarde de ayer. Autoridades, representaciones oficiales, personalidades de la industria y del comercio de Catalunya asistieron al acto, que revistió brillantes características sociales». Con estas palabras, muy del estilo de la época, describía La Vanguardia la apertura de un centro comercial que revolucionaría el comercio de Barcelona y sería un punto de inflexión en la historia más reciente de plaza Catalunya.” (Silvia Angulo, “El Corte Inglés cumple cincuenta años en la Plaza de Catalunya”, La Vanguardia, 20 de septiembre de 2012).
Independientemente de la importancia comercial del centro de la ciudad, El Corte Inglés se convirtió rápidamente en un catalizador de la actividad cultural y deportiva de Barcelona. Frente a este templo del consumo, la vida y el urbanismo en los barrios de la periferia se fue desarrollando de manera muy diversa y, a veces, de forma deficitaria para el progreso de sus vecinos: «Sin duda, se ha hecho un esfuerzo impresionante para eliminar los gravísimos déficits que existían en la periferia. Y se ha conseguido mucho. Pero aún hay diferencias importantes entre los barrios: siguen existiendo grandes contrastes y una sutil y eficaz segregación. Bastará recordar que todavía las diferentes condiciones de vida de la población se reflejan en las diferentes condiciones sanitarias y en las desigualdades ante la muerte: si creemos en las estadísticas oficiales, el habitante que nace en algunos barrios (Raval, Bon Pastor, Gótic, Barceloneta, Ciutat Meridiana, Montjuic, Zona Franca, Poble Nou y Poble Sec) tiene una esperanza de vida 8 o 10 años menor que el que nace en Las Corts, o Sant Gervasi.” (Horacio Capel, “La transformación de Barcelona en una ciudad bella y bien equipada”, en Horacio Capel, ·»La transformación de Barcelona en una ciudad bella y bien equipada», septiembre de 1994)
Una documentación más detallada sobre la evolución de los barrios barceloneses la podéis encontrar en este artículo del periódico El País: Clara Blanchar, «Los que consiguieron escuelas, asfalto y transporte público«, Barcelona, septiembre de 2020.
Y como contraste, una Barcelona diferente, la de la gauche divine, que Martínez de Pisón mantiene invisible en la novela, pero que convive en tiempo con la realidad que habitan los personajes del relato: “ El término Gauche Divine nació en noviembre de 1969, cuando Joan de Sagarra, gran periodista e hijo del autor de ‘Vida privada’, lo lanzó desde las páginas de Tele/eXprés en octubre de 1969 con motivo de la fiesta inaugural de la editorial Tusquets. […]
Este grupo, en cierto sentido el antecesor a la barcelonesa de la movida, se caracterizó por tener unos contornos de clase […]
Entre sus integrantes más destacados cabe destacar a escritores como Félix de Azúa, Rosa Regás, Jaime Gil de Biedma, los hermanos Moix o José María Carandell, cineastas como Joaquim Jordà, exquisito en Dante no es únicamente severo, Vicente Aranda, Gonzalo Suárez o Romà Gubern, cantantes como Guillermina Motta o Serrat, fotógrafos de la categoría de Colita o Maspons y editores del calibre de Jorge Herralde, Beatriz de Moura, Esther Tusquets y Carlos Barral. […] Lo demás, con su apogeo entre mediados de los sesenta y la muerte de Franco, debe aplaudirse por su relativa rebeldía, pues al fin y al cabo supieron implantar una serie de premisas muy alejadas de la casposidad de la dictadura para luego prevalecer y ocupar los sitios de mando casi hasta ahora. […]generación barcelonesa multidisciplinar caracterizada por su pertenencia a la burguesía, su innata capacidad de promoción, hasta el punto de dominar el panorama durante medio siglo entre oportunismo cronológico y el beneplácito de romper con el sopor franquista, y la capacidad de generar unas señas de identidad muy marcadas mediante una nocturnidad simbolizada en el Bocaccio de Oriol Regàs, club emblemático de la movida de Tuset Street, sucedáneo local de la Carnaby londinense, pese a ubicarse en la calle Muntaner, siempre en el Upper Diagonal, dato importante al rebasar el dominio trazado en esa insulsa avenida por los ganadores de la Guerra Civil.”, Jordi Corominas i Julian, “La Gauche Divine de Barcelona: crónica de una revolución limitada”, en El Confidencial, 18 de julio de 2019.
Sin duda, un panorama aparentemente alejado del que le toca vivir a Ángel y que solo encontrará transformado intelectual y geográficamente cuando tenga que trasladarse a Madrid.
Pero eso será tema para una nueva entrada. De momento, contadnos cómo veis la Barcelona de la novela. ¿La reconocéis? Seguro que apreciáis muchas diferencias con la actual. ¿Qué pensáis del contraste con la gauche divine?
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