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Blog del Instituto Cervantes de Estambul

Biblioteca Álvaro Mutis

Un poco de historia

Con el termino Sefarad solemos denominar a las tierras de la península ibérica tras la expulsión de su población judía, sin embargo, este habría sido utilizado en la Antigüedad para indicar la ciudad de Sardes (en el oeste de la península anatolia). Se explica que durante el reinado de Antioco III (222-187 a.C.) muchos israelitas habrían sido deportados a Sardes y otros puntos de la península, como Van y Harran; mientras el otro gran colectivo judío, los Askenazíes, habrían arribado a las tierras de Polonia y Alemania desde el Cáucaso.

Ya desde la expansión imperial romana encontraríamos núcleos de población judía diseminados por toda la península ibérica, adaptándose sucesivamente a todos los gobiernos posteriores. En Al-Andalús vivieron una Edad de Oro con visires como Ibn Hasdai (1050-1093) y pensadores como Maimonides (1138-1204); mientras en los reyes cristianos alcanzaron un pico de relevancia en reinados como el de Jaime de Aragón (1213-1276). La familia Barbut de Estambul descendería del platero real Salomón, mientras un tocayo rabino seria el ancestro de la familia Ben Aderet.

Dos judíos jugando al ajedrez en la Castilla medieval.

Los graves altercados de 1391 contra las comunidades judías supusieron un duro golpe a su existencia que, gradualmente y con la complicidad de los soberanos, se vieron constreñidas a unos espacios delimitados (juderías) y a portar emblemas identificativos. Conquistado el Reino de Granada en 1492, los Reyes Católicos se decidieron a homogenizar religiosamente su territorio y por ello ordenaron la expulsión de todos aquellos que judíos que no accedieran a convertirse al cristianismo.

Paralelamente, los sultanes otomanos debían lidiar con un territorio de mayoría griega ortodoxa, por lo que estaban interesados en atraer poblaciones de allende: en 1454 el jefe rabino de la comunidad judía romaniota invitaba a los askenazíes del Centro de Europa y en 1492, el sultán encargó al almirante Piri Reis apoyar logísticamente a los refugiados de Sefarad, a quienes se concedería el rango privilegiado de kendi gelen (del turco «voluntarios»).

Sin duda era una buena noticia para aquellos ibéricos que habían decidido persistir en su fe judía pues, habiendo tenido que malvender sus propiedades y estando prohibido salir de los reinos con oro, armas o incluso caballos, se habían visto forzados (aquellos que pudieron hacerlo) a obtener letras de cambio con intereses abusivos.

Una primera oleada de refugiados desembarcó en las costas de Italia y el Norte de África, y los que permanecieron en los reinos independientes de Navarra y Portugal hubieron de escapar también en los años 1497 y 1536 tras la implantación de organismos inquisitoriales semejantes al castellano. En menos de un siglo desde el decreto de expulsión (1492) que la comunidad sefardí ya era una de las más importantes de Estambul.


Mediante el Decreto de la Alhambra (1492) los Reyes Católicos iniciaban la expulsión de todos los judíos de la Península Ibérica.

El ladino

Durante el Antiguo Régimen otomano, uno de los puntales de la cohesión comunitaria era la religión (de ahí que se organizaran en torno a sinagogas); sin embargo, en tiempos más recientes el idioma ladino ocupó su lugar como elemento identificador, precisamente en un momento de claro retroceso frente al turco.

En la península ibérica no existe un dialecto especifico que podamos considerar el origen del ladino pues, en el Estambul del siglo XV, vinieron a encontrarse comunidades judías de lugares tan dispares como Granada o Navarra y, aunque el elemento castellano predominaba por razones demográficas, las influencias del italiano y otras lenguas mediterráneas le darían un carácter único.

Además, la convivencia con otras comunidades como la griega y la llegada en el siglo XIX de sefardíes de los Balcanes conllevarían una evolución en la lengua (por ejemplo, al tenedor le llaman «piroúni» como los griegos).

Campañas de acoso como la que en la década de 1930 apoyaría el judío Munis Tekinalp con eslóganes tipo «Ciudadano, ¡habla turco!» golpearon profundamente la voluntad de varias generaciones de preservar el ladino, lo que, junto a la entrada de la mujer en el mercado laboral, supuso el declive del idioma. A día de hoy, incluso la ceremonia religiosa del var-mitzbah se hace prácticamente toda en turco.

Antes del siglo XX era habitual escribir el ladino en
caracteres hebreos u arabigos.

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