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Blog del Instituto Cervantes de Estambul

Biblioteca Álvaro Mutis

Chavus Hammami

Denominado «el banyo de Balat» por la comunidad sefardí local, ha sido desde hace siglos uno de los principales polos de la vida social judía en el barrio. Ubicado a pocos metros de las principales sinagogas de Balat, todavía en el siglo XX era habitual que los locales acudieran en masa los viernes, el día antes del sagrado Shabat.

Se cree que habría sido construido durante el gobierno del sultán otomano Bayaceto II (1447-1512) en la más típica tradición otomana, aun apreciable en su estructura arquitectónica. Tanto hombres como mujeres lo utilizaban, si bien en horarios estrictamente separados. Una palangana estaba reservada para las purificaciones ceremoniales, tanto para las habituales entre semana como para el tivilá («baño ritual de la novia»), en la que el jueves anterior a las nupcias la familia del futuro esposo costeaba el baño, depilación y maquillaje de esta.

Dirección: Callejón Çavuş Hamamı. No:1/1, Fatih

Horario: 07:00-22:00

Entrada principal al hammam. Foto de Marc Morató.

La boda

En las comunidades sefardíes existía una gran presión para que las mujeres se casaran con judíos, llamándoles la atención con el término «novya», sin embargo, la costumbre dictaba que las hermanas debían casarse por orden de nacimiento.

El jueves anterior a la boda el padre del novio suele costear los gastos de la «Tivilá» (inmersión), un baño de purificación ritual tras el que, una amiga de la familia en situación responsable se encargaba de la «noche d’alheyna» en la que se depilaba y maquillaba a la novia. Por su parte el novio dedicaba el «sabat de besamano», el sábado anterior a la boda, a ofrecer regalos a la novia.

En el «espozoryo», la fiesta de casamiento, invitados y familiares acudían para celebrar el acuerdo del novio con el padre de la novia con el testigo del rabino; ahí se hacía saltar a la novia tres veces por debajo del tálamo nupcial como símbolo de haber pasado el mayor peligro de su vida.

Luego se firmaba el contrato matrimonial («kontenyiendo las kondisyones del kazamiento») y se entregaba una primera parte de la dote («el kontado»). Después, unos miembros prominentes de la comunidad denominados «presyadores» examinaban la dote y daban un valor. Durante la exhibición del ajuar de la novia era costumbre que se cantara la kantika del «regateo de las consuegras» y al final de la comida de boda lo habitual era que las dos familias se enzarzaran en un duelo jocoso de coplas con frases tipo: «Las de la novia comen pescado, las del novio lamben los platos…».

Más tarde y para comprobar que el matrimonio hubiera sido consumado, una mujer tomaba las sabanas de la cámara nupcial y se las mostraba a los padres como prueba de la castidad de la novia. Se cerraban las ceremonias el sábado siguiente a la boda con el llamado «sabat del novio».

Escena previa al «espozoryo»

La música

En el momento de llegar a Estambul, los sefardíes apreciaban principalmente los romanceros: largos poemas con estrofas musicales carentes de armonía instrumental que, con la influencia arabo-turca, se volverían muy ornamentados. A su vez, los sefardíes desarrollaron dos nuevas modalidades musicales: las kantikas populares, que podían ser en ladino e incluir términos griegos y turcos; y la música dedicada a la sinagoga, a menudo en hebreo, que tuvo en Yosef Karo (1488-1575) a uno de sus principales exponentes con el himno de Shabat «Lekhah Dodi».

En el siglo XVIII floreció el género de las coplas, que solían cantar los hombres en festividades anuales de toda índole (por ejemplo «De Boca del Rio» para eventos en sinagoga). Entonces las kantikas tomaron mucho prestado de la música balcánica, canciones tradicionales como «Los bilbilikos» comenzaron a entonarse al modo turco e instrumentos musicales como el pandero o los parmak zili (unos pequeños címbalos atados a los dedos) entraron los repertorios nupciales.

También la música clásica se vio profundamente influenciada por los músicos sefardíes como Isaak Fresko Romano, que fue profesor del sultán (y musicólogo) Selim III (r.1789-1807), o el cantor Hasan Rebi Isaak Maçoro (1918-2008) que cantaba en las sinagogas de Estambul, desde el ladino al clásico otomano. La fundación en 1978 de los Pasharos Sefaradies dio una nueva vida a la música ladina, siguiéndole Estreyikas de Estambul (2004) y el Coro Nes (2006).

Partitura de una melodia sefardí

Vida diaria

Para entender la vida social de un sefardí en Estambul, es importante que tengamos en cuenta que la mayoría no solo tenía poco contacto con el resto de comunidades, sino que solía tratar exclusivamente con miembros de su congregación. Estas se habrían formado originalmente por procedencia geográfica (Soria o Aragón, por ejemplo) en torno a un kaal (denominación de sinagoga); adaptándose al barrio de Estambul donde vivían para el siglo XVII. En estas congregaciones y hasta muy recientemente, todos los vecinos se conocían por nombre y apellido.

Antes de abandonar la península ibérica los sefardíes habrían empleado el mismo sistema que los árabes para identificarse, por ejemplo, Yakub ibn Abraham (es decir Yakub hijo de Abraham); en el Imperio Otomano comenzarían a utilizar denominaciones geográficas para apellidarse (como Salamanca). Una costumbre que si se ha mantenido con cierta fuerza hasta nuestros días es la de transmitir el nombre del abuelo al nieto. Las familias se formaban muy pronto (la chica entre los 8-12 y el chico en los 13-16 años) y, aunque solían estructurarse como una familia nuclear bajo un solo techo, lo habitual es que los parientes vivieran en las casas contiguas.

Los sefardíes también tenian puestos en el
Gran Bazar de Estambul.

Las visitas a los baños públicos el viernes, y el día siguiente a la sinagoga para celebrar el Shabat, eran las mayores ocasiones sociales dentro de la comunidad. Los hombres que tuvieran un puesto en la Corte, fueran barqueros o tuvieran puestos comerciales en el Gran Bazar tenían la oportunidad de trabar un contacto regular con miembros de fuera de la comunidad, aunque lo habitual era que este se redujera a los clientes del mismo kaal.

Para las mujeres había pocas ocasiones de hacer vida fuera del hogar, encargándose del cuidado de los niños y la cocina, por lo que hasta muy recientemente las familias no trataban de darles una educación; de ahí que el confinamiento de ellas fuera instrumental para mantener vivo el uso del ladino en las familias. Fue a partir de la Primera Guerra Mundial que en sitios como la Compañía Tabacalera de Estambul comenzaran ellas a ganar un sueldo y que con los años incluso pudieran delegar las tareas del hogar en profesionales ajenas a la comunidad.

La mujer sefardí fue fundamental para la
supervivencia del ladino.

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