Delta es un relato en primera persona a través de un narrador que, a su vez, se convierte en personaje.
Comienza hablando del cambio climático, de su incidencia en general, para avanzar en el reflejo del cambio en el delta del Ebro, poco a poco vamos comprendiendo que se mueve en el diálogo que se da entre lo local y lo global.
Desde su atalaya en el parque, y con la larga experiencia en la literatura de viajes, Gabi Martínez muestra la crítica contra la gestión de la administración (lenta, burocrática, con intereses solapados), las intervenciones de los grupos ambientalistas -desde perspectivas “sentimentales”, ajenas a los juegos concertados entre hombres y naturaleza, sus ciclos, etc.-, la desconfianza ante pescadores, cazadores o exploradores vinculados al cultivo del arroz o hacia los propietarios de los humedales que provocan reticencias de clase y a los que los locales se refieren llamándoles “amos” o “señores”. Es curioso señalar que el término de comparación entre buena y mala gestión es la Camarga, en el sur de Francia.
“En cualquier caso, el delta es una confluencia, de modo que los cruces y las paradojas abundan. Un sitio donde el tres y el cuatro se mezclan como las tiendas de los surfistas con las barracas, los toros con las anguilas, y donde ecologistas, pescadores o cazadores disfrutan el entorno de formas muy distintas. […] Morir, renacer. Andar. Nadar. Volar. Ir en bicicleta, también.” (Delta)
Para comprender todas sus contradicciones lo mejor es conocer su historia:
La narración en primera persona se inicia cuando Gabi recibe de Mateo Gallard (el heredero de Buda) la llave para instalarse allí durante un año “para intentar el retrato de la vida en este límite”. Poco más adelante vamos a descubrir que el choque entre el espacio deltaico y el avance del mar tiene su correspondencia en el espacio social: la Administración, el ente polifacético que acabará expropiando los arrozales a los buderos, territorios que pasarán a formar parte del espacio del flamantemente declarado Parque Natural, va conformando la orografía de lo que siempre pudo ser de otra manera.
En Delta, el paisaje es ontológico, crea el ser a través de todo lo que vemos, mediante lo que aparece, es lo inesperado, el acontecimiento en su puro azar. Estamos en un libro donde lo espacial adquiere tal protagonismo que nos hace recordar en algunos pasajes a aquellas películas de Wim Wenders en las que el director alemán distingue entre imágenes e historias: “según Wenders, la belleza de tales imágenes o espacios consiste precisamente en su aislamiento, en su condición singular y separada que les confiere valor por sí mismos, en una extraña intuición que podríamos llamar carencia de sentido.” (José Luis PARDO, Sobre los espacios, pintar, escribir, pensar).
La lectura, por tanto, discurre entre aparentes contradicciones y un sentido que se compone por múltiples hilos que como los sedimentos que desaparecen van tejiendo la trama a lo largo de los capítulos (aunque en no pocas ocasiones sea al bies). Parece como si necesitáramos un mapa de conjunto, sobrevolar toda la extensión del delta, cartografiar el territorio geográfico y el humano, por eso puede ser fructífero reflexionar sobre la estructura y la división de los capítulos:
D
Umbral del libro: delta, la cuarta letra del alfabeto griego “en la que pensó Heródoto al contemplar el triángulo arqueado que formaba la desembocadura del Nilo. Además de pensarla, la escribió, D, y, sin saberlo, legó la imagen y el nombre a la posteridad” (Delta).
Agua dulce
Se divide en Sedimentos y Flamencos. En la primera parte aparecen ya algunos de los personajes que habitan el parque, en especial Simona, con todo el peso que posee, a la vez que se describe la situación de peligro en la que se encuentra el delta: “Los estratos sociales se mezclan más que los sedimentos a nuestros pies”. En Flamencos, se contrapone el papel de la Administración y la gestión y la filosofía de Mateo con respecto al parque. Allí aparecen las ecologistas urbanitas y los ecologistas bien considerados.
Agua salada
Mediterráneo. Sal. Anguila. El mar crece, avanza. Conocemos a dos personajes claves en la vida de Mateo: Natalia, su hija, el marido, Artur, y Karen, la nueva pareja de Mateo. “Un delta no es más que un lugar donde algo llega y lo demás empieza”.
En Sal se muestra el temor de Mateo a la expropiación. La presencia del agua salada cambia la denominación y la consideración.
Anguila: Dylan, el único con permiso para pescarla y su relación conflictiva con Simona. La anguila frente a las plagas de los cangrejos azules y los caracoles manzana.
Viento
Fuerza y constancia. Gloria. Arena. El primero nos muestra a un Mateo entregado a su territorio y con la fuerza y capacidad para diversificar, encontrar intereses múltiples que le permitan la supervivencia.
Gloria es el nombre del desastre en forma de borrasca que preveía Mateo y que anticipa lo que puede ser el futuro y la desaparición del delta, es la constatación del cambio climático.
Arena: la de la playa, la de los toros bravos de Pablo. Es el lugar de enfrentamiento de Simona y Gabi.
Tierra
Incierta. Arroz. La defensa del espacio
Incierta es la cosecha del arroz, la historia de Karen, la supervivencia de mosquitos, libélulas y arañas con la pulverización química, incierta es la política agraria.
Arroz: la arbitrariedad de la administración y la prohibición de la caza (aunque se mantenga de manera furtiva).
La defensa del espacio: el que defiende Simona ante la entrada de Luzia para avistar aves. El de Ricardo, que defiende mejor su extensión reducida -en comparación con el delta- por la cercanía a la ciudad y por las maneras de hacerlo. Los animalistas y la percepción sesgada sobre los toros bravos.
Antes de que las dificultades acucien a Gabi en la Casa de la Pantena, comprobad todo lo que un ecosistema como el del delta del Ebro promete:
Luz
Apagón. Faros. Nocturna. En Apagón es Pablo quien tiene un percance grave con los toros bravos por desatención y olvido de las enseñanzas. El riesgo de una muerte siempre presente ante los animales.
Faros: “son luces contra la muerte, y el delta del Ebro tuvo tres. Alguien dijo que durante un tiempo contribuyeron a los naufragios despistando a los capitanes que no sabían muy bien si navegaban las inmediaciones del faro de Buda, el de la Banya o el Fangar y erraban la maniobra enviando a sus barcos al fango”.
Nocturna: Quim, Artur y Dylan vienen a pescar de noche mientras Gabi participa de la cena. Simona también aparece.
Voz
Seca. De autoridad. Coro. Siñors, moros, ebrencs
Seca: “Vine aquí para escribir sobre un delta y he encontrado una turbiedad inesperada, más pringosa de lo habitual”.
De autoridad: es el dilema de contar todo o no, aunque las infracciones no sean graves. Ser fiel a su padre y a la literatura.
Coro: cena en Buda, la cocina del jabalí por el padre de Artur, Mateo como el payaso anfitrión de la gran fiesta. Reflexiones sobre la nueva biblioteca de Alejandría.
Siñors, moros, ebrencs: la jornada de caza con reminiscencias de Los santos inocentes. Los siñors invitados por Mateo todavía mandan mucho, aunque no es lo mismo un siñor del delta que uno de Barcelona. El pasado del franquismo y su imposición sobre el territorio, la memoria que no se puede borrar. La resistencia de los agricultores frente a los quieren echar de su tierra a la gente que vivía allí.
Quizás la Ariadna que nos guíe con su hilo en este laberinto que hemos intentado dibujar esté en las palabras del filósofo francés Michel Foucault quien en Las palabras y las cosas afirmaba: “Por bien que se diga lo que se ha visto, lo visto no reside jamás en lo que se dice, y por muy bien que se quiera hacer ver, por medio de imágenes, de metáforas, de comparaciones lo que se está diciendo, el lugar en el que ellas resplandecen no es el que despliega la vista, sino el que definen las sucesiones de la sintaxis.”
¿Paisaje o escritura?, lectores/as.
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