“El primer destello de extrañeza entre mi Maestro y yo ocurre durante una visita que hacemos juntos a la ciudad de Estrasburgo. En esta ocasión, yo intuyo por primera vez el aleteo de una obsesión que empieza a hacer nido en la cabeza de Tomás, quizá al principio como mera curiosidad, pero cada vez más robusta a medida que él la va alimentando secretamente”
(Canción de antiguos amantes)
En la ensoñación de Bos Mutas en su preexistencia medieval al servicio de su maestro, Tomás de Aquino, Laura Restrepo nos conduce por la iglesia de la orden de los dominicos en Estrasburgo hacia el encuentro de la luz. Aparentemente la luz es proyectada por ese nuevo elemento arquitectónico que se introduce en el gótico, el rosetón, y que tanto disturba al discípulo y tanto inspira al maestro: “El de Aquino ha quedado mudo ante tamaño prodigio. El enorme rosetón le parece de una luminosidad y belleza incomparables. No puede creer que el ingenio humano haya podido producir una visión tan semejante a la del propio cielo.” (Canción de antiguos amantes).
La luz existe, pero no porque la vemos si no, como dice Tomás de Aquino, porque es ella la que nos ilumina: “¡Somos nosotros los que no existiríamos si ella no nos viese!”. El poeta, escritor y director del Instituto Cervantes, Luis García Montero, recrea este momento luminoso en la presentación del libro de Laura Restrepo en la sede del Instituto en Madrid (ver a partir del minuto 4)
Para Santo Tomás de Aquino, la reina de Saba, la reina del sur, es la sabiduría que, como el amanecer, procede también de ese lugar. Los místicos cristianos la comparaban al Espíritu Santo que tenía como arma el fuego del amor. Él la menciona explícitamente en su Suma Theologica cuando refiriéndose a que debe haber diferentes oficios o estados en la Iglesia para que exista cierto orden afirma que “la reina de Saba, al ver toda la sabiduría de Salomón, las habitaciones de sus servidores y el orden de sus oficios, quedó fuera de sí.”
Para Santo Tomás no hay conflicto entre razón y fe, sino armonía. Esta armonía se muestra en el hecho de que hay verdades que son a la vez de razón y de fe (por ejemplo la inmortalidad del alma, la existencia de Dios y, por qué no, la de la reina de Saba).
En este capítulo del libro, Santo Tomás llega a identificar a la reina de Saba con la virgen María, recogiendo la intuición de Goethe de que los colores “son las acciones y los padecimientos de la luz”. Es Regina Sabae, la Mujer Azul y aunque lleve cuernos, como le señala Bos Mutas al Maestro, eso no hace más que mostrar su “naturaleza mística, dual y visionaria. Ya lo dijo Jerónimo de Estridón refiriéndose al profeta Moisés, cornuta esset facies sua, su rostro era cornudo, lo que indica don de luz o claridad”
Hasta en la sombra más profunda podemos buscar, y tal vez encontrar, una luz oscura. (Arthur Zajonc).
Ella es la Aurora Naciente, Aurora Consurgens. Éste es un manuscrito ilustrado, escrito en la Edad Media Europea, en concreto en el siglo XV. Contiene un tratado de alquimia medieval y en un primer momento fue atribuido a Santo Tomás de Aquino (posteriormente pasó a un escritor denominado Pseudo-Aquino): “Su nombre se debe, según explica el propio manuscrito, a que aurora es como decir aurea hora. La ciencia contenida en este manuscrito, la alquimia, encerraba en ella a los que quieren actuar correctamente obteniendo así su fin áureo. Además la aurora es el momento entre la noche y el día, con el fin de la primera dando paso al segundo. Además, es en el día donde se encuentra el fin de los sufrimientos y dolores, que es de lo que se trata la alquimia» (Aurora Consurgens | Ecología y sostenibilidad en la Edad Media: arte, ODS e innovación docente (ucm.es))
Sus ojos dos palomas, sus pechos tiernos como gacelas gemelas, bella como Jerusalén, temible como ejércitos en batalla…
Ni sabio ni santo, solo atento y curioso, y apenas un hombre bueno.
¿Cómo interpretáis este pasaje tomista o, mejor dicho, mutista, o aún diferente, restrepista?
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