“<<Querida nieta: […]
Quiero que vayas a España a buscar a mi hijo. […] Fue fruto del amor, pero lo perdí. Me lo quitó la guerra y ya no tuve ni el coraje ni las fuerzas suficientes para retenerlo conmigo. […]>>”.
Este fragmento de la carta que Marta Medina Sanz deja en herencia a Marthe, su nieta, a su fallecimiento es el detonante desde el que arranca Piedras negras. Los hechos quedan claros algunas páginas más adelante:
“El 5 de febrero de 1938, Marta Medina Ortiz dio a luz a un bebé -ni siquiera le dejaron comprobar si fue niño o niña- en el entonces hospital militar de Ciempozuelos. Fue atendida por un médico, una comadrona y una enfermera de Falange que desde meses antes había controlado su embarazo y que, posiblemente, había avisado a los futuros padres adoptivos. De ninguno de los tres se sabía el nombre y, por otro lado, era muy probable que hubieran muerto.” (Piedras negras, pp. 44-45 de la edición de Tusquets).
Ricardo Cupido anota concienzudamente en su cuaderno nuevo -abierto para este caso- los hechos que provocan la investigación. Su objetivo es descubrir quién es este bebé arrebatado a Marta, al que su nieta Marthe quiere encontrar por encargo póstumo de su abuela, simplemente para saber que existe, que Marta no está loca y, en caso afirmativo, pedirle perdón por haberlo abandonado.
Aunque Eugenio Fuentes afirma que este no es el nudo central de la novela, quizás sea interesante documentar para los lectores qué ocurría en esa España de posguerra, por qué había una especie de estrategia, que casi podríamos llamar ideológica, para obligar a algunas mujeres a dar a sus hijos en adopción.
La página de Amnistía Internacional deja constancia de lo que ocurría:
“ El término “bebés robados” engloba a los miles de niños y niñas, hoy adultas, que podrían haber sido víctimas de apropiación, desaparición forzada y/o sustitución de su identidad en España desde el final de la guerra civil hasta mediados de la década de los noventa del siglo XX. La sustracción ilegal de menores, cuyo contexto de ideología de género franquista y control sobre la mujer merece atención especial, tuvo múltiples escenarios: centros penitenciarios, hospitales, maternidades y centros de beneficiencia gestionados por congregaciones religiosas sin adecuada supervisión del Estado. E incluso desborda el ámbito español en algunos casos de personas que sospechan haber sido sustraídas aquí para ser entregadas a familias de países latinoamericanos como México o Chile.” (artículo de Manu Mediavilla, “Sustracciones ilegales de bebés en España”, Sustracciones ilegales de bebés en España durante franquismo y democracia (amnesty.org))
En este vídeo podemos comprobar el testimonio de una de las hijas que fue supuestamente adoptada, una Alejandro Garcilaso más cuyo testimonio nos puede servir de ejemplo:
Ideología de género franquista
Manu Mediavilla en su artículo para Amnistía Internacional explica claramente el planteamiento ideológico del régimen franquista:
“Una referencia clave en la sustracción ilegal de menores fue la ideología de género franquista, que comenzó en la posguerra con una acentuada represión sobre la “mujer republicana” y que continuó durante el régimen de Franco. El discurso de infantilización de las mujeres continúa todavía cuando, al emprender la búsqueda de su hija o hijo, se les niega veracidad a sus denuncias, se las considera locas o histéricas, o incluso arrepentidas de haber entregado a sus bebés en adopción.
Para el franquismo, la única finalidad de las mujeres era ser madres y garantes de la moralidad ideológica de la época. Ese marco discriminatorio se reforzó con informes ‘científicos’ del Programa al Servicio de España y del Niño Español 1939-1963 que responsabilizaban a las madres –principalmente pobres, jóvenes, solteras, trabajadoras o con relaciones fuera del matrimonio– de la mortalidad infantil. Y se acompañó de leyes, muchas vigentes hasta finales de los 90, que limitaban sus derechos, regulaban el registro de menores y permitieron hasta 1987 que la adopción fuera un negocio jurídico entre particulares que contemplaba la participación de hospitales, maternidades y centros de beneficencia gestionados mayoritariamente por organizaciones religiosas.” (Manu Mediavilla, “Sustracciones ilegales …”).
Y casi hasta la actualidad
El caso de los niños robados del franquismo fue durante muchísimo tiempo uno de los episodios mas desconocidos de la represión de la dictadura, aunque es curioso que, de una u otra manera, estas “desapariciones” se siguieran produciendo hasta la década de los 90 del siglo XX.
Es precisamente en esta década, con la aparición del programa de televisión “¿Quién sabe dónde?”, presentado por el periodista Paco Lobatón, cuando salen a la luz los testimonios de una infinidad de casos que buscaban a sus familiares desaparecidos. El propio Lobatón impulsó en 1996 la creación de una asociación de víctimas.
En los años 2000, gracias al documental Els nens perduts del franquisme, de Joan Salvat, Montse Armengou y Ricard Belis, se hace público un minucioso trabajo de investigación y de recogida de testimonios reales. Además, se publican algunos libros tratando este tema: Los niños perdidos del franquismo, de Ricard Vinyes, Montse Armengou y Ricard Belis –surgido a raíz del documental del mismo nombre-, Irredentas, de Ricard Vinyes, o Mala gente que camina de Benjamín Prado. (Fuente: Rebeca Iglesias, “Los niños robados del franquismo”: niños robados – La guerra civil y el franquismo en la novela española actual (helsinki.fi)).
Aquí os dejamos el documental para que podáis conocer el fenómeno en profundidad:
Tal y como nos cuenta Rebeca Iglesias, el juez Garzón volvió a poner de actualidad este asunto:
“El juez Garzón ha devuelto a la actualidad este drama. Para él, el robo de niños durante el franquismo es un delito que constituye un crimen contra la Humanidad que no ha prescrito, ya que muchas víctimas, hijos y algunos padres, pueden aún estar vivos. Por este motivo, el magistrado insta a las instituciones, al Ministerio Fiscal y a los jueces a que investiguen, sancionen a los culpables y se repare a las víctimas, de manera que puedan recuperar la identidad que les fue arrebatada.”
En los últimos tiempos, el problema de la denominada memoria histórica ha estado de actualidad por muchos motivos, la mayoría políticos, y en su mayor parte cegados por la disputa ideológica. Parece como si en España nadie se pudiera poner de acuerdo sobre unos hechos que, como todo lo que tiene que ver con el cuerpo humano, deja huella. Es llamativo -conociendo su trayectoria- que incluso Pedro Almodóvar haya intentado llamar la atención sobre lo ocurrido en su última película Madres paralelas:
Sin embargo, quien entre en las primeras páginas de Piedras negras, obtendrá en un lenguaje lleno de ritmo, incluso tan cinematográfico como el de cualquier buen cineasta, una clara manifestación de lo que se produjo en aquellos oscuros años de la historia de España. Cerremos, por tanto, la entrada con este estupendo diálogo entre el detective y su madre:
“[…] Algo debía de tener aquella muchacha, porque muchos años después la gente se seguía acordando de ella y de su música. Además, su muerte siempre fue un misterio. Su cadáver no apareció nunca y durante mucho tiempo nos preguntamos qué habría sido de ella.
Siempre hay historias oscuras en las guerras y las dictaduras, en todos los países, pero solamente la higiene democrática puede curar estas heridas. Ahora os toca a vosotros decirnos si este inicio de la novela os parece esencial o no en el desarrollo de la trama. ¿Qué opinión tenéis? Animaos y comentadnos vuestras lecturas.
Marthe sacó del bolso un sobre grande y, de él, una carta.
—Mi abuela murió en Toulouse hace cinco días. Era española, se llamaba Marta Medina Ortiz y durante la guerra estuvo aquí, en Breda, alistada en el bando republicano…, acaso en este mismo lugar donde estamos ahora. Este edificio parece muy antiguo —dijo lentamente, y se le notaba cómo iba traduciendo en su cabeza. (Piedras negras, p. 40).
Piedras negras permite a Eugenio Fuentes unir dos de los vértices de su narrativa: la novela negra y ese otro tipo de novela que queda fuera del canon detectivesco. Lo hace a través de uno de sus personajes predilectos y, en sus propias palabras, mejor construidos, la miliciana violista Marta Medina, intentando fusionar un cabo suelto de su novela ambientada en la guerra civil Si mañana muero (2013) con la serie protagonizada por su investigador Cupido, y el punto geográfico de confluencia de las dos en ese lugar imaginario de Breda, ciudad inventada por el autor y donde sitúa habitualmente sus historias.
“Corre el año 2004. Marta Medina, la miliciana violista de aquella novela, muere en Francia, donde ha vivido exiliada casi toda su vida. En su testamento encomienda a su nieta Marthe que viaje a España para encontrar al hijo que se vio obligada a dar en adopción nada más nacer, en plena guerra. El detective Cupido localiza en Toledo al hijo de Marta, que fue adoptado por una poderosa familia y hoy es un rico empresario que se niega a creer la teoría sobre su verdadero origen.” (El Cultural, Fernando Díaz de Quijano, 25 de febrero de 2019). Este es el punto de origen del relato, la unión de ambos ámbitos literarios y la coartada para atrapar al lector en una investigación por la que van a desfilar perfectamente hilvanados el robo de bebés por parte del franquismo, la corrupción de la iglesia, la burbuja inmobiliaria, el origen de la crisis del 2008 y la falsa bonanza económica. ¿Cómo logra el autor ensamblar todas estas piezas y que suenen en armonía?:
“Con toda humildad puedo decir que no me ha resultado difícil encajarlas. Esta novela la tuve varios años en la cabeza antes de sentarme a escribirla, así que no tuve que salir a buscarla. La prensa ha hecho mucho hincapié en lo de los niños robados, pero yo no tengo la sensación de que sea una novela sobre eso. Yo la veo como la historia de la reconstrucción de una familia destrozada formada por tres generaciones: la abuela, la nieta y el eslabón perdido, que es el hijo dado en adopción. El detonante de toda la historia es el testamento. Como decía el poeta alemán Gottfried Benn, ¡qué sería de las novelas policiacas sin el testamento!” (entrevista realizada para El Cultural, por Fernando Díaz de Quijano Eugenio Fuentes: «La novela negra ha creado grandes personajes pero no un estilo literario» (elcultural.com)).
Este detonante provoca el encuentro entre Marthe y Cupido en la ciudad de Breda, aunque a diferencia de la mayoría de los relatos protagonizados por este investigador, la acción se centre en Toledo, ciudad donde reside el supuesto hijo robado. A partir de esta puesta en marcha, la narración se divide en dos tramas diferenciadas y confluyentes que adquieren carta de naturaleza negra en el capítulo 13: “Al cruzar el claustro y dejar a su derecha la sala de la Inquisición creyó detectar la vibración de una sombra tras una de las columnas y, por un instante, la embargó un terror medieval, pero se forzó a mirar hacia allí y no vio nada. No había nadie […] (Piedras negras, p. 175).
“En el transcurso de las pesquisas, el autor nos sumerge en las difíciles vicisitudes de un gran número de personajes, que buscan desesperadamente un lugar en el mundo y una identidad, a la que no siempre les resulta fácil acogerse; porque en esta novela aparecen buen número de historias de hijos cuyos roles familiares o sociales no están claros, o bien precisan de una vindicación que consume sus existencias.” (Blog “Novela negra y cultura popular” Piedras negras. Eugenio Fuentes – Novela negra y cultura popular (wordpress.com)).
Sin duda, el enlace por parte de Fuentes de sus dos formas narrativas no es meramente anecdótico: busca profundizar en el análisis y construcción de los personajes, apuesta por contar historias personales llenas de dramatismo con una rara habilidad literaria para diseccionar los diferentes estamentos sociales a los que se adscriben de forma natural cada uno de sus protagonistas. En definitiva, ambos géneros se retroalimentan y se invisten cada uno de las propiedades del otro: suspense (el género negro) y profundidad literaria (los otros géneros cultivados por el autor).
Como escritor preocupado por un género tradicionalmente tan denostado intelectualmente en nuestro país como el de la novela negra, Fuentes ha llevado a cabo una profunda reflexión en el género, sobre todo en su ensayo Literatura del dolor, poética de la bondad (Editora Regional de Extremadura, 2013) donde nos propone un decálogo:
1. No hacer concesiones al mercado del presente (no venderse a lo popular) pero tampoco “escribir para la posteridad” (pensando en un futuro lugar en el Parnaso).
2. Buscar que relato y personajes encajen y se iluminen mutuamente, haciendo que en el desenlace confluyan la verdad objetiva e incontrovertible de los hechos y la no menos indomable de los sentimientos y motivos implicados en ellos.
3. Procurar que la preocupación por el “quién” y por el “cómo” no impida indagar en los “porqués”.
4. Hacer que el relato surja de las pulsiones de los personajes, que estos no resulten fagocitados por la estructura del relato.
5. Que el artificio no se imponga sobre la coherencia narrativa, de modo que las historias narradas no se alejen de la realidad.
6. Incorporar cuando sea necesario las lecciones de la modernidad que nos ha legado el Siglo XX.
7. Intentar que la estructura se base en la interrelación entre todos sus elementos, y no en una mecánica sucesión de peripecias.
8. Despertar el interés, pero no la impaciencia del lector.
9. Buscar, más que el entretenimiento, el estremecimiento del lector.
10. Elevar la novela negra hasta las academias, apoyándose en méritos literarios, en peldaños forjados con palabras y en un riguroso cuestionamiento de los tópicos.
Quizás atendiendo a esta propuesta, podamos como lectores entender las sutilezas que se esconden entre las Piedras negras: ¿qué os está gustando más en la novela? ¿Veis claramente los diferentes aspectos del decálogo de Fuentes? Y, sobre todo, ¿pensáis que logra mantener el interés sin perder la calidad literaria?
El escritor extremeño Eugenio Fuentes se ha convertido en uno de los más destacados representantes de la novela negra española. Nacido en Montehermoso (Cáceres), en 1958, su carrera literaria oscila entre la novela, el relato corto y el género ensayístico. Licenciado en Filología Hispánica, la serie de su detective Ricardo Cupido le sitúa como un escritor imprescindible en la renovación del género negro en el panorama literario español sin abandonar los cánones que definen a este tipo de narrativa: “las obras de Eugenio Fuentes pueden ser adscritas a la novela negra por su utilización de una serie de recursos formales, temáticos y pragmáticos basados, simplemente, en la presencia de un acto delictivo -generalmente, un crimen-, en el mantenimiento de una intriga que genera la interacción lúdica del lector y en la aparición de un personaje que lleva a cabo la investigación.” (“Eugenio Fuentes y la (re)creación del género policiaco”, Javier Sánchez Zapatero, EPOS, XXVIII, P. 217).
Mientras esperamos -con grandes expectativas- la publicación de Perros mirando al cielo, la próxima entrega del detective Cupido, que aparecerá muy prontito en Tusquets, los lectores de 4L/4C estamos devorando la hasta ahora última entrega de la serie, Piedras negras, una novela en la que Cupido sale de ese universo imaginario de Breda para hacernos viajar junto a sus reflexiones de Toulouse a Ciempozuelos, pasar por Basilea y el Grand Ballon con su medio de transporte favorito, la bicicleta, y dejarnos perdidos, en busca del criminal, en las calles de la ciudad de Toledo. Pero antes de meternos de lleno en la trama, preguntémonos quién es Ricardo Cupido.
Ricardo Cupido
Según nos cuentan en el blog detectivesdelibro.blogspot.com (Mis detectives favorit@s: Ricardo Cupido – Eugenio Fuentes (detectivesdelibro.blogspot.com) )“Ricardo Cupido Lasso nació en Breda, una pequeña ciudad ficticia 20.000 habitantes situada al norte de Extremadura. Hizo la mili en León y Madrid. Estudió Ciencias de la Información, rama de imagen, pero le faltan dos asignaturas para terminar la carrera. Se dedicaba al contrabando de tabaco por la frontera, oculto en colmenas, cuando fue detenido. Pasó 20 meses en la cárcel, no delató a sus compañeros.”
Eugenio Fuentes hace aparecer a este personaje en El nacimiento de Cupido. Tanto en esta novela como en Contrarreloj nos da a conocer su experiencia carcelaria por el delito de tráfico ilegal de tabaco rubio. En El interior del bosque, cinco años después de su “alumbramiento”, aparece ya instalado en Breda donde trabaja como detective privado. En realidad, tenemos muy pocos datos, aunque sí sabemos que siendo niño falleció su hermano y que tiene que cuidar a su anciana y enferma madre. Un dato importante para conocer a nuestro protagonistas y su comportamiento en el relato es su afición al ciclismo -experiencia que comparte con el propio Fuentes. Según nos recuerda Javier Sánchez Zapatero “El papel del ciclismo en la serie Cupido adquiere gran trascendencia, pues, además de convertirse en el marco ambiental de una de sus entregas, condiciona el discurso narrativo, ya que la descripción detallada del esfuerzo en la carretera del personaje permite dilatar el ritmo de la acción, explicitar las reflexiones sobre el caso del investigador y, en definitiva, contribuir al mantenimiento de la intriga” (Op. cit., p. 220).
Y no olvidemos que Cupido tiene también a su doctor Watson de cabecera, el Alkalino, un personaje que, situándose como el propio Fuentes señala “en burbujas de realidad”, acompaña al detective en su quehaceres investigadores. El Alkalino nos da una pista de quién es este detective bredense (le preguntaremos a Fuentes si nos está permitido el neologismo): “el que sabe, el que pregunta y escucha y reflexiona y sabe”.
La serie del detective Cupido la componen las siguientes novelas: El nacimiento de Cupido (1993). El interior del bosque (1999), La sangre de los Ángeles (2001), Las manos del pianista (2003), Cuerpo a cuerpo (2007). Contrarreloj (2009), Mistralia (2015) y Piedras negras (2019).
Y como adelanto del encuentro con Eugenio Fuentes del próximo 11 de diciembre, la entrevista al autor con la que nos obsequió Óscar López en Página Dos con motivo de la publicación de Mistralia y en la que nos dan pinceladas esenciales de cómo el autor construye sus novelas negras:
Seguro que ya estáis inmersos en la trama. Escribidnos para explicarnos qué os parece la novela, si os está gustando o si encontráis diferencias con las entregas anteriores de nuestro Club.
Empezamos la última lectura del club virtual 4 Lecturas, 4 Continentes, organizado desde las bibliotecas del Instituto Cervantes de Bruselas, Estambul, Tetuán y Chicago. La novela en esta ocasión es Piedra negras del escritor Eugenio Fuentes.
En Piedras negras, última entrega, hasta la fecha, del detective privado Ricardo Cupido, Marta Medina fallece de alzhéimer en Toulouse. En el testamento encarga a su nieta Marthe que busque a un hijo que tuvo que dar en adopción en tiempos de la guerra civil. La nieta viaja a España y encarga la investigación a Ricardo Cupido. El detective descubre que el hijo de Marta se llama Alejandro Garcilaso y es un hombre muy rico y padre de una hija ilegítima. Cuando Cupido y Marthe le revelan quién es él en realidad, éste se niega a aceptarlo y Marthe regresa desengañada a Toulouse. Días después, la hija de Garcilaso aparece asesinada. El crimen resulta un tanto gótico y truculento, y Garcilaso, que quiere investigarlo al margen de la policía, le pide a Cupido que descubra qué o quiénes se esconden tras ese homicidio.
Eugenio Fuentes nació en Montehermoso (Cáceres) en 1958. Galardonado con varios premios y traducido en doce países, Fuentes ha logrado con éxito situarse como uno de los autores españoles de novela negra con mayor proyección en el extranjero gracias a su detective privado Ricardo Cupido, protagonista de las novelas «El interior del bosque» (1999), «La sangre de los ángeles» (2001), «Las manos del pianista» (2003), «Cuerpo a cuerpo» (2007), «Contrarreloj» (2009), «Mistralia» (2015) y «Piedras negras» (2019).
El debate sobre esta excelente novela se llevará a cabo del 20 de noviembre al 10 de diciembre en este mismo blog, esperamos vuestros comentarios y opiniones tal como vayáis avanzando en la lectura. El sábado 11 de diciembre tendrá lugar el encuentro con Eugenio Fuentes en la plataforma Zoom y con la moderación de Ángel Hernando. Una oportunidad única para dialogar con el escritor y poder comentar detalles de la novela y de su trayectoria literaria.
Este sábado nos reunimos en torno a la novela Black, black, black, Pam, pam, o incluso Bla, bla, bla… todas ellas la misma novela, de la genuina escritora Marta Sanz. Una escritora tan franca como inquietante, valiente, y que maneja la palabra escrita y oral de manera magistral. Este sábado pudimos comprobarlo.
La escritora nos empezó desvelando sus primeros pasos en la literatura gracias al empeño de su padre, que la animó, además de licenciarse en Filología Hispánica, a formarse en enseñanza ELE y en talleres literarios que perfeccionaron su estilo y la lanzaron a la escritura literaria. También es doctora y especialista en la poesía española de posguerra. Desde un punto de vista intelectual, así como desde la construcción de la sensibilidad, ambas formaciones suplementarias fueron fundamentales para encontrar a la gran escritora que descubrimos hoy. De su madre ha escrito mucho (Lección de anatomía), y de su padre publicó durante la pandemia (Parte de mí).
Le preguntamos qué suponían para ella los premios literarios, y admitió que es muy gratificante que te reconozcan la labor, aunque también puede abrumar. Uno de sus libros, Clavícula, narra la ansiedad que le produjeron los premios literarios (Ojo Crítico, Herralde…) en su trayectoria literaria, un mundo distorsionado que la colocó al borde del abismo. Nos adelantó que esta obra será llevada al teatro en formato musical, con la que está muy emocionada. De igual manera, admitió que los galardones son más placenteros que dolorosos, y pudimos comprobar la sonrisa de oreja a oreja que se la pone cuando reconocen su trabajo.
Alguna lectora había leído de ella que era la escritora de lo feo, Marta corrigió, de lo desagradable. Aprendió hace mucho que escribir no era sólo escribir bonito, que también se puede, en efecto, escribir feo, que cada cosa encuentra su camino, y su espacio: «contar las cosas de manera adecuada es añadir un plus«. Se manifiesta como una escritora autobiográfica, que habla de las mujeres, de su forma de relacionarse, entre ellas y con su cuerpo. Para Marta hay dos maneras de entender la literatura, algo que te agranda los ojos y te muestra lo que no siempre quieres ver, o algo que te tranquiliza y adormece. Ella escoge la primera, y desde siempre ha preferido plantear conflictos a través de la palabra literaria, ese es su compromiso. Al escribir pone su cuerpo y su alma. Frente al concepto de literatura anoréxica, perezosa, asequible y altamente comercial, ella opta por el «barroco radical», la literatura llena de grasa, un libro que según ella puede ejemplificar esta tesis es Farándula. Marta necesita ir a la contra para dar otras alternativas a lo que debe ser.
La novela y el cine negro, asegura, forman parte de ella. Se ha sentido desde siempre muy atraída por la reinterpretación que el género hacía del realismo, y toda esa dimensión ética y política, fascinada por la música, la fotografía, el ritmo o los personajes de los grandes clásicos, Chandler, Highsmith… Sin embargo, en el s. XXI, se dio cuenta de que el género negro se había convertido en algo altamente previsible, y que no colocaba en ningún conflicto al espectador. Por eso decidió escribir esta novela negra Black, black, black, aunque con tintes reivindicativos, críticos con el devenir del género. Por aclamación editorial, continuó la segunda (Un detective no se casa jamás) y la tercera novela de la saga del detective Arturo Zarco (Pequeñas mujeres rojas), cerrando un círculo perfecto de percepciones y formas de entender la vida, el romántico y soñador Arturo Zarco, y la realista, deductiva e inteligente Paula Quiñones, la que conecta a Zarco con una realidad que este no quiere ver. En la trilogía pone de manifiesto la violencia entre Paula y Zarco, la violencia en las relaciones sexuales tóxicas, de lucha, de dominio.
Otro punto en común de toda su obra que destacamos en el club fue su humor, un humor negro, irónico, inteligente, que dice formar parte de su ADN, y que lo utiliza desde un punto de vista narrativo como la única manera de meter el dedo hasta el fondo de la llaga y que aparentemente no duela. Y la primera que pasa por ahí es ella misma. Opta por no tomarse las cosas demasiado en serio, hay que reírse.
El público aclamó, en diferentes opiniones el recurso del diario de Luz en la novela, segundo black, que nos invita a reflexiones como hasta qué punto somos responsables de nuestras ficciones, o si las ficciones pueden manipular las acciones cotidianas. Existe un juego continuo en el libro sobre la capacidad que puede tener la literatura para transformar la realidad. La autora nos lo ejemplificaba con los modos de representación de la violencia, hasta qué punto pueden denunciar o normalizar diferentes acciones. Para ella, en este libro está todo, toda la violencia estructural de nuestro día a día: las envidias, la violencia machista, el abuso sexual, el maltrato a los mayores… pero también está implícito la posibilidad de cambiar todo ello, de cuidarnos y de cambiar lo que nos rodea.
Frente a esta escritora atípica y valiente, ella también busca lectores intrépidos y activos. Afirma que la literatura es un contrapeso a esa nueva forma de asimilar la información, pide al lector compromiso con su vida y experiencia para descifrar lo que hay debajo de la red de palabras, y tomarse su tiempo para ello. Hay una crítica política profunda en sus libros respecto al mundo en el que vivimos. Un buen libro no depende del tiempo que te lleve su lectura, sino de cómo la misma puede cambiarte después.
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