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Blog del Instituto Cervantes de Estambul

Biblioteca Álvaro Mutis

Porque no es un río

El 1 de diciembre de 2024 en 4 Lecturas 4 Continentes por | Sin comentarios

«Si alarga la vista, donde la calle baja, llega a ver el río. Un resplandor que humedece los ojos. Y otra vez: no es un río, es este río. Ha pasado más tiempo con él que con nadie.

Entonces.

¡Quién les dio permiso!

No era una raya. Era esa raya. Una bicha hermosa desplegada en el barro del fondo, habrá brillado blanca como una novia en la profundidad sin luz.»

(No es un río)

Un mundo se abre en esta novela, un lugar que se convierte en el centro que irradia el sentido. El sentido lo vamos construyendo, nos hacemos cargo a través del enfrentamiento entre naturaleza y cultura: “Cuando en una comunidad cualquiera un elemento es su centro vital indiscutible, las costumbres, pensamientos y acciones de sus habitantes giran a su alrededor sin ni siquiera darse cuenta. Puede tratarse de un factor natural (el clima que determina las cosechas, la montaña que defiende y cobija, el mar,,,) o artificial (una fábrica o una mina generadoras de riqueza y tragedia a partes iguales)” (En el blog Un libro al día, 28 de julio de 2021).

Es muy curioso, en este sentido, cómo presenta la novela el Booker Internacional de 2024 cuando la elige (Not a River, en su traducción al inglés) como una de las seis finalistas del año: “Tres hombres salen a pescar y regresan a su lugar favorito en el río a pesar de los recuerdos de un terrible accidente ocurrido allí años antes. A medida que pasa un día largo y bochornoso, beben, cocinan, hablan, bailan y tratan de superar los fantasmas de su pasado. Pero son forasteros, y este momento íntimo y peculiar también los enfrenta con los habitantes de este universo acuático, y humano. El bosque se cierra y la violencia parece inevitable, pero ¿se puede evitar otra tragedia?”. Pareciera como si ese lugar único en el universo creado por Almada exudara todos los fundamentos para que la lucha primigenia entre humano y naturaleza se diera cita en ese ecosistema concreto, en esa ribera en la confluyen extranjeros y locales, agua, bosque y fauna. Y, precisamente, ahí se dejara que lo inesperado, lo terrible tuviera lugar.

Como la autora confiesa en esta entrevista, el gusto por narrar, por dar cabida a lo masculino, por escuchar las voces de estos hombres machistas, a ratos borrachos, con oficios en los que lo físico y la dureza, y también la precariedad e incluso la pobreza que los rodea van conformando su carácter es el clima propicio para que aparezca la violencia, sobre todo cuando la historia comienza a desmadejarse, cuando los personajes pierden pie en su acción. Pero es esta preponderancia de lo patriarcal es la que hace que las mujeres vayan apareciendo como foco receptor de esa autoridad injusta y maltratadora que las denigra mientras ellas escudriñan entre los sueños un conato de vida normalizada: “entre los hombres y las mujeres, la rusticidad es violentización: las muchachas crecen en el maltrato. Todas las tensiones devienen de un paradigma patriarcal que va articulando sesgos androcéntricos que vertebran las lógicas del dominio, la posesión, las decisiones funcionales de la vida cotidiana.” («El fuego, el agua y la furia» sobre No es un río, de Selva Almada, de Sergio G. Colautti miércoles 6 de octubre de 2021).

“Ella estaba durmiendo la siesta, así que no entendió nada. Hacía calor, en bombachas y corpiño la agarró, ni tiempo a taparse con la sábana, los hebillazos le daban directo en la carne descubierta. Mientras le pegaba decía: te voy a enseñar a vos, arrastrada.”

(No es un río)

Y en ese hábitat el río es el protagonista involuntario, esa agua imparable que como en el adagio de Heráclito no nos va a permitir sumergirnos dos veces en ella, porque ya no será la misma aquella que acogió a los forasteros de la que los vio partir con la raya.

Seguro que estáis asistiendo admirados a esa “confabulación de las palabras” que es la escritura de Almada y que será sin duda esta lectura siempre compartida que es la comunidad del 4L4C. Como con No es un río, hay que estar a la escucha.  

El murmullo de un río

El 27 de noviembre de 2024 en 4 Lecturas 4 Continentes por | Sin comentarios
El paso de la laguna Estigia, Joachim Patinir. Museo del Prado

«Enero Rey, parado firme sobre el bote, las piernas entreabiertas, el cuerpo macizo, lampiño, el vientre hinchado, mira fijo la superficie del río, espera empuñando el revólver. Tilo, el muchachito, arriba del mismo bote, se dobla hacia atrás, la punta de la caña apoyada en la cadera, girando la manivela del reel, tironeando la tanza: un hilo de brillo contra el sol que se va debilitando. El Negro, cincuentón como Enero, abajo del bote, metido en el río, con el agua hasta las pelotas, también doblándose hacia atrás, la cara colorada por el sol y el esfuerzo, la caña arqueada, desenrollando y enrollando la tanza. La ruedita del reel que gira y la respiración como de asmático. El río planchado.

Muévanla, muévanla. Zaranden, zaranden. Que se despegue, que se despegue.

Después de dos, tres horas, cansado, medio harto ya, Enero repite las órdenes en un murmullo, como si rezara.»

No es un río

Esta primera escena nos introduce in media res en lo que acontece en la historia a la vez que nos sumerge en el universo literario de la autora: Enero Rey, Tilo y el Negro están pescando en el río. Cada uno desde su punto de partida se erige como centro de fuerzas y de resistencia: los cuerpos subsisten a duras penas a la inestabilidad del barco, que se ve zarandeado por el contrapunto que ejerce su poder desde el fondo del río, la raya. Sólo en el desenlace los sujetos reciben alivio y beben. Es un arranque en el que la novela nos sitúa a estos tres forasteros que habitan en un pueblo cercano desde donde acuden para pescar y, sin apenas darse cuenta, se ven atrapados en las playas de una isla que posee leyes propias, de un lugar misterioso en el que se da cabida a lo inefable, a lo que habla y ya no está.

Así lo cuenta Selva Almada:

Así que esta lectura viene a completar nuestra aventura en el propósito de este año en nuestro 4L4C: reflexionar sobre los vínculos entre naturaleza y literatura, ese concepto que nos prestó Gabi Martínez y que tan nuestro hemos hecho: liternatura. Las palabras de Almada nos provocan esa profunda reflexión a la que nos vemos arrojados en nuestro mundo contemporáneo, ese dilema de cuál debe ser nuestro papel y nuestro vínculo con la naturaleza. En su reseña del libro para Página 12, María Elvira Woinilowicz, nos sitúa en el papel y la acción precisas que, en este sentido, ejercen la escritura de esta autora: «Con No es un río, termina por instaurar una mirada sobre las cosas para hacer literatura. Como si lograra la lejanía exacta para la descripción que deja al descubierto las violencias naturalizadas, incluso con la tierra que se habita, al tiempo que se acerca para extraer de lo que quiere contar lo que hace a la esencia» («No es un río, la nueva novela de Selva Almada«, 11/10/2020).

Este breve viaje de dos viejos amigos con el joven ahijado de uno de ellos se va convirtiendo en un largo camino a las profundidades de sus vidas, en un principio las de Enero, la del Negro, pero también la de Eusebio. Vidas cómplices y alegres, no exentas de secretos y adornadas con alguna que otra desavenencia. Sin embargo, este descenso y entrada en los recovecos del alma de estos tres personajes nos va a ir empujando -como iréis comprobando- a otros hechos, otras historias, otros protagonistas que van fluyendo al compás de la trama hasta convertirse en eso, en hilos de un tejido narrativo que avanza y retrocede en el tiempo sin dejar abandonado al lector y componiendo una historia bella manejada por Selva Almada con la sutileza y maestría de la poesía. “La forma detallada y precisa pero bella en la que la historia se narra atrapa al lector desde el inicio. El estilo de Almada no es barroco, por el contrario, la riqueza de la narración se halla en la naturalidad, espontaneidad y autenticidad de los personajes y de los diálogos.” («Entre hombres y fiestas. “No es un río, de Selva Almada», por Mary Jacqueline Restrepo Díez, 9 de junio de 2021, en Contrapunto).

Para animaros a la lectura y al debate os dejamos el booktrailer:

No es un río, de Selva Almada

El 21 de noviembre de 2024 en 4 Lecturas 4 Continentes por | Sin comentarios

Os invitamos a participar en el último club de lectura 4 Lecturas, 4 Continentes de este año, dedicado a la unión entre literatura y naturaleza, con la escritora Selva Almada (Argentina, 1973), considerada como una de las escritoras contemporáneas más destacadas de Argentina y de América Latina.

No es un río (Random House, 2020) es su tercera novela, con la que la finaliza la denominada trilogía de varones junto a El viento que arrasa y Ladrilleros. Al igual que en las novelas anteriores, Almada vuelve a tratar los vínculos emocionales y la violencia entre hombres, así como la naturaleza, o más específicamente el río en la novela, casi como un personaje más. La trama sigue a Enero Rey y al Negro, quienes deciden llevar al hijo de su amigo muerto, Tilo, a pescar al mismo río en el que el padre de este se ahogó quince años atrás.

En palabras de la autora, el disparador de la novela fue una anécdota de unos amigos que contaban la pesca reciente de una raya gigante en el río Paraná. A partir de esa escena de pesca, la autora, empezó a indagar acerca de quienes eran y qué unía a esos futuros personajes, los pescadores, hasta que fueron apareciendo todos los protagonistas del libro bien definidos: los isleños, que no tenían tanto protagonismo al principio pero que después fueron armándose, mostrando unas relaciones varoniles basadas en la violencia, unos pactos de masculinidad entre isleros que desafiaban al forastero, y que sin embargo muestran una entrega y nobleza impresionantes hacia los otros personajes de la novela: el monte y el río.

Durante tres semanas iremos proponiendo y comentando en este blog diferentes aspectos de esta novela y de su contexto y de la trayectoria literaria de la escritora a quien encontraremos en línea el sábado 14 de diciembre.

Encuentro con Samanta Schweblin

El 8 de octubre de 2024 en 4 Lecturas 4 Continentes por | Sin comentarios

El sábado 5 de octubre tuvo lugar el tercer encuentro del club de lectura «4 lecturas 4 Continentes» dedicado este año a la temática de literatura y naturaleza. De la mano de Samanta Schweblin, además de pasar una tarde fantástica donde no faltó la risa, la verdad y la espontaneidad, descubrimos un mundo de ingenio y originalidad con uno de sus libros más enigmáticos: Distancia de rescate.

Samanta comenzó contándonos dónde empieza su pasión por la lectura, relacionada con todo lo que sus padres le leían de pequeña antes de irse a dormir, o con la poesía que le recitaba su abuelo. Quizás por esto, su apego por la lectura tiene que ver mucho con la figura del lector y la implicación de este en la lectura. La pregunta que se hacía al principio de su trayectoria era: ¿Cómo se escribe una historia? Y la respuesta la llevó a estudiar Dirección de Cine y no la carrera de letras, mucho más teórica. Empezó a escribir sus primeros cuentos a los 12 años, y a tomarse en serio la carrera de escritora cuando pudo comenzar a vivir de ello, es decir, a tener tiempo para escribir: El tiempo es una cosa carísima, nos decía en la reunión del sábado. 

Samanta Schweblin en el encuentro del club de lectura

A lo largo del club, la escritora puso sobre la mesa sus artes como profesora de talleres de escritura, un mundo que le fascina, donde las reflexiones de los alumnos le sirven para reflexionar acerca de la importancia de la originalidad de los escritos, los lugares comunes y del encuentro con uno mismo y con su propio camino. El relato corto, además de ser tradición argentina, permite ver cómo se mueve la maquinaria narrativa, por eso, además de estar presente en sus inicios y escogerlo para su expresión literaria, es también lo que propone a sus alumnos en los talleres. Asegura que, como escritora, muchas veces ni siquiera decide por su cuenta si la obra será larga o corta, sino que el relato lo decide por ella, y si no es el relato son las emociones las que le guían en la escritura. 

Acerca de la temática de sus novelas, confesaba que le gusta sacar de lo cotidiano su lado sorprendente, monstruoso, inquietante… la fina línea que separa lo extraño de lo normal o lo posible de lo imposible, le gusta asomarse a ese lugar sin pasarse a la literatura fantástica o a la ciencia ficción, el capricho de la arbitrariedad, lo que puede pasar y lo que normalmente no pasa pero podría pasar, seguramente por eso sus novelas son tan inquietantes… Esa inquietud en la escritura de Samanta Schweblin, ese estado de alarma, la detectaron los lectores desde que aparecen los gusanos en la primera página, una escritura precisa que busca producir sensaciones y emociones en el lector, en palabras de la autora: uno escribe sobre el papel, pero también sobre la cabeza del lector – somos nuestro propio lugar común- escribir es bailar con el otro. Otras preguntas estuvieron relacionadas con las dos voces narrativas presentes en la novela, que la escritora estimaba necesarias para narrar lo que no era urgente, porque los límites y las condiciones de la historia determinan para ella el cómo se cuenta el relato: con mecanismos que abren caminos, refracciones hacia todos lados, haciendo de la lectura una experiencia más completa e interesante. 

Discutimos acerca del título del libro, Distancia de rescate, un término que aparece hacia la mitad de la novela y que supone además un concepto que empieza a utilizarse: la distancia que permite rescatar a los hijos de una amenaza. Una lectora destacó que si bien aparecen las madres conscientes tanto de este término como de otros relativos a los cuidados, los padres no están tan presentes en este relato, a lo que Samanta acertó a decir que en efecto, ellos, en esta historia, se quedan fuera. También preguntaron los lectores por el mundo mágico presente en la novela a través de la curandera, un tema que tiene mucho protagonismo en la novela, y que la escritora defiende, por la presencia de este mundo mágico de brujas y curanderos en América Latina o África, y porque la ignorancia acerca de lo que sucede en la muerte, permite indagar sobre estas situaciones en la literatura. Así, David, un personaje incierto al principio, también nos habla después desde ese otro lado, o cercano al mismo, la muerte.

Otro tema presente en la novela, hilo conductor de la misma, es el glifosato y la aberración medio ambiental que significa su utilización. Esta novela es la primera ficción que habla de este compuesto altamente contaminante. Samanta nos contaba que el problema comenzaba a principios de la década de los años 70 en Argentina, y en el momento en que estaba escribiendo Distancia de rescate era tremendo lo que estaban haciendo las compañías, se documentó mucho en el proceso, y descubrió cómo algunas compañías utilizaban avionetas que regaban los campos de semillas transgénicas que requerían después el glifosato para su cultivo, o los búnker de salvaguarda de semillas tradicionales en un lugar recóndito del globo terráqueo para su preservación frente a las transgénicas. Nos dice que los temas muchas veces llegan a ella, y nos ponía el ejemplo de Kentukis, una novela que parece que habla de tecnología pero que la única palabra relativa a este campo es WI-FI, y que de lo que realmente habla es de la relación con el otro. 

Algunos lectores habían visto también la película de la novela de título homónimo, de la directora Claudia Llosa, 2021, donde Samanta Schweblin, en esta ocasión, sí participó. Asegura que en la mayoría de adaptaciones que se han hecho de sus cuentos y novelas cortas no ha participado, el cine le parece otro lenguaje y cree que ella hace lo que debe hacer exclusivamente en la fase de la escritura, sin embargo, con Distancia de rescate le pasó algo diferente, no podía soltar la historia. Esto, junto con la conexión con la directora Claudia Llosa, la llevó a escribir el guion a cuatro manos, como si fuera prácticamente otro libro, localizando lugares y situaciones que exige el lenguaje cinematográfico, donde el mayor reto era lograr llevar a la gran pantalla las mismas emociones contenidas en la novela. Y quizás lo consiguió, porque los lectores que vieron la película aseguraron que era exactamente como se lo habían imaginado.

Nos quedamos con ganas de seguir charlando con la escritora y de descubrir esta película y otras adaptaciones cinematográficas, porque todo lo que tenga que ver con Samanta Schweblin resulta ciertamente sorprendente y enigmático, lecturas que no dejan indiferentes, y que permiten charlar y charlar durante horas y horas. ¡Gracias a la escritora y a los ávidos lectores que hicieron de esta lectura una fantástica experiencia!

Samanta Schweblin, “la excavadora de historias” – II

El 4 de octubre de 2024 en 4 Lecturas 4 Continentes por | Sin comentarios
La escritora Samantha Schweblin, en Madrid. CARLOS ROSILLO para El País

«Los títulos de los libros de Schweblin —El núcleo del disturbioPájaros en la bocaDistancia de rescateSiete casas vacíasKentukis— llaman la atención, sea por el fraseo o por la imagen inesperada que suscitan. Son pequeños sacudones de extrañeza» (Carlos Brescia, «Samanta Schweblin, la excavadora de historias»).

Así que sigamos contando esa extrañeza.

Siete casas vacías, su siguiente libro de cuentos, recibe el premio Narrativa Breve Ribera de Duero en 2015. Es un libro que experimenta con la forma narrativa y donde las relaciones de familia vuelven a situarse en el centro de las historias. La escritora nos invita a entrar en esas casas donde se establecen enlaces insólitos, humorísticos, llenos de ternura, pero en los que, como señala Pablo Brescia, debemos hablar de “una sintaxis propia en donde campea el efecto de extrañamiento y, tal vez, cierta maravilla ante la existencia”.

En 2017, Schweblin es incluida en la lista de Bogotá 39 entre los 39 mejores escritores latinoamericanos de ficción menores de 40 años. En esa lista había escritores como Mónica Ojeda, Carlos Fonseca, Valeria Luiselli, …

36 de 39. La mayoría de escritores de la antología ‘Bogotá 39’ fotografiados en el pasado Hay Festival, de Cartagena de Indias
 Foto: Daniel Mordzinski

Al año siguiente se publica su segunda novela, Kentukis, una novela en la que lo que bien podríamos entender como un relato de ciencia-ficción, pero que sin embargo es una visión sobre un mundo tecnificado muy parecido al nuestro. ¿Qué son los kentukis? Y dice la autora: ““Algo a medio camino entre un teléfono y un peluche”. Así surgió el título:

Jorge Morla en una entrevista para El País se refiere al contenido de la obra: “la estructura de la novela de Schweblin sigue a diversos personajes a lo largo del mundo: un padre que ve cómo la aparición de un topo de peluche (o quien está detrás) trastoca a su familia, una mujer que a través de su nuevo cuervo comienza a ver a su novio con otros ojos, un hacker que se aprovecha del terreno aún no regulado de los kentukis para ofrecer experiencias a la carta” (Jorge MORLA, Samanta Schweblin: “El mal no es la tecnología; es quien está al otro lado”, El País, 25 de octubre de 2018).

El sábado 5 de octubre se acerca y nos encontraremos con la autora para saber si la Distancia de rescate es la adecuada. ¡Nos os lo perdáis!

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