Se llevó las dos cantimploras grandes que teníamos y un atado de ropa y ese puñado de semillas que le había dado Octavia para cuando se fuera. Que eran semillas buenas, le había dicho, que daban fuerzas, que las usara cuando las necesitara. Se fue porfiada, Lina, a buscar ese arroyo. La última noche discutimos bastante. Yo no quería que se fuera y ella no quería irse sola: quería arrastrarme con ella; estaba emburrada. Vamos a conocer el mar, Cruz, vamos. Así me repetía. Pero yo no la iba a acompañar en ese desquicio que se le había metido dentro. Eso no se hace, Lina. Y ella no me oía. Terca, estaba. Y ahora vaya Dios a saber por dónde anda.
Quebrada, Mariana Travacio
Es el tercer capítulo del Primer relato, ahí tenemos la voz de Relicario, una voz que se alternará a lo largo de la primera parte con la de Lina, una voz, la del marido, que surge -en palabras de la autora- de la de ella: “ la voz de Lina me trajo la de Relicario, en ese contrapunto que tenían entre ellos.” (“Mariana Travacio: Quebrada podría funcionar como una metáfora de la inermidad, de la orfandad de los personajes”, por Laeticia Rovecchio Antón, en Pliego suelto. Revista de literatura y alrededores, 2 de agosto de 2022).
Es la voz de Lina la que afina, la que da la sintonía a esta primera parte. Travacio crea a su personaje escuchando. El origen está en una entrevista a una maestra que había leído en un diario. Escuchen cómo lo cuenta la escritora argentina en el inicio de este diálogo:
Ella se acompaña en esta reflexión sobre la construcción oral de los personajes de aquello que decía Borges: “saber cómo habla un personaje es saben quién es, […] descubrir una entonación, una voz, una sintaxis peculiar, es haber descubierto un destino.” (Laeticia Rovecchio Antón).
El destino es lo que sale a buscar Lina y lo que trata de perseguir Relicario: él la escucha:
“Me voy, Relicario.
¿Adónde vas a irte sola, mujer?
Octavia me enseñó el camino.
Qué camino, Lina, si acá no hay caminos.
Hay que ir para abajo, hasta dar con el arroyo.
[…]
Quebrada, Mariana Travacio
Así, Relicario, se ve en la misma encrucijada que Travacio, de alguna manera ese es su destino: seguir los pasos de la voz de Lina o quedar atrapados en la quebrada.
“Es tal la delicadeza que logra Mariana Travacio que los escuchamos antes de leerlos, y sabemos quién dice qué por la textura de sus voces. Relicario, solo en el rancho, entra en cuenta de que Lina tenía razón: no sólo todo está muerto allí sino que lo único que tenía vida, Lina, se fue. Y no vuelve, como él pensó. Relicario se adentra en un dilema. Tiene que ir tras ella, tiene que pedirle que regrese o irse con ella donde sea que ella vaya.” (Debret Viana, Página 12, 17/4/2022)
Y, sin embargo, hay un obstáculo que le hace dudar: ¿qué hacer con los muertos?
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