Moshe Hamon (1490-1567)
Nació en Granada en el sino de una prestigiosa familia de médicos, viéndose a muy corta edad obligado a emigrar junto con su familia al Imperio Otomano. Su padre Yosef se convirtió en médico del sultán Selim I pero falleció en el transcurso de una campaña en Egipto en 1516, siendo elegido para ocupar su lugar como doctor y representante extra-oficial de la comunidad sefardí.
Durante el reinado de Solimán I (r.1520-1566) acompañó en todo momento al sultán e incluso desempeñó labores diplomáticas. Su nieto Yosef y bisnieto Isaac desempeñaron también un importante rol como médicos y cortesanos.
Doña Gracia Nasi (1510-1569)
Oriunda del reino de Portugal, se casó joven con el banquero Francisco Mendes y enviudó con apenas 25 años, heredando los contactos y la fortuna de dicha familia. Hostigada por la Inquisición lusa, se trasladó a Amberes y estableció una red de ayuda a refugiados judíos en su camino al Imperio otomano. En 1549 fue arrestada en Venecia, pero prontamente liberada por la intercesión del sultán Solimán.
En 1553 trasladó su residencia a Estambul, junto con una buena parte de su personal que se organizarían en la congregación de Hanum («La señora»), y se convirtió en consejera del sultán. También se encargó de promocionar a su sobrino Yosef Nasi, al que casó con su hija Reyna; este se convirtió en un favorito del sultán Selim II y en duque de Naxos, así como dueño de grandes extensiones junto al lago Tiberiades.
Zabbatai Zevi (1626-1676)
Nació en Esmirna y creció en una sociedad sefardí muy politizada debido al deterioro económico y al surgimiento de movimientos cabalísticos que ansiaban la pronta redención del pueblo judío y el fin de los días. Impactado por las masacres de Polonia (1648-1649), fue excomulgado en 1648 por su comunidad por leer el nombre de Dios en la sinagoga, llevándole a una gira desde Egipto a Estambul.
En la capital del sultanato, el cabalista Abraham ha-Yahini le animó a convertirse en el esperado mesías de los judíos, decisión que trastocaría a todas las comunidades judías de Europa. Tal fue su influencia que suprimió tradiciones como el ayuno o la distinción kosher, así como provocar la caída de varios rabinos.
Alarmados los estambuliotas, pidieron en 1666 ayuda al sultán Mehmed IV que hizo encerrar a Zevi en la fortaleza de Galipoli que, durante un tiempo se convirtió en un centro internacional de peregrinaje. Luego el sultán instó a Zevi a elegir entre la conversión al Islam o la muerte, eligiendo este lo primero, y con él una buena parte de sus seguidores (que serían conocidos desde entonces como Donmeh).
Abraham Camondo (1785-1873)
Nacido en Estambul, obtuvo la nacionalidad italiana debido a que su padre era corredor de comercio en Trieste, un hecho que le serviría durante toda su vida para acogerse a reglamentaciones europeas en el Imperio Otomano y para distanciarse de los lideres tradicionales de la comunidad. Tras la caída de los banqueros Carmona en 1826, se fue convirtiendo en uno de los prestamistas del ejército moderno del sultán en la guerra de Crimea (1853-1856).
Por su apoyo a la educación laica en la década de los 50, fue excomulgado por los rabinos conservadores, pero mantuvo el pulso con estos y consiguió que en 1864 el sultán Abdulaziz apoyara explícitamente a los sefardíes reformistas. Aquel mismo año participó con otras familias en la creación de una banca nacional moderna para el Estado y realizó grandes inversiones en bienes inmuebles a ambas orillas del Bósforo.
En 1866 le fue concedido el título de conde por el rey de Italia Víctor Manuel II y poco después trasladó su centro de operaciones a Paris, si bien ordenó que fuera enterrada en su Estambul natal. Durante su vida fue además un importante mecenas de sinagogas (por ejemplo, las de Yenikoy y Buyukdere) y auxilió a los refugiados judíos de Rusia y los Balcanes.
Haim Nahum (1872-1960)
Su padre era Behor Yosef Nahum, un funcionario del ayuntamiento de Manisa, lo que le permitió obtener una buena educación religiosa en Esmirna y después en Paris, donde asumió el cargo de rabino. Durante años cultivó relaciones con la Alliance Israellite Universelle, a pesar de no ser demasiado reformista, y con las figuras más relevantes de los Jóvenes Turcos.
En 1909, tras el cambio de régimen en el Imperio Otomano, se convirtió en Gran Rabino de Estambul, apostando decididamente por la restitución de las instituciones comunitarias y por una alianza más firme con la orientación política de Turquía (en la que fue apoyado por el editor y periodista David Fresko). En la Conferencia de Paz de Lausana (1922-1923) fue el representante de la minoría judía y, en su nombre, rechazó que esta tuviera un estatus diferenciado al del resto de turcos.
Abraham Galante (1873-1961)
Nacido en la ciudad de Bodrum y educado como profesor en Rodas y Esmirna, pronto desarrolló un gran interés por la historia sefardí y el rol positivo de dicha comunidad hacia el Estado turco (interpretación que a día de hoy sigue siendo mayoritaria). Se involucró en política en los primeros años del siglo XX, afiliándose a los Jóvenes Turcos, y enfrentándose al Gran Rabino de Estambul, Moshe Levi, por cuya oposición hubo de exiliarse a Egipto entre 1904 y 1907.
En 1915 obtuvo un puesto en la universidad de Estambul desde donde haría campaña en los primeros años de la Republica en contra de la reforma del alfabeto y del antisemitismo, lo que le valió el despido en 1933. Diez años más tarde se reconcilió con el partido gobernante e ingresó en sus filas, siendo elegido diputado por Nigde.
A día de hoy la comunidad sefardí constituye una pequeña parte de lo que en su día fue: en 1948, tras la Segunda Guerra Mundial y recién fundado el Estado de Israel, vivían en Estambul 55,000 judíos; una cifra que se habría reducido a 32,946 en 1955 (el año de los motines xenófobos), y que actualmente apenas son 15,000 personas.
El deterioro de la situación económica y el conocimiento de otras lenguas habrían ido motivando una paulatina emigración de los sefardíes estambuliotas a Francia, España (especialmente a Barcelona), América Latina, EEUU e Israel. Los judíos que han quedado, de los que un 96% se identifican como sefardíes, han mantenido abiertas 19 congregaciones y varios locales, tanto gastronómicos como culturales donde pueden seguir reuniéndose.
El uso del ladino fue desde siempre un puntal en la cultura de la comunidad, empleándose incluso para dirigirse a otros colectivos judíos como el askenazí o el romaniota (que hablaban yiddish y griego respectivamente); sin embargo, con la implantación nacional de planes educativos por parte del Estado, el turco pasó a dominar la esfera social exterior de la comunidad sefardí y recientemente a convertirse en el único idioma conocido por la juventud sefardí.
Aunque vistos como un elemento ajeno por una parte de la población turca, desde los años 90 y debido a una reorientación política del gobierno turco, comenzó a reivindicarse la cultura sefardí, autorizándose la apertura de asociaciones culturales como el Centro Sefardí de Estambul (2003) y proyectos conjuntos con el Instituto Cervantes (2005). Atentados contra la comunidad como el de Al Qaeda en 2003 o las recientes declaraciones anti-sionistas del gobierno no parecen augurar un retroceso en dicha política.
Lejos de ser una comunidad cerrada, los sefardíes de hoy en día ya no se concentran en los barrios históricos de Balat, Haskoy y Galata, tienen todo tipo de trabajos y comparten gustos con sus vecinos. Políticos de origen sefardí como Yusuf Bahar del DP han despuntado, convirtiéndose en 2009 en alcalde de Adalar (las islas de Estambul), y músicos como Can Bonomo han representado al país en Eurovisión (2012). Además, con la puesta en marcha de la ley de nacionalidad española, 4,500 sefardíes estambuliotas forman actualmente la comunidad española más grande fuera del país.
Cuando llegaron al Estambul del sultán Bayaceto II (r.1481-1512) los sefardíes, expulsados y con buena parte de sus bienes retenidos en la península ibérica, obtuvieron del gobierno otomano y de las comunidades judías locales una acogida que les permitió levantar cabeza. Desde entonces, y a pesar que consideraban a sus vecinos turcos algo extravagantes (decían de ellos que «lo toman todo de la kola»), se convirtieron en fieles súbditos del país de acogida.
Aportaron, entre otras cosas, el uso de la imprenta (aunque limitado a ediciones con el alfabeto occidental) y conocimientos sobre la fundición de metales como el cobre para la fabricación de armas, así como perfeccionaron el uso de la pólvora. También son reconocidas sus habilidades en la curtiduría y la repostería, que podemos apreciar en el uso del turco actual de términos como «masa» (de mesa, pues la costumbre turca era comer en el suelo) o «pandispaña» (que es el nombre del bizcocho).
El argot turco también se vio enriquecido por términos como «papel» (sinónimo de dinero, por los primeros billetes que se pusieron en circulación), «manita» (por novia, del dicho castellano «hacer manitas») o «palabras» (que se entiende como mentira, por los compromisos incumplidos de algunos mercaderes).
Rompiendo con el legado filosófico de Al-Ándalus, la mayor parte de sefardíes se consideraban «pasadores de ora», es decir, dedicados en exclusiva a asuntos profanos y prácticos: a finales del siglo XIX y principios del XX una parte sustancial de la comunidad eran pequeños propietarios de negocios mientras que el 45,9% del total se dedicaban a trabajos no cualificados.
En esta sección trataremos desde la organización político-religiosa de la comunidad sefardí en los últimos 500 años, a la evolución de sus expresiones culturales, pasando por la descripción de algunas de sus más llamativas costumbres folclóricas a la explicación de cómo fue su vida diaria durante este largo periodo.
Cuando llegaron de la península ibérica, los sefardíes guardaban muchas tradiciones típicas de sus comunidades originales que se justificaban por su relación con la mayoría cristiana de aquel lugar, por ejemplo, a los niños que no se portaban bien se les asustaba con la llegada del apóstol cristiano «Sanpavlo». Asimismo, durante todo este tiempo se han caracterizado por gesticular mucho al hablar, tal como hacen españoles o italianos.
Como la mayoría de sus contemporáneos, los sefardíes guardaban una relación muy próxima con la religión y el mundo mágico, por lo que era habitual que portaran enrollados al cuerpo amuletos escritos en hebreo que los protegieran. Para asuntos más mundanos se valían de la crítica social, así que a las personas sin aspiraciones intelectuales las llamaban «pasador de ora», a aquellos que fracasaban en sus proyectos les denominaban «azno» (aunque también aplicaban dicha animalización a los que trabajaban arduamente).
No fueron por otro lado una comunidad inmune a las influencias ajenas: para los sefardíes estrechar la mano de otro se reservaba exclusivamente para cerrar acuerdos comerciales, pero con la estandarización de este saludo al modo francés, lo asumieron también en el siglo XX; del mismo modo que pronto asumieron fórmulas de respeto del estilo otomano, así que a un Yakub Levi, en lugar de llamarle señor Levi le decían Yakub Bey.
Estas filtraciones culturales a menudo procedían de las altas esferas, cuyos contactos con el extranjero menudeaban. En ocasiones estas relaciones se convertían en excesivamente estrechas y la comunidad sefardí, encerrada en sus tradiciones rechazaba (especialmente a raíz del pseudo-profeta Zevi): de este modo el medico de palacio Abravanel se convirtió a mediados del siglo XVII en el musulmán Hayatti Zade, y Abraham Camondo fue acusado de «cristianizar» a la juventud.
Tratándose de una población que en el Imperio otomano podría considerarse «clase media», un prudente alejamiento de la política nacional y una religiosidad calculadamente discreta, podemos afirmar que solo a través de las costumbres y el mantenimiento de algunas tradiciones llegaremos a comprender el mundo sefardí.
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