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Blog del Instituto Cervantes de Estambul

Biblioteca Álvaro Mutis

Jorge Volpi: un escritor incómodo

Volpi es Licenciado en Derecho y maestro en Letras Mexicanas por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y doctor en Filología Hispánica por la Universidad de Salamanca tras presentar una tesis doctoral sobre las relaciones entre el subcomandante Marcos y los intelectuales del momento; posteriormente, esta tesis se transformaría en su ensayo La guerra y las palabras.

Junto a Ignacio Padilla, Eloy Urroz, Pedro Angel Palou, Ricardo Chávez Castañeda y Vicente Herrastia, Volpi firma en 1996 el “Manifiesto Crack”, una propuesta para la renovación de las letras mexicanas a través de un crack, de una fisura con respecto a la generación del post-boom (https://confabulario.eluniversal.com.mx/el-crack-o-la-renovacion-de-la-novela-mexicana/). Este manifiesto promovía, a su vez, una revalorización de la literatura de los años sesenta, que consideraban la época de mayor esplendor de las letras del país. Reivindicaron escritores como Sergio Pitol, Salvador Elizondo, Juan Vicente del Melo, Fernando del Paso o José Emilio Pacheco y abogaban por una novela total que se alejaba del color local. A esta época corresponde la novela de Volpi El temperamento melancólico, publicada en 1996.

Eloy Urroz, Jorge Volpi, Ignacio Padilla y Pedro Ángel Palou

En 1999 publica la novela de En busca de Klingsor, que obtiene el Premio Biblioteca Breve e inaugura lo que ha denominado la “Trilogía del s. XX”, conformada también por El fin de la locura (2004) y No será la Tierra (2006). En 2012 publicó La tejedora de sombras, con la que obtuvo el Premio Planeta-Casa de América.

Además, ha cultivado el ensayo con obras como La imaginación y el poder. Una historia intelectual de 1968 y La guerra y las palabras. Una historia intelectual de 1994, sobre la Revolución Zapatista, como ya hemos mencionado. Más recientemente ha publicado Contra Trump: Panfleto Urgente (2017).

Colabora habitualmente en medios de comunicación como El País o el semanario mexicano Proceso, así como en diferentes publicaciones de crítica literaria.

Recibió el V Premio Planeta-Casa de América 2012 por La tejedora de sombras, novela sobre Christiana Morgan y sobre su relación con el director de la Clínica Psicoanalítica de Harvard. En 2018 recibió el Premio Alfaguara de Novela por Una novela criminal.

Hay una frase del propio Volpi que define de manera precisa su propuesta literaria e intelectual: “La función del escritor es incomodar”.

Y para que vayáis conociendo un poco más a este excelente literato, escritor, pensador y gestor os dejamos esta entrevista:

Atentos, porque mañana, a través de la palabra de Volpi publicaremos una pequeña guía de hechos. Mientras tanto, podéis seguir contándonos vuestras experiencias de lectura.

Los levantones

“<<[C]aptura en vivo de dos peligrosos secuestradores>>”; “<<liberación de tres de sus víctimas>>”…; Jorge Volpi nos sumerge en el mundo más oscuro de la violencia mexicana, el de los secuestros exprés,  lo que se conoce con el nombre de levantones.

Enriquecimiento léxico

La desgracia que se cierne en México en los primeros años del siglo XXI debido a la violencia ejercida sobre todo por el narcotráfico contamina el sistema policial, espejo deforme y corrupto de esa realidad.

El propio lenguaje da cuenta de este suceso, los mexicanos se van familiarizando con unos términos que dibujan con precisión ese mundo espeluznante. Así es muy interesante partir desde la definición de estos “nuevos conceptos” para hacernos cargo de cómo se sentían los ciudadanos ante esta avalancha criminal que se iba normalizando:

  • levantones: secuestros ostentosos cuyo fin es la eliminación de alguien con “deudas” con algún cártel;
  • secuestros: industria delincuencial en pleno desarrollo, la más sucia y abominable de todas, que es el nuevo gran temor de las sociedades latinoamericanas;
  • maquila del secuestro: grupos de hampones menores que secuestran casi al azar, fiándose de la apariencia (aspecto, automóviles, relojes, colonias residenciales), y le “venden” luego el “botín” a un grupo seriamente organizado;
  • pozolear: meter la cabeza de un secuestrado en un baño de ácido y seguir así hasta hacer desaparecer el cadáver (“Que no queden huellas”);
  • exigencia de mano dura: aspiración colectiva cuyas consecuencias más visibles aún tienen que ver con la violación de los derechos humanos de grupos de edad o personas ajenas al narcotráfico, sobre todo en colonias populares.

Carlos Monsiváis recoge estas definiciones en su texto “Del levantón de algunas hipótesis sobre el narco” donde cita a modo de anécdota conversaciones sustanciosas y que dan fe del clima que se vivía en ese momento en México:

–  “¿Te acuerdas de Juan Alberto, el hijo de la señora Pérez (o Gutiérrez o Hernández o López o…)? Pues lo mataron hace unas semanas, lo torturaron feísimo, ahora me explico sus viajes a Las Vegas, y eso que era de Celaya”. O bien:

-“Antenoche levantaron a…”.

Como decíamos arriba todo tan normal y tan cotidiano.

El documental de Everardo González, La libertad del diablo, de 2017, narra las desgarradoras experiencias de las víctimas que han perdido familiares a manos de la corrupción y el crimen organizado.

Fotograma del documental La libertad del diablo

El documental contiene testimonios no solo de las víctimas, sino de un par de jóvenes que narran cómo se iniciaron en este mundo de violencia, así como el testimonio de un exmilitar y un policía, quienes se convirtieron en cómplices de algunos actos violentos. Este es el tráiler:

Estos secuestros, los «levantones» -que ocupan la realidad argumental y documental del relato de Volpi-  “se pusieron de moda” durante el gobierno de Vicente Fox en México y continuaron con los gobiernos de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto. Llegaron a ser tan habituales y modificaron tanto la vida diaria de las familias mejicanas que, por un lado, la sociedad se acostumbró a convivir con el crimen y, por otro, todas las familias fueron conscientes de que no estaban a salvo de sufrir esa lacra. Las familias eran necesarias porque un secuestro necesitaba de todo el apoyo familiar, tanto económico como afectivo, para conseguir la vuelta del secuestrado entero y con vida.  

Los hechos narrados en Una novela criminal se refieren a 2005, pero el paso del tiempo y la denuncia y publicidad de este tipo de casos no ha tenido como consecuencia su desaparición ni siquiera su control, como bien cuenta el documental de Everaldo González y como podemos ver en este reportaje referido al año 2016 en la ciudad de Jalisco, con un título que da fe de la raigambre de estos crímenes: “Tierra de levantones

En la prensa, se pueden encontrar de manera natural noticias como esta de «Infobae»:

Este es el trasfondo de la novela de Jorge Volpi, pero los hecho que nos van a contar son otros, como bien pudisteis visionar en la anterior entrada del blog: “Si escribiera una novela tradicional, quizá contaría los hechos de este modo, detallando la captura de Israel Vallarta y Florence Cassez, así como la liberación de Cristina Ríos, su hijo Christian y Ezequiel Elizalde tal como se vieron en pantalla, sólo para revelar a continuación, a modo de sorpresa o golpe de efecto, que nada de eso fue real: que la madrugada del 9 de diciembre la AFI no capturó a nadie y no liberó a nadie, sino que, según la confesión posterior del propio director de la corporación, Genaro Garíca Luna, la policía recreó -es decir: escenificó, manipuló, inventó– una captura y una liberación que nadie sabe cómo y cuándo se llevaron a cabo.”.

Pero Volpi preferirá contar los hechos en sentido inverso, porque se ha propuesto escribir “una novela documental o una novela sin ficción”.

Estos son los hechos, no os dejéis abrumar por la parte documental, por la infinidad de legajos del proceso, por la catarata de nombres y datos, ateneos, como buenos lectores, a los hechos, a la historia. Contadnos vuestra experiencia:

  • ¿Qué pensáis de los levantones como trasfondo de la novela?
  • ¿Qué pensáis de esta realidad mexicana?
  • ¿Qué sensación os está produciendo esta inmersión en lo legal, lo televisivo, lo ficticio y lo real?

Espectadores de una novela

Una de las grandes posibilidades que ofrece Una novela criminal es comprobar cómo los hechos que Volpi describe con maestría, están sacados línea por línea, fotograma por fotograma, de las emisiones televisivas que rodean este caso. Volpi, en el capitulo 4, titulado En vivo  se pregunta  “¿Qué ven los espectadores que encienden sus aparatos en el Canal 2 de Televisa o en el 13 de TV Azteca ese 9 de diciembre de 2005 a partir de las 06:47?”…, pues ven exactamente esto:

Volpi, en su detallada relación de los hechos encabeza cada párrafo con ‘ven’: «ven imágenes…, ven escenas…, ven a un reportero… Ven, sin saberlo, una ficción.».  Y según avanza el capítulo y hasta el final del mismo, Volpi nos implica en el relato cuando utiliza la forma verbal ‘vemos’ al comienzo de cada párrafo. Sincronizar la lectura con el visionado del vídeo, resulta apasionante y al mismo tiempo desasosegante.

También en el capítulo 3 El canal de las estrellas podemos leer el momento en que Florence Cassez llama en directo al programa Punto de partida para desmentir la versión oficial, y de nuevo podemos superponer la narración de Volpi al visionado del vídeo, y apreciar en la imagen, todos los matices que nos proporciona el texto:

A lo largo de toda la novela, tenemos la posibilidad de saltar a la red y de encontrar en imágenes aquello que nos cuenta Volpi. Si todavía no habéis sentido la inquietud de hacerlo, os animamos a intentarlo. Contadnos qué sensación os produce y si esa experiencia condiciona vuestra lectura de la novela.

Una verdad sospechosa

Cuando entramos a cualquier lugar siempre debemos estar atentos a las advertencias.

Los lectores que ya han comenzado Una novela criminal seguro que se han visto provocados, interpelados, por esa Advertencia con la que se inicia el relato: “Lector, estás por adentrarte en una novela documental o novela sin ficción.”.

Y los más avezados ya estaréis con las antenas disparadas ante ese oxímoron –“novela sin ficción”, y todavía más cuando sois directamente llamados por el autor a tomar distancia con ese consejo paterno-materno filial del “ya te lo dije, tú ya sabes dónde te metes, no digas que no te lo advertí antes”: «Si bien me esforcé por contrastar y confirmar los testimonios contradictorios» -así es la realidad-, sin embargo -afirma Volpi en ese preámbulo- «muchas veces no me quedó otra salida que decantarme por la versión que juzgué más verosímil. Para llenar los incontables vacíos o lagunas, en ocasiones me arriesgué a conjeturar -a imaginar escenas o situaciones que carecen de sustento en documentos, pruebas o testimonios oficiales […]».

Fuente: Volpi: «El lenguaje se ha vuelto un instrumento para ocultar las cosas» (elnacional.com)

Porque uno no se llama Jorge Volpi, gana el premio Alfaguara de Literatura 2018, es uno de los mejores escritores mexicanos de los últimos tiempos, y se dispone simplemente a transcribir el proceso de la causa criminal contra Israel Vallarta y Florence Cassez. No, el propio autor nos da una pista del significado de estas palabras preventivas, en un artículo publicado recientemente en el periódico El País a propósito de la concesión del premio Princesa de Asturias de las Letras al escritor francés Emmanuel Carrère (Emmanuel Carrère o la verdad sospechosa | Cultura | EL PAÍS (elpais.com)): “ si Carrère nos intriga, nos conmueve y nos irrita, no es tanto por la sinceridad con que expone sus múltiples torturas […], sino por la permanente tensión entre su promesa de decir siempre la verdad y su irremediable tendencia a mentir, tan propia de cualquier novelista.

Muchos de vosotros habréis caído en la cuenta de que la Advertencia viene inmediatamente después de una cita de Paul Valéry: “Le mélange du vrai et du faux est énormément plus toxique que le faux pur”.

Sin duda, estos dos elementos que adornan el pórtico de esta novela (la advertencia y la cita) contienen la esencia del relato en el que estamos a punto de adentrarnos. Como en aquel frontispicio de la Academia de Platón que nos apercibía de que todo aquel que no supiera geometría no tendría acceso, Volpi nos lanza una imprecación parecida: no leas esta novela sin recordar que no hay realidad sin ficción.

Y Volpi no nos decepciona: “La mejor manera de empezar una historia es con otra” (inicio del capítulo 1.La aguja y el pajar, de Una novela criminal), con un relato, con la historia de Valeria Cheja, una mujer de 18 años que es secuestrada en pleno corazón de Ciudad de México. Esas primeras páginas ya os habrán servido para olvidaros del manto de precauciones con el que intentábamos abrirnos paso hacia la lectura. Sin embargo, en nuestra mente resuenan varias preguntas:

  • ¿Qué papel jugamos como lectores de Una novela criminal?
  • ¿Cuál es el punto de vista del autor?
  • ¿Quién miente?
  • ¿Qué importancia tiene la mentira en esta historia?

Esperamos vuestros comentarios y experiencias a pesar de que ya estéis inmersos en la catarata de acontecimientos en torno a Las Chinitas.

Un libro, cuatro manos y muchas lenguas

Una de las tareas más apasionantes en los cursos de ELE es crear cadáveres exquisitos, emular esa técnica surrealista en la que construimos una obra compartida para que los estudiantes colaboren entre sí en un ejercicio de expresión escrita. La idea está basada en un juego de mesa en el que se escribía por turno en una hoja de papel, la cual doblaban ocultando parte de la escritura y después pasaban al siguiente jugador para que continuara el texto. El pintor surrealista Max Ernst pensaba que era un barómetro de los contagios que se producían en un círculo de creadores. Pablo Neruda y Federico García Lorca los llamaron poemas al alimón y Nicanor Parra y Vicente Huidobro quebrantahuesos. Sin embargo, muchos de los profesores de español dudan de que esta técnica sea algo más allá que un divertimento en el aprendizaje de una lengua, aunque para los teóricos de la estética resulte una anticipación del proceso de cuestionamiento de la autoría en la obra de arte, concepto que adquirirá su época dorada con la posmodernidad.

Dos ideas, la del cadáver exquisito y la del cuestionamiento del autor, que apuntan a uno los aspectos más llamativos del proceso creativo de Trilogía de los años oscuros: nos referimos a la escritura a cuatro manos. “Escribir a cuatro manos es un ejercicio de colaboración íntima que obliga también al desapego constante, algo que rompe con lo que se suele entender como autoría. Y es también un ejercicio de debate constante porque dos voces nombrando el mundo implica trabajar con la armonía para buscar un pensamiento polifónico.”, afirma en su web Martha Zein.

Fuente: El difícil arte de escribir a cuatro manos por Librotea | Librotea (elpais.com)

El próximo sábado podremos preguntar a Rosa Ribas cómo fue su método de trabajo a cuatro manos con Sabine Hofmann. Mientras, os dejamos este extracto de una de las numerosas entrevistas concedidas por las autoras con motivo de la publicación de Don de lenguas:

“Sabine y yo nos conocemos desde que trabajábamos juntas en la Universidad de Frankfurt. Allí ya habíamos escrito un relato largo en común y nos quedamos con ganas de repetir la experiencia, pero ya con un proyecto de mayor envergadura.

El proceso creativo ha sido, por supuesto, muy distinto al trabajo en solitario. Desde el principio, en la fase de planificación de la novela, hasta el final, ha sido necesario discutir ideas, ponerse de acuerdo o no, decidir, compartir informaciones, … Trabajoso pero enriquecedor. Después nos hemos repartido los capítulos a partir de los diferentes personajes (cada una tenía una constelación de personajes) y, una vez teníamos el texto completo, nos tradujimos. Porque cada una escribió en su propio idioma. Al traducirnos mutuamente, al adoptar la mirada crítica y atenta del traductor, pasamos el texto por un tamiz muy fino. El resultado han sido dos manuscritos completos, uno en español y el otro en alemán.”

Aprovechamos la singularidad de la coautoría para incluir una breve semblanza de Sabine Hofmann:

Nació en Bochum, Alemania, en 1964. Estudió Filología Románica y Germánica y ha trabajado numerosos años como docente en la Universidad de Frankfurt, donde conoció a Rosa Ribas, y donde surgió un proceso de colaboración y amistad que cristalizó en la trilogía de la que Don de lenguas es su obra inaugural.

Fuente: «Don de lenguas» Rosa Ribas & Sabine Hofmann (elblogdelafabula.blogspot.com)

Este arte de la tolerancia, la generosidad y el riesgo que constituye la creación de obras conjuntas, si bien es un género poco explotado, tiene múltiples referentes a lo largo de la historia de la literatura: no por ser los primeros, pero sí por ser representantes del surrealismo, escuela que fue laboratorio de la experimentación artística, tenemos los ejemplos de André Breton y Philippe Soupault, en Los campos magnéticos (1920) (“Esta noche somos dos frente a este río que desborda nuestra desesperación”), o del propio Breton y Paul Éluard en La inmaculada concepción (1930).

Entre los clásicos contamos con los poetas románticos Wordsworth y Coleridge en Baladas líricas (1798); con Wilkie Collins y Chales Dickens, en el XIX, con Calle sin salida (1867); sin olvidarnos de la fructífera colaboración entre Joseph Conrad y Ford Madox Ford en las novelas Los herederos  (1901), Romance (1903) y La naturaleza de un crimen  (1923), y que según Ezra Pound lograron la misma transformación para la prosa inglesa que la que había logrado Flaubert para la francesa.

Además, no podemos obviar la contribución a la causa de la poliescritura de la generación beat: Y los hipopótamos se cocieron en sus tanques  (2005), el libro autobiográfico de Kerouac y Burroughs; o desde otro horizonte literario la desmesura de Diario de Sintra (2012), obra escrita no a cuatro sino a seis manos por Christopher Isherwood, W. H. Auden y Stephen Spender; ni ignorar el trabajo de Gilles Deleuze y Felix Guattari en el campo de la filosofía (¿Qué es filosofía?, 1991, o El Antiedipo, 1972, entre otros). Recientemente Stephen King, el maestro del terror, ha publicado un libro escrito con su hijo Owen, Las bellas durmientes (2017).

Si ponemos el foco en la literatura en castellano, hay que evocar una obra que descansaría seguramente en alguno de los estantes de la biblioteca imaginaria de Borges y que, por el contrario, duerme en el catálogo de ausencias de dos premios Nobel: la novela que debían haber escrito Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa sobre la guerra que enfrentó a Colombia y Perú en 1932 y 1933 y que, desgraciadamente, nunca vio la luz. Sin embargo, la obra que sí reposa en los anaqueles de Borges es la de Horacio Bustos Domecq o la de Suárez Lynch, heterónimos de la pareja Borges y Bioy Casares. Bustos Domecq escribió Seis problemas para don Isidro Parodi (1942) y Suárez Lynch Un modelo para la muerte (1946); los dos son el mismo suplantador del que Borges confiesa que “acabó adueñándose de la situación. Era el tercer hombre que a la larga terminó dirigiéndonos con mano de hierro”.

A finales del siglo XX tenemos los ejemplos de Roberto Bolaño y A.G. Porta, quienes trabajaron juntos en guiones o cuentos antes de escribir la novela Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce (1984); de los Pérez Reverte, Arturo y su hija Carlota, en la primera entrega de Alatriste (1996); o de Felipe Benítez Reyes y Luis García Montero con una obra aparecida también en 1996, Impares, fila 13. Benítez Reyes afirmó en su momento que la experiencia fue fascinante, pero que no repetiría porque “con la edad, uno se vuelve más maniático, más solitario, más temeroso de salirse de sí mismo”.

A.G. Porta evoca su amistad con Roberto Bolaño con motivo de la exposición «Archivo Bolaño. 1997-2003, celebrada en el CCCB en 2013

Y de fecha más cercana son las de Vicente Molina Foix y Luis Cremades, El invitado amargo (2014); la de Graciela Montes y Ema Wolf , El turno del escriba, premio Alfaguara 2005 ; o el premio Anagrama de Ensayo 2007, La ceremonia del porno, de Andrés Barba y Javier Montes. Aunque, como afirma Barba, el resultado no se correspondió con lo acordado, siempre llegaban a “un lugar nuevo que era algo más que la suma de los dos”.

Un lugar nuevo como el que han abierto en nuestra alma lectora Ana Martí y Beatriz Noguer, de la pluma de Rosa y Sabine. ¿Quién es quién?:

“Joaquín Grau no lo reconocería nunca abiertamente, pero le gustaba su imagen en el espejo. […]”

¿Será la de Hofmann o será la de Ribas? El sábado, NO OS LO PERDÁIS, lo descubriremos.

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