El pasado lunes 18 de enero de 2010, Jose María Merino impartió una interesante conferencia en el Instituto Cervantes de Estambul titulada «Del cuento popular al cuento literario». María Jesús Horta, profesora del Departamento de Español de la Universidad de Estambul y miembro del Club de Lectura de la Biblioteca Álvaro Mutis ha hecho un resumen que, con el permiso y revisión del autor leonés, publicamos en nuestro blog. Pensamos que la conferencia de Jose María Merino, además de ofrecer una visión panorámica del cuento, nos da numerosas pistas para otras lecturas que puede interesar a otros lectores y estudiantes de español.
Con el final de la vida rural tradicional y la instalación total de la televisión en todas las casas se ha perdido la costumbre campesina tradicional de trasmitirse oralmente los cuentos populares.
La ficción es la primera forma de sabiduría creada por la especie humana. Apareció previamente a la ciencia, la metafísica o la escritura y durante muchos siglos se transmitió oralmente. Esa ficción intentaba filtrar y describir de alguna manera el misterio de la vida y del universo. Existe un “pacto de credulidad” entre los creadores de ficciones y sus oyentes por el cual los oyentes deben creerse las historias que cuentan los narradores o creadores y aceptarlas como válidas para luego transmitirlas.
El cuento popular tiene un origen remoto y anónimo. Generalmente ha sido transmitido a través de los ancianos de cada comunidad a las generaciones siguientes de manera también oral, aunque a veces existen personas especializadas en su narración. El cuento popular es el heredero directo de aquellas ficciones originarias de los hombres primitivos. Puede ser de muchos tipos (maravilloso, de costumbres, de animales, etc.), está en un espacio atemporal y su trama es fija con un argumento que se repite invariablemente. Los personajes son abstractos (el rey, la madrastra, el hada, el ogro, el labrador, el criado…). Pero su expresión depende mucho de la gracia y el talento de cada uno de sus narradores porque ellos son los que dotan de matices a la trama fija. Por eso un cuento popular cambia cada vez que es contado, aunque lo haga el mismo narrador. También se apoya mucho en los silencios, los gestos, la entonación, etc.
En la zona de León existió hasta mediados del siglo XX una “institución” llamada “el Filandón” cuya palabra viene etimológicamente del verbo “filar” o “hilar”. Se refería a las reuniones de vecinos o parientes de un mismo pueblo que se propiciaban en los días de invierno en alguna casa con el pretexto de hilar y donde se contaban cuentos, anécdotas, historias, sucesos… Era en ese ambiente donde se transmitían los cuentos populares al resto de la comunidad y de unas generaciones a otras y donde se creaban también nuevas ficciones. Con el paso de la economía agrícola a una industrial y de servicios y la conversión de la televisión en el único narrador posible esta costumbre desapareció.
El cuento literario es, por el contrario al popular, una ficción transmitida siempre de forma escrita, con una forma precisa que no puede ser modificada y con un autor determinado. La línea argumental y la forma expresiva son fijas y, si se modificaran, se estaría traicionando a su autor. Su escenario no es atemporal sino histórico y tiene personajes concretos. Pero ofrece algunos aspectos que le familiarizan con el cuento popular. Ambos son breves, deben despertar el interés del auditorio-lector para que sean escuchados-leídos hasta el final, deben ser verosímiles incluso en los momentos más ilógicos, comprender una gran intensidad dramática en una pequeña extensión y tener gran concisión (esta última característica es la diferencia fundamental entre el cuento literario y la novela y es lo que hace que en un cuento nada sea superfluo).
La cultura del cuento popular convivió durante siglos con la del cuento literario creado en ambientes más cultos y destinado a un público de clases altas. En España la primera recopilación de cuentos populares de la que tenemos noticia fue ordenada por el rey Alfonso X el Sabio de Castilla y se publicó en 1251. Es el libro titulado Calila e Dimna que recoge relatos de la tradición india y extremo oriental que llegaron a nuestro país a través de los árabes. En esa misma época aparecieron otras recopilaciones de colecciones de cuentos árabes o tomadas de otras zonas del mundo y que nos llegaron a partir de esa lengua. El libro de Apolonio o El conde Lucanor es el mejor ejemplo temprano de una creación culta que recoge 51 cuentos populares (o ejemplos morales). Así, poco a poco, los cuentos populares serían absorbidos en parte por los cuentos literarios.
El inventor del género del cuento literario en España es Cervantes con sus Novelas Ejemplares, ya que la denominación de “novela” que él utiliza en este título no se refiere a lo que nosotros entendemos en la actualidad por novela sino que la había tomado del italiano novella, lengua en la que significa un cuento un poco largo. En este libro no todos son cuentos pero lo que sí queda muy claro (porque el propio autor así lo explica en el prólogo) es que Cervantes lo escribió con la conciencia estética de estar realizando literatura.
En España ha habido una tradicional desconfianza desde el mundo culto hacia el cuento popular: por un lado los cuentos populares eran vistos como un semillero de creencias estúpidas y supersticiosas del que había que desembarazarse; y, por otro, ni siquiera los académicos aceptaron su valor hasta tiempos ya muy recientes. Sin embargo, es evidente que el cuento popular y el cuento literario han sufrido muchos intercambios. Por ejemplo, muchas obras de teatro de Lope de Vega o, incluso, La vida es sueño de Calderón estaban inspiradas en relatos populares (en el caso de Calderón, se inspira en un relato de Las mil y una noches llamado “Abdulhasan, el dormido despertado” el cual, a su vez, recogía un cuento chino de Chuan Tzu, de varios siglos antes de Cristo de antigüedad, titulado El sueño del hombre y la mariposa. Si tenemos en cuenta que Las mil y una noches no fueron traducidas a ninguna lengua occidental hasta el siglo XIX –la primera traducción sería la francesa-, es evidente que la influencia no le pudo llegar a Calderón de una manera culta, es decir, a través de la lectura, sino de forma oral).
En el XVIII y XIX muchos países europeos se dedicaron a recopilar sus cuentos populares e hicieron publicaciones al respecto para que no se perdieran; sin embargo, en España muy pocos se ocuparon de este tema. Tan sólo algunas figuras, influidas claramente por el Romanticismo, siguieron esta estela (Bécquer, Fernán Caballero o W. Irving, que no era español). Los primeros recopiladores sistemáticos de cuentos populares españoles en el siglo XX fueron extranjeros, aunque curiosamente herederos de españoles llegados a América en el siglo XVII: Aurelio Espinosa padre e hijo.
El desarrollo del cuento literario, a pesar de tener sus orígenes en el XVII, es mucho más tardío que el de la novela. En realidad no emergerá verdaderamente hasta el XIX con tres grandes maestros: Poe, Maupassant y Chejov. Todos ellos tendrían una gran influencia no sólo en sus propios países sino en toda la literatura de la época y por eso son considerados los “padres” del cuento literario. Pero en España el siglo XIX fue, desde el punto de vista histórico, una época muy enfrentada, con dos concepciones de la realidad totalmente contrapuestas. Esta situación se reflejó inevitablemente en la literatura la cual acabaría acusando esa falta de equilibrio. Con todo, en el último tercio del XIX aparecerán en nuestro país los tres grandes maestros del cuento literario: Benito Pérez Galdós, Leopoldo Alas Clarín y Emilia Pardo Bazán. Ellos serán los que sienten en España las bases del cuento literario contemporáneo y lo hagan arraigar y adquirir prestigio. Además, estos autores no sólo van a influir en la posterior producción en España sino que, al haber sido también muy leídos en las antiguas colonias españolas en América, tendrán un papel fundamental en la aparición del cuento literario hispanoamericano.
En el siglo XX fue cuando se produjeron, como ya hemos dicho, las primeras recopilaciones sistemáticas de cuentos populares españoles. Espinosa padre realizó su labor de campo a principios de los años 20 y luego publicó su labor en una universidad americana. Su hijo comenzó a trabajar 15 años más tarde pero tuvo que dejar sin acabar su empresa por culpa de la Guerra Civil (por lo que sólo pudo recopilar cuentos populares de la región de Castilla y León) y su trabajo no pudo ver la luz en España hasta la Transición. Hasta la segunda mitad del siglo XX no empezaron a predominar los recopiladores profesionales españoles.
El paso del siglo XIX al XX supuso una verdadera expansión del cuento literario motivada sobre todo por el papel de la prensa, ya que la mayoría de ellos se publicaban en periódicos y revistas. Muchos escritores pudieron llegar a vivir aceptablemente sólo de su publicación y otros completaron con su escritura sus ingresos habituales.
Ya en el siglo XX se pueden distinguir tres etapas bien diferenciadas del cuento literario. La primera va desde sus comienzos hasta la Guerra Civil. En ella tenemos en primer lugar a la llamada Generación del 98 que englobó a varios renovadores de la estética del cuento literario español al que aportaron un nuevo estilo y nuevos temas. Será una época en que los cuentistas sigan abundando y publicando bastante. Es importante destacar la labor de Ramón Gómez de la Serna al aplicar las vanguardias estéticas al cuento y como creador en español de lo que ahora llamamos “microcuento” como podrían considerarse algunas de sus greguerías.
La segunda etapa engloba los años del franquismo y es, por tanto, la más larga. Esta etapa comenzó con la muerte o el exilio de muchos escritores e intelectuales, algunos de los cuales eran cuentistas importantes (como Max Aub o Francisco Ayala). Pero también hubo otros que se quedaron en España y que, a pesar de la censura y de la represión política, fueron auténticos maestros del cuento literario: Camilo José Cela, Miguel Delibes, Gonzalo Torrente Ballester, Zamora Vicente, Carmen Laforet, Ana María Matute, Ramón Pinilla, etc. En sus cuentos tenía bastante protagonismo la gente pobre, humilde, desfavorecida, las mujeres, los niños… a quienes se representaba en situaciones cotidianas. A esta generación sucedió otra que se ha venido a llamar la Generación de los 50 o el Grupo del Medio Siglo que resultó muy importante para el cuento literario, con figuras como Ignacio Aldecoa, Carmen Martín Gaite, Fernández Santos, etc. Los temas serán similares a los de la generación anterior pues siguen dando importancia a las gentes sencillas y las representan en un mundo modesto, a menudo muy humano, desde una perspectiva realista o, incluso a veces, existencial. La mayoría de estos autores publicaron en revistas culturales gubernamentales acogidos al populismo difuso del régimen y ayudados por la necesidad que sentía éste de dotarse de un cierto brillo cultural. El Grupo de Medio Siglo tuvo una gran integración que, a partir de entonces, va a comenzar a perderse. Después de ellos habrá una gran diversidad. Habrá muchos escritores de cuentos pero utilizan formas estéticas muy diversas. Por otro lado, se produce también un eclipse en la relevancia tenida hasta entonces por el cuento. Es por esos años cuando empieza a llegar a España también la producción cuentística realizada en Hispanoamérica que va a producir un gran impacto en las nuevas generaciones de autores. El canon del cuento literario en español quedará fijado entonces basándose en los cuentos hispanoamericanos. Los escritores americanos van a ser unos renovadores del lenguaje pero, al mismo tiempo, van a conseguir que resulte muy natural. Se salen del realismo tradicional y abordan aspectos fantásticos. Este asunto resultará fundamental a la hora de crear una imaginación globalizada en lengua española: a partir de entonces el español se considerará una lengua válida para hacer una ficción que no sólo van a entender los hispanohablantes sino todos los lectores del mundo.
La tercera etapa comienza con la muerte de Franco y se extiende hasta el final de siglo. Los nuevos escritores que surgen aquí aprecian mucho de nuevo el cuento literario y hay un auténtico renacer de este género en España. Para empezar, van a recuperar la denominación de “cuento” que en la etapa anterior se había sustituido generalmente por la de “relato” porque se consideraba que la palabra cuento era ambigua (ya que se podía confundir con el cuento infantil o con el cuento popular). Pero ésta es la denominación más ajustada porque la palabra “cuento” tiende a despertar el interés. La temática en esta tercera etapa va a ser asimismo, como al final de la anterior, poco unánime aunque se mueve entre lo simbólico, lo fantástico y lo expresionista.
En cuanto a las posibles influencias del cuento literario español, dejando aparte la inicial de los narradores rusos (sobre todo de Chejov) y de muchos escritores americanos (como Hemingway), la mayoría proviene de figuras como Valle-Inclán, Álvaro Cunqueiro, Italo Calvino, R. Carter y, tal vez la más firme, de Kafka.
El cuento literario (tanto el escrito en castellano como en el resto de las lenguas de España: gallego, catalán, vasco, bable y aragonés) no tiene una gran cantidad de lectores: éstos suelen ser una minoría especializada y culta que saben que cada pieza es importante en sí misma y que deben descubrir en ella lo que entraña el sincretismo de ese cuento. El sistema educativo, por otra parte, nunca ha aprovechado de forma adecuada el enorme potencial que supondrían los cuentos literarios en las aulas. Sólo las editoriales muy especializadas en literatura publican cuentos y resulta muy difícil para un escritor novel comenzar a publicar con un libro de cuentos, por lo que generalmente debe empezar adquiriendo una cierta fama con alguna novela y publicar luego cuentos. Lo curioso es que sí se publican muchas antologías de cuento basadas en criterios muy dispares y cuya vida es, por regla general, efímera. Aunque, afortunadamente, en los últimos años están apareciendo algunas editoriales especializadas sólo en cuentos literarios.
[…] este punto, vamos a hablar un poco sobre las diferencias entre el cuento tradicional o popular y el cuento literario. Te estarás preguntando: ¿No son lo mismo? ¿Qué diferencias hay? Aquí te lo […]
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