Delta es un relato en primera persona a través de un narrador que, a su vez, se convierte en personaje.
Comienza hablando del cambio climático, de su incidencia en general, para avanzar en el reflejo del cambio en el delta del Ebro, poco a poco vamos comprendiendo que se mueve en el diálogo que se da entre lo local y lo global.
Desde su atalaya en el parque, y con la larga experiencia en la literatura de viajes, Gabi Martínez muestra la crítica contra la gestión de la administración (lenta, burocrática, con intereses solapados), las intervenciones de los grupos ambientalistas -desde perspectivas “sentimentales”, ajenas a los juegos concertados entre hombres y naturaleza, sus ciclos, etc.-, la desconfianza ante pescadores, cazadores o exploradores vinculados al cultivo del arroz o hacia los propietarios de los humedales que provocan reticencias de clase y a los que los locales se refieren llamándoles “amos” o “señores”. Es curioso señalar que el término de comparación entre buena y mala gestión es la Camarga, en el sur de Francia.
“En cualquier caso, el delta es una confluencia, de modo que los cruces y las paradojas abundan. Un sitio donde el tres y el cuatro se mezclan como las tiendas de los surfistas con las barracas, los toros con las anguilas, y donde ecologistas, pescadores o cazadores disfrutan el entorno de formas muy distintas. […] Morir, renacer. Andar. Nadar. Volar. Ir en bicicleta, también.” (Delta)
Para comprender todas sus contradicciones lo mejor es conocer su historia:
La narración en primera persona se inicia cuando Gabi recibe de Mateo Gallard (el heredero de Buda) la llave para instalarse allí durante un año “para intentar el retrato de la vida en este límite”. Poco más adelante vamos a descubrir que el choque entre el espacio deltaico y el avance del mar tiene su correspondencia en el espacio social: la Administración, el ente polifacético que acabará expropiando los arrozales a los buderos, territorios que pasarán a formar parte del espacio del flamantemente declarado Parque Natural, va conformando la orografía de lo que siempre pudo ser de otra manera.
En Delta, el paisaje es ontológico, crea el ser a través de todo lo que vemos, mediante lo que aparece, es lo inesperado, el acontecimiento en su puro azar. Estamos en un libro donde lo espacial adquiere tal protagonismo que nos hace recordar en algunos pasajes a aquellas películas de Wim Wenders en las que el director alemán distingue entre imágenes e historias: “según Wenders, la belleza de tales imágenes o espacios consiste precisamente en su aislamiento, en su condición singular y separada que les confiere valor por sí mismos, en una extraña intuición que podríamos llamar carencia de sentido.” (José Luis PARDO, Sobre los espacios, pintar, escribir, pensar).
La lectura, por tanto, discurre entre aparentes contradicciones y un sentido que se compone por múltiples hilos que como los sedimentos que desaparecen van tejiendo la trama a lo largo de los capítulos (aunque en no pocas ocasiones sea al bies). Parece como si necesitáramos un mapa de conjunto, sobrevolar toda la extensión del delta, cartografiar el territorio geográfico y el humano, por eso puede ser fructífero reflexionar sobre la estructura y la división de los capítulos:
D
Umbral del libro: delta, la cuarta letra del alfabeto griego “en la que pensó Heródoto al contemplar el triángulo arqueado que formaba la desembocadura del Nilo. Además de pensarla, la escribió, D, y, sin saberlo, legó la imagen y el nombre a la posteridad” (Delta).
Agua dulce
Se divide en Sedimentos y Flamencos. En la primera parte aparecen ya algunos de los personajes que habitan el parque, en especial Simona, con todo el peso que posee, a la vez que se describe la situación de peligro en la que se encuentra el delta: “Los estratos sociales se mezclan más que los sedimentos a nuestros pies”. En Flamencos, se contrapone el papel de la Administración y la gestión y la filosofía de Mateo con respecto al parque. Allí aparecen las ecologistas urbanitas y los ecologistas bien considerados.
Agua salada
Mediterráneo. Sal. Anguila. El mar crece, avanza. Conocemos a dos personajes claves en la vida de Mateo: Natalia, su hija, el marido, Artur, y Karen, la nueva pareja de Mateo. “Un delta no es más que un lugar donde algo llega y lo demás empieza”.
En Sal se muestra el temor de Mateo a la expropiación. La presencia del agua salada cambia la denominación y la consideración.
Anguila: Dylan, el único con permiso para pescarla y su relación conflictiva con Simona. La anguila frente a las plagas de los cangrejos azules y los caracoles manzana.
Viento
Fuerza y constancia. Gloria. Arena. El primero nos muestra a un Mateo entregado a su territorio y con la fuerza y capacidad para diversificar, encontrar intereses múltiples que le permitan la supervivencia.
Gloria es el nombre del desastre en forma de borrasca que preveía Mateo y que anticipa lo que puede ser el futuro y la desaparición del delta, es la constatación del cambio climático.
Arena: la de la playa, la de los toros bravos de Pablo. Es el lugar de enfrentamiento de Simona y Gabi.
Tierra
Incierta. Arroz. La defensa del espacio
Incierta es la cosecha del arroz, la historia de Karen, la supervivencia de mosquitos, libélulas y arañas con la pulverización química, incierta es la política agraria.
Arroz: la arbitrariedad de la administración y la prohibición de la caza (aunque se mantenga de manera furtiva).
La defensa del espacio: el que defiende Simona ante la entrada de Luzia para avistar aves. El de Ricardo, que defiende mejor su extensión reducida -en comparación con el delta- por la cercanía a la ciudad y por las maneras de hacerlo. Los animalistas y la percepción sesgada sobre los toros bravos.
Antes de que las dificultades acucien a Gabi en la Casa de la Pantena, comprobad todo lo que un ecosistema como el del delta del Ebro promete:
Luz
Apagón. Faros. Nocturna. En Apagón es Pablo quien tiene un percance grave con los toros bravos por desatención y olvido de las enseñanzas. El riesgo de una muerte siempre presente ante los animales.
Faros: “son luces contra la muerte, y el delta del Ebro tuvo tres. Alguien dijo que durante un tiempo contribuyeron a los naufragios despistando a los capitanes que no sabían muy bien si navegaban las inmediaciones del faro de Buda, el de la Banya o el Fangar y erraban la maniobra enviando a sus barcos al fango”.
Nocturna: Quim, Artur y Dylan vienen a pescar de noche mientras Gabi participa de la cena. Simona también aparece.
Voz
Seca. De autoridad. Coro. Siñors, moros, ebrencs
Seca: “Vine aquí para escribir sobre un delta y he encontrado una turbiedad inesperada, más pringosa de lo habitual”.
De autoridad: es el dilema de contar todo o no, aunque las infracciones no sean graves. Ser fiel a su padre y a la literatura.
Coro: cena en Buda, la cocina del jabalí por el padre de Artur, Mateo como el payaso anfitrión de la gran fiesta. Reflexiones sobre la nueva biblioteca de Alejandría.
Siñors, moros, ebrencs: la jornada de caza con reminiscencias de Los santos inocentes. Los siñors invitados por Mateo todavía mandan mucho, aunque no es lo mismo un siñor del delta que uno de Barcelona. El pasado del franquismo y su imposición sobre el territorio, la memoria que no se puede borrar. La resistencia de los agricultores frente a los quieren echar de su tierra a la gente que vivía allí.
Quizás la Ariadna que nos guíe con su hilo en este laberinto que hemos intentado dibujar esté en las palabras del filósofo francés Michel Foucault quien en Las palabras y las cosas afirmaba: “Por bien que se diga lo que se ha visto, lo visto no reside jamás en lo que se dice, y por muy bien que se quiera hacer ver, por medio de imágenes, de metáforas, de comparaciones lo que se está diciendo, el lugar en el que ellas resplandecen no es el que despliega la vista, sino el que definen las sucesiones de la sintaxis.”
¿Paisaje o escritura?, lectores/as.
En matemática, la d mayúscula significa “cambio”. D. En él está inmersa la desembocadura del Ebro. El espacio que hasta hace poco fue signo de fertilidad hoy lo es de límite y un cierto peligro.
Gabi Martínez decide aceptar el riesgo e irse a escribir a D, al delta del Ebro, a la última casa de Buda, la última casa del lugar y la primera que el mar se tragará como consecuencia del cambio climático y la subida del nivel del mar:
El proyecto narrativo del escritor catalán era una fórmula aparentemente original, pero que forma parte de toda una tradición literaria en la que podemos rastrear características y elementos que se manifiestan también en la novela de Martínez.
Como bien analiza el escritor y periodista Jacinto Antón en su reseña del libro para el diario El País, el autor “cose y atraviesa con un sentido extraordinario de comunión con la naturaleza y un conmovedor aliento poético a lo Annie Dillard (“sopla un viento tónico que dispara a las garzas imperiales como flechas y trae el rumor de un tractor que rotura los cuadros”). Una fuerza que no se detiene únicamente en la poesía sino que dialoga desde la profundidad de la crítica ecológica con “la voz de clásicos de las ciencias naturales y el viaje como Rachel Carson y Wilfred Thesiger, o Vaughan Cornish, que creó la ciencia de las olas”. (Jacinto ANTÓN, «Gabi Martínez, Delta Force de la literatura de naturaleza», El País, 5 de octubre de 2023).
La apelación al propio concepto liternatura, del que hablábamos en nuestra anterior entrada al blog, le permite citar toda una cohorte de autores para hacerse acompañar en este itinerario novedoso: “En España, filósofos como Jorge Riechmann, Marta Tafalla o Santiago Beruete han mantenido esa literatura, además del incombustible Joaquín Araújo, Elvira Valgañón, Mercè Ibarz, Alejandro López Andrada, Julio Llamazares, Yayo Herrero desde la antropología o el estupendo ornitólogo Antonio Sandoval… de todas formas, son pocos y la mayoría escasamente conocidos, pese a la calidad de muchas de sus propuestas.” (Ricardo IVÁN PAREDES, «Gabi Martínez: Uno de los grandes retos de la ‘liternatura’ es estimular el diálogo entre ciencia y humanidades», Pliego suelto, 5 de noviembre de 2023).
En este artículo, Gabi Martínez nos remite a un género vivo que no se detiene únicamente en nombres consagrados, sino que hay pistas claras sobre una nueva forma de narrar que poco a poco se va manifestando e imponiendo: ahí están los ejemplos de Jordi Ballart (Liternatura | La voz del agua (cadenaser.com)) o de Irene Solà con su Canto yo y la montaña baila. Pero es una literatura que no se queda en el territorio español, se manifiesta con fuerza en la literatura latinoamericana actual: “Juan Cárdenas en Colombia ha escrito páginas memorables, Sara Jaramillo sí ha tocado muy bien el agua, Natalia García Freire en Ecuador, Joseph Zárate en Perú, en México y Argentina hay cada vez más nutridos grupos de autores que abordan la liternatura desde diversos y muy originales ángulos… aunque un paso urgente y necesario es dar voz, visibilidad, a muchos autores indígenas, que conocen como pocos el espíritu de los lugares rurales y salvajes pero continúan aplastados por la mercadotecnia, por las jerarquías culturales, tan metropolitanas.”
Si, por otro lado, nos quedáramos únicamente en la literatura del Delta, es interesante viajar al delta del Tigre, en Argentina. Hay muchos autores que trasladaron su literatura a este lugar geográfico e incluso hoy hay un Paseo de Escritores en el que se propone recorrer el sitio de la mano de los libros que se inspiraron en él. Gabi Martínez cita en su novela una de las obras míticas, la renombrada Sudeste, de Haroldo Conti: “La naturaleza indómita de espaldas a la gran ciudad, la modestia de los pobladores, su soledad honda, los remos hundiéndose en el agua, la marea apacible pero incesante; todo se hace visible una vez que el escritor, desaparecido en 1976 por la dictadura militar, lo traduce en su obra.”
Las palabras de Mónica Ávila van guiando este paseo por el delta: «Creo que el río más allá de la belleza de sus paisajes evoca estas cuestiones que tienen que ver con la esencia y el mudar, con lo que flota y lo que se oculta, con el tiempo de la naturaleza y el del ser humano. Todo esto sin olvidar que el Delta ha sido un territorio atravesado por diferentes situaciones sociales e históricas: la inmigración y el trabajo para la producción, la zona como escondite de la delincuencia o el refugio de gays y perseguidos políticos». Mónica, además de iluminar con su voz el camino es también coordinadora de las actividades literarias de la Subsecretaría de Cultura del Municipio de Tigre.
Francisco Sarmiento vio el potencial de la zona y lo plasmó en El carapachay o el desaparecido Rodolfo Walsh nos dejó Claroscuro del Delta. El escritor tenía una casa en el margen del río Carapachay, se llamaba Edén, y es que allí cada casa tiene un nombre, nombres que son como el destino.
Asimismo, hay voces jóvenes, como las de Claudia Aboaf y Débora Mundani: “En El Rey del Agua, la segunda novela de Aboaf, dos hermanas exploran un futuro cercano y enrarecido por la escasez del agua en un reino emplazado en Tigre. Ambas son también protagonistas de su primera novela Pichonas, solo que esta vez la historia va de la intimidad de su vínculo a la política.”. Es un escenario que le entra por los ojos y le inunda el pensamiento. Mundani es capaz de entrelazar la vida del delta con el proceso de escritura en El río: “En una prosa simple que se vuelve poesía, Horacio recorre riachos para cumplir el último deseo de su mamá muerta y, sin saberlo, encuentra su identidad en ese desafío. Cada personaje parece estar tramado a partir del territorio que lo rodea.” (Verónica BOIX, «Literatura y paisaje: escribir en el Delta», La Nación, 19 de agosto de 2018).
Pero hay un paso más en lo que representa el Delta, es el refugio ideal de poetas contra el caos del mundo. Así al menos lo cuenta Diana Bellesi en el documental El jardín secreto:
Es un Delta que ha dado para mucha literatura: por aquí también pasaron Roberto Arlt (Aguafuertes: Los problemas del Delta y otras aguafuertes,1941) o el Delta Panorámico de Marcelo Cohen (Los acuáticos, Historias del Delta panorámico, 2001), un límite en el que para poder entrar en el Delta sólo había que tener un cerebro.
Quedémonos en el Delta de Gabi Martínez porque «Hay toda una movida en el Delta. Gente que busca un tiempo distinto, que las cosas transcurran de otro modo y esto es propio de los poetas.»
Es esa otra forma de pensar con la quizá tengamos que vernos en el Ebro. Y vosotros, lectoras y lectores, ¿en qué lugar del cauce os encontráis?
«Esta noche dormiré solo en Buda, aunque hubo un tiempo en el que hasta setenta familias compartieron la isla. El agua lame suave la arena del puntiagudo saliente del delta, a unos doscientos metros de La Casa de La Pantena donde me acabo de instalar. El rumor tierno del mar se expande por las lagunas y las hectáreas de arrozales que habitan ranas, siluros como delfines, mosquitos o garcetas bueyeras, en un espectáculo biodiverso que no va a durar, porque aquí todos saben que ese agradable murmullo preludia los bramidos que pronto proyectará el mar antes de inundar un nuevo fragmento de costa. El apacible rumor se vive como una tregua, quizá la última para La Pantena. Las borrascas, además de destruir barras de arena y malecones construidos con urgencia, están engullendo costa de ciento cincuenta en ciento cincuenta metros así que, ateniéndonos al patrón, La Pantena está a tres borrascas de convertirse en reliquia submarina. Se trata de una espera que algunos califican como ‘tensa‘ y, en cualquier caso, tiene un epílogo inexorablemente natural: la inundación».
(Delta)
En el arranque de la novela Gabi Martínez nos emplaza a acompañarlo en esta experiencia de vida en el Delta. Una presentación del espacio que se dispone a habitar con ciertos matices apocalípticos. La Casa de la Pantena es un lugar que existe, pero que dejará de ser, desaparecerá. Sólo nos queda dar fe de la defunción, esperar la llegada de la inundación. Y en esa ingrata tarea nos unimos al escritor.
Aunque el compromiso con la propuesta sea leal, los lectores buscan encontrar su lugar en el relato de Martínez, vacilan en el punto de vista desde el que enfocarlo, dudan en si aquello que comienza narrándose como una reflexión sobre la desaparición de un ecosistema, sobre las consecuencias aparentemente inevitables del cambio climático, no es en realidad un libro de viajes, un nuevo hito de la larga carrera del autor en ese género. Hay momentos en los que el aspecto teórico, ensayístico, quisiera imponerse; otros en los que lo autobiográfico decide tomar la delantera. Sin embargo, más allá de todos esos hilos hay una luz hacia la que se dirigen nuestras miradas: la vida de los habitantes del delta, en esos instantes la narración es más ficción que nunca, allí lo que nos atañe son las emociones, los sentimientos, los matices y contradicciones de cada uno de esos individuos, momentos en los que parece que estamos ante un verdadero protagonista, Mateo Gallart, propietario de la finca y defensor a ultranza de la supervivencia del enclave además de ser el anfitrión del autor y el eje que parece vertebrarlo todo:
«Gabi Martínez ya estaba buscando ese territorio al límite de la extinción tras la tormenta Gloria. El Delta lo eligió a él, o quizá fue un flechazo entre ambos. Primero encontró al propietario que en el libro ha bautizado como Mateo Gallart, emprendedor y arrocero que no ha dejado de luchar y de dar la voz de alarma. Él es el protagonista alrededor de quien gira todo el ensayo. Fue él quien le prestó por unos meses La Pantena, su casa en la Isla de Buda, y cuando Martínez ganó una beca recién creada, Gallart le propuso ampliar su estancia a un año para poder experimentar todas las estaciones y tener tiempo para narrar de manera coral un final anunciado desde que alguien dijo: «Los ebrencs serán los primeros refugiados climáticos de España«» (Delta o escribir para aprender a extinguirnos mejor, Chus GARCÍA, Revista Mercurio, 25 de octubre de 2023).
¿Por qué tantos cuestionamientos, tantas reticencias a iniciar este viaje? ¿Quizás porque las aguas son pantanosas, porque los mosquitos se adhieren a la comida de nuestra mesa, porque el olor a cieno se desprende del túnel de las libélulas, porque las tormentas no sólo nos borran del mapa sino que deshacen el territorio? ¿Quizás porque tras el carácter y el comportamiento de Mateo, de Dylan, de Karen, de Artur, de Pablo, de Simona, de Quim, de Gabi hay sentimientos que nos incomodan? ¿O será porque las garzas, los comoranes, los moritos, los cangrejos azules, las lubinas, los patos, los flamencos o las arañas conviven en frágil armonía con el arroz, los juncos, los carrizos, y, sobre todo, con “el vegetal estrella”, la enea, que aquí se conoce como bova, y que está a punto de desaparecer?
La respuesta la tiene el autor: Gabi Martínez despliega en su forma de narrar un tipo de género que no se deja atrapar del todo, algo de lo que da cuenta bajo el neologismo de liternatura, “narraciones que exploran la condición humana y de la naturaleza como una sola que funde lo científico y lo literario” (Winston MANRIQUE SABOGAL, Entrevista a Gabi Martínez en WMagazín, 6 de diciembre de 2023):
La liternatura, ha dicho Martínez, es “buscar el punto de vista que te permita acercarte al mirlo no solo desde la ciencia. Se trata de fundir la mirada científica con la literaria. Se trata de dar una dimensión protagonista a los pájaros y demás seres de la naturaleza y hacer tan interesante el relato como para conquistar a un lector que quiera leer ese libro” (Winston MANRIQUE SABOGAL, Entrevista a Gabi Martínez en WMagazín, 6 de diciembre de 2023).
El 16 de marzo de 2024 Gabi Martínez firmaba un estupendo artículo en el diario El País en el que recomendaba nuevas publicaciones en torno a la liternatura procedentes tanto de España como de Latinoamérica aprovechando el centenario del clásico La vorágine, del escritor colombiano José Eustasio Rivera. Las múltiples manifestaciones -crónicas, ensayos, novelas, …- referenciadas no agotaban el concepto. Además, le servía para reivindicar la acuñación del término junto a la periodista Emma Quadrada, una necesidad lingüística en el ámbito de lo español -afirmaban- donde nos era tan difícil salir del anglicismo nature writing para aludir a este tipo de libros: «Hoy, a su alrededor crecen festivales internacionales, clubes de lectura, residencias literarias, secciones en librerías y bibliotecas, editoriales… y, junto a las personas que se vinculan, nos preguntamos ¿por qué países con impresionantes espacios naturales no han generado una sólida liternatura?» (Gabi MARTÍNEZ, «Liternatura: algo más que animalitos«, El País, 16 de marzo de 2024). Seguro que se os ocurren múltiples razones, pero no os perdáis las que nos va dando el autor en este sugerente texto.
Esperamos que estéis ya instalados en la lectura y atrapados por la liternatura. Anhelamos vuestros comentarios.
Iniciamos el debate de Delta, de Gabi Martínez, segunda de las lecturas de 2024 de la cuarta temporada de la actividad compartida 4 Lecturas 4 Continentes, el club de lectura virtual organizado desde las bibliotecas de los Institutos Cervantes de Chicago, Tetuán, Bruselas y Estambul. Recordamos que el programa de este año agrupa cuatro obras que tratan sobre literatura y naturaleza. Tras la deliciosa sesión compartida con Julio Llamazares y La lluvia amarilla, viajamos desde la desaparecida Ainielle a los terrenos pantanosos del delta del Ebro.
El delta del Ebro es un lugar en el que vivir al límite es más que una frase hecha. El cambio climático está acelerando la pérdida de tierra frente al avance del mar y bajo un paisaje en rápida transformación laten las tensiones mantenidas desde hace años entre las administraciones, vecinos, turistas, ecologistas, cazadores y pescadores. En esta convivencia sostenida en equilibrio, el tiempo se convierte en enemigo. Allí, en la última casa antes del mar, se instala durante un año el escritor Gabi Martínez con el objetivo de dar testimonio no sólo de una biodiversidad vibrante y espectacular, sino también de los esfuerzos del hombre y de la naturaleza por recuperar un espacio común ante un futuro cada vez más incierto.
Gabi Martínez (Barcelona, 1971) es escritor y periodista, considerado uno de los representantes españoles de la literatura de viajes. También vinculado al nature writing es director e impulsor del Festival Liternatura. Su obra ha sido publicada en diez lenguas y recibido reconocimientos internacionales. Es autor de diversos libros de viajes como Solo marroquí, Sudd o Los mares de Wang. En 2020 publica Un cambio de verdad en el que narra su experiencia como aprendiz de pastor en la Siberia Extremeña.
El debate sobre Delta se lleva a cabo del 11 de mayo al 1 de junio en este mismo blog, esperamos vuestros comentarios y opiniones tal como vayáis avanzando en la lectura. El sábado 1 de junio tendrá lugar el encuentro con Gabi Martínez en la plataforma Zoom, con la moderación de Ángel Hernando. Una oportunidad única para dialogar con el autor y poder comentar detalles de la novela y de su trayectoria literaria.
Y mientras la lectura comienza y enviáis vuestras primeras impresiones os dejamos esta videopresentación:
La carrera literaria del escritor Julio Llamazares muestra su capacidad para indagar en la intimidad del ser humano a la vez que transmite el contexto social e histórico en el que se inserta la existencia individual de cada uno de los personajes dando fe de aquello que decía el filósofo alemán Karl Marx: “El hombre hace de su actividad vital el objeto de su voluntad y de su conciencia”.
“Notamos que los recuerdos se activan, las evocaciones generan imágenes visuales o sensoriales, las voces del pasado se hacen parte del presente según un proceso por el cual se afirma una posición frente a los dramas contemporáneos. Todo esto que pertenece al orden de la memoria y al propósito de la crítica adquiere sentido político y cultural al insertarse o concebirse como una reflexión que parece dialogar con el pensamiento crítico de la modernidad.” (Cárcamo, S. (2023). Memoria y resistencia en la obra de Julio Llamazares. Olivar, 23(37), e137. https://doi.org/10.24215/18524478e137)
Dos de los argumentos que constituyen el trasfondo de La lluvia amarilla, la memoria y la resistencia (a los que nos referíamos en detalle en la anterior entrada de este blog), están muy presentes ya desde el inicio de su carrera literaria, en los dos libros de poemas La lentitud de los bueyes (1979) y Memoria de la nieve (1981):
“En odres muy antiguos, tan antiguos que ni siquiera el dolor
puede alcanzarles, está guardado el tiempo. Y su costumbre deja posos
más ácidos y azules que el olvido.
Como hierba crecida entre ruinas, la soledad es su único alimento y,
sin embargo, su sustancia es tan dulce como nata crecida.
Absteneos, no obstante, de ponerle interrogantes amarillas
o de buscar dioses de trapo allí donde existen solamente aguas absurdas.
De todos es sabido que el tiempo no posee otra grandeza
que su propia mansedumbre.”
(La lentitud de los bueyes)
Ya sabemos que Llamazares nace en Vegamián -ese pueblo desaparecido bajo las aguas del pantano de Porma (Embalse Juan Benet)- en 1955. Su familia, como el resto de los habitantes del pueblo, se tuvieron que trasladar y el escritor va a pasar su infancia en Olleros de Sabero, un pueblo minero de León. Este pueblo es precisamente el escenario de la tercera novela del autor, Escenas de cine mudo (1994).
A los 12 años se traslada a Madrid para seguir sus estudios en un colegio religioso. Cuatro años después, con 16 cumplidos, se instala en León para estudiar el curso previo al ingreso en la Universidad. Cursará los primeros años de la carrera de Derecho en León y los dos últimos en Oviedo y Gijón, ciudades en las que pasaría tres años de su vida.
En la década de los 70 comienza a dedicarse al periodismo en Radio Popular de León. En esta ciudad surgirá en 1975 un grupo literario, Barro, que publicará en 1976 algunos poemas del autor en el libro Barro. Poesía. En este año recibe el premio Nacional de Poesía Universitaria. Sin duda, estamos ante un dominador de la palabra, es así como se conciben los poemas, y este es el lugar que trasciende su carrera como escritor. Ya hemos señalado que La lluvia amarilla es una novela concebida con el alma de los versos.
En 1981 se instala definitivamente en Madrid. Aquí va a colaborar con diferentes periódicos y revistas (Diario 16, El Urogallo, …). En estos primeros años en la capital finalizará su libro El entierro de Genarín, sobre el personaje esperpéntico que protagoniza la procesión de Jueves Santo en León. Memoria de la nieve sería galardonado con el premio “Jorge Guillén” en 1982. Una beca para jóvenes escritores le ayuda a finalizar su primera novela, Luna de lobos (1984). Es una época de premios, tanto de periodismo como de literatura.
El año 1983 marca el debut dentro del cine con la película El Filandón -a la que ya nos hemos referido en una entrada anterior del blog- donde además de participar en el guion de una de las partes podemos verlo también como actor. Es un momento en el que se ve atraído por el medio audiovisual colaborando en el programa cultural de TVE Tiempos Modernos (aquí podéis ver una de las emisiones con el deleite de incluir una entrevista al escritor argentino Jorge Luis Borges. Al final del programa, en los créditos, encontráis a Julio Llamazares entre los asesores).
En 1985 comienza su colaboración con El País y escribe el guion de su novela Luna de lobos junto al director Julio Sánchez Valdés. La lluvia amarilla aparecerá en 1988 y en el 90 El río del olvido, su primer libro de viajes, que se inspira en el recorrido que realizó en 1981 por la comarca leonesa del río Curueño.
En 1991 publica En Babia, libro recopilatorio de sus trabajos periodísticos y de viajes. El año 94 es el de la aparición de Escenas de cine mudo, así como la escritura del guion de la película El techo del mundo (1995) junto con el director Felipe Vega.
En 1998 ven la luz dos libros más, los relatos Tres historias verdaderas y el libro de viajes Tras-os-montes, un delicioso recorrido por la homónima región montañesa de Portugal (donde encontramos personajes llenos de amor y humanidad, como Antonio Alberto Pereira, quien guardaba un ejemplar del libro de Llamazares en su Barco do Amor: “El viajero, emocionado, le mira hacer en silencio, ahora ya de pie en la barca, sabiendo que este momento quedará ya en su memoria para siempre”). En 1999, colaborará como guionista con la directora Iciar Bollaín en la película Flores de otro mundo:
Llamazares dilata su entrada literaria en el siglo XXI, ya que no publicará hasta seis años después El cielo de Madrid, primera novela no ambientada en un paisaje rural. En 2008 aparece uno de sus proyectos más ambiciosos, Las rosas de piedra, un viaje por todas las catedrales de España -más bien una parte de ellas, las de la zona norte- porque en 2018 continuaría con este proyecto con la publicación de Las rosas del sur.
A partir de 2010 publica una recopilación de relatos, Tanta pasión para nada (2011), dos relatos de viajes, Atlas de la España imaginaria (2015) y El viaje de Don Quijote (2016), y dos novelas: Las lágrimas de San Lorenzo (2013) y Distintas formas de mirar el agua (una vuelta a la montaña leonesa). Sería finalista del Premio de la Crítica de Castilla y León con ambos libros. Nada mejor que contemplar la relación del escritor con su tierra para comprender el verdadero significado de su escritura. En 1999, TVE emite en su programa Esta es la tierra el capítulo “León, memoria de la nieve, por Julio Llamazares”:
Su última novela es de 2023, Vagalume, una novela de ocultación y desvelamiento, una reflexión sobre la necesidad de escribir. “Un homenaje, en definitiva, a todas esas personas que, desde la imaginación, como luciérnagas en la noche, crean vidas mientras los demás dormimos” (de la contraportada de la edición de la editorial Alfaguara). Una novela llena de belleza y en la que el escritor se descubre a sí mismo como el ciego de Llamazares (el pueblo del mismo nombre) que nunca deja de viajar y nunca llega a ninguna parte o como la del protagonista de Cenizas en la niebla (uno de los títulos inscritos en Vagalume): “un maquinista de trenes que tras cuarenta años de trabajo se jubilaba y se quedaba sin saber qué hacer con su vida: hasta entonces había consistido en ir de un lugar a otro sin detenerse en ninguno”.
Si queréis descubrir a este viajero errante y maquinista portentoso no os perdáis el encuentro que tendremos con él el próximo sábado. Os esperamos con vuestra mochila cargada de preguntas.
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