Antes de convertirse en Big Demis, Ángel Ortega Hurtado pasó por diferentes profesiones entre las que destacaron aquellas relacionadas con el mundo del cine. Martínez de Pisón nos presenta a este personaje en la Barcelona de finales de los 60, entrando en casa de su familia casi como El Fugitivo, ese personaje de la serie televisiva americana que estaba triunfando en la tele española de la época.
“Ahora mi padre no se llamaba Ángel Ortega sino Ray Ronson. Ronson, supuse, como la marca de sus mecheros favoritos. ¿Y Ray como qué o como quién? Sonaba bien, en todo caso. Sonaba a actor de verdad, a actor de película americana. Con ese nombre, triunfar en el mundo del cine no parecía tan descabellado. Me pregunté si también yo, sin saberlo, había pasado a apellidarme Ronson. ¿Podía ser que llevara meses llamándome Ángel Ronson y no me hubiera enterado?
Cuando se presentó en casa el domingo siguiente, no dijo Ray sino Ángel.”
Derecho natural nos sumerge en el mundo del cine, un arte que en España tuvo un papel determinante durante toda la dictadura franquista y que sirvió para que los dos bandos que lucharon durante la guerra civil intentaran influir, durante los 40 años de gobierno de Franco, en el imaginario de la sociedad española, cada uno con sus armas, posibilidades y estrategias.
El cine representó para muchas familias un refugio y una esperanza ante el horizonte oscuro que se vivía en el país. En la novela vemos su importancia social y económica pero no desde la luces y el glamour de las grandes estrellas, sino desde las vicisitudes que debe superar un actor de serie B para el que el trabajo es algo precario y fugaz.
Ángel Ortega, secundario del western
Ángel vuelve al hogar familiar donde su mujer y su hijo sólo se acuerdan de él gracias a los papeles que interpreta en las películas que van a ver al cine. A su regreso lo acompañan al cine y se sumen en el olvido voluntario para disfrutar, como si fuera la primera vez, con su participación en la película de vaqueros El sabor de la venganza, aunque su hijo Ángel no pueda reprimir lo que para el padre no son sino dotes de anticipación:
“—¡Ahora se lían a tiros! ¡Ahora se lían!
Mi padre me dedicó una sonrisa de aprobación:
—¡Qué listo es este chico! ¡A ver si vamos a tener un Hitchcock en casa!”.
La película tiene como eje principal la venganza, un tema que sería explotado hasta la saciedad en los spaghettis, al contarnos la historia de tres hermanos (Brad, Chris y Jeff) que de niños ven cómo unos forajidos asesinan a su padre. Esta película fue la segunda incursión en el género del director Joaquín Romero Marchent. Además del tema, la película anticipa otras dos de las características que tendrían el subgénero del spaghetti western en España: el rodaje en el desierto de Almería y la participación del actor Fernando Sancho, presente anecdóticamente en diferentes momentos de la novela de Martínez de Pisón:
En realidad, este tipo de producciones tenía como objetivo hacer filmes de fantasía para librarse de la censura. Los hermanos Romero Marchent crearon en los años 60 un sistema de producción cinematográfica integral. Amantes de John Ford y del western, adiestraron caballos y entrenaron a especialistas, creando el decorado de un poblado en Hoyo de Manzanares (Madrid). “Por primera vez, el cine español tenía una infraestructura: los figurinistas de vestuario, los atrecistas o los iluminadores podían ahora dedicarse al cine a tiempo completo. Poco a poco, el chorizo wéstern, el apodo que el género tomó en España, fue mejorando sus valores de producción en la planificación, la profundidad de campo o la fotografía.” («Los cinco géneros que reventaron las taquillas«, Juan Sanguino, El País, 26 de marzo de 2021).
Un taxista anónimo llamado Diego condujo a los Romero Marchent al lugar que cambiaría la historia del western, los paisajes del desierto de Almería. Luego llegó Hollywood y Sergio Leone que con sus spaguetti western se quedó con todo: los decorados, los caballos, los trajes, los especialistas y hasta el productor, aprovechando una industria que los Romero Marchent tenían funcionando a toda máquina. A diferencia de las películas de vaqueros estadounidenses en estas coproducciones hispano italianas el conflicto no era el territorio -no había indios- sino el perfil psicológico de los protagonistas: “Django es el mejor ejemplo: no había lugar para heroísmos (Django era un mercenario nihilista que no creía en nada excepto en el placer y la venganza) y la violencia era salvaje (el tiroteo final con la ametralladora, la oreja rebanada… Django estuvo prohibida en Gran Bretaña hasta 1993).”
Y por si alguien quiere seguir informándose sobre el fenómeno del spaghetti western en España, os dejamos este artículo: «España como plató de los spaghetti western de Hollywood«, de Lorena Montón, RTVE.es, 3 de enero de 2022.
Ángel Ortega, un hombre lobo en Madrid. El cine de terror de los 60
Gordejuela es el maravilloso nombre que le da Martínez de Pisón al representante cinematográfico de Ángel. Un curioso agente de igual serie B que sus representados. Una pequeña mentira de su hijo no ocultará el nuevo rol cinematográfico al que se tendrá que enfrentar el actor: no, no será a las órdenes de Juan Antonio Bardem ni con María Perschy en una película sobre la Guerra Mundial…
… sino en una de terror, de hombres lobo, La marca del hombre lobo, protagonizada por Paul Naschy: “Naschy (es decir, Jacinto Molina) era un antiguo campeón de halterofilia que por entonces triunfaba haciendo películas de terror de bajo presupuesto.” (Derecho natural).
Este actor creó a finales de los 60 el concepto “Fantaterror” para referirse a las películas de cine fantástico y de terror producidas en España. Este tipo de películas se caracterizaba por contener elementos fantásticos, violentos, sangrientos, religiosos y eróticos. Con la relajación de la censura, en España comienzan a producirse películas que serían inconcebibles en los años más duros del franquismo. La decadencia del régimen y de la salud del dictador permitió que en las pantallas asistiéramos a un cine con monstruos, desnudos y criminales: “El cine de terror, igual que el cine quinqui y las películas del destape, cogió carrerilla y llegó a popularizarse mucho más que hasta ese momento. Aún así, este cine no dejaba de ser, en general, de bajo presupuesto y más cercano a la serie B que a las grandes producciones de terror que conocemos hoy.” («El Fantaterror: la época dorada del cine de terror en España«, Clara Coira, Milana. Apuntes de cine y series, 21 de octubre de 2021).
Uno de los temas favoritos de este cine de terror fue el del hombre lobo y Paul Naschy fue su principal creador y protagonista: “«Ex levantador de pesas y sincero enamorado del Fantástico, sobre cuya tumba habrá que colocar el lacónico epitafio “Hizo lo que pudo”. No pudo mucho, la verdad, pero hizo bastante».”. En el artículo «La marca del hombre lobo«. La leyenda de Paul Naschy, de Rubén Lardín, en El Centro Virtual Cervantes, os podéis deleitar con la carrera de este actor, ídolo y modelo para el protagonista de nuestra novela. Y para que os familiaricéis con el personaje y su filmografía os dejamos el tráiler de La marca del hombre lobo:
De Ángel Ortega a Ray Ronson: Las petroleras
Paul Naschy es un ejemplo a seguir para Ángel. Su trabajo junto al célebre actor en La marca del hombre lobo y en Los monstruos del terror hace que tome conciencia de que para triunfar en el cine de la época había que ser algo más que un actor secundario: “En una industria como aquélla, un actor que aspirara a interpretar buenos papeles no podía quedarse esperando a que le llamaran. Tenía que escribirlos él mismo, hacérselos a medida. Pero, a diferencia de su maestro (que se había especializado en un género muy concreto y poseía un físico poderoso y singular), mi padre escribía historias de las que resultaba sencillo desplazarle para dar cabida a actores de más calidad o renombre.” (Derecho natural).
Este paréntesis de felicidad familiar, en el que Ángel parece asentarse en la profesión como guionista y actor llega a su etapa culminante con su salto al cine de las estrellas en la película Las petroleras, una producción con Claudia Cardinale y Brigitte Bardot como protagonistas: “algunas jornadas de rodaje iban a desarrollarse en la provincia de Burgos, cerca de su pueblo. En su manera de ver las cosas había una buena dosis de providencialismo. Las localizaciones en su tierra natal, las lecciones de inglés, el inopinado cambio de director… Los factores se habían conjugado mágicamente para que ocurriera lo que tenía que ocurrir: que él, Ángel Ortega Hurtado, más conocido como Ray Ronson, trabajara en esa película.”.
La presencia de estas dos estrellas en un país casi autárquico fue el acontecimiento del año. 1.608.946 espectadores de la época fueron a ver esta película a los cines españoles, y en Francia fue «todo un éxito»:
Finalmente un nuevo miembro llegaría a la familia: la primera hija, Cristina, pero ese oasis de paz y tranquilidad duró poco: “Fueron unas horas de felicidad completa. Tres días después, mi padre nos volvió a abandonar.”
Por cierto, parece que un Ray Ronson actor existe en la actualidad.
Lanzamos algunas preguntas para que nos contéis vuestras impresiones de lectura: ¿qué os parce la influencia del cine en la novela? ¿Qué pensáis de la industria cinematográfica española de los años 60-70?
“Mi padre no siempre se pareció a Demis Roussos. Cuando Demis Roussos era ya Demis Roussos, medio calvo, barbudo, barrigón, envuelto en anchas túnicas con bordados de colores, el escaso pelo alborotado en largas guedejas, mi padre era todavía un hombre espigado, fibroso, con aire de galán y una buena pelambrera, vestido con polos entallados que dejaban asomar el pelo del pecho. […]”
Así se inicia Derecho natural, el libro de Ignacio Martínez de Pisón, en el que a través de la familia de Ángel Ortega nos hace descubrir la España de los 70 y los 80 del siglo XX, la España de la Transición, ese período de la historia del país que va desde los años anteriores a la muerte de Franco hasta los primeros años de la democracia.
En próximas entradas nos ocuparemos más en profundidad del contexto político e histórico, acercándonos a las dos ciudades entre las que transcurre la vida de los protagonistas, Barcelona y Madrid, pero en este post queremos acompañaros en el inicio de la novela. Un comienzo, sin duda, magistral, en el que el escritor zaragozano tiene la virtud de mostrar a través de la realidad cotidiana un mundo de sentimientos, desvelando no sólo la psicología de los personajes sino la realidad social que los conforma: “Como siempre, una novela de Martínez de Pisón se apoya en un universo de referencias materiales cargadas de emotividad. […]” (José Carlos Mainer, “Familia en transición”, El País, 28 de marzo de 2017)
El prólogo de la novela nos presenta a Ángel, padre del protagonista, un hombre capaz de reinventarse con cada trabajo o con cada revés que le va dando la vida: “Ángel Ortega, padre: actor en spaghetti-westerns y en películas de miedo, guionista frustrado, agente de colocación de artistas y, aunque lo sepamos desde las primeras y maestras páginas de esta novela, imitador del cantante Demis Roussos, bajo el seudónimo delator de Big Demis.” (José Carlos Mainer, El País). En esas pocas líneas se nos cuenta el proceso taumatúrgico que hace que Ángel Ortega pase de ser un galán cinematográfico a convertirse en Big Demis, el Demis Roussos español; prodigio de conversión en el que Roussos, a su vez, deviene una especie de influencer avant la lettre de las dietas milagro con la publicación y promoción del libro Cuestión de peso, en el que narra su experiencia personal de adelgazamiento:
El crítico José Carlos Mainer es certero a la hora de definir el papel de Roussos y su influencia en la lectura de la novela: “Bajo toda la novela parece filtrarse la melodía dulzona y la voz cálida del cantante, cuyas carnes copiosas coronaban unos cabellos de nazareno y cobijaba aquella suerte de hopa de sumo sacerdote de la cursilería.”. Dejemos, pues, que la música del artista griego nos invada y “nos seduzca”:
Martínez de Pisón sitúa el despertar de la acción en el viernes 14 de junio de 1985, fecha exacta en la que el vuelo 847 de la TWA, que realiza la ruta El Cairo – San Diego, con escalas en Atenas y Roma, es secuestrado por terroristas islámicos:
“-¿Te has enterado? -dijo.
-¿De qué?
-¡Demis Roussos viajaba en el avión secuestrado!
-No sé de qué me hablas.
-¡El avión de la TWA!”
(Derecho natural)
Esta llamada de Ángel padre a Ángel hijo -en ese momento becario del departamento de Filosofía del Derecho en una universidad de Madrid- trasluce un grado de preocupación máxima por el secuestro y por el futuro del cantante. Tal es así que la liberación final produce alivio en la familia, sobre todo en el padre:
“Un nuevo mensaje de mi padre me esperaba en el contestador de casa:
– Solucionado. ¡Menos mal! -decía nada más, con un laconismo que sugería que ambos compartíamos idéntica obsesión por la suerte del cantante.”.
Además, este rocambolesco hecho dispara la carrera de Demis Roussos y, sobre todo, la de Ángel, justificando esa preocupación paradójicamente sorprendente para los lectores.
De tal modo que el gran espaldarazo para Big Demis fue su aparición, tras la historia del secuestro, en el programa de Íñigo. En ese momento en España sólo se podían ver dos cadenas de televisión, las dos en TVE (Televisión Española), la 1 y la 2, así que los programas que se emitían en las franjas de máxima audiencia tenían una repercusión de tal magnitud que podía cambiar la carrera de un artista de la noche a la mañana. En esa época, así como en el período anterior al fallecimiento de Franco, uno de los periodistas que más éxito tenía en la televisión era José María Íñigo, quien lideró programas de corte similar en los que alternaba la presentación de actuaciones musicales con las entrevistas a personajes famosos o a ciudadanos desconocidos para el gran público, pero con cosas curiosas que contar o mostrar: Directísimo, Esta noche… fiesta, Fantástico o Estudio abierto, el programa en el que apareció Big Demis. Os dejamos un enlace a uno de los programas de Fántastico, en el que a partir de 1h14’16’’ podéis ver la opinión de un ministro sobre Demis Roussos y una pequeña actuación del artista.
El fenómeno de los dobles de cantantes existió y tuvo mucho éxito en España. Martínez de Pisón tiene en esta novela la gran habilidad de aprovechar esta realidad para contarnos de manera retrospectiva la vida de una familia en unos momentos de profunda transformación de la sociedad española. Quizás la mayor virtud del escritor sea saber reflejar no solamente su propia historia sino la de hacerlo con la responsabilidad del que conoce que es un relato compartido por diferentes generaciones…
Por cierto, Big Demis exisitió, no se llamaba Ángel Ortega, sino Alberto Pérez.
Esperamos que la lectura de Derecho natural os haya atrapado y que nos enviéis vuestras primeras impresiones: ¿qué relación puede haber entre padre e hijo? ¿Os ha sorprendido algo en la historia de Demis Roussos y su éxito en España? ¿Conocéis personajes parecidos en vuestros respectivos países? Estamos deseando compartir vuestras opiniones.
“La memoria es el gran ejercicio político en el sentido amplio de la palabra. Te permite escalar las cosas. O por lo menos darles su justa medida. Está bien saber lo que vino antes de ti para que no cometas nunca la frivolidad de creer que estás inaugurando algo, que sepas que te debes a algo. La memoria supone recordar que vienes de un lugar”. (Karina Sainz Borgo, en la entrevista de Winston Manrique Sabogal para WMagazin, 4 de junio de 2019).
Estas palabras de Karina Sainz Borgo nos van acercando al encuentro con ella el próximo sábado 26 de marzo y, a la vez, nos hacen reflexionar sobre el tema principal de la nueva temporada de 4L/4C, la memoria.
En unos años en los que tenemos la impresión de que todo lo que hemos construido se desvanece, pierde sentido, desaparece, es precisamente cuando un gran número de manifestaciones artísticas y literarias concentran su mirada en la memoria: las Madres paralelas de Almodóvar, los últimos Marías (Tomas Nevyson o Así empieza lo malo, como muestra) o exposiciones como la de Anselm Kiefer en Paris, dedicada a Paul Celan -¡cuánto pesó el recuerdo sobre su vida y sus días finales frente al puente Mirabeau!-, o el Faire son temps, de la muestra de Christian Boltanski, sólo por poner algunos ejemplos, más los que cada uno de los lectores podría rastrear y citar en su entorno más cercano.
La hija de la española lo afronta desde un concepto que para la autora parece capital y que de alguna manera la define en su proceso creativo, la nostalgia: “La nostalgia es un tema recurrente. Sentimos nostalgia de lo que ya no podrá ser, de aquellas cosas que se estropearon, que caducaron. La nostalgia no es algo muy saludable, la verdad, pero a mí me alimenta y me guarece, sobre todo. Es una fuente de evocación de cosas hermosas. La nostalgia es como tener la posibilidad de resucitar a alguien…” (Karina Sainz Borgo, en la entrevista de Winston Manrique Sabogal para WMagazin, 4 de junio de 2019).
Y no es mucho desvelar que Adelaida Falcón se reconstruye, se transforma y abre un nuevo horizonte de posibilidades a través de la “resurrección” de Aurora Peralta. Sí, todos recordamos la cita de Juan Gabriel Vásquez: “Uno es del lugar donde están enterrados sus muertos”. Sin embargo, es muy sugerente contrastar las palabras del escritor colombiano con lo que nos cuenta Rosario López en su reseña del libro de Sainz Borgo para Latin America Literature Today, rememorando una idea del escritor peruano Fernando Iwasaki: uno en realidad es de donde nacen sus hijos:
“Adelaida entierra su patria con su madre, porque su madre es su patria y su tierra descuartizándose como líneas de vida en las manos. Se convierte en el escenario donde otra cosa, otra persona, sucederá. Esa persona es Aurora, su vecina. Aurora es, era, la hija de la española, una mujer de esa gente que llegó huyendo de la guerra civil española y la posguerra, gente que solo tenía una cosa para vivir: sus manos. Julia, la española, montó su negocio en La Candelaria, murió hace tiempo, y ahora Adelaida encuentra su casa abierta y a Aurora, la hija de la española, muerta, con los papeles preparados para irse a España, donde la esperan. No se sabe quién la mató, pero a Adelaida no le importa.”
Si analizamos la novela con perspectiva y distancia, podemos decir que la memoria no es únicamente la reconstrucción de los hechos del pasado, sino que se acaba convirtiendo en un hecho antropológico y social. Adelaida nos hace ir y venir al pasado idílico y al presente más terrible, idealizando el primero y denunciando y culpando al segundo por ser causante de la pérdida paradisiaca. “Sainz Borgo nos permite estar en la niña y la mujer a la vez, cuenta un relato personal y universal, de ir y venir, mantiene la tensión, calma el hambre del que lee para saber qué pasará y del que lo hace para entender qué ha pasado.” (Rosario López, reseña del libro de Sainz Borgo para Latin America Literature Today).
Además de este análisis distanciador, en el que la escritora apuesta por un sentido universalizante, buscando que el lector se vea reflejado más allá del punto de vista local, la novela no deja de ser una apuesta por describir unos hechos, unos personajes y una escenografía sin ningún tipo de ambigüedades: “La hija de la española pertenece al género de la novela testimonial –no necesariamente periodística ni autobiográfica– que obliga a un autor a narrar el miedo, el sufrimiento, la tortura, la muerte y la esperanza, acaso. Rara vez esas novelas son contemporáneas a los hechos relatados y, cuando lo son, sorprenden doblemente.”, Christopher Domínguez Michael, Letras Libres, septiembre de 2020.
Escuchemos lo que nos cuenta la autora:
Como reflexión final sobre estos apuntes dejémonos acompañar por un párrafo del libro:
“Cuando las puertas del ascensor se cerraron, me miré en el espejo. Mi aspecto era lamentable. Estaba agotada, envejecida, agria. Entre la mujer que era y la que me miraba de vuelta cruzaba una larga fila de espectros, versiones lavadas de un documento original. Había perdido mucho peso. Lucía mayor, pasada de moda, como si en lugar de venir de otro país llegara desde otro tiempo. Así debía ser el aspecto de la madre de Aurora Peralta cuando llegó a mi ciudad. Pero yo estaba viva. Ella ya no.” (La hija de la española, en un lugar en el libro que seguro que encontraréis).
“Dice la verdad
quien dice la sombra”
(Paul Celan)
A la escritora venezolana Karina Sainz Borgo puede ser que La hija de la española le arrebatara un país y, a la vez, le devolviera un relato, aquel que cuenta Adelaida en la novela o, quizá, el mismo que oculta Aurora Peralta en su viaje hasta España. En definitiva, una narración que se mezcla con su propia biografía y que provoca que nos detengamos en el devenir de la escritora:
“De Caracas. De 1982. Dejó la Venezuela chavista y se instaló en España el Día de la Hispanidad de 2006. Casi quince años de recuerdos, retrovisores, vidas muertas, muertes vivas, dolores, tacones lejanos, esperanzas y volver a empezar.” (Álvaro Sánchez León, Karina Sainz Borgo: “Cultura y democracia forman parte de un mismo magma”, ACE prensa, 21 de junio de 2021).
En la novela, la protagonista, Adelaida Falcón, una correctora de una editorial extranjera que acaba de perder a su madre, se ve enfrentada al dilema moral de elegir entre principios o supervivencia. En el lado de la hija se encuentra una barrera que va más allá de lo humano y que implica asumir y aceptar el ecosistema en el que te ha tocado salir adelante. Este universo no es otro que el de la violencia y el del ejercicio del poder:
“Yo solo tenía claro que quería hacer mi propio alegato antiautoritario. Para mí, la pérdida de Adelaida Falcón es la expresión de un Estado autoritario. Cuando ella está en su lugar de origen vive en un exilio interior. Tiene que deshumanizarse y su catadura moral va bajando, porque el entorno, de alguna manera, no le deja otra opción.” (Karina Sainz Borgo en la entrevista de Álvaro Sánchez León par ACE prensa).
Sainz Borgo es periodista especializada en temas culturales y ha construido su identidad desde la palabra a través de los diferentes artículos que ha ido publicando para medios como Voz populi, ABC, Zenda, Onda Cero, así como en sus diferentes libros en los que nos vamos a detener para dar contenido a su palabra:
Crónicas barbitúricas (2019)
“Cuando aterricé en España hace ya más de doce años supe que si quería sobrevivir, tenía que escribir. Sólo así podría comprender y tener fuerza para conducir el cayuco de mi propia prosa. Los textos que forman parte de Crónicas barbitúricas son abocetamientos de una abolición: la del país que dejé atrás y de ese otro al que me incorporé, España. Este libro es la farmacopea de mí misma. Es la receta médica del que escribe para empujar la pastilla del desencanto. Es mi arsénico y mi insatisfacción. Son el poso al que han ido a parar mi asombro y mi ira.”.
Esta palabra de Sainz Borgo dan cuenta de esa búsqueda de la propia identidad a través de la literatura, escuchando los ecos de su leidísimo Thomas Bernhard, que, como ella misma afirma, le marcó en su búsqueda de lo propio. Uno puede mostrarse y buscarse en el transcurrir de sus personajes, pero son ficción, literatura, una de las mejores formas de atender al darse de la verdad.
“Los libros tienen capas de sentido y proponen cosas, y los lectores tienen una capacidad tremenda para desentrañar realidades y sugerencias. Puede, incluso, que uno quiera lanzar un mensaje claro y su sentido se transforme entre otras manos.”
El Tercer País (2021)
Todo ocurre en una frontera, la que separa la sierra oriental de la occidental. Angustias Romero huye de la peste con su marido y sus dos hijos atados a la espalda. Los gemelos, sietemesinos, mueren en el trayecto, y, tras guardarlos en sendas cajas de zapatos, el matrimonio se dirige a enterrarlos en El Tercer País, el cementerio ilegal regentado por la mítica Visitación Salazar.
Este es el resumen de su última novela, en la que la autora vuelve a situarse en el lado oscuro, en un lugar lleno de violencia y de autoritarismo, un lugar en el que las mujeres se vuelven a constituir en protagonistas y donde son capaces de mantenerse erguidas a pesar de la contundencia del opositor.
La hija de la española (2019)
Este es el relato que no cesa, aquel que nos tiene ocupados, el que nos obliga en cuanto lectores a posicionarnos, ese que obliga a la propia autora a reubicarse en su planteamiento: “Y luego empecé a darme cuenta de que los libros solo se completan con los lectores. Mucha gente me dijo que se sentía como Adelaida Falcón, no solo por vivir en el epicentro de un proceso político como el de la protagonista, sino porque quizás habían perdido a su madre recientemente, porque La hija de la española refleja una sensación de pérdida tremenda».
Como siempre lo mejor es dar la palabra a la autora para que nos guíe y nos ilumine. Aquí os dejamos la entrevista que le hizo nuestro admirado Óscar López en el programa de rtve Página Dos (fragmentos: 6’50’’ – 12’16’’, 20’37’’ – 26’, y 26’17’’ hasta el final):
En este momento de vuestra lectura, ¿qué pensáis de Karina Sainz Borgo?, ¿creéis que su literatura es autobiográfica, política, ideológica, …? ¿Qué os gustaría compartir de vuestra lectura de La hija de la española?
“Madre murió anoche,
madre, que nunca muere.
El invierno flotaba en el ambiente,
faltaban muchos meses
pero aun así flotaba en el ambiente. […]
(Louise GLÜCK, Noche fiel y virtuosa, traducción de Andrés Catalán, Visor Libros, 2021)
La novela de Karina Sainz Borgo habita en un territorio lleno de mujeres, “matriarcado total” dice la autora, en una denuncia consciente de la misoginia latente de la sociedad venezolana. Sin embargo, no queremos detenernos aquí en las referencias generales a lo femenino, sino adentrarnos en la figura de la madre o más bien deberíamos decir de las madres.
Ya desde la primera línea del libro aparece como protagonista involuntaria: “Enterramos a mi madre con sus cosas […]”. Es una heroína fallecida, sin presencia, casi shakespeareana, como el fantasma del padre de Hamlet, es como eso que tan bien se dice en la expresión “brillar por su ausencia”. Es una desaparición que hace brotar el relato, que desvela la verdad y que condiciona el transitar de la historia. Adelaida Falcón muere, pero Adelaida, la otra, la hija, vive. Vive en la pérdida de la madre, una madre que no es únicamente literal, sino, al mismo tiempo, metafórica. Es la patria perdida, una patria que la escritora no quiere nombrar: “siempre estaré escribiendo sobre Venezuela aunque nunca la nombre, porque realmente son las cosas que te duelen”. Un país innombrable y una época aparentemente acrónica, a pesar de que las referencias literales a Caracas y los hechos que allí suceden sean claramente documentables. Una búsqueda del reconocimiento en lo universal para manifestar el significado de la orfandad, la que se sufre cuando alguien debe abandonar su patria o cuando debemos despedirnos de nuestra madre muerta:
“Mirando aquel hueco de arcilla, pensé en una frase de Juan Gabriel Vásquez que leí en una de las galeradas que tuve que corregir unas semanas antes: <<Uno es del lugar donde están enterrados sus muertos>>.” (La hija de la española, p. 26).
El relato se mueve en esa búsqueda de lo que nos falta, de lo que hemos perdido, de esa identidad que nos hurtan, pero a la que, a la vez, no podemos renunciar. Y en un intento de universalizar la historia, Karina Sainz Borgo pretende confrontarnos a una visión de lo enajenado, de lo que nos ha sido arrebatado, equivalente al mismo suceso en diferentes tiempos y espacios: “el horror que se narra puede pertenecer a cualquier geografía en conflicto, y los seres humanos estamos hechos de lo mismo en todas partes donde se vea amenazada nuestra integridad.” (entrevista de Ainara Mantellini para Letra urbana : «La violencia, la mujer y la patria en La hija de la española » )
Ante los ojos de la protagonista se van sucediendo acontecimientos inhumanos, violaciones de los derechos más inalienables, expropiaciones, violencias, torturas, robos, saqueos, corrupción, … Y la autora se pregunta cómo se recupera alguien de esa experiencia. El recuerdo del suicido de Primo Levi tras haber sobrevivido al infierno de Auschwitz, tal y como Sainz Borgo ha manifestado en alguna entrevista, le lleva a reflexionar sobre su propio papel en la historia de su país.
Así, ante las angustias vividas por las manifestaciones de 2017 en Caracas, la autora venezolana hace consciente su vínculo indestructible con la historia de su patria: uno de sus primeros relatos habla de Enrique Bernardo Núñez, quien arrojó su novela La Galera de Tiberio al Hudson, aún a sabiendas de que era su mejor trabajo: “Y me dediqué a reconstruirlo, a buscarlo, hablé con los hijos, y finalmente la explicación que dan es que la novela estaba llena de erratas. ¿Qué te tiene que pasar para que no te puedas sobreponer de eso? Y que se convirtiera después en historiador.” . Y allí está el motor de su literatura, esa búsqueda de lo que hace de su nación un lugar que devora a todo aquel que quiere hacer algo, una encrucijada de violencia y belleza. Una madre que nos quiere, pero que nos abandona:
“Os he estado observando mucho tiempo,
puedo hablaros de la forma que me plazca…
Me he plegado a vuestros gustos, cuando miro con paciencia
las cosas que amáis, cuando hablo
tan solo con metáforas, y aludo
a detalles terrestres, tal y como preferís, […]”
(Louise GLÜCK, fragmento del poema “Mañana clara” incluido en El iris silvestre, traducción de Andrés Catalán, Visor Libros, 2021)
Como seguro que ya habéis avanzado en la lectura, sabréis que Adelaida Falcón no es la única madre importante en esta novela. Sí, hay otra madre redentora, salvadora, Julia, la española, la madre de Aurora Peralta, la hija de la española, quien a su vez se convierte en el salvoconducto de Adelaida. Esa madre también está ausente en el texto. Casa Peralta, el restaurante que regenta, es la casa del exiliado, de aquellos que en otro momento de la historia también se vieron obligados a emigrar para sobrevivir a un conflicto y que, como Adelaida, necesitaron reconstruir su historia. Así, Aurora, la hija de Julia actúa como vaso comunicante de la experiencia del desarraigo aportando sus cenizas, su cuerpo, su dinero y su identidad para que otra mujer, su vecina expulsada de su propia casa, pueda construir en ese país que Julia tuvo que abandonar muchos años antes su propia Casa Falcón.
“Cuando llegamos al cementerio, ya estaba abierto el hoyo con dos fosas. Una para ella, otra para mí.” (La hija de la española, p. 26).
Para finalizar esta entrada os dejamos una entrevista del periodista Moisés Naím con la autora. No os la perdáis porque nos da muchas pistas de lectura:
Sin duda, los comentarios que estáis haciendo a las diferentes entradas del blog están enriqueciendo las lecturas de todos. ¿Qué pensáis del papel de las madres en la novela? ¿Creéis que estamos ante una historia universal? Esperamos vuestras opiniones.
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