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Blog del Instituto Cervantes de Estambul

Biblioteca Álvaro Mutis

El lugar del crimen

“El lugar donde el crimen se realiza está estrechamente ligado a las exigencias internas del relato policial y, por tanto, la elección de un lugar u otro incluye una sobresignificación mayor de lo que en principio pudiera pensarse” (MARTÍN CEREZO, Iván. (2006). Poética del relato policiaco (de Edgar Allan Poe a Raymond Chandler). Murcia: Universidad de Murcia).

La edición de Anagrama de Black, Black, Black nos sumerge a través de esta escalera en el interior de un bloque de pisos en el centro de Madrid. Los vecinos -de clase baja- recorren el edificio intercambiando saludos e intimidades: lugar idóneo para que cualquiera de estos habitantes pueda ser el sospechoso ideal si se comete un crimen. Por esta galería social Marta Sanz sitúa a inmigrantes, jubilados, jóvenes coleccionistas de mariposas, mujeres de la limpieza y mujeres escritoras, algún posible pedófilo, y a enfermos de vejez y desmemoria. Desgraciadamente, nos encontramos también un cadáver, el de Cristina, una geriatra casada con un inmigrante, primer sospechoso por obra y gracia del racismo de los padres de la víctima.

En este barrio de Madrid todo es gris, en palabras de Zarco, el detective encargado de la investigación: “[…] gris el cielo y las fachadas de los edificios de cuatro plantas y la ropa en los escaparates de las tiendas. […]”, y las antenas parabólicas, y las palomas, y los coches aparcados, las farolas, los contenedores de basura, y hasta las bombonas de butano (que por su propia naturaleza suelen ser de color naranja).

Estas escaleras nos conducirán a cada una de las casas, a reductos de convivencia donde cada personaje se dibuja y se alimenta de su propia desconfianza, pero donde lo más importante es el propio espacio, un microcosmos que va a ser decisivo tanto a la hora de cometer un asesinato como a la hora de desvelar la culpabilidad:

¿Quién es el asesino? es la pregunta que abre toda narración policial. El criminal es igual a todos los personajes pero a la vez diferente. Tiene motivos para matar, pero también el resto puede tenerlos. La coherencia literaria exige que sea alguien que pertenezca al mundo de la víctima, alguien que conviva con la misma en una sociedad cerrada de la que ambos forman parte. No puede haber mejor manera de ejemplificar esto que haciendo a víctima y asesino vecinos (puerta con puerta).” (“Black, Black, Black de Marta Sanz: una mirada a la novela negra española”, Lara Soria Arellano).

Imagen de la fotógrafa Paula Anta, de la serie «La arquitectura de los árboles»
(L’architecture des arbres | Paula Anta)

Madrid, ciudad del crimen

Probablemente, la influencia de la novela realista a partir de Galdós sea el primer antecedente que “ofrece una imagen de la ciudad de Madrid como generadora del crimen en tanto espacio de desigualdad y tensiones sociales”. El interés de Galdós por la criminalidad, así como el de otros escritores como Emilia Pardo Bazán o Pío Baroja -cuya obra La lucha por la vida, una descripción de los bajos fondos madrileños de fin del siglo XIX, sería un antecedente del “Madrid negro” van convirtiendo poco a poco a esta ciudad en fuente de inspiración para futuros narradores del género: Francisco García Pavón con sus historias de Plinio -un caso madrileño para el detective de Tomelloso-, Carlos Pérez Merinero, Jorge Martínez Reverte o Juan Madrid (“La Metrópolis en la novela negra actual: caras y voces de Madrid y Barcelona”, tesis doctoral de Cristina Jiménez-Landi Crick).

Un ejemplo cinematográfico del ambiente que se va creando lo podemos encontrar en el maravilloso filme de Edgar Neville, El crimen de la calle Bordadores:

En realidad, esta película es una adaptación de los hechos reales que ocurrieron en la calle de Fuencarral:

“El crimen de la calle Fuencarral, en 1888, es sin duda uno de los más famosos de la historia de la criminología española. El relato del crimen, por más sórdido que pueda parecer, no pasa de corriente, sin embargo, el proceso se convirtió en el primer gran juicio seguido masivamente a través de la prensa. Uno de los periodistas que cubrieron el juicio fue Benito Pérez Galdós, y en él intervinieron personajes importantes en la época como José Millan Astray (entonces director de la cárcel Modelo). A la ejecución de Higinia, la condenada, asistieron unos 20.000 madrileños, y Antonio Cánovas tuvo que persuadir a la Reina Regente María Cristina de que debía reprimir su impulso de ejercer su derecho de Gracia. Todo esto sucedía en Madrid el mismo año que Jack el Destripador actuaba en Whitechapel.”(Luis de la Cruz, El Diario.es, 5/3/2012)

Esta historia fue llevada a la pantalla televisiva dentro de la magnífica serie de crónica negra llamada La huella del crimen. Aquí os dejamos el capítulo para deleite de los amantes del género:

El Madrid de las Corralas

Cristina Esquivel probablemente falleciera en un bloque de pisos con un ambiente y una estructura muy parecido al de las antiguas Corralas madrileñas. ¿Qué es una Corrala?

“Arquitectónicamente, las corralas descienden de las casas de vecinos del XVII, que a su vez tenían dos parientes: las viviendas hidalgas castellanas (de origen árabe y romano) que se organizaban en torno a un patio y las casas campesinas con corral. Pero en las corralas urbanas, el patio, los pasillos, la fuente y los retretes eran compartidos por varias familias. Madrid crecía y los inmigrantes del campo no cabían en la villa, así que se apiñaron. Los patios eran, en miniatura, las plazas añoradas de los pueblos: allí jugaban los niños y los abuelos tomaban el fresco. «Las mujeres bajábamos a lavar juntas con nuestros barreños de cinc», recuerda María Fernández, vecina de La Corrala, de 79 años. «Hoy todo es distinto, ni mejor ni peor; cada uno tiene su lavadora y su váter, pero antes había más armonía entre vecinos… ¡y una portera muy alegre!».” (Patricia Gosálvez para El País, «170 años en torno a un pasillo«)

Imagen de La Corrala de la calle Amparo, 54, en el madrileño barrio de Lavapies

Una portera muy alegre, un portero vigilante -desde la dictadura-, a la escucha, porque las Corralas son los lugares ideales para intercambiar discursos, para cotillear y saber de la vida de los otros, para que el lenguaje, como se demuestra en la novela de Sanz, se acabe convirtiendo en un juego de poder, de dominio del prójimo: el de Zarco y Olmo, el de Clemente, el de Josefina, el de Luz, y por supuesto el de Paula. El laboratorio en el que se mueven estos personajes no es otra cosa que una microfísica del poder que -por acercarnos ya al final de esta entrada- queremos ejemplificar en la tercera parte de la novela, cuando Paula ejerce su autoridad en la narración: “Caigo y recaigo en la misma trampa. No me curo. Él no me deja curarme. No sano porque cada noche, con la excusa de mi soledad, me llama y me cuenta una vida de la que sería mejor que yo no supiera nada. Zarco echa alquitrán sobre el piso y yo me quedo aprisionada […] Ahora por lo menos llevo yo la voz cantante […]”

Lectoras y lectores, ¿cómo subisteis esas escaleras y cómo estáis descendiéndolas? ¿Habéis escuchado las voces de ese edificio? El próximo sábado Marta Sanz nos acompañará para escuchar las vuestras, para que seáis vosotros los que llevéis la voz cantante. No os lo perdáis.

Pistas a seguir

El 19 de septiembre de 2021 en 4 Lecturas 4 Continentes por | 1 comentario

Sigamos la lectura de la novela en este enlace

El título Black, black, black … puede tener hasta tres posibles significados:

  1. El significado en inglés: ‘negra’, novela negra.
  2. La palabrería constante de Arturo Zarco: “bla, bla, bla”.
  3. El sonido de los disparos de una pistola: “pam, pam, pam”.

Afirma Susana Pedraza, en la reseña Black, black, black… o lo que la verdad esconde que “El negro todo lo confunde. No hay nada más opaco que la oscuridad, donde las apariencias y la realidad se difuminan y las cosas no son lo que parecen.”. Y esto parece aludir casi a un cuarto significado: ¿estamos ante una verdadera novela negra? Para ser más precisos: ¿esta obra recoge todos los elementos básicos del género?

Marta Marne en su comentario de la novela responde a esta cuestión (Black, black, black, de Marta Sanz – Leer sin prisa): “En todas partes veo que califican Black, black, black como novela negra. Yo no la calificaría así. Es cierto que comienza con una trama basada en una investigación, e incluso tenemos un cadáver de entrada, pero no es lo que dirige la novela. La trama pasa a un segundo plano por completo, tomando las riendas la propia narración y especialmente una intención muy clara de la autora: jugar entre la realidad y la ficción.” Porque como señala Lara Soria Arellano, en su trabajo Análisis de Black, Black, Black de Marta Sanz: una mirada a la novela negra española, las novelas negras tienen que crear intriga en el lector y, sin embargo, en esta novela “el suspense no se basa en encontrar más pistas, más testigos, sino en los juegos de engaños que crea la autora”.

3 mentiras en torno a la novela negra. Vamos a contar mentiras. – izaskunalbeniz.es

La estructura

Acudir a la estructura de la obra puede darnos alguna pista de que no estamos ante una novela negra al uso, sino más bien ante una novela que algunos calificarían de posmoderna, aunque sólo sea por los momentos de metarrelato, o de reflexión sobre la propia ficción que aparecen en la segunda parte. Sin “destripar” ni descubrir nada describamos esta estructura en tres partes:

Black I (“El detective enamorado”): tenemos toda la información del caso -entramos en la novela en media res sabiendo que ha habido un asesinato y que un detective es contratado por los padres de la víctima para descubrir quién ha sido- sobre todo a través de las conversaciones telefónicas entre Arturo Zarco y su ex mujer Paula Quiñones. Un planteamiento aparentemente clásico pero en el que enseguida empiezan a chirriar elementos que no se adecúan al género, como por ejemplo la homosexualidad del detective (dato meramente anecdótico, porque lo importante quizás sea la falta de competencia de Zarco para la profesión).

Black II  (“La paciente del doctor Bartoldi”): el lector va conociendo diferentes detalles de la historia a través del diario de Luz Arranz (una luz en la oscuridad), una de los vecinas del edificio donde ha tenido lugar el crimen. Y esta sí que es la parte más metaliteraria: “Encontramos en esta parte un ejemplo de cómo en la ficción se medita sobre la ficción, un rasgo propio de la literatura de la postmodernidad. Los límites entre ficción y realidad se difuminan en todo el capítulo.” (Lara Soria Arellano).

Black III (“Encender la luz”): es la parte más detectivesca, donde la trama se va revelando y en donde el personaje de Paula Quiñones va adquiriendo más peso en el devenir de la historia (a este propósito sería interesante leer el último libro de la trilogía del detective Zarco, pequeñas mujeres rojas). Los lectores caminamos en el proceso de resolución de la historia de la mano de Marta Sanz de la misma manera que Arturo Zarco y Olmo lo hacen de la palabra dilatoria de Paula Quiñones.

Quizás Marta Sanz hable de muchas otras cosas en la novela: de la seducción (“Ya no se trata de que alguien quiera seducir, sino de que todos quieren ser seducidos […]” (p. 9 de la edición de Anagrama), sobre todo de la literaria; de la violencia de la vida cotidiana (“y no la propia de las grandes corporaciones o de grandes conspiraciones a las que nos tiene acostumbrada la novela negra”, según afirma la propia Sanz en un programa televisivo); de la imperfección del mundo; de los prejuicios y de la política -una política subyacente; del dinero; … Todos estos asuntos y algunos otros tratados con humor e ironía como contrapunto.

Foto: Berta Sánchez Casas

Contadnos qué os está pareciendo la novela, si compartís estas pequeñas pistas, si habéis descubierto otros hilos y, sobre todo, si os está gustando.

Parte de Marta Sanz

¿Queréis conocer un poco más a Marta Sanz? Seguro que sí. Para ello tenemos la brújula de su último libro, Parte de mí (Anagrama, 2021). En esta obra, a la que podríamos calificar -por ponerle una etiqueta literaria- de autoficción, la autora se apunta a las redes sociales para reunir las sucesivas entradas de Instagram que publicó durante el confinamiento bajo el hastag #ParteDeMí.

En cada entrada una imagen, y cada imagen acompañada de un texto: textos breves y fugaces al principio, y que poco a poco van ganando en volumen y reflexión, como si del silencio ante lo inefable fuera surgiendo el ser humano (demasiado humano, y muy literario) que debe ir dando cuenta de lo que está sucediendo. Por sus páginas van apareciendo: la gata, los libros, su pareja, el padre y sus pinturas, una sobrina enfermera, novelas de Agatha Chistie, postales de actrices, …

Y todas las entradas acaban con una estructura similar: “Las bellas librerías, las lectoras que leen despacio, las personas que me cuidan sin aniquilarme, las conversaciones auténticas, las amapolas son… parte de mí.” (p. 106, de la edición de Anagrama). Así, que si os apetece adentraros en las entrañas y la tramoya literaria de Marta Sanz no os perdáis este diario de la cotidianeidad de una escritora. Marta nos cuenta más en este vídeo:

Esta Doctora en Literatura Contemporánea por la Universidad Complutense de Madrid escribió su tesis sobre La poesía española durante la transición (1975-1986). Sin embargo, la literatura no sería su primera experiencia profesional. Marta, tras su licenciatura en Filología, ejerció la docencia en la Universidad Antonio de Nebrija en la enseñanza de español para extranjeros. Y ya sabemos que ser profesional de ELE curte a todo buen escritor.

Finalmente decidió matricularse en el taller de escritura de la Escuela de Letras de Madrid, dirigido por Alejandro Gándara y donde fue moldeando su talento. Allí conoció al editor Constantino Bértolo, quien publicó sus primeras novelas en la editorial Debate. Y como aparece en alguno de sus trabajos de aquella época, ella se sintió “heroica en su peripecia”.


Sus primeras novelas fueron Lenguas muertas y Los mejores tiempos (Premio Ojo Crítico de Narrativa), antes de lograr un gran éxito en 2006 al ser finalista del Premio Nadal con Susana y los viejos. Os dejamos este enlace donde la autora hace una pequeña presentación de la obra:

Posteriormente daría el salto a la editorial Anagrama, donde ha publicado desde entonces títulos como Black, Black Black o Lección de anatomía, entre otros, siendo ganadora del Herralde de Novela en 2015 con Farándula. Fuera del campo narrativo ha escrito ensayo, No tan incendiario o Monstruas y centauras, y poesía, Perra mentirosa y Vintage.
Es también colaboradora de varios medios de comunicación, como El País o Público, además de escribir para revistas culturales como MercurioÍnsula o Quimera.

Esperamos que esto sea sólo un aperitivo del festín que nos espera el próximo 2 de octubre en el que como buenos lectores antropófagos nos comeremos el saber literario de Marta Sanz. Y como ya estáis todos enfrascados en la lectura de Black, black, black, os dejamos un enlace con cuatro pinceladas magistrales de la autora que nos darán luz en esta negrura.

Animaos y contadnos vuestra experiencia: ¿en qué Black estáis? ¿Veis diferencias entre cada una de las partes? ¿Con qué personaje simpatizáis más? ¿Sois zarquistas o paulistas?

Un libro, cuatro manos y muchas lenguas

Una de las tareas más apasionantes en los cursos de ELE es crear cadáveres exquisitos, emular esa técnica surrealista en la que construimos una obra compartida para que los estudiantes colaboren entre sí en un ejercicio de expresión escrita. La idea está basada en un juego de mesa en el que se escribía por turno en una hoja de papel, la cual doblaban ocultando parte de la escritura y después pasaban al siguiente jugador para que continuara el texto. El pintor surrealista Max Ernst pensaba que era un barómetro de los contagios que se producían en un círculo de creadores. Pablo Neruda y Federico García Lorca los llamaron poemas al alimón y Nicanor Parra y Vicente Huidobro quebrantahuesos. Sin embargo, muchos de los profesores de español dudan de que esta técnica sea algo más allá que un divertimento en el aprendizaje de una lengua, aunque para los teóricos de la estética resulte una anticipación del proceso de cuestionamiento de la autoría en la obra de arte, concepto que adquirirá su época dorada con la posmodernidad.

Dos ideas, la del cadáver exquisito y la del cuestionamiento del autor, que apuntan a uno los aspectos más llamativos del proceso creativo de Trilogía de los años oscuros: nos referimos a la escritura a cuatro manos. “Escribir a cuatro manos es un ejercicio de colaboración íntima que obliga también al desapego constante, algo que rompe con lo que se suele entender como autoría. Y es también un ejercicio de debate constante porque dos voces nombrando el mundo implica trabajar con la armonía para buscar un pensamiento polifónico.”, afirma en su web Martha Zein.

Fuente: El difícil arte de escribir a cuatro manos por Librotea | Librotea (elpais.com)

El próximo sábado podremos preguntar a Rosa Ribas cómo fue su método de trabajo a cuatro manos con Sabine Hofmann. Mientras, os dejamos este extracto de una de las numerosas entrevistas concedidas por las autoras con motivo de la publicación de Don de lenguas:

“Sabine y yo nos conocemos desde que trabajábamos juntas en la Universidad de Frankfurt. Allí ya habíamos escrito un relato largo en común y nos quedamos con ganas de repetir la experiencia, pero ya con un proyecto de mayor envergadura.

El proceso creativo ha sido, por supuesto, muy distinto al trabajo en solitario. Desde el principio, en la fase de planificación de la novela, hasta el final, ha sido necesario discutir ideas, ponerse de acuerdo o no, decidir, compartir informaciones, … Trabajoso pero enriquecedor. Después nos hemos repartido los capítulos a partir de los diferentes personajes (cada una tenía una constelación de personajes) y, una vez teníamos el texto completo, nos tradujimos. Porque cada una escribió en su propio idioma. Al traducirnos mutuamente, al adoptar la mirada crítica y atenta del traductor, pasamos el texto por un tamiz muy fino. El resultado han sido dos manuscritos completos, uno en español y el otro en alemán.”

Aprovechamos la singularidad de la coautoría para incluir una breve semblanza de Sabine Hofmann:

Nació en Bochum, Alemania, en 1964. Estudió Filología Románica y Germánica y ha trabajado numerosos años como docente en la Universidad de Frankfurt, donde conoció a Rosa Ribas, y donde surgió un proceso de colaboración y amistad que cristalizó en la trilogía de la que Don de lenguas es su obra inaugural.

Fuente: «Don de lenguas» Rosa Ribas & Sabine Hofmann (elblogdelafabula.blogspot.com)

Este arte de la tolerancia, la generosidad y el riesgo que constituye la creación de obras conjuntas, si bien es un género poco explotado, tiene múltiples referentes a lo largo de la historia de la literatura: no por ser los primeros, pero sí por ser representantes del surrealismo, escuela que fue laboratorio de la experimentación artística, tenemos los ejemplos de André Breton y Philippe Soupault, en Los campos magnéticos (1920) (“Esta noche somos dos frente a este río que desborda nuestra desesperación”), o del propio Breton y Paul Éluard en La inmaculada concepción (1930).

Entre los clásicos contamos con los poetas románticos Wordsworth y Coleridge en Baladas líricas (1798); con Wilkie Collins y Chales Dickens, en el XIX, con Calle sin salida (1867); sin olvidarnos de la fructífera colaboración entre Joseph Conrad y Ford Madox Ford en las novelas Los herederos  (1901), Romance (1903) y La naturaleza de un crimen  (1923), y que según Ezra Pound lograron la misma transformación para la prosa inglesa que la que había logrado Flaubert para la francesa.

Además, no podemos obviar la contribución a la causa de la poliescritura de la generación beat: Y los hipopótamos se cocieron en sus tanques  (2005), el libro autobiográfico de Kerouac y Burroughs; o desde otro horizonte literario la desmesura de Diario de Sintra (2012), obra escrita no a cuatro sino a seis manos por Christopher Isherwood, W. H. Auden y Stephen Spender; ni ignorar el trabajo de Gilles Deleuze y Felix Guattari en el campo de la filosofía (¿Qué es filosofía?, 1991, o El Antiedipo, 1972, entre otros). Recientemente Stephen King, el maestro del terror, ha publicado un libro escrito con su hijo Owen, Las bellas durmientes (2017).

Si ponemos el foco en la literatura en castellano, hay que evocar una obra que descansaría seguramente en alguno de los estantes de la biblioteca imaginaria de Borges y que, por el contrario, duerme en el catálogo de ausencias de dos premios Nobel: la novela que debían haber escrito Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa sobre la guerra que enfrentó a Colombia y Perú en 1932 y 1933 y que, desgraciadamente, nunca vio la luz. Sin embargo, la obra que sí reposa en los anaqueles de Borges es la de Horacio Bustos Domecq o la de Suárez Lynch, heterónimos de la pareja Borges y Bioy Casares. Bustos Domecq escribió Seis problemas para don Isidro Parodi (1942) y Suárez Lynch Un modelo para la muerte (1946); los dos son el mismo suplantador del que Borges confiesa que “acabó adueñándose de la situación. Era el tercer hombre que a la larga terminó dirigiéndonos con mano de hierro”.

A finales del siglo XX tenemos los ejemplos de Roberto Bolaño y A.G. Porta, quienes trabajaron juntos en guiones o cuentos antes de escribir la novela Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce (1984); de los Pérez Reverte, Arturo y su hija Carlota, en la primera entrega de Alatriste (1996); o de Felipe Benítez Reyes y Luis García Montero con una obra aparecida también en 1996, Impares, fila 13. Benítez Reyes afirmó en su momento que la experiencia fue fascinante, pero que no repetiría porque “con la edad, uno se vuelve más maniático, más solitario, más temeroso de salirse de sí mismo”.

A.G. Porta evoca su amistad con Roberto Bolaño con motivo de la exposición «Archivo Bolaño. 1997-2003, celebrada en el CCCB en 2013

Y de fecha más cercana son las de Vicente Molina Foix y Luis Cremades, El invitado amargo (2014); la de Graciela Montes y Ema Wolf , El turno del escriba, premio Alfaguara 2005 ; o el premio Anagrama de Ensayo 2007, La ceremonia del porno, de Andrés Barba y Javier Montes. Aunque, como afirma Barba, el resultado no se correspondió con lo acordado, siempre llegaban a “un lugar nuevo que era algo más que la suma de los dos”.

Un lugar nuevo como el que han abierto en nuestra alma lectora Ana Martí y Beatriz Noguer, de la pluma de Rosa y Sabine. ¿Quién es quién?:

“Joaquín Grau no lo reconocería nunca abiertamente, pero le gustaba su imagen en el espejo. […]”

¿Será la de Hofmann o será la de Ribas? El sábado, NO OS LO PERDÁIS, lo descubriremos.

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