El sábado 17 de abril nos reunimos por videoconferencia cincuenta apasionados lectores de las bibliotecas de Estambul, Chicago, Tetuán y Bruselas para hablar de la novela Don de lenguas con la escritora Rosa Ribas. Inaugurabamos así el primero de los encuentros del club de lectura 4 lecturas, 4 continentes. Descubrimos que las reflexiones de los lectores no atienden tanto a fronteras políticas como al bagaje lector de cada uno de nosotros. Nos quedamos con dos frases y mensajes de la autora en este club de lectura, que resumen y definen la obra que teníamos entre manos: «La literatura te puede salvar la vida» y «Los filólogos no somos aburridos, y los bibliotecarios tampoco». El contexto lingüístico, presente en toda la trilogía, era la premisa para la creación de este interesante y original título y de los otros dos que le siguen.
Rosa nos contaba esa tarde de sábado cómo se mete de lleno en su proceso creativo, la escritura, como antes lo hacía como profesora de español, al cien por cien, definiéndose como una persona que se entrega a todo lo que hace, y no a medias tintas. Hablamos de su trayectoria profesional, de Barcelona y su periferia, de los ambientes que retrata, o cómo se ilusiona con sus personajes, a los que cuida y admira y de los que no se cansa, pues si así fuera asegura no podría continuar escribiendo sobre ellos, por eso en sus sagas no supera nunca los tres o cuatro libros. Confesó también que jamás podría deshacerse de ellos, por ejemplo matándolos. Y tras la pregunta de algún lector, confesó que con la que más se identifica de todas sus investigadoras, es Irene Ricart, de La detective miope. Nos desveló que no puede estar escribiendo dos novelas al mismo tiempo, se vuelca en la historia y los personajes por completo.
Desde Estambul nos descubrieron algunos anacronismos del libro que dieron cancha libre a la autora para dictaminar cómo algunos lapsus o imaginativas referencias eran tan absolutamente necesarias como propias del autor que las crea, que hasta los fallos o errores dentro de los libros de un autor dotan a esa novela de un carácter y autoría muy propio, único, y en definitiva nada aburrido. También desde Estambul destacaron la curiosidad por la escritura a cuatro manos de esta trilogía, Don de lenguas, de Rosa Ribas y Sabine Hoffman, y la escritora nos habló de ese proceso de escritura donde cada una tenía una constelación de personajes, y desde esa perspectiva de los diferentes personajes decidían quién contaba la historia en el siguiente capítulo, un proceso sin duda interesante y nada fácil, organizar era lo más sencillo, el decidir cómo contarlo, la escritura en sí misma, no tanto.
Al hilo de la importancia de la contextualización histórica de sus tramas, Rosa nos desveló el placer de documentarse para recrear una época, en este caso una Barcelona gris, de posguerra, que nada tiene que ver sin embargo con la Alemania de posguerra, de su compañera de escritura. Donde sí eran igual de tenebrosos ambos países era en los ambientes rurales, pues si el ambiente de Barcelona en la década de los cincuenta era gris, en los pueblos era completamente negro. En este ambiente sucede el segundo título de la trilogía, El gran frío, ambientado precisamente en uno de los inviernos más fríos que se recuerdan y que tan bien refleja la autora, una España rural, pobre, deprimida… el más cinematográfico también desde su punto de vista, una película, sin embargo, muy oscura, respondió a una lectora de Bruselas, desde donde también apuntaron cómo cada libro te produce sensaciones diferentes.
Desde Chicago destacaron este contexto histórico, por el que viajaron al pasado durante muchas páginas. También compararon a Rosa Ribas con Carmen Mola, como escritora actual y relevante de género negro, y preguntaron a la autora por sus referentes literarios. Entre otros, Rosa Ribas destacó su predilección por las escritoras Patricia Highsmith y la francesa Fred Vargas. También destacó a Raymond Chandler y la lectura sin prisas. Asegura que todo lo que leemos nos da modelos de vida, ideas… que van llenando la mochila de cada uno de nosotros, junto a otras referencias culturales como la familia, muy presente en su última saga, que se encuentra actualmente promocionando: Los buenos hijos, continuación Un asunto demasiado familiar.
Otro lector de Chicago destacó al policía Isidro Castro como uno de los grandes logros de la novela, un ser despreciable que sin embargo se transforma al entrar a su casa, y que va creciendo a medida que le vamos conociendo, con una parte muy oscura y otra, también luminosa.
Desde Tetuán, ya apurados al encontrarnos completamente fuera de tiempo, precisamente un filólogo apuntó la frase de Rosa Ribas con otra suya: «los filólogos somos necesarios, parece que no pero sí», otra lectora apuntó que se había leído la obra en un sólo día, completamente absorbida, y ambos destacaron igualmente el contexto histórico y la naturalidad, frescura, humor y originalidad de la escritura de la obra. Rosa Ribas puntualizó entonces la importancia de la lengua también en la evocación, sin necesidad de contar todo lo que escribe, dejando al lector averiguar y descubrir por sí mismo, quizás ahí radica la magia de sus libros, ese factor sorpresa que produce experiencias tan placenteras.
Os recomendamos seguir leyéndola por este placer tan sugerente y porque esta autora consigue trasladarnos a otras épocas, descubrirnos a interesantes personajes que por malos que parezcan siempre tienen también otra cara, donde algunos ven tristeza y otros mucho optimismo, ¿y tú de quién eres?
Cuando en 2013 se publicaba Don de lenguas y se presentaba a Ana Martí cubriendo la crónica del asesinato de Mariona Sobrerroca para La Vanguardia, no era la primera vez que una novela negra tenía en funciones de investigadora una mujer.
El boom de la novela negra en la literatura española en los años setenta no trajo ningún protagonista femenino. Habría que esperar a 1985 con la aparición de Estudi en lila de Maria Antònia Oliver. En la década de los 90, con el género consolidado, aparecerían dos de los personajes más prolíficos: la compleja inspectora de policía Petra Delicado de Alicia Giménez Bartlett y la castrense Virginia Chamorro ayudante del sargento, luego subteniente, Bevilacqua de Lorenzo Silva.
En esta charla de la escritora María Inés Krimer, autora de la saga Ruth Epelbaum, y Pablo de Santis se revisa el papel del detective en la literatura y del lugar de la mujer en el género.
Los casos se han multiplicado y las detectives han normalizado su presencia en el género. La misma Rosa Ribas tiene la serie de Cornelia Weber-Tejedor comisaria del departamento de homicidios de la policía de Frankfurt. Las protagonistas en la novela negra están presentes ahora en sagas de éxito ( El guardián invisible/ Dolores Redondo; La novia gitana/ Carmen Mola; No acosen al asesino/ J.M. Guelbenzu) pero también en nuevas formas de enfrentarse al género (Cometierra / Dolores Reyes).
¿Qué otras detectives conoces? ¿cuáles son tus favoritas?
Comentarios recientes / Son yapılan yorumlar