Este sábado nos reunimos en torno a la novela Black, black, black, Pam, pam, o incluso Bla, bla, bla… todas ellas la misma novela, de la genuina escritora Marta Sanz. Una escritora tan franca como inquietante, valiente, y que maneja la palabra escrita y oral de manera magistral. Este sábado pudimos comprobarlo.
La escritora nos empezó desvelando sus primeros pasos en la literatura gracias al empeño de su padre, que la animó, además de licenciarse en Filología Hispánica, a formarse en enseñanza ELE y en talleres literarios que perfeccionaron su estilo y la lanzaron a la escritura literaria. También es doctora y especialista en la poesía española de posguerra. Desde un punto de vista intelectual, así como desde la construcción de la sensibilidad, ambas formaciones suplementarias fueron fundamentales para encontrar a la gran escritora que descubrimos hoy. De su madre ha escrito mucho (Lección de anatomía), y de su padre publicó durante la pandemia (Parte de mí).
Le preguntamos qué suponían para ella los premios literarios, y admitió que es muy gratificante que te reconozcan la labor, aunque también puede abrumar. Uno de sus libros, Clavícula, narra la ansiedad que le produjeron los premios literarios (Ojo Crítico, Herralde…) en su trayectoria literaria, un mundo distorsionado que la colocó al borde del abismo. Nos adelantó que esta obra será llevada al teatro en formato musical, con la que está muy emocionada. De igual manera, admitió que los galardones son más placenteros que dolorosos, y pudimos comprobar la sonrisa de oreja a oreja que se la pone cuando reconocen su trabajo.
Alguna lectora había leído de ella que era la escritora de lo feo, Marta corrigió, de lo desagradable. Aprendió hace mucho que escribir no era sólo escribir bonito, que también se puede, en efecto, escribir feo, que cada cosa encuentra su camino, y su espacio: «contar las cosas de manera adecuada es añadir un plus«. Se manifiesta como una escritora autobiográfica, que habla de las mujeres, de su forma de relacionarse, entre ellas y con su cuerpo. Para Marta hay dos maneras de entender la literatura, algo que te agranda los ojos y te muestra lo que no siempre quieres ver, o algo que te tranquiliza y adormece. Ella escoge la primera, y desde siempre ha preferido plantear conflictos a través de la palabra literaria, ese es su compromiso. Al escribir pone su cuerpo y su alma. Frente al concepto de literatura anoréxica, perezosa, asequible y altamente comercial, ella opta por el «barroco radical», la literatura llena de grasa, un libro que según ella puede ejemplificar esta tesis es Farándula. Marta necesita ir a la contra para dar otras alternativas a lo que debe ser.
La novela y el cine negro, asegura, forman parte de ella. Se ha sentido desde siempre muy atraída por la reinterpretación que el género hacía del realismo, y toda esa dimensión ética y política, fascinada por la música, la fotografía, el ritmo o los personajes de los grandes clásicos, Chandler, Highsmith… Sin embargo, en el s. XXI, se dio cuenta de que el género negro se había convertido en algo altamente previsible, y que no colocaba en ningún conflicto al espectador. Por eso decidió escribir esta novela negra Black, black, black, aunque con tintes reivindicativos, críticos con el devenir del género. Por aclamación editorial, continuó la segunda (Un detective no se casa jamás) y la tercera novela de la saga del detective Arturo Zarco (Pequeñas mujeres rojas), cerrando un círculo perfecto de percepciones y formas de entender la vida, el romántico y soñador Arturo Zarco, y la realista, deductiva e inteligente Paula Quiñones, la que conecta a Zarco con una realidad que este no quiere ver. En la trilogía pone de manifiesto la violencia entre Paula y Zarco, la violencia en las relaciones sexuales tóxicas, de lucha, de dominio.
Otro punto en común de toda su obra que destacamos en el club fue su humor, un humor negro, irónico, inteligente, que dice formar parte de su ADN, y que lo utiliza desde un punto de vista narrativo como la única manera de meter el dedo hasta el fondo de la llaga y que aparentemente no duela. Y la primera que pasa por ahí es ella misma. Opta por no tomarse las cosas demasiado en serio, hay que reírse.
El público aclamó, en diferentes opiniones el recurso del diario de Luz en la novela, segundo black, que nos invita a reflexiones como hasta qué punto somos responsables de nuestras ficciones, o si las ficciones pueden manipular las acciones cotidianas. Existe un juego continuo en el libro sobre la capacidad que puede tener la literatura para transformar la realidad. La autora nos lo ejemplificaba con los modos de representación de la violencia, hasta qué punto pueden denunciar o normalizar diferentes acciones. Para ella, en este libro está todo, toda la violencia estructural de nuestro día a día: las envidias, la violencia machista, el abuso sexual, el maltrato a los mayores… pero también está implícito la posibilidad de cambiar todo ello, de cuidarnos y de cambiar lo que nos rodea.
Frente a esta escritora atípica y valiente, ella también busca lectores intrépidos y activos. Afirma que la literatura es un contrapeso a esa nueva forma de asimilar la información, pide al lector compromiso con su vida y experiencia para descifrar lo que hay debajo de la red de palabras, y tomarse su tiempo para ello. Hay una crítica política profunda en sus libros respecto al mundo en el que vivimos. Un buen libro no depende del tiempo que te lleve su lectura, sino de cómo la misma puede cambiarte después.
“El lugar donde el crimen se realiza está estrechamente ligado a las exigencias internas del relato policial y, por tanto, la elección de un lugar u otro incluye una sobresignificación mayor de lo que en principio pudiera pensarse” (MARTÍN CEREZO, Iván. (2006). Poética del relato policiaco (de Edgar Allan Poe a Raymond Chandler). Murcia: Universidad de Murcia).
La edición de Anagrama de Black, Black, Black nos sumerge a través de esta escalera en el interior de un bloque de pisos en el centro de Madrid. Los vecinos -de clase baja- recorren el edificio intercambiando saludos e intimidades: lugar idóneo para que cualquiera de estos habitantes pueda ser el sospechoso ideal si se comete un crimen. Por esta galería social Marta Sanz sitúa a inmigrantes, jubilados, jóvenes coleccionistas de mariposas, mujeres de la limpieza y mujeres escritoras, algún posible pedófilo, y a enfermos de vejez y desmemoria. Desgraciadamente, nos encontramos también un cadáver, el de Cristina, una geriatra casada con un inmigrante, primer sospechoso por obra y gracia del racismo de los padres de la víctima.
En este barrio de Madrid todo es gris, en palabras de Zarco, el detective encargado de la investigación: “[…] gris el cielo y las fachadas de los edificios de cuatro plantas y la ropa en los escaparates de las tiendas. […]”, y las antenas parabólicas, y las palomas, y los coches aparcados, las farolas, los contenedores de basura, y hasta las bombonas de butano (que por su propia naturaleza suelen ser de color naranja).
Estas escaleras nos conducirán a cada una de las casas, a reductos de convivencia donde cada personaje se dibuja y se alimenta de su propia desconfianza, pero donde lo más importante es el propio espacio, un microcosmos que va a ser decisivo tanto a la hora de cometer un asesinato como a la hora de desvelar la culpabilidad:
“¿Quién es el asesino? es la pregunta que abre toda narración policial. El criminal es igual a todos los personajes pero a la vez diferente. Tiene motivos para matar, pero también el resto puede tenerlos. La coherencia literaria exige que sea alguien que pertenezca al mundo de la víctima, alguien que conviva con la misma en una sociedad cerrada de la que ambos forman parte. No puede haber mejor manera de ejemplificar esto que haciendo a víctima y asesino vecinos (puerta con puerta).” (“Black, Black, Black de Marta Sanz: una mirada a la novela negra española”, Lara Soria Arellano).
Madrid, ciudad del crimen
Probablemente, la influencia de la novela realista a partir de Galdós sea el primer antecedente que “ofrece una imagen de la ciudad de Madrid como generadora del crimen en tanto espacio de desigualdad y tensiones sociales”. El interés de Galdós por la criminalidad, así como el de otros escritores como Emilia Pardo Bazán o Pío Baroja -cuya obra La lucha por la vida, una descripción de los bajos fondos madrileños de fin del siglo XIX, sería un antecedente del “Madrid negro” van convirtiendo poco a poco a esta ciudad en fuente de inspiración para futuros narradores del género: Francisco García Pavón con sus historias de Plinio -un caso madrileño para el detective de Tomelloso-, Carlos Pérez Merinero, Jorge Martínez Reverte o Juan Madrid (“La Metrópolis en la novela negra actual: caras y voces de Madrid y Barcelona”, tesis doctoral de Cristina Jiménez-Landi Crick).
Un ejemplo cinematográfico del ambiente que se va creando lo podemos encontrar en el maravilloso filme de Edgar Neville, El crimen de la calle Bordadores:
En realidad, esta película es una adaptación de los hechos reales que ocurrieron en la calle de Fuencarral:
“El crimen de la calle Fuencarral, en 1888, es sin duda uno de los más famosos de la historia de la criminología española. El relato del crimen, por más sórdido que pueda parecer, no pasa de corriente, sin embargo, el proceso se convirtió en el primer gran juicio seguido masivamente a través de la prensa. Uno de los periodistas que cubrieron el juicio fue Benito Pérez Galdós, y en él intervinieron personajes importantes en la época como José Millan Astray (entonces director de la cárcel Modelo). A la ejecución de Higinia, la condenada, asistieron unos 20.000 madrileños, y Antonio Cánovas tuvo que persuadir a la Reina Regente María Cristina de que debía reprimir su impulso de ejercer su derecho de Gracia. Todo esto sucedía en Madrid el mismo año que Jack el Destripador actuaba en Whitechapel.”(Luis de la Cruz, El Diario.es, 5/3/2012)
Esta historia fue llevada a la pantalla televisiva dentro de la magnífica serie de crónica negra llamada La huella del crimen. Aquí os dejamos el capítulo para deleite de los amantes del género:
El Madrid de las Corralas
Cristina Esquivel probablemente falleciera en un bloque de pisos con un ambiente y una estructura muy parecido al de las antiguas Corralas madrileñas. ¿Qué es una Corrala?
“Arquitectónicamente, las corralas descienden de las casas de vecinos del XVII, que a su vez tenían dos parientes: las viviendas hidalgas castellanas (de origen árabe y romano) que se organizaban en torno a un patio y las casas campesinas con corral. Pero en las corralas urbanas, el patio, los pasillos, la fuente y los retretes eran compartidos por varias familias. Madrid crecía y los inmigrantes del campo no cabían en la villa, así que se apiñaron. Los patios eran, en miniatura, las plazas añoradas de los pueblos: allí jugaban los niños y los abuelos tomaban el fresco. «Las mujeres bajábamos a lavar juntas con nuestros barreños de cinc», recuerda María Fernández, vecina de La Corrala, de 79 años. «Hoy todo es distinto, ni mejor ni peor; cada uno tiene su lavadora y su váter, pero antes había más armonía entre vecinos… ¡y una portera muy alegre!».” (Patricia Gosálvez para El País, «170 años en torno a un pasillo«)
Una portera muy alegre, un portero vigilante -desde la dictadura-, a la escucha, porque las Corralas son los lugares ideales para intercambiar discursos, para cotillear y saber de la vida de los otros, para que el lenguaje, como se demuestra en la novela de Sanz, se acabe convirtiendo en un juego de poder, de dominio del prójimo: el de Zarco y Olmo, el de Clemente, el de Josefina, el de Luz, y por supuesto el de Paula. El laboratorio en el que se mueven estos personajes no es otra cosa que una microfísica del poder que -por acercarnos ya al final de esta entrada- queremos ejemplificar en la tercera parte de la novela, cuando Paula ejerce su autoridad en la narración: “Caigo y recaigo en la misma trampa. No me curo. Él no me deja curarme. No sano porque cada noche, con la excusa de mi soledad, me llama y me cuenta una vida de la que sería mejor que yo no supiera nada. Zarco echa alquitrán sobre el piso y yo me quedo aprisionada […] Ahora por lo menos llevo yo la voz cantante […]”
Lectoras y lectores, ¿cómo subisteis esas escaleras y cómo estáis descendiéndolas? ¿Habéis escuchado las voces de ese edificio? El próximo sábado Marta Sanz nos acompañará para escuchar las vuestras, para que seáis vosotros los que llevéis la voz cantante. No os lo perdáis.
Sigamos la lectura de la novela en este enlace
El título Black, black, black … puede tener hasta tres posibles significados:
Afirma Susana Pedraza, en la reseña Black, black, black… o lo que la verdad esconde que “El negro todo lo confunde. No hay nada más opaco que la oscuridad, donde las apariencias y la realidad se difuminan y las cosas no son lo que parecen.”. Y esto parece aludir casi a un cuarto significado: ¿estamos ante una verdadera novela negra? Para ser más precisos: ¿esta obra recoge todos los elementos básicos del género?
Marta Marne en su comentario de la novela responde a esta cuestión (Black, black, black, de Marta Sanz – Leer sin prisa): “En todas partes veo que califican Black, black, black como novela negra. Yo no la calificaría así. Es cierto que comienza con una trama basada en una investigación, e incluso tenemos un cadáver de entrada, pero no es lo que dirige la novela. La trama pasa a un segundo plano por completo, tomando las riendas la propia narración y especialmente una intención muy clara de la autora: jugar entre la realidad y la ficción.” Porque como señala Lara Soria Arellano, en su trabajo Análisis de Black, Black, Black de Marta Sanz: una mirada a la novela negra española, las novelas negras tienen que crear intriga en el lector y, sin embargo, en esta novela “el suspense no se basa en encontrar más pistas, más testigos, sino en los juegos de engaños que crea la autora”.
La estructura
Acudir a la estructura de la obra puede darnos alguna pista de que no estamos ante una novela negra al uso, sino más bien ante una novela que algunos calificarían de posmoderna, aunque sólo sea por los momentos de metarrelato, o de reflexión sobre la propia ficción que aparecen en la segunda parte. Sin “destripar” ni descubrir nada describamos esta estructura en tres partes:
Black I (“El detective enamorado”): tenemos toda la información del caso -entramos en la novela en media res sabiendo que ha habido un asesinato y que un detective es contratado por los padres de la víctima para descubrir quién ha sido- sobre todo a través de las conversaciones telefónicas entre Arturo Zarco y su ex mujer Paula Quiñones. Un planteamiento aparentemente clásico pero en el que enseguida empiezan a chirriar elementos que no se adecúan al género, como por ejemplo la homosexualidad del detective (dato meramente anecdótico, porque lo importante quizás sea la falta de competencia de Zarco para la profesión).
Black II (“La paciente del doctor Bartoldi”): el lector va conociendo diferentes detalles de la historia a través del diario de Luz Arranz (una luz en la oscuridad), una de los vecinas del edificio donde ha tenido lugar el crimen. Y esta sí que es la parte más metaliteraria: “Encontramos en esta parte un ejemplo de cómo en la ficción se medita sobre la ficción, un rasgo propio de la literatura de la postmodernidad. Los límites entre ficción y realidad se difuminan en todo el capítulo.” (Lara Soria Arellano).
Black III (“Encender la luz”): es la parte más detectivesca, donde la trama se va revelando y en donde el personaje de Paula Quiñones va adquiriendo más peso en el devenir de la historia (a este propósito sería interesante leer el último libro de la trilogía del detective Zarco, pequeñas mujeres rojas). Los lectores caminamos en el proceso de resolución de la historia de la mano de Marta Sanz de la misma manera que Arturo Zarco y Olmo lo hacen de la palabra dilatoria de Paula Quiñones.
Quizás Marta Sanz hable de muchas otras cosas en la novela: de la seducción (“Ya no se trata de que alguien quiera seducir, sino de que todos quieren ser seducidos […]” (p. 9 de la edición de Anagrama), sobre todo de la literaria; de la violencia de la vida cotidiana (“y no la propia de las grandes corporaciones o de grandes conspiraciones a las que nos tiene acostumbrada la novela negra”, según afirma la propia Sanz en un programa televisivo); de la imperfección del mundo; de los prejuicios y de la política -una política subyacente; del dinero; … Todos estos asuntos y algunos otros tratados con humor e ironía como contrapunto.
Contadnos qué os está pareciendo la novela, si compartís estas pequeñas pistas, si habéis descubierto otros hilos y, sobre todo, si os está gustando.
¿Queréis conocer un poco más a Marta Sanz? Seguro que sí. Para ello tenemos la brújula de su último libro, Parte de mí (Anagrama, 2021). En esta obra, a la que podríamos calificar -por ponerle una etiqueta literaria- de autoficción, la autora se apunta a las redes sociales para reunir las sucesivas entradas de Instagram que publicó durante el confinamiento bajo el hastag #ParteDeMí.
En cada entrada una imagen, y cada imagen acompañada de un texto: textos breves y fugaces al principio, y que poco a poco van ganando en volumen y reflexión, como si del silencio ante lo inefable fuera surgiendo el ser humano (demasiado humano, y muy literario) que debe ir dando cuenta de lo que está sucediendo. Por sus páginas van apareciendo: la gata, los libros, su pareja, el padre y sus pinturas, una sobrina enfermera, novelas de Agatha Chistie, postales de actrices, …
Y todas las entradas acaban con una estructura similar: “Las bellas librerías, las lectoras que leen despacio, las personas que me cuidan sin aniquilarme, las conversaciones auténticas, las amapolas son… parte de mí.” (p. 106, de la edición de Anagrama). Así, que si os apetece adentraros en las entrañas y la tramoya literaria de Marta Sanz no os perdáis este diario de la cotidianeidad de una escritora. Marta nos cuenta más en este vídeo:
Esta Doctora en Literatura Contemporánea por la Universidad Complutense de Madrid escribió su tesis sobre La poesía española durante la transición (1975-1986). Sin embargo, la literatura no sería su primera experiencia profesional. Marta, tras su licenciatura en Filología, ejerció la docencia en la Universidad Antonio de Nebrija en la enseñanza de español para extranjeros. Y ya sabemos que ser profesional de ELE curte a todo buen escritor.
Finalmente decidió matricularse en el taller de escritura de la Escuela de Letras de Madrid, dirigido por Alejandro Gándara y donde fue moldeando su talento. Allí conoció al editor Constantino Bértolo, quien publicó sus primeras novelas en la editorial Debate. Y como aparece en alguno de sus trabajos de aquella época, ella se sintió “heroica en su peripecia”.
Sus primeras novelas fueron Lenguas muertas y Los mejores tiempos (Premio Ojo Crítico de Narrativa), antes de lograr un gran éxito en 2006 al ser finalista del Premio Nadal con Susana y los viejos. Os dejamos este enlace donde la autora hace una pequeña presentación de la obra:
Posteriormente daría el salto a la editorial Anagrama, donde ha publicado desde entonces títulos como Black, Black Black o Lección de anatomía, entre otros, siendo ganadora del Herralde de Novela en 2015 con Farándula. Fuera del campo narrativo ha escrito ensayo, No tan incendiario o Monstruas y centauras, y poesía, Perra mentirosa y Vintage.
Es también colaboradora de varios medios de comunicación, como El País o Público, además de escribir para revistas culturales como Mercurio, Ínsula o Quimera.
Esperamos que esto sea sólo un aperitivo del festín que nos espera el próximo 2 de octubre en el que como buenos lectores antropófagos nos comeremos el saber literario de Marta Sanz. Y como ya estáis todos enfrascados en la lectura de Black, black, black, os dejamos un enlace con cuatro pinceladas magistrales de la autora que nos darán luz en esta negrura.
Animaos y contadnos vuestra experiencia: ¿en qué Black estáis? ¿Veis diferencias entre cada una de las partes? ¿Con qué personaje simpatizáis más? ¿Sois zarquistas o paulistas?
¡Comenzamos! Ya estamos leyendo una nueva novela en el club virtual de lectura 4 Lecturas, 4 Continentes, organizado desde las bibliotecas del Instituto Cervantes de Bruselas, Estambul, Tetuán y Chicago. La tercera lectura del club es la obra Black, Black, Black de la escritora Marta Sanz.
Los padres de Cristina Esquivel, una geriatra a la que han encontrado estrangulada en su piso de Madrid, contratan al detective Arturo Zarco para que encuentre al asesino. En realidad, lo que esperan es inculpar a Yalal, el albañil marroquí con el que estaba casada Cristina, y que ahora tiene la custodia de la hija de ambos. Zarco es un detective muy poco convencional; cuarentón, gay, y aun estrechamente ligado a Paula, su ex mujer, a la que cuenta y con la que discute por teléfono las vicisitudes de la investigación, y hasta los pormenores de sus fascinaciones eróticas
Esta novela es el primer título de la trilogía del detective Arturo Zarco, a la que le sigue Un detective no se casa jamás, y termina con Pequeñas mujeres rojas, donde el detective se jubila y se despide de los lectores.
Marta Sanz es doctora en Filología. Aparte de su obra como novelista, también ha escrito cuentos, poesía, ensayos, y ha ejercido la crítica literaria en distintos medios. Ha recibido importantes premios literarios a lo largo de su carrera como el Premio Herralde de Novela (2015), o el Ojo Crítico de Narrativa (2001). Con esta novela quedó como finalista del Premio Herralde (2009).
El debate sobre esta excelente novela se llevará a cabo del 11 de septiembre al 1 de octubre en este mismo blog, esperamos vuestros comentarios y opiniones tal como vayáis avanzando en la lectura. El sábado 2 de octubre tendrá lugar el encuentro con Marta Sanz en la plataforma Zoom y con la moderación de Ángel Hernando. Una oportunidad única para dialogar con la escritora y poder comentar detalles de la novela y de su trayectoria literaria.
La novela se divide en tres blacks diferentes, comienza a ritmo lento, descriptivo, para adentrarse posteriormente, en una peculiar historia al ritmo de sus vivos personajes. ¿Habéis empezado la lectura? ¿Cuáles son vuestras primeras impresiones? Os invitamos a ir compartiendo impresiones en este espacio que acompaña la lectura y nos acerca a la autora y a otros lectores de forma asíncrona y virtual.
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