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Blog del Instituto Cervantes de Estambul

Biblioteca Álvaro Mutis

Ray Ronson: una vida de cine

Antes de convertirse en Big Demis, Ángel Ortega Hurtado pasó por diferentes profesiones entre las que destacaron aquellas relacionadas con el mundo del cine. Martínez de Pisón nos presenta a este personaje en la Barcelona de finales de los 60, entrando en casa de su familia casi como El Fugitivo, ese personaje de la serie televisiva americana que estaba triunfando en la tele española de la época.

“Ahora mi padre no se llamaba Ángel Ortega sino Ray Ronson. Ronson, supuse, como la marca de sus mecheros favoritos. ¿Y Ray como qué o como quién? Sonaba bien, en todo caso. Sonaba a actor de verdad, a actor de película americana. Con ese nombre, triunfar en el mundo del cine no parecía tan descabellado. Me pregunté si también yo, sin saberlo, había pasado a apellidarme Ronson. ¿Podía ser que llevara meses llamándome Ángel Ronson y no me hubiera enterado?

      Cuando se presentó en casa el domingo siguiente, no dijo Ray sino Ángel.”

Derecho natural nos sumerge en el mundo del cine, un arte que en España tuvo un papel determinante durante toda la dictadura franquista y que sirvió para que los dos bandos que lucharon durante la guerra civil intentaran influir, durante los 40 años de gobierno de Franco, en el imaginario de la sociedad española, cada uno con sus armas, posibilidades y estrategias.

La afición de Franco por el cine / CÁTEDRA

El cine representó para muchas familias un refugio y una esperanza ante el horizonte oscuro que se vivía en el país. En la novela vemos su importancia social y económica pero no desde la luces y el glamour de las grandes estrellas, sino desde las vicisitudes que debe superar un actor de serie B para el que el trabajo es algo precario y fugaz.

Ángel Ortega, secundario del western

Ángel vuelve al hogar familiar donde su mujer y su hijo sólo se acuerdan de él gracias a los papeles que interpreta en las películas que van a ver al cine. A su regreso lo acompañan al cine y se sumen en el olvido voluntario para disfrutar, como si fuera la primera vez, con su participación en la película de vaqueros El sabor de la venganza, aunque su hijo Ángel no pueda reprimir lo que para el padre no son sino dotes de anticipación:

“—¡Ahora se lían a tiros! ¡Ahora se lían!

      Mi padre me dedicó una sonrisa de aprobación:

      —¡Qué listo es este chico! ¡A ver si vamos a tener un Hitchcock en casa!”.

 La película tiene como eje principal la venganza, un tema que sería explotado hasta la saciedad en los spaghettis, al contarnos la historia de tres hermanos (Brad, Chris y Jeff) que de niños ven cómo unos forajidos asesinan a su padre. Esta película fue la segunda incursión en el género del director Joaquín Romero Marchent. Además del tema, la película anticipa otras dos de las características que tendrían el subgénero del spaghetti western en España: el rodaje en el desierto de Almería y la participación del actor Fernando Sancho, presente anecdóticamente en diferentes momentos de la novela de Martínez de Pisón:

El actor Fernando Sancho, a caballo, en El sabor de la venganza

En realidad, este tipo de producciones tenía como objetivo hacer filmes de fantasía para librarse de la censura. Los hermanos Romero Marchent crearon en los años 60 un sistema de producción cinematográfica integral. Amantes de John Ford y del western, adiestraron caballos y entrenaron a especialistas, creando el decorado de un poblado en Hoyo de Manzanares (Madrid). “Por primera vez, el cine español tenía una infraestructura: los figurinistas de vestuario, los atrecistas o los iluminadores podían ahora dedicarse al cine a tiempo completo. Poco a poco, el chorizo wéstern, el apodo que el género tomó en España, fue mejorando sus valores de producción en la planificación, la profundidad de campo o la fotografía.” («Los cinco géneros que reventaron las taquillas«, Juan Sanguino, El País, 26 de marzo de 2021).

Un taxista anónimo llamado Diego condujo a los Romero Marchent al lugar que cambiaría la historia del western, los paisajes del desierto de Almería. Luego llegó Hollywood y Sergio Leone que con sus spaguetti western se quedó con todo: los decorados, los caballos, los trajes, los especialistas y hasta el productor, aprovechando una industria que los Romero Marchent tenían funcionando a toda máquina. A diferencia de las películas de vaqueros estadounidenses en estas coproducciones hispano italianas el conflicto no era el territorio -no había indios- sino el perfil psicológico de los protagonistas: “Django es el mejor ejemplo: no había lugar para heroísmos (Django era un mercenario nihilista que no creía en nada excepto en el placer y la venganza) y la violencia era salvaje (el tiroteo final con la ametralladora, la oreja rebanada… Django estuvo prohibida en Gran Bretaña hasta 1993).”

Y por si alguien quiere seguir informándose sobre el fenómeno del spaghetti western en España, os dejamos este artículo: «España como plató de los spaghetti western de Hollywood«, de Lorena Montón, RTVE.es, 3 de enero de 2022.

Ángel Ortega, un hombre lobo en Madrid. El cine de terror de los 60

Gordejuela es el maravilloso nombre que le da Martínez de Pisón al representante cinematográfico de Ángel. Un curioso agente de igual serie B que sus representados. Una pequeña mentira de su hijo no ocultará el nuevo rol cinematográfico al que se tendrá que enfrentar el actor: no, no será a las órdenes de Juan Antonio Bardem ni con María Perschy en una película sobre la Guerra Mundial…

… sino en una de terror, de hombres lobo, La marca del hombre lobo, protagonizada por Paul  Naschy: “Naschy (es decir, Jacinto Molina) era un antiguo campeón de halterofilia que por entonces triunfaba haciendo películas de terror de bajo presupuesto.” (Derecho natural).

Este actor creó a finales de los 60 el concepto “Fantaterror” para referirse a las películas de cine fantástico y de terror producidas en España. Este tipo de películas se caracterizaba por contener elementos fantásticos, violentos, sangrientos, religiosos y eróticos. Con la relajación de la censura, en España comienzan a producirse películas que serían inconcebibles en los años más duros del franquismo. La decadencia del régimen y de la salud del dictador permitió que en las pantallas asistiéramos a un cine con monstruos, desnudos y criminales: “El cine de terror, igual que el cine quinqui y las películas del destape, cogió carrerilla y llegó a popularizarse mucho más que hasta ese momento. Aún así, este cine no dejaba de ser, en general, de bajo presupuesto y más cercano a la serie B que a las grandes producciones de terror que conocemos hoy.” («El Fantaterror: la época dorada del cine de terror en España«, Clara Coira, Milana. Apuntes de cine y series, 21 de octubre de 2021).

Uno de los temas favoritos de este cine de terror fue el del hombre lobo y Paul Naschy fue su principal creador y protagonista: “«Ex levantador de pesas y sincero enamorado del Fantástico, sobre cuya tumba habrá que colocar el lacónico epitafio “Hizo lo que pudo”. No pudo mucho, la verdad, pero hizo bastante».”. En el artículo «La marca del hombre lobo«. La leyenda de Paul Naschy, de Rubén Lardín, en El Centro Virtual Cervantes, os podéis deleitar con la carrera de este actor, ídolo y modelo para el protagonista de nuestra novela. Y para que os familiaricéis con el personaje y su filmografía os dejamos el tráiler de La marca del hombre lobo:

De Ángel Ortega a Ray Ronson: Las petroleras

Paul Naschy es un ejemplo a seguir para Ángel. Su trabajo junto al célebre actor en La marca del hombre lobo y en Los monstruos del terror hace que tome conciencia de que para triunfar en el cine de la época había que ser algo más que un actor secundario: “En una industria como aquélla, un actor que aspirara a interpretar buenos papeles no podía quedarse esperando a que le llamaran. Tenía que escribirlos él mismo, hacérselos a medida. Pero, a diferencia de su maestro (que se había especializado en un género muy concreto y poseía un físico poderoso y singular), mi padre escribía historias de las que resultaba sencillo desplazarle para dar cabida a actores de más calidad o renombre.” (Derecho natural).

Este paréntesis de felicidad familiar, en el que Ángel parece asentarse en la profesión como guionista y actor llega a su etapa culminante con su salto al cine de las estrellas en la película Las petroleras, una producción con Claudia Cardinale y Brigitte Bardot como protagonistas: “algunas jornadas de rodaje iban a desarrollarse en la provincia de Burgos, cerca de su pueblo. En su manera de ver las cosas había una buena dosis de providencialismo. Las localizaciones en su tierra natal, las lecciones de inglés, el inopinado cambio de director… Los factores se habían conjugado mágicamente para que ocurriera lo que tenía que ocurrir: que él, Ángel Ortega Hurtado, más conocido como Ray Ronson, trabajara en esa película.”.

La presencia de estas dos estrellas en un país casi autárquico fue el acontecimiento del año. 1.608.946 espectadores de la época fueron a ver esta película a los cines españoles, y en Francia fue «todo un éxito»:

Finalmente un nuevo miembro llegaría a la familia: la primera hija, Cristina, pero ese oasis de paz y tranquilidad duró poco: “Fueron unas horas de felicidad completa. Tres días después, mi padre nos volvió a abandonar.”

Por cierto, parece que un Ray Ronson actor existe en la actualidad.

Lanzamos algunas preguntas para que nos contéis vuestras impresiones de lectura: ¿qué os parce la influencia del cine en la novela? ¿Qué pensáis de la industria cinematográfica española de los años 60-70?

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