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Blog del Instituto Cervantes de Estambul

Biblioteca Álvaro Mutis

¡¿Viva México?!

El 12 de octubre de 2025 en 4 Lecturas 4 Continentes por | Sin comentarios

Los habitantes de La Portuguesa no eran muchos y además eran todos adultos, sus hijos habían emigrado a Puebla, a Monterrey o a la Ciudad de México y allá habían nacido sus nietos. Vivíamos una vida mexicana y sin embargo hablábamos en catalán y comíamos fuet, butifarra, mongetes y panellets, y los 15 de septiembre, el día de la independencia, permanecíamos encerrados en casa porque los mexicanos de Galatea y sus alrededores tenían la costumbre de celebrar esa fiesta moliendo a palos a los españoles. (Los rojos de ultramar)

Manuel ÁLVAREZ BRAVO, Coronada de palma, Chachalacas, Veracruz), 1936.

A pesar de que la novela es un alegato a la memoria, y esta podría entenderse únicamente como nostalgia, las únicas referencias al pasado como añoranza se dan en la utilización de la lengua, el recuerdo gastronómico, y las sesiones dominicales de diapositivas de las Ramblas.

Los exiliados siempre piensan que están en el país de asilo temporalmente. Sin embargo, Arcadi se va dando cuenta poco a poco de que lo que ha conseguido en México es una garantía de futuro y quizá lo que lamenta es que ese futuro le ha sido impuesto. Por eso afirma Rosario Colchero Dorado en su tesis “Recuperación del olvido en Los rojos de ultramar de Jordi Soler” (Universidad de Chapel Hill, 2008) que ante esa circunstancia de una vida más o menos impuesta la consecuencia es “la idea de participar en el complot para matar a Franco. Identificar a este personaje histórico como la razón por la que no han podido decidir acerca de su vida en España, y la idea de negarle cualquier opción a Franco, mediante un atentado contra su vida que está en manos de estos exiliados, supone un mínimo retazo de ese control perdido”.

La novela muestra este exilio mexicano de la familia de Arcadi como un relato de ida y vuelta, un intento de recuperar el futuro rindiendo cuentas con el pasado a través del complot contra Franco y, por otro lado, la conciencia de que su familia, de que las generaciones posteriores, son plenamente mexicanas y, por tanto, viven en su tierra y labran su propio futuro. Bien visto lo que le queda de España es la voz de su hermana que escucha al otro lado del teléfono una vez al año, una hermana a la que hace treinta años que ya no ve.

Si bien pudiéramos entender, como afirma Colchero, que hay un proceso de transculturización, la realidad es que, del lado de los exiliados, Arcadi se siente en México tan extraño como ese elefante que escapa del circo y se queda vagando por La Portuguesa. Los mexicanos, por su parte, siguen viendo a los españoles como los conquistadores, así la fiesta nacional -tal y como señalábamos- finaliza “moliendo a palos a los españoles”. Por mucho que los propietarios de la plantación quieran dar a sus empleados de unas condiciones igualitarias en un intento de expulsar aquello contra lo que lucharon como combatientes republicanos, la realidad es que las diferencias entre trabajadores nativos y patronos permanecen. No hay conflicto “siempre y cuando los morenos entiendan que los blancos mandan” (Los rojos de ultramar). Hay alambradas que se repiten, como la de la casa en la plantación que, en realidad, llama al recuerdo al lector de aquella que encerró a Arcadi en Francia.

Un elemento más que contribuye a esta separación irreconciliable es el privilegio de poseer una televisión. Mientras la familia se sienta delante del televisor a divertirse con “la magia” de Uri Geller, fuera de la casa se agolpa la gente intentando verla por la ventana.

Incluso cuando intentan que Lauro y su madre dejen de ser criados y tengan una vida igual a las suyas fracasan porque hay algo en el destino de los nativos, de “los morenos”, que no ha cambiado con el paso de las generaciones y que permanece como un signo de una desigualdad atávica. “Soler nos introduce los temas que han sido claves en la descripción de América desde las primeras crónicas de Colón, la naturaleza, el hombre y la hipérbole” (Colchero). Será Rodríguez, el representante del gobierno mexicano en Francia, quien le anticipe a Arcadi lo que se va a encontrar: “el fatalismo histórico, la imposibilidad de superar un tiempo cíclico y el determinismo que parece ser la historia de México en particular y de América Latina en general.” (Colchero).

Pero Arcadi ya está pensando que “su guerra fue la guerra de otro”: ya no es el mismo joven que tuvo que huir derrotado para salvar su vida y la de los suyos. Ahora es un empresario de éxito. Ya tiene un nieto en tierras mexicanas, la idea de matar a Franco parece incompatible con su nuevo futuro. A pesar de esta racionalización, hay elementos que constantemente juegan en la novela como metáfora y recuerdo de ese pasado que sigue muy presente en la vida de Arcadi: el brazo que pierde en un accidente (no adelantaremos cuál) nos recuerda “el exilio republicano [que fue] extirpado de la historia oficial de España” (Los rojos de ultramar); la prótesis del brazo que hay que limpiar para que no entre ningún bicho: “la imagen de blanquear, con polvos de talco lo que pudiera llamar la atención por su ausencia (es decir, el medio millón de personas que abandonaron el país)” (Colchero).

En la misma línea se manifiesta la enumeración de insectos que asolan a la familia. Si no estamos muy familiarizados con esta fauna, nos perderemos a partir del primer nombre “polillas, mayates, cigarrones, catarinas y campamochas”. Estamos ante un narrador mexicano y ante un relato que como las crónicas antiguas hablan de la exuberancia de la naturaleza. Es un espacio mexicano construido con la mirada europea, aunque transformado por los elementos autóctonos.

En La Portuguesa los lectores acabamos participando del distanciamiento, de la contradicción, del llanto de Arcadi, aquel que reconoce “que su guerra había sido la guerra de otro”, un desconsuelo “manso, bajito, atroz”. ¿Lo compartís?

Autoficción en la guerra familiar

El 9 de octubre de 2025 en 4 Lecturas 4 Continentes por | Sin comentarios

Esa noche mi abuelo durmió en la misma habitación que su hermano. Era la primera vez en meses que dormía en una cama. Recuerdo la acogedora sensación que me produjo el contacto con las sábanas limpias, violentamente contrastado con el tremendo hedor de las heridas de mi hermano, escribe Arcadi en una de sus páginas. (Los rojos de ultramar)

La novela de Jordi Soler busca establecer la identidad de aquellos exiliados que tuvieron que huir de España tras el fin de la guerra para no sufrir las represalias del régimen franquista. Arcadi, el abuelo del narrador, es el encargado precisamente de mostrarnos a través de su viaje de huida esa crisis de identidad que sufrirán miles de españoles después del conflicto. Sin embargo, no queremos centrarnos únicamente en esta búsqueda de autoafirmación del protagonista, sino que nuestra intención es reivindicar el papel de la memoria (entiéndase incluso desde el pleonasmo de histórica) a través del estilo narrativo, heredero de una forma de contar que empieza a tener su auge en la narrativa española en los años 90 del siglo pasado:

Los rojos de Ultramar comparte muchos rasgos formales y temáticos con varias novelas de la memoria recientes de autores españoles, tales como Soldados de Salamina de Javier Cercas y Mala gente que camina de Benjamín Prado, en las que la investigación histórica de un narrador personaje funciona como motor narrativo.” (Liikanen, E. (2013). La herencia de una guerra perdida: La memoria multidireccional en Los rojos de ultramar de Jordi Soler. Olivar, 14 (20), 77-109. En Memoria Académica. )

Parece que aunque el planteamiento pudiera parecer poco original, ya que viene a sumarse a otros muchos ejemplos de eso que ha venido en denominarse novela de investigación, Los rojos de ultramar aporta un punto de vista novedoso en cuanto a su contribución al debate sobre la memoria histórica al situar su visión fuera de las fronteras nacionales, en esos territorios allende los mares, y al crear la voz de un narrador que aúna dos culturas (la mexicana y la catalana), dos lenguas (el castellano y el catalán), que proporcionan una perspectiva transnacional y multicultural, tal y como se afirma en el trabajo de Liikanen.

En las novelas de investigación se repite la estructura de un narrador-personaje más o menos protagonista del relato que trata de recopilar información, documentos y testimonios para una vez seleccionados los materiales, interpretar los datos y dar un sentido al pasado. Aunque pudiera parecer que se pretende crear una cierta antificcionalidad, una voluntad de contar la verdad, se acaba, al contrario, poniendo de manifiesto la subjetividad de la perspectiva del narrador-investigador. Al ser un personaje más de la novela termina, en definitiva, por desvelar todos los rasgos de falsedad y verosimilitud con los que se construye la ficción. En este sentido Los rojos de ultramar sigue estos patrones de elaboración: “La dedicatoria de estas memorias es su clave de acceso: Me he propuesto al escribir este relato compendiar en pocas cuartillas estos relevantes hechos de mi vida, para que mi hija Laia los conozca un día. Tengo la impresión de que Arcadi se disculpa con ella, con nosotros, de antemano, por esa historia de guerra que desde entonces había comenzado a heredarnos.” (Los rojos de ultramar).

La novela de Soler construye su trama a través de multitud de datos, muchos de ellos verificables tanto sobre la vida de los personajes como sobre los acontecimientos que menciona. Hay personajes históricos como el de Azaña o fundamentalmente el del embajador mexicano Luis Rodríguez, quien es el encargado de llevar adelante el proyecto del general Lázaro Cárdenas, que pretendía dar asilo en México a todos los republicanos españoles que lo quisieran. La novela incluye también pasajes como el de las condiciones de los refugiados en los campos de concentración que son comprobables al cien por cien. Soler ya había publicado en el periódico El País, en 2005, un año antes de que apareciera la novela, un reportaje en el que contaba los esfuerzos de Luis Rodríguez para socorrer a los republicanos españoles y al presidente Azaña (“México y la muerte de Azaña: La misión del embajador Rodríguez”, El País, octubre de 2003).

Asimismo hay numerosos pasajes de la vida de Francesc Arcadi que son también verificables: “La novela recorre los diversos momentos y escenarios por los que transcurrió la vida de Francesc-Arcadi: el puesto donde ejerció de artillero durante la Guerra Civil, en la montaña de Montjuïc de Barcelona; la huida a Francia a finales de enero del 39 en un coche destartalado; el largo confinamiento -más de un año- en la playa de Argelès-sur-Mer; la relación con el embajador de México en Francia, Luis Rodríguez –[…]; la llegada a México y la fundación de la plantación y colonia de La Portuguesa con otros socios catalanes, en plena selva.” («Jordi Soler novela la excepcional historia de su familia de exiliados«, Isabel OBIOLS, El País, 24/11/2004).

Refugiados españoles en el campo de internamiento de Argelès-Sur-Mer, en el este de Francia, donde fueron a parar la mayoría de los republicanos que huyeron por Catalunya.

Así nos encontramos con una novela que desde la historia de derrota, exilio y desarraigo de Arcadi va construyendo un relato que además de divulgar el conocimiento del exilio republicano tiene el objetivo de servir de sanación al propio autor, al menos de intentar comprender y comprenderse desde una ficción que da cuenta de él mismo. Verdad o verosimilitud juegan una partida en la que el lector se ve comprometido a tomar partido.

Seguro que muchos lectores ya han llegado a La Portuguesa. Desde ese lugar se irán desvelando otros espacios y otros momentos del viaje y sobre todo servirá para encontrarnos con el único punto de encuentro entre nieto y abuelo. ¿Quién ayuda a quién?

¿Cómo llegué a Veracruz? El final del viaje

El 6 de octubre de 2025 en 4 Lecturas 4 Continentes por | Sin comentarios

Habíamos dejado a Arcadi escribiendo sus memorias entre las fiebres provocadas por la malaria. “Había zarpado un mes atrás del puerto de Burdeos, con destino a Nueva York, en un viaje lleno de dificultades y de una incertidumbre que fue creciendo a medida que se acercaba a México” (Los rojos de ultramar)

La llegada a México estará precedida de numerosas escalas que harán el viaje todavía más dificultoso. Nos sorprende en la narración de Soler que en la estación de San Luis Missouri se encuentra con un puesto de ayuda a los refugiados españoles, que la llegada a Galatea, el pueblo perdido en la selva de Veracruz, es inhóspita, con ese recibimiento hostil de ese pariente lejano de su abuela, que, en conclusión, toma conciencia de que su huida ya no tendría vuelta atrás y de que su única tarea sería “exorcizarse, […] sacarse de encima, a fuerza de escribirlo, al demonio de la guerra”. Experiencias como las de Arcadi hubo cientos. Quizás nos ayuden a imaginarnos lo que él sintió en su llegada a México la voz de los últimos exiliados españoles quienes nos narran con emoción cómo fue el viaje y la posterior adaptación al paisaje:

“¿Y por qué a México?”. Quizás ahora sea más necesario que nunca recordar cuál fue el detonante de ese viaje, las historia de aquel más de medio millón de españoles que tuvo que abandonar el país en 1939 para evitar las represalias de Franco, pero a eso llegaremos. De momento, quedémonos en la ruta de esa parte final del viaje. Es tal la importancia de este país en el exilio republicano que se ha creado incluso un mapa colaborativo del exilio español:

Sin embargo, la novela guarda un secreto, algo que permanece oculto en el relato de Arcadi, la historia de esos cinco excombatientes republicanos para quienes la guerra contra Franco todavía no había terminado…

Seguro que vosotros, lectores, habéis también detonado la mina de las memorias de Arcadi: ¿qué emociones, qué recuerdos, qué vivencias, qué sospechas, qué lecturas os despiertan?  

La guerra de Arcadi

El 2 de octubre de 2025 en 4 Lecturas 4 Continentes por | Sin comentarios

Había una vez una guerra que empezó el 11 de enero de 1937. Lo que pasó antes fue la guerra de otros. Cada soldado tiene su guerra y la de Arcadi empezó ese día. Se alistó como voluntario en la columna Macià-Companys y salió rumbo al frente. Así empiezan las historias, así de fácil. A veces se toma una decisión y, sin reparar mucho en ello, se detona una mina que irá estallando durante varias generaciones. Quizá la decisión contraria, la de no alistarse, también era una mina, no lo sé, sospecho que en una guerra nadie puede decidir en realidad nada. Martí, el padre de mi abuelo, mi bisabuelo, se había inscrito días antes en la misma columna, había decidido que no soportaba más su cargo de jefe de redacción de El Noticiero Universal, un periódico que llevaba meses dedicando su primera plana a las noticias de la guerra.

(Los rojos de ultramar)

Martí había decidido “pelear por la república en una trinchera y con un arma”, así que decide dejar El Noticiero Universal para convertirse en reportero de guerra. Así cambian las vidas de las personas, en un momento, con una decisión o casi con un impulso. La verdad es que como nos cuenta Jordi Soler en las primeras páginas de la novela dos fueron los acontecimientos, las imágenes, que impulsaron a Arcadi a alistarse en el frente, como lo había hecho días antes su padre.  La primera es esta:

seis columnas enorme de humo que oscurecían el cielo de Barcelona.

La imagen es la mirada del abuelo Arcadi desde la azotea de un edificio.

“La segunda debe de ser producto del mismo bombardeo, no estoy seguro, en esa parte su escritura tiende a lo caótico, está más preocupado por justificar su alistamiento en la guerra que por describir con precisión esas dos imágenes poderosas, sobre todo la segunda, que consiste en una sola línea breve y atroz: una pila de caballos muertos en la plaza de Cataluña.” (Los rojos de ultramar).

Ricard Martínez: “Una foto no engaña”. Refotografía y Guerra Civil, 19 de agosto de 2019

Los caballos han formado un remolino al caer. Quizás forzados por los arneses y empujados por el primero de ellos en morir. Centelles los había fotografiado con insistencia desde el momento en que llegó. Observando esas fotos, vemos como, con cada click, extraía materia hasta dejar al descubierto este grupo escultórico. (Agustí Centelles/Arxiu Centelles-Ricard Martínez)   

¿Por qué el abuelo de Jordi Soler decidió ir a la guerra? ¿Por qué tomó la decisión de cambiar su vida y la de sus descendientes? “La dedicatoria de estas memorias es su clave de acceso: Me he propuesto al escribir este relato compendiar en pocas cuartillas estos relevantes hechos de mi vida, para que mi hija Laia los conozca un día.”. ¿Es una disculpa como apostilla Soler?

Esto lo vamos a ir descubriendo en Rojos de ultramar.

 Dejamos mientras tanto a Arcadi escribiendo sus memorias en la selva de Veracruz, a cuarenta grados de temperatura y consumido por la malaria:

Hugo Brehme, Puente de Metlac, Veracruz, ca.1910 – Cortesía de Colecciones especiales del Museo Nacional de la Revolución

Mientras, en su cabeza, enfermo y “después de haber perdido la guerra y todo lo que tenía” quizás se dibujasen algunas de las imágenes que nos dejó como testimonio Agustí Centelles:

Lectores del 4L/4C, déjense mecer por este viaje.

Los rojos de ultramar, de Jordi Soler

El 1 de octubre de 2025 en 4 Lecturas 4 Continentes por | Sin comentarios

Ya tenemos en marcha el tercer club de lectura de 2025. Empezamos a leer Los rojos de ultramar del escritor mexicano Jordi Soler.

En esta obra el autor rescata del olvido la historia real de su familia y la de tantos españoles que, por haber perdido la Guerra Civil, tuvieron que abandonar su país para siempre. Conocemos así el otro exilio, el de esa inmensa minoría sin nombre que logró sobrevivir en los campos de concentración franceses, libró su propia guerra para abandonar una Europa que los había convertido en parias y llegó a un país, México, donde tendrían que reconstruir sus vidas desde el principio. Y desde donde seguirían luchando contra el general Franco.

Jordi Soler nació en 1963 en La Portuguesa (Veracruz, México). Es autor de dos libros de poesía y trece novelas, traducidas a varias lenguas. Desde Bocafloja (1994), su primera novela, se convirtió en una de las voces literarias más importantes de su generación. Entre sus novelas destacan Los rojos de ultramar (2004), La última hora del último día (2007), La fiesta del oso (2009), Diles que son cadáveres (2011), Ese príncipe que fui (2015), El cuerpo eléctrico (2017) y Usos rudimentarios de la selva (2018). En el reino del toro sagrado (2024) es su última novela. 

El club de lectura virtual 4 Lecturas 4 continentes se organiza desde las bibliotecas de los Institutos Cervantes de Chicago, Tetuán, Bruselas y Estambul. El programa de este año 2025 agrupa cuatro obras que tratan sobre el viaje literario. Iremos comentando esta lectura a través del blog y el próximo sábado 18 de octubre nos encontraremos en línea con Jordi Soler para su trayectoria y esta novela.

¡Empezamos la lectura! Esperamos vuestros comentarios.

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